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sábado, 17 de mayo de 2008

Reportero imaginario: realmente ¿quién soy yo?






Hacía dos semanas que estaba allí, por lo menos me habían quitado las correas. Podía levantarme de la cama, aunque con cuidado pues tenía una bolsa introduciendo líquido en mi mano por un catéter. Tenía mucho sueño, mi boca parecía forrada de esparto, necesitaba agua, ¿donde había agua?
¿Qué es lo que me pasaba, por qué me temblaba la mano? Derramé la mitad de la botella. Necesitaba hablar con alguien. Grité, rompiendo el silencio de aquella habitación, pero más que proferir un ansioso alarido, sentí vergüenza. Babeaba, babeaba como un recién nacido.
Por fin, escuché unos pasos tras la puerta. Ésta se abrió y entró mi madre; pensé: mamá, querida mamá, que pena que me tengas que ver así. La acompañaba un doctor con aspecto serio. Ambos se sentaron y hablaron sin mirarme. Bueno hablaron, en realidad habló él de no se que cadenas de proteínas, un tal hipocampo, al parecer tenía alterados los niveles de dopamina, debía ser una droga, pero yo no consumía, hacía años que no probaba ni un triste porro. Mi madre asentía apesadumbrada ante todo lo que decía el hombre, no creía que mi madre fuera tan culta, ¿como podía saber de qué hablaba? Yo no entendía nada. ¿Sería por eso que el médico hablaba con mi madre y no conmigo? ¿Al menos tendría que haberme tenido que preguntar que tal me encontraba? Bueno por lo que escuche no hacía falta, ese tipo ya sabía lo que me pasaba “Trastorno esquizofreniforme” con rasgos de catatonia y disociación y tendencia por antecedentes a desembocar en una esquizofrenia paranoide. Manda huevos que diría Trillo, me faltaba un tornillo.
Esta situación me recuerda a la Metamorfosis de Kafka, de la noche a la mañana, me había convertido en Gregor Samsa, estaba fuera de la sociedad, allí encerrado, como un hombre horrible con quien nadie habla y a quien le da vergüenza hablar por no manchar aun más si cabe el pijama con sus babas.
Buenas noticias. Ummm no tan buenas. Salía al día siguiente de la clínica, pero tendría que tomar unas gotas y unas pastillas de por vida. Ya podría tomar juanolas en vez de esa tal clozapina. Al menos me quitaría este mal gusto que tenía en la boca.
Luego pensé, que pasaría cuando saliera de allí: con mi trabajo, con mis amigos, con mi entorno; me dirían -Salva das miedo y asco-, me rechazarían, tendría que vivir encerrado en mi habitación como si fuera un oso en un invierno inacabable.
-Raúl, ¿has escuchado? – me dijo mi madre con una sonrisa que intentaba camuflar el llanto que seguramente se acumulaba en sus lagrimales. –Mañana volveremos a estar juntos en casa.
¿Raúl? Yo no me llamaba así, era nombre de protagonista de telenovela argentina, de todas formas no me apetecía discutir, asentí con la cabeza y esbocé una media sonrisa.
Al médico le sonó el busca, pidió disculpas a mi madre y salió de la habitación. Yo me acosté, me quedé dormido con la mano de mi madre estrechando la mía, como tantas veces durante mis primeros años de vida, cuando a causa de múltiples alergias y crisis asmáticas iba de hospital en hospital, durmiendo con la perenne compañía de mi madre.
Al día siguiente me desperté con la misma sed. Miré por la ventana, hacía un día estupendo, agradable, soleado, un día como para pasear por la playa; pero algo llamó mi atención, algo inverosímil en medio de una gran ciudad: una vaca pastando en el jardín de la clínica. Me froté la cara pensando que tenía que ser producto de mi imaginación, pero al volver a mirar, la vaca seguía ahí. Me quedé contemplándola unos momentos y es cuando sucedió algo si cabe más insólito; la vaca se subió a un autobús urbano, no pude fijarme de que línea era, sólo lo vi alejarse por la calle.

Pensé que era una señal divina, que era uno de esos signos que la providencia envía a los hombres para que sigan la senda de la fe. Pensé que quizás yo fuera un ángel enviado del cielo para salvar las almas de los perdidos. Es entonces cuando recordé a don José, un sacerdote de hierro colado y como, en mas de una ocasión, me pegó siendo un niño, porque a pesar de lo que adoctrinaban en mi colegio, yo ponía en tela de juicio la existencia de dios. ¿Dios existía, era esa vaca un mensaje suyo, como podía permitir que la gente se muriera de hambre, de sed, a causa de las guerras, de enfermedades? No, dios no podía existir, sino no me hubiera enviado esta maldición de nombre tan perverso.
Entonces vi la luz, ya lo entendía al fin. Esa vaca se iba al mercado a que la descuartizaran y sirviera de alimento para aquellos que pudieran permitirse un chuletón.
¿Respecto a mí? Quedaba la incógnita de mi identidad, quien era yo? ¿Salvador? ¿Raúl? ¿Un esquizonosequé con guarnición y tendencia a ser devorado por la sociedad?
Hacía menos de un día que me habían diagnosticado y ya sufría en mis carnes una despersonalización alarmante. Pensé en aquel cuadro de Francis Bacon “Cabeza rodeada de carne de vaca”. Tal vez yo era como esa vaca, camino del matadero, en esta clínica me habían etiquetado para después lanzarme al mundo, cruel, voraz, surrealista.
Entre imágenes de mi propia muerte pasando por mi cabeza fue pasando la mañana. Como el día anterior recibí la visita de mi madre y del doctor.
-Cariño- me dijo mi madre.- ¿aun estas así? Ya tengo el informe del médico podemos irnos a casa.
-Mama he visto una vaca ¿sabes?
-¿qué?
- que he visto una vaca en el jardín del hospital y me ha hecho pensar- dije babeando como una fuente de saliva.
-¿Qué te ha hecho pensar mi cielo?- me preguntó con preocupación.
-Me ha hecho pensar- contesté lentamente.- Que no hay salida, ni escape, no soy nadie ¡nadie¡ sólo la sombra del que un día fui, un globo que se eleva y se pierde en el firmamento, una copo de nieve en medio de un volcán en erupción, las cenizas de un alma hecha jirones que arde en el infierno sosteniendo el peso del mundo sobre sus hombros caídos. Soy un niño que se hizo mayor, soy un hombre que de un día para el otro se convirtió en dos. Soy una esfera incandescente y soy la punta del iceberg. ¿Por qué nadie, nadie, se preocupó por lo que se escondía en mi interior, por lo que había bajo mis pies?
Mi madre con los ojos vidriosos por las lagrimas me acarició la cabeza y me dijo.- No pienses en eso, siempre, siempre serás mi hijo.
Después preparó la bolsa con mi ropa y salimos de aquella habitación. Rumbo a la casa que nunca más me pertenecería, porque lo había perdido todo, incluso mi identidad.

1 comentario:

Anónimo dijo...

RAUL Y ALMUDENA soy LUZ, ESTOY MUY INDIGNADA PUES AYER EN las noticias de la 1 hablaban de la salud mental en las noticias de las 3 y de las 8,30 GEMERALIZANDO, hablaban de que las personas de salud mental no pueden llevar una vida independiente, salieron 2 loros de madres pidiendo residencias, mi hijo que estaba conmigo se quedo paralizado, una vez más creo que los medios de comunicación distorsionan las noticias y dicen verdades a medias, si pudierais investigar un poco sobre lo que digeron ayer, o a ver si algún compañer@ vuestr@ vió la noticia y os pueden contar, de verdad fué lamentable.
Espero contestación vuestra.
Un abrazo muy fuerte para los dos.