Quiero hacer público mi agradecimiento a la ONG Pallapupas, la conoceis? Son pallasos de hospital. www.pallapupas.org.
Estoy haciendo teatro con ellos y esta siendo fantastico, asi que creo que es un proyecto que merece la pena conocer. Si os interesa ya os ire explicando mas sobre mi relacion con ellos. DE momento, ahi va una fotos "payasil" en homenaje a ellos...y un recuerdo muy especial para todos aquellos niños que se encuentran hospitalizados y para las personas que estan en un psiquiatrico ingresadas ahora mismo. Por ellas, salud!!
ALMU.
Páginas
viernes, 31 de diciembre de 2010
FELIZ 2011
Hace dias que quiero escribir pero lo he ido dejando hasta el último momento. Quiero desearos a todos un feliz 2011, que sea un año lleno de proyectos nuevos, que se cumplan los ambicionados durante este año, que gozeis de buena compañia y de salud para vivir esas pequeñas cosas...Feliz salida y entrada!!
Quería comentaros que la reducción de mi medicación, ahora por ahora, ha resultado un fracaso. No podía más y hace unos cinco dias que me he vuelto a la medicación alta. NO lo he conseguido, espero que el año que viene lo consiga. POndré todo lo que pueda de mi parte, eso tenedlo por seguro.
Nos leemos. SEd felices, aunque sean doce segundos...
Un abrazo, salud y FUERZA!!
ALMU.
Quería comentaros que la reducción de mi medicación, ahora por ahora, ha resultado un fracaso. No podía más y hace unos cinco dias que me he vuelto a la medicación alta. NO lo he conseguido, espero que el año que viene lo consiga. POndré todo lo que pueda de mi parte, eso tenedlo por seguro.
Nos leemos. SEd felices, aunque sean doce segundos...
Un abrazo, salud y FUERZA!!
ALMU.
jueves, 30 de diciembre de 2010
2.000 mochilas. TOPOGRAFIA DE UN CONGRESO: Entre simposios y psiquiatras.
Barcelona del 18 al 23 de Octubre 2010. Palacio de Congresos de Cataluña. XIV Congreso Nacional de los verdaderos creyentes de la Psiquiatría, y la Farmaindustria su profeta. Con el lema “no hay investigación sin clínica” por delante, como los valientes, 2.000 mochileros venidos de toda España tomaron durante una semana los mejores restaurantes y hoteles de la ciudad condal. Al más puro estilo Viñarock, acudieron al gran festival de la Psiquiatría ibérica, que sin tener un programa con estrellas internacionales, ni novedades relevantes, ni actividades inéditas o atractivas, de nuevo superó las expectativas de la organización reuniendo a 2.000 profesionales. Ni la crisis ha empañado el éxito, por lo caro de la inscripción ( 1ºmundo 850 Euros, 3ºmundo y estudiantes MIR 400 Euros). Se ha convertido, para esta tribu, e su gran fiesta anual, una reunión de colegas que va a pasárselo bien con todas las garantias, como sólo éllos saben hacerlo, éllos son la fiesta. Sin ser una gayfest, destaca por abrumadora mayoría. tanto en la organización, en los ponentes y en los presentes, el congresista de sexo masculino, traje azul marino, pelo patrás semiengominado o grasiento, sin complementos manobolsillos, casi todos de rostro peculiar. En el ambiente se respira arrogancia, autoridad,...
Al contrario que el Viñarock, vienen sin mochila. Con la recogida de la acreditación viene una mochila ¡vacía!. Nada. Eso sí una pesada mochila-troley de marca, nada que la relacione con el Congreso, Barcelona 2010. ¿Complejos? ¿Para que la lleve su hijo sin que lo apedreen? ¿Para regalo?. La grotesca imagen del primer día con una horda de señores trajeados con su mochila roja y blanca fué impagable.
Esperaba unas largas y tediosas jornadas escuchando farragosos discursos sobre esquizofrenia, bipolaridad, depresión,...pués nada de interés. Ni me aclaran mis dudas sobre sus dognas, sino que parecen cada una de las presentaciones hechas de cara a demostrar sus hipótesis: ¿Existe el TDAH? Etc. Sólo estadisticas que pervierten en su beneficio. Ningún biomarcador, para tantos enfermos de tantos trastornos huérfanos de eficacia al tratarlos, mucho diagnóstico y poco pronóstico. En ningún espacio se da la multitudinaria sensación de que existan esos 2.000 que recogieron su mochila. ¿Donde están todos? . Ni en los descansos cofee-break se les ve arrasando catering, aquí es permanente, y el café nespresso individual, las bandejas dulces-saladas siempre ahí. Pero ¿Donde están todos?.
Como buen festivalero me oriento con el mapa. 3 zonas: congreso, jardines y zona de acampada (Hotel Juancarlos I *****). Zona congresos 3 plantas: superior sin acceso al publico(prensa, logística organización) sotano (4escenarios grandes, 3medianos, 9pequeños, carpas: 2internet, 4 audiovisuales, rincón científico) y la planta 0: entrada seguridad-checking, auditorio, sala exposiciones (nada en el programa, un espacio tan grande como el auditorio).
¿Exposiciones? Ahí no busqué, evidentemente, pero obligado por mi curiosidad de topo, especialista en buscar en la oscuridad, me atrae el enigma, lo oculto, y en algún lugar deben estar 2.000 con una entrada tan cara y la mochila vacía.
Penetro. Ante mi se abre una dimensión que nada tenía que ver con lo visto, entre la oscuridad y una ténue luz láser, se me aparece una mezcla de feria-mercadillo-chillout. Ciertamente había exposiciones, más bien expositores. Con chiringuitos abarrotados de regalos, audiovisuales, voceros, azafatas, algunos con diseños impactantes visual-acustica-mentalmente. Es la zona de la farmaindustria. Aquí no están todos, pero casi. Aquí toma sentido la mochila, rápidamente llena, en todos los sentidos. También pagan el viaje-acreditación.
Un bombardeo de mensajes empieza a transitar inevitablemente por todos los puntos cardinales de mi cabezón: En Psiquiatría entendemos la esencia de tus necesidades terapéuticas; Tenemos la fórmula de la felicidad; Restauramos la armonía integral de la persona; Capturamos la agresividad, reducimos la hostilidad y la agitación independientemente de la mejora de la psicopatología global....mantenemos la calma; Damos lo necesario; alegría. ilusión, vida, ánimo...con eficacia; La salida a la depresión más a mano que nunca; Un dulce estímulo para tus neuronas; Potencia la estabilidad neuronal y la neuroprotección, y revierte eficazmente la ganancia de peso asociada al uso de psicofármacos; Acceso exclusivo a la estabilidad; Un compromiso funcional y cognitivo; Mejoramos la función social y personal; Eficacia y seguridad, con aguja más corta y más fina...para tu tranquilidad, va con él; Una elección racional; Mejora la sensación de bienestar, el funcionamiento diurno y la calidad del sueño desincronizando el reloj biológico; Una cómoda solución para usted y sus pacientes...por fin al alcance de todos; Mas razones para proponer y aceptar; Canales interactivos y de fácil navegación para mejorar el día a día de los profesionales y de los pacientes, acercando de manera sencilla, directa y rápida las respuestas que importan, según patología y pregunta recibe en 72 horas la respuesta en psicofarmacología; Creemos en el talento y en la capacidad del ser humano para ínnovar. Creemos en las nuevas soluciones que la ciencia puede aportar en beneficio de los pacientes y nos volcamos en ello con todas nuestras fuerzas pavimentando el camino de un futuro prometedor
¿Soma?.¿Un mundo feliz? ¿1984? ¿New World Order?......cortocircuito......reiniciar sistema........toma la mochila y corre topo, corre.........
Autor: Joan Garcia.
miércoles, 29 de diciembre de 2010
ESPERANDO A GODARD.
La mañana del 31 de diciembre del 2012 Vicente Díaz Catalán recibió un correo electrónico que llevaba años esperando. Éste parecía remitírlo la directora de la revista Cahiers du cinema y consistía en una invitación al re-estreno de la película de Jean-Luc Godard: Pierrot, el loco. Breve y conciso decía así:
Cher Vincent:
Nous sommes heureux de vous inviter à re-création de Jean-Luc Godard Pierrot le fou ce soir dans la bibliothèque de Paris. En attente de votre assistance a pris fin, avec soin:
Laetitia Masson
Cuando Vicente, con la inestimable ayuda del traductor de Google, entendió que significaba el mensaje, casi se desmaya encima del teclado. Durante años había soñado con algo así. La ilusión era tan grande que no pensó en como había llegado dicho correo hasta su cuenta, cuando por no haber, ni siquiera había comprado nunca dicha revista, ni hablaba más francés que el típico “güí se muá” que había aprendido de un anuncio de perfume que repetían cada navidad.
Vicente se había formado como actor, director, guionista, productor, escenógrafo y hasta se sacó un máster para trepas-lameculos por correo. La realidad era que nunca había ejercido más allá de las prácticas de las distintas escuelas, pero al tipo conocimiento teórico no le faltaba. En arranques de extrema agudeza era capaz de diferenciar una escena de Dreyer de una de Ed Wood. Mientras tanto servía palomitas a los clientes del cine Callao.
Después de dos años enviando currículos a distintas productoras de cine y televisión de España y el extranjero y no recibir más respuesta que los acuses de recibo, su fe en sí mismo no había disminuido. Los grandes artistas, se consolaba, debían esperar su gran oportunidad. Lo que se traducía en que para poder montar algún día en limusina, prefería no subirse al metro para no mezclarse con la plebe. Mientras tanto, un tono de constante apatía le acompañaba a todos lados, cual fiel escudero, protegiéndolo de los ataques insensibles de un entorno cada vez más cansado de sus aires de grandeza.
Quizás su peor defecto residía en esa actitud de perezosa egolatría que le impedía comprometerse en algunos proyectos menores, como participar en los cortos de algunos compañeros, que a diferencia de él, preferían ir tirando e ir haciendo para adquirir experiencia de campo. Vicente siempre se negaba, se justificaba por estar muy quemado de todo este mundo, aunque la realidad que ocultaba eran sus sueños de trabajar con los grandes. Así fue perdiendo oportunidades de colaborar en trabajos bastante resultones y que, incluso en los menos elaborados, eran mejores que quedarse en casa visitando páginas pornográficas de internet.
Imaginaos el shock brutal que supuso encontrarse con aquel breve mensaje. Aquella era ni más ni menos la oportunidad que esperaba, el pasaporte de su entrada hacia el estrellato, el argumento definitivo de que lo suyo no eran delirios de grandeza, sino verdadero talento, oculto y virgen, como una isla anónima perdida en el Pacífico, esperando a que fueran descubiertos todos los tesoros naturales que poseía. Igual que si lo hubiera poseído el espíritu de Belén Esteban después de la enésima operación de estética, se dispuso a comunicar la buena nueva a todos aquellos que le habían criticado por ganso, petardo e inconsciente. Les reenvió a todos y cada uno de sus ex-compañeros de escuela el mensaje-invitación anunciando en el asunto que iba a conocer a Godard. Después llamó a todas sus ex-novias a las que les soltó la noticia, en un tono más impostado que el de Jaime de Peñafiel tras varias copas de Soberano, para que se hicieran a la idea de lo que se estaban perdiendo. Sólo Maika, una preciosa colombiana con la que había compartido su pasión desmedida por el cine porno, le escuchó hasta el final. Cuando éste acabó de pavonearse, para que veas la mismísima Laetitia Masson, Maika fue implacable, mira creo que hace tanto que no echas un buen polvo que “se te está acumulando lechita en la cabeza, mi amol”. Él se ofendió de tal manera que rechazó la invitación de ella a descargarle de toda aquella presión craneal.
Tras cumplir con las obligaciones de su ego herido entró en todas y cada una de las páginas donde ofrecían vuelos a París. Pensaba comprar el primero que saliera. Pero al parecer el aeropuerto Charles de Gaulle estaba cerrado a causa de los fuertes temporales de nieve que estaban sacudiendo media Europa. Cuando estaba a punto de derrumbarse toda su plan vio un anuncio de última hora en el que abrían el aeropuerto de Orly. El billete en turista costaba la friolera de 650 euros, que era poco menos que su sueldo mensual como palomitero en el cine, y justo la cantidad que tenía reservada para pagar el alquiler y comprarle un bote de colonia a su madre y una corbata a su padre para el día de reyes. La cosa, por así decirlo, estaba más difícil que ganarle un pulso a Iñaki Perunena.
Vicente estaba hecho un lío. Deseaba asistir a aquel evento, pero como hacerlo. No se atrevía a llamar a sus padres y pedirles dinero, era demasiado y no estaba la economía familiar como para grandes dispendios, así que su sueño, su pasaporte al estrellato desaparecía como arena entre los dedos. Si al menos, en un arranque de estupidez, no hubiera mandado a la preciosa Maika a cazar anapurnis... Tendría alguien con quien consolarse aquella noche.
Lo que Maika no le había dicho, al menos de forma textual, es que todo aquel embrollo olía a chamusquina. Laetitia Masson era una actriz porno, sí, francesa, pero nada más. Ni mucho menos era la directora de la revista Cahiers du cinema. Aquello no dejaba de ser una broma de mal gusto de alguien cercano a Vicente. De todas formas pensó si no se ha dado cuenta por él mismo, que se joda, por malcogido.
En un plis plas las horas habían pasado sin que Vicente se diera cuenta. Hacía media hora que comenzaba turno en el cine y él todavía estaba en su casa esperando a Godard. Para su desgracia tuvo que tomar el metro y viajar con toda aquella gente, que a él le pareció que desconocían la existencia del desodorante. Con todo llegó una hora tarde y el dueño estaba furioso. Vicente eres un irresponsable de cojones, ¡siempre soñando!, ¿qué haces ahí como un pasmarote? Ponte el delantal de una puñetera vez.
Mientras llenaba el palomitero de granos de maíz su compañera de turno, una muchacha que estaba a punto de acabar de rodar su primer cortometraje, se le acercó y le dijo:
-Vicente, ¿quieres venir esta noche a la filmoteca? Me han dicho que dan un ciclo de Godard.
-¿Godard? No sé, ¿cuál ponen?
-Se llama Pierrot, el loco.
-¿Pierrot, el loco? No, no la he visto.
-Bueno, si quieres ya sabes... Me avisas, ¿vale, guapo?
-Vale.
El plop-plop de las palomitas interrumpió la conversación. Vicente seguía sin sospechar nada de la broma, prefería creer que la invitación era real, que él tenía talento para algo más que servir refrescos y palomitas tamaño jumbo. Al final, pensó, este año iba acabar igual que otros, quizás su destino se reducía a esperar a Godard, por negarse a esperar la muerte.
jueves, 23 de diciembre de 2010
APERITIVO DE LA NUEVA REVISTA NIKOSIANA.
Jordi Marfà (Psiquiatra)
Médico especialista en psiquiatría y psicoanalista. Casado. Secretario del Comité de ética asistencial de la Fundación Congreso Catalán de Salud Mental. Jefe de psiquiatría para adultos del C.S.M. de Badalona. También conocido por ser padre de Jordi Marfà (hijo) violín de la banda Cheb Balowsky. Política: de izquierdas. Religión: freudiano.
Hablar con Jordi es aprender a apreciar el valor de cada individuo y de su discurso sin necesidad de ningún artificio. Desde una humildad nada impostada reflexiona sobre el pasado, el presente y el futuro del mundo de la salud mental, el valor incontestable de la palabra y nos recuerda la importancia de haberse situado de alguna manera y en algún momento al otro lado de la mesa, en el lugar reservado para los locos, para poder comprender realmente lo que llaman trastornos mentales.
-Estudiaste medicina ... ¿Qué te hizo elegir la especialidad de psiquiatría?
-La verdad es que fue el revés. Estudié medicina porque quería hacer psiquiatría. En su momento miré las opciones que tenía y eran o estudiar psicología o estudiar medicina y especializarme. Como la carrera de medicina era más larga me pareció más consistente.
-¿Y de dónde venía este interés por la psique?
-La vocación era un poco interesarse por los fenómenos psíquicos, al leer a Freud, por ejemplo. Lo que no había planeado era estudiar medicina, pero una vez metido estuve a punto de acabar siendo cirujano. (Risas) Cuando entré a hacer prácticas en el psiquiátrico de la Santa Creu me devolvió aquel interés inicial por el mundo "psi", que por otra parte nunca había abandonado.
-Nos han explicado que en el antiguo manicomio de la Santa Creu se veía de todo. ¿Cúal es tu recuerdo de la institución?
-La primera visita la hicimos guiados por la doctora Tejedor. Ella, más allá de las teorías mentales o psicodinámicas, nos habló sobre las necesidades de las personas que estaban allí. Era una época en la que se había producido una gran inversión en personal para el centro y años después nos hemos ido encontrando prácticamente todos.
-Quemar camisas de fuerza debe ser algo que une aunque sea simbólicamente.
-No participé en la quema, pero si que estuve alrededor. Al final del franquismo el discurso de la antipsiquiatría tenía un fuerte eco, todo lo que rodeaba esta liberación de las antiguas instituciones era algo muy atractivo y yo no dudé en meterme de lleno.
-Hoy parece que hablar de Lain, de Cooper, de Bassaglia sea como las historias de la puta mili. ¿Qué ha quedado de todo aquel movimiento?
-Los tiempos cambian y sin duda en ese momento fue crucial el ejercicio crítico que hicimos contra toda la tradición psiquiátrica que aún perduraba durante la dictadura. No era sólo que hubiera sacado de las facultades herramientas como el psicoanálisis -lo que todavía dura- sino que las tesis biológicas de tipo fascista como las de Vallejo Nájera o López Ibor estaban a la orden del día. Veníamos de un lugar muy difícil y muy duro y el problema es que en Cataluña ha avanzado de manera muy desordenada. Los lobbys clericales y sus manicomios privados están muy arraigados en la cultura del país.
- ¡¡Con la Iglesia hemos topado!!
-Pues sí, la prueba es que en otras comunidades han partido de planes estratégicos inspirados en el modelo catalán y a lo largo de los años se han salido bastante bien, mientras que aquí seguimos más o menos igual.
-Algo pasa cuando después de 30 años hay más camas psiquiátricas que en los años de la reforma.
-Yo diría que el sistema de salud se ha convertido en una especie de chiringuitismo donde hay más de sesenta proveedores, pequeñas instituciones semi-públicas que deben orquesta los cambios de las reformas. Es una tarea muy complicada. Además la raíz de esta psiquiatría más fascista ha quedado muy acantonada en las cátedras y en otras instituciones escondidos bajo una etiqueta de biomedicina. A mí personalmente me hace gracia cuando se habla de psiquiatría biomédica, cuando la medicina va más allá de la biología y desgraciadamente lo que hace que aún se lleve una forma de hacer muy similar a la que hacía Kraepelin en el siglo XVIII, a pesar de los avances científicos.
-Es más fácil entender cómo funciona un ordenador, que arriesgarse a escuchar el paciente.
-Creo que la burocracia con sus indicadores, sus objetivos, etc, son un gran obstáculo en la relación entre terapeuta y paciente. Desde el momento en que tenemos que dedicar unas horas para marcar las correspondientes casillas son horas que dejamos de estar con el paciente. Dejando de escucharlo, lo que implica una mayor dificultad para intentar ayudarle a superar sus dificultades. Más aún cuando la psiquiatría no tiene ningún otro biomarcador que no sea la palabra y lo que ésta esconde.
-Así las cosas, no es nada extraño que la última vez que voy a ir a urgencias a la historia médica aunque saliera antecedentes superados desde hace más de diez años.
-Nosotros en el ambulatorio lo vemos a diario. No vale el estado de la persona, sino el que haya remarcado en ese archivo informático. Con el problema añadido que de este mal uso se desprenden consecuencias personales y sociales para el afectado. En el momento en que la informática se convierte en un obstáculo para mi relación con el paciente deja de ser una ayuda. Los medicos tenemos que interrogar, tenemos que escuchar, tenemos que explorar. En psiquiatría eso no vale. En psiquiatría para explorar debemos dejar que el paciente explique, que razone a su manera, y sin que ello suponga una deferencia ni cortesía para él, es ni más ni menos que un buen uso de la técnica psicológica.
- ¿Es mejor preguntar qué tienes o que te ha pasado?
- Las preguntas deben ser abiertas. ¿Qué, cómo vamos? ... (Risas) ... Cuando ves a alguien ya estás intercambiando información de cómo está ese día al ver la cara, el posado, es el primer conocimiento del otro. Las preguntas deben facilitar que el otro diga lo que quiera. Hay preguntas que lo único que hacen es refrendar lo que el paciente se imagina de sí mismo. Los diagnósticos no se deben colocar, sino que han de extraer. Según las modas e incluido del hospital se puede saber de que está diagnosticada una persona y esto no es una tontería, eso habla muy claramente del carácter inefable de los diagnósticos y como no se pueden tomar en broma.
-A pesar de todo, parece que hablar de Freud, de Jung o de Lacan sean los nuevos pecados en el universo clínico.
-También lo era en tiempos de Freud ... (Risas) ... En tiempos de Freud también se decía que el psicoanálisis estaba totalemente superado por la psiquiatría de vocación biológica. Esta claro que muchas de las cosas que dijo Freud son mejorables, pero hay muchas que todavía son absolutamente vigentes y desde aquí reto a quien quiera a que me demuestre lo contrario.
-Venga! Y quien pierda que acabe durante un tiempo estirandose en el diván.
-Pues a buen seguro le sería de provecho. Mis pacientes dicen de mí que se sienten escuchados. Creo que esto, aparte de por mi formación médica y psicoanalítica, es por que durante un tiempo, un buen tiempo ocupé este espacio que parece reservado para la gente como vosotros, pero en la que en realidad cabemos todos. De alguna manera, tumbarme en el diván me da la posibilidad de ubicarme al otro lado. Yo me siento heredero del espíritu de Freud y eso tiene un beneficio inmediato si eres capaz de aliviar el sufrimiento del paciente. No sé qué buen hombre dijo una vez que un médico tiene de curar en rarísimas ocasiones, mejorar cuando se pueda y consolar siempre. Curar es complicado, las gripes se curan, pero se curan solas y las herramientas de la cirugía no son las adecuadas para un trastorno mental.
-Si al final la psiquiatría lo que hace es aliviar o consolar, la ética y el valor que se le dé a la palabra es capital para no vulnerar los derechos de los pacientes, que al fin y al cabo son los derechos de todo ser humano.
-Son fundamentales. Desgraciadamente estos conceptos no se deberían ni discutir, junto a la no maleficiencia, la beneficencia, la autonomía y la justicia parecen la sopa de ajo, pero hay gente que no se entera. Los sanitaristas en pleno deberíamos ayudar a la gente y tener cuidado de no hacer daño a la gente. Esto sobre el papel es muy sencillo, pero luego a ver quién es el guapo que denuncia a un compañero. Es por ello que este movimiento de darle voz al usuario es tan importante tanto para la parte estratégica, como por la parte terapeútica.
-Estamos muy despistados. Podrías recordanos cuales son nuestros derechos.
-Como dice la última resolución de la O.M.S. : Todo el mundo tiene los mismos derechos y si una persona no puede llegar por cualquier discapacidad, se le debe ayudar. Sin incapataciones, ni usos lesivos. Se le debe ayudar y punto.
-En eso tu hijo y tú estaréis de acuerdo. ¿Crees que la vida con música suena mejor?
-Sí y tanto, yo también toco en una pequeña formación y pienso que sentir que la gente baila al ritmo que tocas y que luego te aplaude es una de las mejores sensaciones que hay en esta vida. Es una terapeútica que sirve para todos, sin discriminaciones.
-La primera visita la hicimos guiados por la doctora Tejedor. Ella, más allá de las teorías mentales o psicodinámicas, nos habló sobre las necesidades de las personas que estaban allí. Era una época en la que se había producido una gran inversión en personal para el centro y años después nos hemos ido encontrando prácticamente todos.
-Quemar camisas de fuerza debe ser algo que une aunque sea simbólicamente.
-No participé en la quema, pero si que estuve alrededor. Al final del franquismo el discurso de la antipsiquiatría tenía un fuerte eco, todo lo que rodeaba esta liberación de las antiguas instituciones era algo muy atractivo y yo no dudé en meterme de lleno.
-Hoy parece que hablar de Lain, de Cooper, de Bassaglia sea como las historias de la puta mili. ¿Qué ha quedado de todo aquel movimiento?
-Los tiempos cambian y sin duda en ese momento fue crucial el ejercicio crítico que hicimos contra toda la tradición psiquiátrica que aún perduraba durante la dictadura. No era sólo que hubiera sacado de las facultades herramientas como el psicoanálisis -lo que todavía dura- sino que las tesis biológicas de tipo fascista como las de Vallejo Nájera o López Ibor estaban a la orden del día. Veníamos de un lugar muy difícil y muy duro y el problema es que en Cataluña ha avanzado de manera muy desordenada. Los lobbys clericales y sus manicomios privados están muy arraigados en la cultura del país.
- ¡¡Con la Iglesia hemos topado!!
-Pues sí, la prueba es que en otras comunidades han partido de planes estratégicos inspirados en el modelo catalán y a lo largo de los años se han salido bastante bien, mientras que aquí seguimos más o menos igual.
-Algo pasa cuando después de 30 años hay más camas psiquiátricas que en los años de la reforma.
-Yo diría que el sistema de salud se ha convertido en una especie de chiringuitismo donde hay más de sesenta proveedores, pequeñas instituciones semi-públicas que deben orquesta los cambios de las reformas. Es una tarea muy complicada. Además la raíz de esta psiquiatría más fascista ha quedado muy acantonada en las cátedras y en otras instituciones escondidos bajo una etiqueta de biomedicina. A mí personalmente me hace gracia cuando se habla de psiquiatría biomédica, cuando la medicina va más allá de la biología y desgraciadamente lo que hace que aún se lleve una forma de hacer muy similar a la que hacía Kraepelin en el siglo XVIII, a pesar de los avances científicos.
-Es más fácil entender cómo funciona un ordenador, que arriesgarse a escuchar el paciente.
-Creo que la burocracia con sus indicadores, sus objetivos, etc, son un gran obstáculo en la relación entre terapeuta y paciente. Desde el momento en que tenemos que dedicar unas horas para marcar las correspondientes casillas son horas que dejamos de estar con el paciente. Dejando de escucharlo, lo que implica una mayor dificultad para intentar ayudarle a superar sus dificultades. Más aún cuando la psiquiatría no tiene ningún otro biomarcador que no sea la palabra y lo que ésta esconde.
-Así las cosas, no es nada extraño que la última vez que voy a ir a urgencias a la historia médica aunque saliera antecedentes superados desde hace más de diez años.
-Nosotros en el ambulatorio lo vemos a diario. No vale el estado de la persona, sino el que haya remarcado en ese archivo informático. Con el problema añadido que de este mal uso se desprenden consecuencias personales y sociales para el afectado. En el momento en que la informática se convierte en un obstáculo para mi relación con el paciente deja de ser una ayuda. Los medicos tenemos que interrogar, tenemos que escuchar, tenemos que explorar. En psiquiatría eso no vale. En psiquiatría para explorar debemos dejar que el paciente explique, que razone a su manera, y sin que ello suponga una deferencia ni cortesía para él, es ni más ni menos que un buen uso de la técnica psicológica.
- ¿Es mejor preguntar qué tienes o que te ha pasado?
- Las preguntas deben ser abiertas. ¿Qué, cómo vamos? ... (Risas) ... Cuando ves a alguien ya estás intercambiando información de cómo está ese día al ver la cara, el posado, es el primer conocimiento del otro. Las preguntas deben facilitar que el otro diga lo que quiera. Hay preguntas que lo único que hacen es refrendar lo que el paciente se imagina de sí mismo. Los diagnósticos no se deben colocar, sino que han de extraer. Según las modas e incluido del hospital se puede saber de que está diagnosticada una persona y esto no es una tontería, eso habla muy claramente del carácter inefable de los diagnósticos y como no se pueden tomar en broma.
-A pesar de todo, parece que hablar de Freud, de Jung o de Lacan sean los nuevos pecados en el universo clínico.
-También lo era en tiempos de Freud ... (Risas) ... En tiempos de Freud también se decía que el psicoanálisis estaba totalemente superado por la psiquiatría de vocación biológica. Esta claro que muchas de las cosas que dijo Freud son mejorables, pero hay muchas que todavía son absolutamente vigentes y desde aquí reto a quien quiera a que me demuestre lo contrario.
-Venga! Y quien pierda que acabe durante un tiempo estirandose en el diván.
-Pues a buen seguro le sería de provecho. Mis pacientes dicen de mí que se sienten escuchados. Creo que esto, aparte de por mi formación médica y psicoanalítica, es por que durante un tiempo, un buen tiempo ocupé este espacio que parece reservado para la gente como vosotros, pero en la que en realidad cabemos todos. De alguna manera, tumbarme en el diván me da la posibilidad de ubicarme al otro lado. Yo me siento heredero del espíritu de Freud y eso tiene un beneficio inmediato si eres capaz de aliviar el sufrimiento del paciente. No sé qué buen hombre dijo una vez que un médico tiene de curar en rarísimas ocasiones, mejorar cuando se pueda y consolar siempre. Curar es complicado, las gripes se curan, pero se curan solas y las herramientas de la cirugía no son las adecuadas para un trastorno mental.
-Si al final la psiquiatría lo que hace es aliviar o consolar, la ética y el valor que se le dé a la palabra es capital para no vulnerar los derechos de los pacientes, que al fin y al cabo son los derechos de todo ser humano.
-Son fundamentales. Desgraciadamente estos conceptos no se deberían ni discutir, junto a la no maleficiencia, la beneficencia, la autonomía y la justicia parecen la sopa de ajo, pero hay gente que no se entera. Los sanitaristas en pleno deberíamos ayudar a la gente y tener cuidado de no hacer daño a la gente. Esto sobre el papel es muy sencillo, pero luego a ver quién es el guapo que denuncia a un compañero. Es por ello que este movimiento de darle voz al usuario es tan importante tanto para la parte estratégica, como por la parte terapeútica.
-Estamos muy despistados. Podrías recordanos cuales son nuestros derechos.
-Como dice la última resolución de la O.M.S. : Todo el mundo tiene los mismos derechos y si una persona no puede llegar por cualquier discapacidad, se le debe ayudar. Sin incapataciones, ni usos lesivos. Se le debe ayudar y punto.
-En eso tu hijo y tú estaréis de acuerdo. ¿Crees que la vida con música suena mejor?
-Sí y tanto, yo también toco en una pequeña formación y pienso que sentir que la gente baila al ritmo que tocas y que luego te aplaude es una de las mejores sensaciones que hay en esta vida. Es una terapeútica que sirve para todos, sin discriminaciones.
martes, 14 de diciembre de 2010
ÉXITO Y SALIDAS.
¿Recordáis este chiste? Dios llama a Adán y le dice:
- Hijo mío, tengo una noticia buena y una mala.
- La buena primero – contesta Adán.
Dios responde:
- Te voy a hacer dos regalos, un cerebro y un pene.
- ¡Fantástico! ¿Y la mala?
-Que no tienes suficiente sangre como para hacer funcionar los dos al mismo tiempo.
Feminismos a parte... me parece que, a día de hoy, ser humano, o intentarlo, se basa en un dilema parecido ya que hagas lo que hagas siempre dejarás una parte de ti sin completar. Parece que como el bueno de Sísifo, cuando hemos llegado a la cumbre, nos veamos con la divina obligación de volver a subir la misma montaña. Como si nunca estuviéramos contentos, como si esta vida fuera en realidad un camino de espinas, donde aunque sigas adelante o te quedes quieto solamente quede sufrir, a la espera de algún buen momento.
Llevo días envuelto en una nube de dudas. Y nunca mejor dicho lo de nube, porque no consigo ver más allá de la densa niebla que me acompaña. Es como si de repente, por algún extraño sortilegio, todo me diera una enorme pereza. ¿Cómo encontrar un hilo del que estirar cuando tú mismo podrías reducirte a una pequeña y embrollada madeja? Pero la cosa no es tan grave, nada de eso. Lo único que me falta es un objetivo claro, una meta hacia la que conducir mis deseos, una idea, en definitiva, que me atraiga lo suficiente como para lanzarme con todo el equipo. Es posible que con las buenas noticias que estoy recibiendo últimamente se me haya subido un poco el “éxito” a la cabeza, con lo que la presión por seguir en el mismo nivel -y, a ser posible, subir un poquito el listón- por un lado me estimula y por otro lado me aterra. Es una época de contradicciones, una época bipolar en la que lo que realmente me apetece es seguir disfrutando del pequeño fruto de mi trabajo, para después poder reír, sí, reír, de lo chorras que podemos llegar a ser al tomarnos la vida tan en serio.
En un relato que escribí hace un par de años definía mis vínculos con la literatura como una relación vampírica. De alguna forma mi corpus de escritor o eterno aprendiz se podría reducir a vivir parasitariamente del juego literario. Necesito comprobar como cada palabra se engarza con la siguiente en una sucesión armónica, como si con cada palabra de la que me desprendo, construyera aspectos nuevos de mi personalidad, como si desnudándome lentamente ante el folio en blanco, en realidad vistiera mi cuerpo con ropas que esperaban escondidas en algún estante del desván. Quizás como vástago de la tradición literaria, me encuentre en uno de esos momentos de tribulación, de crisis creativa. Momentos en los que lo mejor que puedo hacer es lo que estoy haciendo, escribir sin pensar mucho en lo que escribo, con la única intención de definir o fijar un presente, para darme cuenta de esta forma que la situación no es tan grave, que lo único que necesito es tener un poquito de paciencia (o pax-ciencia, que diría Jesús).
La inminente etapa navideña tiene mucho que ver con este estado de sopor que me acompaña. Los proyectos están ahí, pero me veo obligado a postergarlos hasta pasadas las fiestas. La radio también está ahí, pero ya no me estimula como antes, porque en cuestión de un mes la literatura ha pasado de ser (para mi entorno) un trabajo, superando así la etiqueta de afición, hobby o fantasía que siempre la había acompañado. Es aquí donde se esconde la raíz de mis temores y la presión añadida a la que me estoy sometiendo: en mi entorno. Me he pasado la mayor parte de mi vida intentando estar a la altura, ser aceptado y porque no admirado por éste. Ahora que creo estar tan cerca de conseguirlo, sin además haber sacrificado mis sueños, me pregunto: ¿seguiré estando a la altura, mantendré esta posición que tantos años me ha costado conquistar? Preguntas absurdas.
Si hiciera ahora mismo una encuesta a la mayor parte de mi familia y amigos estoy casi seguro que me dirían que la literatura está muy bien, pero que si me quieren, que si de alguna forma me admiran no es por lo que escribo sino por aquello que soy cuando estoy con ellos. Alguien simpático, afable, cariñoso, comprensivo, sensible y tragón.
Es por todo esto que pienso que el éxito no es más que una botella de Moet&chandon, de lo más insípida si no tienes con quien compartirla. Como dice el chiste:
Éxito es …
A los 3 años: No mearse
A los 6 años: Recordar lo que hiciste en el día.
A los 12 años: Tener muchos amigos.
A los 18 años: Tener carne de conducir.
A los 20 años: Tener relaciones sexuales.
A los 35 años: Tener mucho dinero.
A los 50 años: Tener muchísimo dinero.
A los 65 años: Tener relaciones sexuales.
A los 70: Tener carne de conducir.
A los 75: Tener muchos amigos.
A los 80: Recordar lo que hiciste en el dia.
A los 85: No mearse.
domingo, 12 de diciembre de 2010
BLANCA NAVIDAD.
La Navidad. La gris Navidad. Entre tanta sopa de galets, tanto canalón de rustido, tanto vino Gran Reserva, tanto cava fresquito, ¿qué queda, a parte de la imperiosa necesidad de visitar un dietista? Poca cosa, migajas de tradiciones, que como decía aquel no son más que la ilusión por lo permanente...
Jesús era un joven que pasaba de la treintena. Había nacido en una familia humilde, del barrio de la mina. Su padre, José, que durante la mayor parte de su vida se había dedicado a la recogida y venta de chatarra, se había tenido que jubilar por culpa de las incipientes áreas de reciclaje gubernamentales. Su madre, María, hacía poco que había dejado de hacer la calle, porque, a su edad, lo primero que sentía al quitarse el sujetador ante un cliente era lo frío que estaba el suelo. Los tres habían montado un negocio bastante lucrativo de venta de palomas mensajeras, donde además podías conseguir todo tipo de drogas a precio de mercado. Se podía decir, sin caer en errores, que aunque no nevara en Barcelona, ellos se tomaban muy en serio lo de blanca navidad.
El 25 de diciembre Jesús cumplía 33 años. A la comida de celebración, que cariñosamente había organizado su madre, estaban invitados sus clientes más especiales: 5 yonkis solitarios y pacíficos (siempre que no tuvieran el mono), 2 ex-compañeras de turno y esquina de María, a las que Jesús llamaba “titas”, y tres proveedores de mercancía, que llegaron enjoyados como si fueran los reyes magos.
Durante la degustación de latas de calamares en salsa americana, pollos a l'ast del Bon Área acompañadas de patatas chips y turrones El Lobo, se respiró en todo momento un buen ambiente de cálida concordia y armonía. Entre otras cosas porque era Navidad y Jesús había preparado como aperitivo unos chinos de opio vietnamita.
Al acabar cada uno le dio su regalo a Jesús. Los yonkis le dieron prendas de ropa de marca que aseguraron se habían encontrado tiradas en la calle, las putas le hicieron pasar a su habitación y le hicieron una limpieza de bajos, a fondo y en estéreo, mientras los tres proveedores le dejaron un poco de oro, un poco de incienso y un poco de mirra en la mesa, antes de felicitar a la cocinera y marcharse a seguir con sus negocios. Cuando Jesús salió de la habitación acompañado de sus dos corderas se preguntó pa que carajo servía la mirra esa.
El consumo de substancias legales e ilegales les acompañó durante horas. Antes de las nueve Jesús se había quedado dormido felizmente en el sofá. Todos los invitados se fueron marchando. Cuando María le fue a decir a su hijo que se fuera a la cama, lo notó pálido y frío. Llamó a su marido y ambos se quedaron observando el cadáver de su único hijo en silencio. Luego se miraron el uno al otro y sin reproches, ni lágrimas, decidieron arrojarlo por la ventana. Era la única forma de que la policía no descubriera la tapadera, que tantos años y esfuerzo les había costado construir.
Cuando el cuerpo de Jesús se quebró contra el asfalto, unos copos de nieve empezaron a descender con lentitud y densidad creciente. Antes de que llegaran la policía y las ambulancias, su cuerpo quedó sepultado por una fina capa blanca manchada de sangre.
viernes, 10 de diciembre de 2010
DESINTOXICACION
Ante todo, dar las gracias a todos vosotros por mandarme fuerzas y suerte. Sólo deciros que el lunes empezé a rebajarme la medicación, muy poco a poco. Todo bien, excepto esta noche, que he conseguido dormir una sola hora. Asesorada por un buen amigo ( gracias Jony) voy a mantener el diazepan igual, que es lo mas adicitivo y voy bajando los antipsicóticos. Y nada, en enero ya me ve mi psiquiatra, a ver que tal lo llevo. Espero que la noche de hoy no se repita porque ha sido desesperante y no tenia nadie con quien hablar ( Raul cuando duerme lo hace muy profundamente y no hay quien le despierte)...he estado a punto de llamar al telefono de la esperanza a ver si alguien me hacia caso, pero no era algo que fueses una buena idea. Supongo que esta noche dormiré mejor, aunque ahora mismo son casi las 9 de la noche y estoy como una rosa.
Ya han encendido las luces navideñas: decidme rara, pero a mi me deprimen más que otra cosa. Además las de nuestra calle son muy cutres para más inri. Javi, las de Vigo estaban curradísimas.
Bien, os mantendré informados de mi proceso de desintoxicación. GRACIAS. Un abrazo, salud y fuerza!! ALMU.
Ya han encendido las luces navideñas: decidme rara, pero a mi me deprimen más que otra cosa. Además las de nuestra calle son muy cutres para más inri. Javi, las de Vigo estaban curradísimas.
Bien, os mantendré informados de mi proceso de desintoxicación. GRACIAS. Un abrazo, salud y fuerza!! ALMU.
martes, 7 de diciembre de 2010
SER UNO MISMO O NO SER UNO MISMO...
He aquí el dilema... Pero lo cierto es que sobre el papel no hay dilema. Todo es sencillo, fácil, nimio. Yo soy quién soy, yo soy esa o ese, o aquel. Ya lo decía la irreductible Alaska “yo soy así y así seguiré, nunca cambiareeeeeé”. Quizás sea ese el problema, algo que se me antoja tan antiguo como el hombre, como la palabra, como la duda que ésta genera. ¿Quién soy?, ¿de dónde vengo?, ¿a donde voy? Preguntas sin respuesta certera, porque por respuestas posibles no será... Cada uno puede tener la suya, de la misma forma que cada maestrillo su librillo. Para gustos los colores, ¡oiga!
Volvamos a Alaska e intentemos analizar (en los comentarios se acepta cualquier crítica o sugerencia) ese famoso estribillo que pasados 30 años sigue resonando en las gargantas de muchas personas sedientas de diversión en salas de baile, pubs o bares, que no necesariamente han de ser de ambiente. Yo soy así y así seguiré, nunca cambiaré. Esa certeza es sin duda un grito de rebelión, un golpe en la mesa contra aquellas voces que intentan hacer de uno algo moldeable a su capricho, algo, en definitiva, un objeto con lo que se puede hacer o deshacer lo que se quiera. Ni siquiera el presumible absurdo de su falsa promesa invita al error. La falta de dudas, la certidumbre de que ese alguien es tal y como es no parece atender a razones, ni humanas, ni divinas. Es como si Alaska despertara a ese Madrizzzz de charanga y pandereta, de toros y chulaponas, más rancio que el hueso de jamón que conservo en la nevera desde septiembre del 78, y les aseverara que no la van a hacer cambiar. Si hay certeza es parecida a la que contendría un memorándum o una declaración de intenciones, es un deseo aguerrido, por mucho que algunos ya lo hayan vestido a estas alturas de delirio de grandeza.
Es lo que tiene la poesía, más allá de la verdadera raíz del verso, queda su fuerza, su provocación, su consecuencia. Al final, en este caso, todo se reduce a un concepto como es el de las identidades. Al ser o no ser, que reflexionaba el príncipe con mayor Edipo reprimido de la historia de Epsilon. Quizás no encontraba la respuesta porque se debatía entre términos absolutos, ser o no ser, vivir, morir, tal vez soñar...
La cuestión, el dilema, en mi opinión, está en ser o dejar de ser, porque al fin y al cabo, por ser, somos muchas cosas, muchas personitas, muchos “yoes” que actúan, como actores en diferentes películas, según el rol que se precise de nosotros socialmente. La duda, la incertidumbre, no aparece tanto por el ser, sino por el miedo que nos provoca dejar de ser (incluso cuando el cambio puede hacernos ir a mejor). ¿Se cumplirán nuestras expectativas?, ¿aprobaremos ese estúpido examen?, ¿entrará en razón el jefe se psiquiatría?, ¿llenaré el cerdito?, ¿declararán por fin el estado de alarma la próxima vez que salga en televisión Belén Esteban? Al menos que la pongan a presentar un concurso de sopa de letras a las cinco de la madrugada, así todos los insomnes podremos salir de la duda de si sabe o no sabe leer... That is the question.
Porque todos los individuos somos lo que somos, así, en plural y, tal y como va el narcisismo moral, no precisamente mayestático. El problema radica cuando influenciados por el hielo de la buena de Alaska, la Pantoja o Rafael (manda huevos con los iconos que tenemos en esta España nuestra) nos quedamos congelados en una identidad estática, hierática, como la de una cariátide, una esfinge o alguien que toma demasiado antipsicóticos. Que sería de nosotros sino fuera por esos maestros zen que nos recuerdan que las identidades deben ser como los juncos, flexibles a la vez que profundamente enraizados. Estar dispuesto al cambio, apostar (si es posible sobre seguro), es un acto de salud mental. ¡Ah! Que no es seguro... ¿Es que hay algo que lo sea? La muerte. ¡Andate al carajo cenizo! Coño, pregúntaselo a Ingmar Bergman. Está muerto. ¿Ves como es algo seguro? Paranoias a parte...
Para mi, más allá de las grandes teorías serotoninérgicas, ignorante como soy, las dudas se generan en cosas simples, simplemente porque ponen en peligro nuestra posición social o personal. Son problemas reales, de interactuación entre personas, donde no es posible andar sobre seguro, porque siempre hay un componente de azar que puede alterar los resultados. Cuando la suerte está echada, como le pasa a todo jugador, el vértigo domina a la persona a la espera del saber, a ciencia cierta, si has ganado, has perdido o te has quedado igual.
Ante la imposibilidad de conocernos a uno mismo, a veces es necesario plantarse, mirar a los ojos del amo y decirle finamente que se meta su discurso por el… agujero derecho de su nariz. Como decía Alaska, yo soy así, así seguiré, nunca cambiaré ( o al menos de momento).
lunes, 6 de diciembre de 2010
jueves, 2 de diciembre de 2010
LAS PUERTAS DEL INFIERNO.
Hay momentos en la vida en los que el conflicto contigo mismo te persigue allá donde vayas. Es difícil estar en paz en un mundo como este, tan violento, apremiante, desesperanzador... Pero no imposible. Ayer noche, después de cenar Jony me dijo algo inquietante, no porque no tenga razón, sino porque no entendí el porqué me decía aquello. La cosa es que según él, este humilde blogger debería dar clases de psicosis a cuantos más profesionales fuera posible. Sinceramente, se me escapa cual puede ser la utilidad de un discurso experiencial como el mío, más allá de que seguramente sea de las pocas personas que se han liberado del peso de un diagnóstico crónico. Así que sin ánimo de enseñar nada a nadie, sólo por satisfacer el deseo de mi lacaniano favorito, voy a intentar describir las causas de un conflicto que sin lugar a dudas fue multi-factorial.
A los veinti-pocos años uno cree que puede comerse el mundo. Sobre todo los hombres seguimos siendo un poco adolescentes y como tales actuamos como si las soluciones para los problemas de esta vida debieran ser instantáneas, como encender la play station o releer un buen libro, como fumarse un canuto o irse de putas. Buscamos el amor, pero en realidad no tenemos ni idea de que es, ni de que representa. Somos jovenes, inexpertos, ambiciosos y holgazanes. Somos un caldo de cultivo perfecto para que la vida nos apalee. En mi caso, ya lo he dejado entrever en alguna ocasión, no fue del todo asi. Yo trabajé desde niño a la par que estudiaba, eran tiempos duros, donde mis sueños eran escapar de una casa en la que en ocasiones -más de las que me hubiera gustado- pasaban cosas desagradables ( y disculpen que no entre en detalles ). La cuestión es que aquellos sucesos me separaron de alguna forma del mundo. Era cosas que yo no comprendía ni el cómo ni el porqué habían sucedido, pero que no dudaba de que eran horribles. De alguna forma me vi apresado en una cárcel de silencio, no podía decir, porque cualquier intento era sofocado desde la incomprensión de mis amigos. Así que, ya desde bien pequeño, creí que mi sitio estaba junto a los libros. Allí, junto a Robinson o Julian Sorel, junto a Frodo o a Gregor Samsa, encontré un espacio donde todo era posible, donde podía entender, donde los discursos, por muy ajenos que fuesen, nunca defraudaban. Mientras mis amigos jugaban, bebían, bailaban, yo vivía ajeno a todo aquello; para mí la vida era como una partida de póker en la que sólo valía ganar. Aquella megalómana creencia fue la forma en la que germinó toda mi frustración, toda mi rabia y toda mi ira.
Cuando conocí los porros creí encontrar un canal desde el cual poder expulsar todo aquello que me carcomía. Las situaciones, de repente, dejaron de clavárseme, nada importaba tanto, nada era tan importante, como disfrutar del momento, de una buena conversación, de una buena amistad, de un buen rato. Aquel chico que era, en cambio, empezó a comprobar como en esta vida no se podía tener todo. Obsesionado con la literatura y las drogas, intenté seguir los pasos de la bohemia, deseaba ser reconocido, pero por otro lado me daba una extrema vergüenza comprobar como mi infancia traumática se traslucía en mis textos, haciéndolos de alguna forma herméticos. Para mis adentros yo era el nuevo Rimbaud así que me despreocupé de la universidad. Seguramente intuía lo que iba a pasar... comenzaba mi particular descenso a los infiernos.
Aunque la cosa no fue tan rápida. Comencé a hacer una terapia psicoanalítica. En ella desaprender tantas cosas, fue un ejercicio de constante -y porque no decirlo dolorosa- de-construcción. Entonces, pasados un par de años de terapia, en un momento dado, afloró aquel suceso que me había dejado postrado y a merced de la culpa. En aquella situación donde fui víctima inocente, en realidad sentía, que había sido provocada por mi, cosa que por supuesto no era cierta. Ayer, al comentar este suceso con Jony, me comentó que mi terapeuta no supo reconducir mi situación. En el fondo da igual. En esos momentos yo desee algo tan simple como la venganza. Había comprendido por fin el porqué y el cómo, y ¡ostias! No tengo palabras para definir aquel rencor, aquella furia, aquella impotencia que me devolvía (pasados los años) a la situación inicial. Pasados los años, como digo, hubiera matado a mi agresor, lo hubiera castrado, lo hubiera hundido en la peor de las miserias. Nada de eso ocurrió. Algo tan simple como que hay cosas que más vale olvidar, porque forman parte del pasado y ya no tienen solución, que intentar cambiarlas es un imposible, que en ese momento lo que me convenía era elidir aquel suceso, como algo de lo que aprender y ya está. Cuando una cosa así permenece encerrada, lo único que vale es recordar que sigue ahí, pero no más, liberarla sólo multiplica el dolor, precipitando las situaciones hacia un camino sin salida. Ya lo dice el proverbio la mentira es un camino, pero es un camino sin retorno. Desgraciadamente la rabia era demasiado fuerte. Por fin había comprendido las razones de mi martirio y eso disparó mi megalomanía hasta límites insospechados. Desde la soledad más profunda, desde el discurso más dictatorial, desde la irracionalidad que me daba estar obligado a callar, mi vida (amigos, pareja, familia, estudios) se desmoronaba como un castillo de arena ante los envites de las olas del pasado. Seguramente no sabía lo que me esperaba al adentrarme en aquellos infiernos, pero era demasiado orgulloso, demasiado estúpido como para volver sobre mis pasos. En mi caso, la mentira del proverbio fue adentrarme en el mundo de la locura y del consumo excesivo. El cáncer de mi madre sólo empeoró las cosas, estaba tan insatisfecho con mi vida, que no entraba a razones, el delirio más megalómano se había adueñado de mi vida como lo hubiera hecho un ciclón. La psicosis fue su consecuencia brutal e implacable. Realmente, era lo que merecía por olvidarme del otro, por mirarme únicamente al ombligo.
Ahora recuerdo como de niño me fascinaba mirar por aquel pequeño tubo en el que se distinguían formas geométricas de colores muy diversos, y como lo que más me atraía de ese objeto era que dichas formas y dichos colores podían cambiar simplemente con el movimiento de una pequeña rueda situada a lo largo del tubo y que al querer volver hacia atrás para observar de nuevo una de esas figuras resultaba que ya no era la misma que hace un instante, como si lo que había visto en realidad fuera como un fogonazo, como una diapósitiva junto antes de ser autodestruida. La materia de los sueños se me presenta como algo similar, algo cambiante, algo que muta a partir de nuestro movimiento, que no es otro que el movimiento de la vida.
Seguro que muchos habéis jugado al escondite inglés o al un, dos, tres, pica-pared (como le llamamos en mi tierra). Más allá de la emoción que nos causará contar y girarnos cada vez más rápido, con el afán de pillar en movimiento a alguno de nuestros compañeros de juego y eliminarlo hasta la siguiente partida (el primer eliminado para), me quedo con esa imagen girarse para mirar y descubrir que todo ha cambiado, que la vida sigue su curso y que la partida aún no ha acabado.
Lo difícil de hablar de la memoria se genera precisamente en su carácter caprichoso, pues no siempre nos brinda lo que precisamos. Es como una compañera a la que cada vez que miramos nos devuelve una mirad distinta. En la raíz de ese carácter residen como esporas, esperando el momento justo para brotar como hongos en medio del hummus, todas nuestras pulsiones, en otras palabras: nuestro inconsciente.
Hoy leía que nuestro inconsciente es como un pequeño monstruo que todos llevamos dentro y que se le considera un pequeño monstruo porque representa la mayoría de aspectos que todos reprimimos desde pequeños, desde que nos obligan (con sutil chantaje) a hablar para conseguir el objeto de nuestros deseos, ya sea agua, un lávabo o un abrazo. Lacán considera que el mayor trauma es aprender a hablar y lo considera un trauma no sólo por lo absurdo de tener que hablar para conseguir nuestros objetivos, sino porque después, poco después, nos damos cuenta que no conseguimos nuestros objetivos ni hablando, porque el lenguaje tiene mucho de relativo, (cada uno entiende el amor a su manera y tendría un significado o definición de amor sujeta a su forma particular de amar) y porque cada vez se nos exige más y cada vez nos exigimos más, nuestros deseos, la voracidad de nuestras pulsiones, al interactuar con la de los demás puede no tener fin. Ahí reside la importancia de unos buenos padres, que no sólo sepan educar, sino que además sepan (a su manera) amar al niño, como éste requiere.
Qué hacer? Benditas paradojas, porque si la palabra es la raíz del problema, la misma palabra es la solución, la palabra liberada de los corses socioculturales, la palabra donde afloren dichas pulsiones, como ocurre durante los sueños, y uno pueda identificarlas para después pactar con ellas.
Ni el más santo de los hombres se libra de un pensamiento oscuro, ni el más hijo de puta de los hombres deja de realizar alguna buena acción. El resto , la mayoría, todos nosotros que estamos en medio debemos comprender a aceptarnos como somos, porque en esa aceptación de como somos se esconde la paz interior, ya que dejamos de luchar contra nosotros mismos, algo que no te garantiza la felicidad (si es que existe), pero si un número inferior de heridas autoinflingidas, sin querer, pero queriendo.
Al final creo que la sencillez es la clave de una vida buena, ya lo dice el refrán, no es más rico el que más tiene, sino el que menos necesita.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)