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miércoles, 14 de noviembre de 2012
jueves, 1 de noviembre de 2012
SEXO Y SALUD MENTAL
Sobre
la importancia del sexo en el campo de la salud mental.
“En
esta vida sólo hay dos cosas que valgan la pena: el amor y el sexo.
Y lo mejor es que se pueden mezclar”. Woody Allen
El
amor y el sexo quizás sean dos de las actividades más humanas de
todas aquellas que un hombre o una mujer pueden realizar a lo largo
de su vida. Ambas son para muchos un fin, aquello que da sentido a la
vida, a su horror y su vacío; una manera de reafirmarse, de
compartir instantes y caminos junto a otra persona; un derecho
compartido, en tanto nos permite ser reconocidos -incluso en la
penumbra-; una necesidad y un objetivo, al fin y al cabo, frutos del
deseo, de la pulsión más primitiva. Pues ante todo el acto sexual
nos recuerda que somos tan animales como el resto de la fauna que
pulula por nuestro planeta, por mucho que el maquillaje tecnológico
nos haga vernos en ocasiones como seres más sofisticados. Desnudos,
como suele realizase el acto sexual, no hay maquillajes que valgan.
Somos animales que gozan, sudan, lamen, muerden, arañan, empujan,
etcétera. Hasta el punto de que en el sexo, a diferencia de otros
escenarios, se podría decir que perdura la ley de la selva, la ley
del más fuerte. Aquellos que poseen y exhiben más poder, suelen ser
aquellos que lo practican más. El poder y su erótica es el objeto
del deseo para muchas personas aún a día de hoy.
Por
contra cuando hay ausencia de poder, o presumible ausencia del mismo,
como en el caso de aquellos considerados discapacitados (los cuales,
bajo una lógica estereotipada y paternalista donde los no-capaces
somo vistos a través de nuestras limitaciones y no a través de
nuestras potencialidades, somos entendidos como no-poderosos) parece
que tanto el amor como el sexo deban ser territorios vedados,
prohibidos, hasta el punto de que durante siglos ni se había
planteado la posibilidad de que las personas que hemos sido
consideradas como tales tenemos las mismas necesidades afectivas y
sexuales que el resto de la población.
El
sexo ha sido durante siglos el vicio de los pobres, aquella fuente de
placer y disfrute a la que se podía acceder sin demasiado coste
económico, (normalmente una buena dosis de escucha, cariño e
ilusión podía ser suficiente) de ahí que resultara escandaloso el
que personas de distintos estratos sociales pudieran unirse a
realizar el acto sexual, y si ya hablamos del acto amoroso el
escándalo solía ir acompañado de un documento desheredatorio. Los
sentimientos, el deseo, el amor no eran tenidos en cuenta. Lo
importante era mantener ese status quo social, ese orden establecido,
donde los prejuicios ante aquello que se saliera de la norma
sostenían su estructura -por otro lado frágil, como es toda
estructura que precisa sostenerse a través de la negación y la
imposición.
En
el mundo de la salud mental ocurre un fenómeno parecido. En todos
los tiempos, y probablemente en todas las culturas, la sexualidad ha
sido integrada a un sistema de coacción; pero sólo en la nuestra, y
desde fecha relativamente reciente, ha sido repartida de manera así
de rigurosa entre la Razón y la Sinrazón, y, bien pronto, por vía
de consecuencia y de degradación, entre la salud y la enfermedad,
entre lo normal y lo anormal. (Michel Foucault) Las personas que
hemos sido diagnosticadas con alguna etiqueta psiquiátrica vemos
negada en muchas ocasiones nuestra capacidad de amar, porque se nos
presupone incapaces para sostener una relación y la responsabilidad
para con el otro que ésta conlleva, ya sea con personas de nuestro
gremio o con personas sin etiqueta diagnóstica. Lo importante una
vez más es no mezclar, no alterar el equilibrio adquirido a través
de las constantes terapias, aquellas mismas que nos sitúan en la
figura del enfermo absoluto, pues todo lo que realizamos y todo lo
que dejamos de realizar ha de orbitar al rededor de un doble rol,
constante y perpetuo, como enfermo mental y paciente, como si
fuéramos seres que precisan de una constante tutela. Cuando la
locura -tal y como aporta el antropólogo Ángel Martínez
(2012)- no se opone a la razón, sino al sentido común, a un
común compartido, a una convención social que por compartida no
resulta menos arbitraria aunque haya sido naturalizada. La locura
pues, deconstruye este sentido común y pone el acento en la búsqueda
y construcción de su propio sentido común.
Para
que esto sea posible, los mecanismos del SABER-PODER psiquiátrico,
desaconsejan relaciones (llegando a forzar ingresos), utilizan
psicofármacos que arruinan la libido (imposibilitando el orgasmo),
practican constantes esterilizaciones forzadas bajo la creencia de
que la causa del sufrimiento mental es principalmente genética,
llegan a promover abortos y otras lindezas con el consentimiento de
unos familiares asustados ante lo imposibilidad de plantear
alternativas a lo que les dicta el sentido común.
En
este marco ideológico, donde la persona es reducida a un mero objeto
de estudio y cuidado, donde se la deshistoriza y se suprime su
capacidad para decidir e intervenir en aquello que forma parte de su
vida y ha de ayudar a la construcción de su identidad, cuando el
individuo queda deslegitimado para pensar y actuar, fosilizado
socialmente, hablar de castración psíquica, química y simbólica
no resulta, por desgracia, exagerado.
La
única posibilidad que nos queda a los llamados locos es enfrentarnos
a este régimen, a esta lógica estigmatizante y de un paternalismo
abyecto y tomar las riendas de nuestra vida sexual y amorosa. Desde
la amistad, desde el amor -también a uno mismo-, desde la
profesionalidad, podemos y debemos acceder si nos apetece y
encontramos a la persona indicada al orgasmo y al placer. La
masturbación, el coito, aunque éste se practique con un/a Sex
Assistant ha de garantizarnos esa cuota de placer que nos ha sido
negada tantas veces, pero que por muy negada que haya resultado, no
ha conseguido eliminar nuestra necesidad y nuestro deseo. Cuando al
fin y al cabo es precisamente el deseo la principal herramienta de
construcción de nuestra subjetividad.
Gracias.
Rubí,
1 de Noviembre del 2012
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