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martes, 23 de diciembre de 2008

Canción de navidad: a la madre.



Del vientre marino de tu seno

nace con fuerza la alborada

mano blanca que acaricia las cuerdas

camino del tiempo, tiempo que se congela

cuando escondes ese suspiro maquillado

tras sonrisas y palabras, tras el cristal

fundido y moldeado de experiencia

gafas que sostienes llena de fuerza,

como si realmente nada importara

más que tu virtud en el silencio

tus manos suaves y cálidas,

tu corazón que aletea jugando

un, dos, tres, al escondite inglés, con

la sombra que esparces en soledades

por desgracia, a veces acompañadas.

Tormenta de amores gratuitos

brisa que funde el hielo de mi alma

estrella en el firmamento de mi conciencia

a veces inconsciente, que busca refugio

tras la seguridad de tu nobleza.

Que gran regalo poder cantarle

al café caliente de cada mañana

cariñoso diálogo libre de calorías y azúcar

donde la dulzura esta impresa en cada gesto

sin necesidad de fuegos de artificio

color para el arco iris que brilla tras las lágrimas, que

no derramaremos sino es por el peso de

nuestros párpados cerrados a cal y canto

contra los muros de una realidad que se escapa,

vuelo de gaviota suicida en viaje hacia la nada.

Que mejor nacimiento que el de la risa

inocente mensajera de buenas nuevas

no hay en el mundo nadie más bella que

esa boca que canta desenfadada

las aventuras en las profundidades de la mina,

galería oculta tras la incertidumbre

desasosiego que respiro a tu lado

abierto a tu interior siempre que me busques.

Que mejor manjar que el que se comparte como

alegres y mansas fieras, subidos al árbol de la tradición,

compartiendo sueños e ilusiones, junto a una plato que

nunca ha sido, ni será reflejo de almas,

embrión de canciones, pero... las esporas que se desprenden de

la atmósfera intemporal de viejos libros,

anidan en el vientre marino de tu seno

haciendo de esta fiesta siempre un reencuentro.

lunes, 15 de diciembre de 2008

Piedras, reloges, o la incerteza de mis mañanas.



Penetran los fantasmas con el frío,

gusanos que devoran mi vientre,

cristales que se clavan en mis ojos

nubes de sangre y cenizas enturbian

despojos en los arrabales de mi soledad.

Material de sueños derribados

solares vacíos por los años perdidos

telas de araña de vidrio entre los girasoles

lánguidos y polvorientos, manchas amarillas,

losas que cuelgan de mis genitales moribundos.

Necedad del ser, ausencia de esencias,

sentido vacuo que atesora los túneles

que atravieso en esta mañana de sombras.

Si pudiera sentir la certeza, más allá de lo relativo,

existencia vital elevada por el vuelo de mis sentidos,

si pudiera olvidar lo incierto, la megalómana manía

descuartizada en mis pensamientos,

y ser, simplemente ser humano, y vivir

valioso por el simple acto de resolver vectores

que aguanten el puente que construyo con cada acierto

cada palabra con la que impregno el camino,

leves piedras, rayuela en el pavimento,

inconstante sendero sobre mares revueltos.

Nunca olvidaré el hueco en mi memoria

la pusilánime y fatua creencia de pan y hierro,

paraguas calado con perspectiva de colador,

los relojes que detienen su paso en mi mente

fundidas las manijas en abrazos suicidas,

proyección del arte efímero, medalla oxidada

al mérito en el combate, batalla perdida contra mi mismo

que aún revivo al amanecer,

cuando mis pupilas se aceleran a ritmo de huracán

y pierdo la noción de quien soy,

entre las marismas desérticas de lo inacabado.

miércoles, 10 de diciembre de 2008

invierno en mi sangre



Invierno que agrieta las manos

enmudece el corazón y hunde

mi oxidado interior en la negrura espesa

sangre que cuagula la anatomía traslucida

con las cenizas enraizadas en el follaje

humus cancerígeno que enturbia el reflejo

de lo posible y lo imposible

desdibujando los límites de la razón

de-construyendo la frágil cordura

ciudadana de mi mente, alimentando borrascas,

tsunamis que arrasan la dialéctica de mi sombra,

el sentido intrínseco de mis parpados cerrados.

Un optimismo fugaz, estela de lágrimas enjuagadas,

no dura el viento que remonta las lonas de mi existencia,

tan triste, tan triste, que la muerte me espera

tras cada esquina, por cada calle, en cada casa

oculta en el hormiguero de mi conciencia

obtusa traición al tiempo y al destino

si es que existe algo más allá

si es que existe...

La nieve se agrupa en formación estratégica

batallones de asalto dispuestos a liberar

la locura con su manto blanco.

Amaneceres imaginados con drogas y rabia

ocasos que desparraman su vómito

horcajadas de desolación y mirada cristalina

quebradizo resuello que suspiro cansado.

Qué me queda? Quizás llorar, gritar, maldecirme,

morir o tal vez matar que es otra forma de morir.

Abro la puerta de las esencias malditas una vez más

desprendiendo sudores febriles, ocres y pestilentes orines,

flatulencias sonoras que genera mi vientre

a falta de ese embrión que devuelva la vida

a mi espíritu, tras el punto, por fin inerte.

martes, 9 de diciembre de 2008

Duermes



Duermes...

Papel en blanco que reposa

en los estantes nubosos de tu sueño

lánguida rama que desprende:

sus frutos secretos en silencio, tu voluntad

en calma, navegando, indiferente,

por el mar de la tranquilidad

mientras te retrato

escribiendo, solitario, en mi ordenador

pensando que sueñas conmigo,

que mi imagen esboza una sonrisa

entre las sabanas que te envuelven

de serena paz nocturna.

Abro la ventana

encontrándote en la habitación dormida,

reposada flor que acaricio con susurros

lirio amarillo que deshojas en tu vigilia,

lunática sombra de raíces profundas,

como la hiedra que se extiende por las paredes,

amarrándose voraz y desesperada

a las estrellas que contemplan tu lozanía.

Duermes... Sigues durmiendo.

Y es como un punto y aparte,

un renglón seguido a lo desconocido,

cúpula que encierra en su vientre,

lo que no veré nunca desde mi perspectiva de abismo.

Nunca saldrá en el noticiario

ningún libro abrirá los cerrojos que ocultan

quién sabe qué misterios,

y no importa

ni el laberinto que cabalgas al paso de tu almohada

ni mi curiosidad por descubrir lo que no emerge

quizás porque no existe más allá de la superficie,

sino es como nieve, diente de león,

o cometa sin otra estela que tu respiración.

Duermes... Hoy, para mí.

Espectador fiel del límite del horizonte

que ve como los serenos vapores del sueño

te trasladan a ese rincón de la cama que compartes

con mis versos de arrullo y la pena

por no poder disfrutar contigo de estos momentos

que deseo atrapar con mis manos

pero que se escurren resbaladizos entre mis dedos.

Así que espero la hora

que despiertes la ciudad con tu voz en sol mayor

cerrando las heridas que se abren en la más profunda soledad

del que está hambriento de pan y juicio,

a aquel que le sostienen las lágrimas con química

que desnuda, lentamente,

la locura de esta sociedad sin diagnosticar.

Ni el teléfono, ni el televisor, ni los graznidos de enanos rabiosos,

nada enturbia en este mundo tu reposo.

Yo no quiero ser menos, porque duermes

como eres, inocente vuelo de paloma,

mañana te despertare con un beso en los labios,

hasta entonces... descansa, reposa, y sobre todo

no tengas miedo de ninguna cosa.