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lunes, 31 de enero de 2011

NUBES Y ESPEJOS 3.


Una cita.


He pasado muchos años en los que deseaba acabar con mi vida, pero que, a la vez, algo que se podría definir como orgullo, me ataba a mi rutina, por mucho, que esta fuera vacía, insana y, me apuráis, psicótica. Cuando estás sumergido en tales circunstancias y te ves absorbido por un torrente incontrolable, es muy difícil luchar contra la corriente, porque hay algo más duro que enfrentarse a las desgracias de la vida y es enfrentarse contra tu propio sentimiento de culpa. Aunque se diga que la culpa es un sentimiento heredado de la tradición judeocristiana, una rémora del cristianismo, yo pienso que es algo natural en el ser humano e incluso en otros animales.
Una vez tuve un perro, al que llamé Joyce, y un día, quiero suponer que jugando, destrozó mis zapatillas nuevas. Cuando vi los restos esparcidos por la sala de estar le llamé, pero no acudió a mi llamada. Él sabía que había hecho algo malo y esperaba mi enfado y mi castigo, por lo que se escondió debajo de la cama. Me agaché y miré debajo del somier y su mirada traslucía terror y arrepentimiento, aunque no le había gritado y mucho menos pegado nunca. Siempre me han parecido lamentables aquellas personas que educan a sus mascotas como si fueran reclutas de las fuerzas especiales del ejército canino. Joyce no salió de su escondite en varias horas. Era, pensé, como si la culpa le hubiera hecho perder el hambre y la sed. Cuando por fin salió dimos un largo paseo y al volver a casa estuvimos hablando, yo con palabras y él con su mirada transparente. Le dije que aquello no podía volver a pasar, que tenía que controlar sus impulsos. Yo me comprometí a dar largos paseos con él si se portaba bien. Desde ese día no volvió a destrozarme nada. Esta vivencia me hizo pensar que sí, que la culpa era una idea construida por el cristianismo, pero que si había perdurado a lo largo de los siglos era porque se refería a una emoción vital, tan antigua y tan contemporánea como el resto de sentimientos.
Cuando sientes que todo va mal y que, además, no solamente no encuentras respuestas, sino que todas las soluciones que acometes se vuelven contra ti, consciente o inconscientemente, te sientes culpable, porque esta sociedad, en la que vivimos, ha sustituido la infalibilidad de dios por la del sistema y más allá la del individuo. Para un sistema presuntamente perfecto se necesitan ciudadanos más perfectos aún, por lo que si no te adaptas te conviertes casi en un fuera de la ley, en un loco, en un enfermo.
Con el paso del tiempo, el ser humano ha evolucionado tanto en los aspectos tecnológicos que, la humanidad tiende al pensamiento único. Buscamos robots que obedezcan, que no sufran, que no fallen, que no hablen, ni se quejen. Buscamos hombres que estén siempre a la altura de las expectativas mercantiles. Se rechaza lo diferente porque se considera peligroso y se considera peligroso porque se ignora su forma de pensar. El poder, los mecanismos de poder trabajan para institucionalizar el pensamiento. Articulan herramientas que promueven el control, disfrazándolo de seguridad, justifican la guerra, en nombre de la paz, y alimentan el odio, porque si hay un enemigo la masa se vuelve controlable. De esto ya avisó George Orwell hace ya mucho y lo bueno de los clásicos es que son atemporales.
Como a él se me puede acusar de depresivo, de loco, de influido por el trastorno subyacente a una grave enfermedad. Pero quien dijera esto se estaría auto-engañando. Yo no estoy viviendo un infierno, ya he salido de él.
Mis problemas empezaron una noche ya lejana en la que, una joven con una belleza sublime y destructiva (eso lo supe después) me propuso volar junto a ella, dejar atrás lo mundano, en un viaje sin escalas hacia lo prohibido. Esta joven, oscura y misteriosa, de la que me enamoré sólo verla aparecer y desaparecer, entre la gente, bajo la luz intermitente de los psicodélicos de una discoteca, fue mi pasaporte y billete hacia los abismos insondables de las adicciones.
Como si se tratase de un camello en la puerta de un colegio, ella me invitó a la primera dosis. Era cocaína, aunque hipnotizado como estaba, hubiera aceptado cianuro en vena. Después de probarla me sentí con suficiente energía como para hacer el amor con ella hasta el amanecer. La experiencia, ahora lo entiendo, de tan placentera, resultó irreal. Yo la viví, ella la vivió, pero lo que vivimos no fue más que una ilusión, como un sueño que acabas recordando toda tu vida. De este modo, no quise advertir en las señales que me intentaban avisar de lo resbaladizo del sendero en que avanzaba a toda velocidad. Engañado por el deseo, por la droga, engañado de amor y su necesidad, perdí mi pulso narrativo, empecé a convertirme en una persona anti-social, desconfiada y politoxicómana. Durante los siguientes dos años, tiempo en el que trabaje en El extraño caso de Oliveiro Oliva, abusé de todo tipo de substancias y este afán por experimentar, por darle una vuelta de tuerca imposible a mi vida, se ve reflejado en la novela.
En mi viaje literario, mi particular Odissea, no tripulaba más nave que la del síndrome de abstinencia. Los Lestrígones, las sirenas, los Cíclopes eran camellos a los que tenía que convencer para que me fiasen unos gramos, prometiéndoles que, cuando cobrara los derechos de autor, serían debidamente compensados por haberme ayudado a continuar mi viaje.
Con aquella joven, mi particular Calypso, todo fue de mal en peor, como cabía esperar. Durante un tiempo, poco, mis relaciones con ella continuaron siendo cosmorgásmicas. Pero llegado a un punto me vi arrastrado a orgías donde el amor se quedaba afuera, tras la puerta de la habitación. Llegados a otro punto, me volví impotente. Necesitaba algún tipo de droga para motivarme y poder realizar la más mínima acción, cuando la tomaba ya era tarde y estaba demasiado colocado como para poder realizarla. Cuando le dije a Calypso que se comprara su propia mierda me abandonó.
Pese a todo seguí consumiendo. Me sentía tan desdichado que sólo deseaba morir lentamente, aunque más rápido que el resto de mortales. Mi vida se había convertido en un viaje sin rumbo y sin retorno, un periplo sin fin por los arrabales del sufrimiento. Vendí el ático donde vivía y me mudé a un cuchitril de un barrio marginal. Cuando se me acabó el dinero obtenido con la venta, me vi obligado a dejar la mayoría de drogas. Me convertí en adicto del brandy de marca blanca y del tabaco de liar. Pero si las cosas van mal siempre pueden ir a peor. Abandonadas desde hacía mucho cualquier costumbre saludable, mi cerebro empezó a pasarme factura por mis excesos. Tenía alucinaciones en las que policías me perseguían e interrogaban, hablaba solo por las calles, enzarzándome en discusiones que eran observadas con hilaridad por los que se cruzaban conmigo. Esta etapa se alargó durante años en los que mi única medicina era tomar alcohol hasta caer inconsciente y mi único consuelo esperar que en uno de esos desmayos se acabaría para siempre mi sufrimiento. No fue así.
Los especialistas en adicciones basan sus teorías en dos pilares que son: uno, no se pueden dejar sólo con fuerza de voluntad, y dos, no se debe sustituir una adicción por otra. En la primera afirmación estoy totalmente de acuerdo. En la segunda también, pero con una excepción. Yo no pude dejar el alcohol hasta que mi amigo Manuel, en un acto temerario, me acogió en su casa y me brindó la posibilidad de volver a la única adicción que siempre, incluso en los peores momentos, me ha aportado un bienestar real, no imaginario, como es la literatura. Ahora vuelvo a estar enganchado a la palabra, me alimento de ella, vivo de ella, me sustenta, porque el poder de la palabra es tan grande que, después de miles de años, la humanidad sigue necesitándola para comprender y comprenderse, para ser y para superarse.
Dentro de unas horas me espera algo emocionante. Mi primera cita en más de 15 años. Marta invitó a una amiga suya a cenar hace unos días. Preparé una sopa de melón con jamón ibérico y un surtido de canapés con sucedáneo de caviar. Almudena, que así se llama la amiga de Marta, debió quedar encantada conmigo, porque me ha llamado hace un par de horas. Quiere invitarme a cenar.
Me siento como la primera vez que de niño entraba en un cine, expectante y temeroso por igual. La película que vi entonces fue Blancanieves y al acabar, cuando ésta despierta al caer el ataúd al suelo, me puse a aplaudir de pura alegría.
Yo también es como si hubiera despertado de un profundo sueño, una de esas pesadillas que dejan su marca a fuego en la piel de la memoria. Nunca dejaré de sentirme culpable por muchos de los errores que cometí; pero junto a la culpa, convive la esperanza, las certezas de que no estoy solo, que aunque el pasado no se pueda cambiar, puedo, ahora sí, moldear mi presente con perseverancia, para que el futuro me reserve lo mejor de mi mismo y de los que me rodean. Esta noche puede ser la primera noche del resto de mi vida; espero que sea así.


sábado, 29 de enero de 2011

NUBES Y ESPEJOS 2.



Buenas noches Marta.




4 de julio del 2009 Continúo preocupada. Veo a Manuel distante y preocupado. Hoy, sin ir más lejos, son casi las dos de la madrugada y no se nada de él. No quiero pensarlo, pero es inevitable imaginar que esté teniendo una aventura, que esté buscando con alguna secretaria o una joven autora la emoción que le falta a nuestro matrimonio. ¿Pero no le va a faltar emoción después de 20 años? ¿Debería hablarlo con él? No lo sé. Si lo hablo y confirma mis sospechas me puede dar un vuelco el corazón. A veces es mejor hacerse la tonta. Además, no tengo ninguna prueba, no he visto ninguno de los indicadores típicos de que me esté pegando el salto. Ni rastro de carmín, ni perfume, ni gastos misteriosos. Nada. Sólo sé que algo le preocupa, que está tramando algo y es muy lógico que me preocupe yo también. Mejor que cambie de tercio. No todo son malas noticias. Por fin, repito, por fin tengo luz verde para viajar a Lisboa a entrevistarme con la fuente del caso “Almendo”. Es una gran oportunidad para mí. ME siento ilusionada, como si únicamente me faltara un último esfuerzo para llegar a la meta que tanto tiempo me ha costado vislumbrar. Aunque si soy sincera también tengo algo de miedo, aunque, en este caso, lo veo como una buena señal. Un signo de que estoy alerta. ¿De quién era aquella frase: el miedo nos sitúa en primera línea del frente contra lo desconocido? ¿Era de Gasset? Ni idea. Es curioso como la memoria juega al escondite con nosotros, seleccionando cierta información. En mi caso, pese a olvidar nombres y fechas, me quedan las palabras. Supongo que son demasiados nombres y fechas para recordarlos todos. Las palabras, en cambio, extraídas de su contexto inconscientemente, convertidas en aforismos involuntarios, me provocan una emoción, me hacen reflexionar, hasta que llega un momento en que se hacen mías. Como si después de abrir un huevo, no pudiera separar la clara de la yema. Creo que he escuchado la puerta del ascensor. ¿Qué hago? Mejor hacerme la dormida. No quiero que Manuel note mi nerviosismo. Mañana por la mañana ya hablaremos. O no. Que jodida es la duda. Es una patraña lo de ojos que no ven corazón que no siente. El refrán tendría que decir: ojos que no ven, sufren el doble. La duda nos hace sufrir más que las certezas. Si estoy segura de algo puedo idear una estrategia, una táctica para solucionar el problema o escapar de él. En mi situación actual solo puedo contemplar como la duda se apodera de mí. Oigo la puerta. Me voy a descansar o, al menos, a que parezca que descanso. ¿Buenas noches Marta?



5 de Julio del 2009 ¡Lo sabía! Sabía que tramaba algo. Lo que de ninguna manera me esperaba era que me metiera a ese especimen de fracasado en casa. ¡En mi casa! Sé que Beto fue muy importante en su ascenso editorial. Gracias al éxito cosechado en sus primeras obras, Manuel, como su descubridor, subió de un salto varios escalafones en el mundillo literario. Pero hace 15 años que no publica nada. Aunque lo peor es que está enfermo, es un enfermo mental. El que está como una cafetera es mi marido por meterle en casa. Tengo muchísimas cosas que preparar, pasado mañana vuelo a Lisboa, y no he podido concentrarme. Ahora, que tengo que poner lo mejor de mi en el reportaje, la cabeza se escapa de la redacción y se venía para casa, pensando como me la encontraría al llegar. Aunque lo peor es el chantaje emocional al que me ha sometido durante el desayuno. Me intentaba convencer de que “hemos de ser comprensivos” Es que no entiende que no es un problema de incomprensión, se trata de independencia, ¡de supervivencia! ¿qué va a pasar con nuestra vida a partir de ahora? Hace años decidimos, de mutuo acuerdo, no traer hijos al mundo. A mi edad, en uno de los momentos más importantes de mi carrera profesional, no puedo concentrarme porque tengo que cuidar de un escritor majara. No me lo puedo creer. No me puedo creer que Manuel me haya hecho esto. No se si ponerme a llorar o romperle la cabeza con el teléfono. Cuando he llegado esta tarde me he encontrado a Beto en el despacho, delante de un folio en blanco. He intentado ser amable, dios lo sabe, y COMPRENSIVA. Con esfuerzo le he sonreído y le he preguntado ¿cómo había pasado la noche?, ¿qué había hecho durante el día?, ¿si se sentía cómodo? ME ha dicho que sí, que el piso era muy confortable y que llevaba todo el día escribiendo. Entonces, cuando le he pedido leer un poco de lo que había redactado, me ha sonreído de una forma estúpida y me ha enseñado el folio en blanco. El muy... el muy ... me faltan palabras para definirlo. Cuando se lo he explicado a Manuel se ha reído a gusto. Dice que es una buena señal. Sí. Señal de que es un vago fracasado, que vive, por suerte, porque sus primeras novelas se siguen vendiendo y traduciendo. No es justo. No es justo ¡joder! ¿Por qué me tiene que pasar esto a mí? ¿Por qué?



6 de Julio del 2009 En unas horas sale mi avión hacia Lisboa. Que se apañen el “zumbao” de mi marido y el otro loco. Voy a concentrarme en el reportaje. Además puedo hacer una visita a Joâo... Hace mucho que no nos vemos. Me puede hacer de guía en la ciudad. Estoy inquieta, pero es más bien emoción, siento un agradable cosquilleo en el estómago. Querida Marta, recibirás noticias mías.



(...)




11 de Julio de 2009 ¡Uff! Que días más estupendos. Ya había olvidado el encanto de Lisboa. No he tenido tiempo para casi nada, pero ha sido maravilloso. Ahora, mientras el tren me conduce a Sevilla, es el primer momento que tengo en varios días para, de alguna forma, hacer inventario de todo lo que me llevo de Portugal. El reportaje va a toda marcha, se escribe solo. Si tengo que ser franca no esperaba tanta información y tan importante. La trama se extiende por toda la península. Se trata de una red de empresas falsas que sirven como tapaderas para blanquear dinero procedente del tráfico de drogas. Los sobornos salpican a altas esferas de la policía y la política, tanto portuguesa como española. Tengo copias de correos electrónicos, facturas de empresas fantasma, en concepto de pagos a ministros y comisarios, fotografías de dichas empresas, vacías, sin ni siquiera una oficina. Se me ponen los pelos de punta. Esto es muy importante, quizás esté en juego mi vida, es demasiado gordo para andarse sin precauciones. Para eso voy a Sevilla, es un rodeo para no levantar sospechas. De Manuel sólo sé que según él todo marcha de maravilla. Dice que Beto está trabajando en algo muy bueno, aunque no lo haya leído. No sé como puede saber si es algo bueno sin leerlo... Mi marido está perdiendo la cabeza, sino la ha perdido ya. Pero ya se apañará, no quiero pensar mucho en todo esto. Si el dice que “todo bien” pues mejor. Y sino es así que se prepare. Ver a Joao me ha abierto los ojos en muchas cosas. Pese a mis años me sigo conservando muy bien. Soy una cuarentona atractiva e inteligente, con un buen trabajo y mucho futuro por delante. ¡Como me miraba! Cuando me susurraba con ese acento tan musical que se estila en Lisboa. Como es la vida. Después de 20 años sin vernos parecía que nada hubiera cambiado entre nosotros. Que continuáramos siendo esos universitarios con ganas de desnudar el mundo de su envoltorio burgués y ya de paso nuestros cuerpos. Si lo pienso si que hemos cambiado, al menos yo, puede que me haya aburguesado un poco. La estabilidad que me ha dado durante años mi matrimonio tiene mucho que ver. Por eso esta aventura me ha sentado tan bien, ha sido rejuvenecedora. Volveré a casa con las pilas cargadas. Si las cosas allí no marchan bien tendré que actuar. No pienso renunciar a mi vida por una quimera. Buenas noches Marta.



13 de Julio del 2009 De nuevo en casa. He pasado primero por la redacción y están sorprendidos con el borrador y el material que he recopilado. Voy a levantar la liebre, cueste lo que cueste la levantaré. Manuel ha estado encantador y Beto, más que me pese, también. Ha sido Beto quien ha preparado la cena y ésta era sorprendentemente imaginativa. Las croquetas de setas eran deliciosas y el carpaccio de ternera no se quedaba atrás. Nos ha servido la cena y se ha vuelto a su bunker en el despacho. Manuel me ha descrito el cambio que está viviendo Beto. Ha dejado de beber, va recuperando poco a poco el ritmo de su discurso, se lava concienzudamente. Todo esto le hace pensar que en poco tiempo volverá a ser el de antes. Ha sido entonces, mientras degustaba de la cena y la intimidad con mi marido cuando se me ha ocurrido que si es cierto que Beto vuelve a ser como antes, lo que mejor le puede ir es una mujer. Sería la forma definitiva de que cicatrizaran sus heridas. Tengo algunas amigas que estarían encantadas de conocer a fondo a un hombre como el Beto que ha preparado la cena. Es un escritor de éxito, no es feo y cocina como un chef. Podría montar una cena e invitar a Carmen o a Vanessa. Mejor que espere y así veo como se desarrollan los acontecimientos. Buenas noches Marta.




14 de Julio del 2009 Soy feliz. O casi. El reportaje está corregido y entregado. Pablo está entusiasmado. ME ha dicho que en toda su carrera como redactor jefe se había encontrado con pocas primicias tan suculentas y bien definidas. Después de meses de investigación he recogido los frutos. Mañana en primera página se leerá mi nombre. Me ha costado 18 años, pero al fin lo logré. Además en casa las cosas realmente van bien. Hoy hablé durante la cena con Beto. Manuel tiene una presentación y todavía no ha llegado. Después de hablar no puedo más que corregir algunos de los comentarios que hice... No está loco, no es un enfermo, simplemente tiene una forma distinta de gestionar sus emociones, una forma que en algunos aspectos es brillante. Si él está loco la humanidad también lo está. La locura no deja de ser una construcción social, un etiqueta que nos inventamos como rechazo de lo que nos da miedo, porque hace peligrar nuestro status. Si la locura, la psicosis se midiera en la veracidad de un discurso, no habría suficientes psiquiatras en el mundo para tantos enfermos. Vivimos en una sociedad donde hay mil formas de mentir y ninguna de decir la verdad. Porque la verdad, como dice Beto, no existe. Las personas nos vemos atadas a la duda, a su peso de incertidumbre. Todos tenemos rarezas, rasgos inconfesables que ocultamos, porque sabemos, la experiencia nos lo ha enseñado, que es más fácil pertenecer al rebaño que jugar a los robinsones. El silencio, la soledad, el aislamiento impuesto o auto-impuesto, la falta, en definitiva, de ese hilo de palabras del que estirar, nuestra abrumadora necesidad de sentirnos queridos pueden provocar una reacción en la que nuestras fantasías se superponen a la realidad. Hasta el punto que esas fantasías se hacen reales, porque los sueños, al ser soñados, se convierten en vivencias si conseguimos recordarlos. La sociedad empuja, aturde, atosiga con su necesidad de comprender, su necesidad de colocar cada cosa en su sitio, cerradas las puertas a un caos que aterroriza a los poderosos, pero que es algo inevitable en una sociedad masificada. Al final, somos tal y como nos ve nuestro entorno y nuestro entorno nos ve según la imagen que construimos en soledad. En mi opinión, pese a mis cuarenta y tantos, estoy en la flor de la vida. Me siento segura en mis relaciones, conozco mis capacidades e intento retar día a día mis presuntas limitaciones. Y, ante las sorpresas de la vida, intento adaptarme lo mejor que puedo. Hace mucho que aprendí aquello de que “no podemos aplazar la vida hasta estar preparados, pues está nos es disparada a bocajarro”. De esta manera, el truco consiste en ir caminando por la cuerda floja, a veces más rápida, a veces más lenta, adaptándome a los baches y obstáculos y sin mirar abajo. ¿ Y si me intentan joder? Que vayan preparándose, porque tarde o temprano llega mi venganza. Hoy seguro que descanso. Buenas noches Marta.




15 de Julio del 2009 ¡Agotadas las dos tiradas! No esperaba este éxito. ¡Que coño! Sí lo esperaba. Y lo mejor es que he recopilado material para casi una semana. Estoy eufórica. Manuel ha notado que necesitaba un premio y no ha hecho falta decirle nada. ¡Por dios! Parecía que tuviera 20 años, que manera de hacer el amor. Después se ha quedado dormido, por supuesto, aquí lo tengo, en su lado de la cama, roncando como un hipopótamo después de la cópula. Que descanse, se lo ha ganado. No ha escatimado en esfuerzos. Yo no tengo sueño. Voy a tomar una copa y luego seguimos hablando. Son las 3 de la madrugada. Ahora sí que estoy desvelada. He ido al despacho con la intención de leer alguna cosa y he visto un montoncito de folios escritos a mano por Beto con buena caligrafía. En la primera página rezaba este título “Un extraño caso”. No me he querido resistir y ahora me arrepiento. Después de una narración libre (si la cotejo con lo que me relató Manuel) de su encuentro con mi marido y como decide éste invitarlo a vivir a casa, le sigue un capítulo a modo de diario y en el que YO soy la narradora. No me lo puedo creer. Si no fuera porque siempre lo llevo encima diría que ha estado leyendo mis anotaciones. Me parece increíble como ha captado todo aquello que pensaba y que al parecer él leía en mis silencios. Me pone los pelos de punta. Voy a tomarme un ansiolítico. Después de media botella de escocés sólo se me ocurren unas pocas preguntas: ¿cómo se lo ha montado Beto?, ¿qué se supone que debo hacer?, ¿cómo acabara todo esto? Buenas noches Marta.

jueves, 27 de enero de 2011

NUBES Y ESPEJOS.

Un extraño caso”.


Beto era escritor o, mejor dicho, en otros tiempos, lo fue. El 10 de septiembre se cumplirían 15 años de la publicación de su última novela: “El extraño caso de Oliveiro Oliva”. Desde ese día, y según muchos antes aún, no había escrito nada publicable.
En la actualidad, su vida se limitaba a unas pocas y extrañas aficiones como: romper espejos o descuartizar muñecas Chochonas, que rutinariamente, como un autómata, realizaba metódicamente, pero ajeno a cualquier forma de placer o disfrute.
La mayoría de sus amistades, personas que en otros tiempos le habían venerado, ya hacía mucho que le rehuían. Uno de los pocos amigos que continuaba fielmente a su lado era Manuel Pozuelo, su primer editor. Éste, muy a su pesar, contemplaba la degradación de Beto, sin perder la esperanza de recuperar a su viejo amigo. A Manuel se le descomponía el corazón cuando después de una semanas sin saber nada de Beto, le llamaba y por su voz, y aun más, por el contenido transmitido en esa voz, cualquiera hubiera dicho que estaba escuchando el discurso de alguien que había traspasado la frontera, que ya no estaba en este mundo, o, como poco, que dejaría de estarlo en breve.
Beto, según su editor, había perdido la cabeza a causa de las malas artes de Virginia, su última mujer. Ésta llevó al limite las capacidades mentales de Beto ya fuera con excesos, humillaciones públicas, o las constantes discusiones que fueron desgastando los nervios del escritor. Él podría haberse cansado, podría haberla dejado y decirle: “Mira Virginia, búscate la vida, pero búscala lejos de mí.” Pero en cambio le dejó la oportunidad de dar el golpe de gracia, abandonándolo y rompiéndole para siempre el corazón y la cordura. Desde ese momento, tan bien descrito en “El extraño caso de Oliveiro Oliva”, nunca estuvo con ninguna otra mujer. Empezó a desconfiar de ellas; aunque en realidad desconfiaba de casi todo el mundo.

-¡Beto, querido amigo! ¿Cómo andas? - Preguntaba Manuel desde su despacho.
-Ando hacia atrás Manuel; creo que me estoy preparando para reencarnarme en cangrejo. -Contestaba Beto sin disimular su delirio.
-Podría ser peor -Afirmaba el editor, intentando quitar importancia al dolor de Beto. -Te podrías reencarnar en ornitorrinco.
-No lo entiendes Manuel. Soy un cangrejo, un hermitaño, ¡un puto hermitaño al que le han robado la caracola!
-Pero Beto...
-No Manuel, no insistas, lo sé muy bien. La prueba es que ya no escucho la voz del mar, ni tampoco la voz de las gaviotas, sólo las ratas... me susurran cada noche poemas de Pavesse. Si te soy sincero no se cuanto tiempo aguantaré.
-Tienes que ir a un médico Beto, vas a acabar muy mal, alguien como tú no se merece este final.
-¿Médicos?,¿finales? Está claro. No entiendes nada. Adiós. Hasta otra.
-Adiós amigo, cuídate. -Se despedía finalmente Manuel, apesadumbrado, pero sin resignarse a lo que parecía inevitable, empujado por la fuerza del deseo de recuperar de alguna forma, con algún cambió o giro inesperado, como pasa en las buenas historias, a su buen amigo.
Una noche, durante la cena de presentación de una novela, una joven autora, pizpireta y tan narcisista como para creerse merecedora de un premio nobel pese a sus veintipocos años, criticó duramente la figura de Beto, al que, seguramente, sólo conocía de oídas, siendo éste como era un tema recurrente, como modelo de autodestrucción, en el envidioso mundillo literario.
-Beto Castillo es el anti-héroe literario en carne y hueso. Si una persona se quiere dedicar a este oficio debe tener un buen estómago, tanto como para poder digerir un mal libro, una mala crítica, un mal polvo y un mal coñac. La literatura necesita en la actualidad autores, que como yo, ensalcen los valores que desdibujó el siglo XX, que delimiten la diferencia esencial entre realidad y fantasía, porque sino el resultado no es literatura, sino un recipiente anecdotario y psicótico que llena el lector con sus propios esputos desvencijados. Un caldo irresponsablemente perfecto para la fermentación de la locura, cuando desde la locura no se puede esperar nada más que desestructuración, caos y barbarie.
Manuel se mordió la lengua para no contestarle. En el fondo de su corazón deseaba agarrar el “coulant” de chocolate negro que tenía ante sí y lanzárselo con fuerza a la carota engreída de aquella “pija”. Él si que conocía a Beto Castillo, había sido la primera de las muchas personas en quedar atrapadas por la fuerza de su talento, la ligereza de su ritmo, el peso pesado de los trasfondos de sus obras. Por todo esto no podía obviar la grandeza literaria de las obras previas a “El extraño caso de Oliveiro Oliva” y a la relación entre su amigo y Virginia.
Al salir del hotel, donde se había celebrado la presentación, y ya en el taxi, llamó a Beto.
-¿Beto? Hola, soy Manuel.
-Hola capitán alcachofa. Esperaba tu llamada.
-¿Sí? Debe ser telepatía.
-Lo es...
-Oye... Me gustaría verte, charlar contigo, cara a cara ¿que te parece?
-Dejame pensar...
-Venga Betiño, hace mucho que no nos damos un abrazo como los de antes.
-Es cierto. Últimamente sólo me abrazan las nubes, pero las traidoras tienen garras de acero y, lo que es peor, cuando les devuelvo el abrazo se escapan.
-¿Entonces?
-Vente a mi casa. Bajaré a comprar una botella de Brandy.
-Ok, en veinte minutos estoy ahí.
Cuando Manuel entró en el apartamento del escritor se le revolvió el estomago. Hacia meses, años (pensó él), que nadie limpiaba el lugar. Aquello era peor que la más pesimista de sus previsiones. El polvo, las botellas de coñac vacías, los libros esparcidos como setas, junto a trozos de espejo, extremidades de muñecas, bolsas, latas, cajas de pizza y hojas sueltas de periódico: poblaban el suelo del comedor. Aunque lo peor era el olor. Un olor que se te clavaba en las fosas nasales, que te penetraba en el cerebro, aturdiéndote, mareándote, como a huevos podridos o carne putrefacta, que te dejaba a la deriva del más absoluto asco. Manuel hizo un gran esfuerzo por no vomitar allí mismo. Pidió a Beto dar un paseo y, para su suerte, éste aceptó.
En la calle sólo había alguna persona llevando a su perro a hacer sus necesidades fisiológicas. Manuel y Beto caminaron varios minutos en silencio, sin mirarse, concentrados como estaban, al menos el editor, en encontrar una grieta en el muro tras el que se emparapetaba su amigo; una muralla que no sabía muy bien como derrumbar pero, que a la vez, estaba dispuesto a intentar su conquista. Tan distintos en el el resto de categorías, únicamente había una cosa que unía a aquellos dos personajes: su amor por la literatura, la dedicación, casi asceta, que proferían a la creación narrativa, en un caso, y a su difusión en el otro. En realidad, sino fuera por la literatura sería inimaginable que estas dos personas estuvieran deambulando juntas, a la luz difusa de las farolas, como aquella noche. Finalmente, algo rompió el silencio, la sirena de un coche de policía, avanzando hacia su posición, fue la señal que alteró aquel paseo al provocar en Beto una sensación de pánico que congeló sus pasos, lo que fue interpretado por el otro como una sutil exhortación a sus motivaciones.
-¿Qué te pasa B.? ¿Has tenido problemas con la policía?, pareces nervioso.
-¿Quién no tiene problemas con los hombres azules? Dime... Esa gentuza aparece aunque no la busques.
-Pero si no has hecho nada malo no tienes nada que temer ¿no te parece?
-Yo si hice algo malo... El peor crimen que se pueda imaginar...
-¿Cuál?
-¿No lo recuerdas? Beto Castillo ha perpetrado el mayor crimen contra el buen gusto de los últimos años... Inconsistente, pesimista, reflejo de una mente obsesiva y enferma, un insulto contra sí mismo, un suicidio literario, un genocidio cuyas víctimas son los lectores.
Beto se refería a la crítica que le dedicó la revista “Prometeo” a su última novela. Ésta se sumó a la de otros muchos medios de comunicación, que acabaron por demonizar al autor, el cual sólo era culpable de descender a los infiernos.
-Sí, la recuerdo B. Pero de eso hace ya muchos años ¿no crees?
-Eso fue ayer. Eso es hoy. Eso, lo sé muy bien, será mañana.
-Tío, ¡no me jodas! -exclamó Manuel.- Fuiste una de las mayores promesas de la literatura española desde Julio Novo. ¡No deberías basar tu vida en un fracaso, sino aprender de él!
Beto se quedó en silencio, negando con la cabeza, y Manuel no sabía si se negaba a comprender lo que para él era evidente o si realmente era incapaz de asimilar las consecuencias de su frustración. Sino podía vislumbrar una esperanza, una ilusión que ejerciera una regeneración en su mente, que abriera la puerta a un cambio, qué sería de él.
El editor contemplaba como un espectador la lucha intestina que intuía en su amigo, cuyo rostro, desencajado traslucía una enorme tribulación. Si en ese momento alguien hubiera interrogado a Manuel sobre lo que iba a pasar, no habría conseguido ninguna respuesta acertada, ninguno de los dos se imaginaban como acabaría la noche.
Tras unos segundos de incertidumbre, Beto miró con rabia a su interlocutor y le espetó.
-¿Qué buscas? Dime ¿¡Que coño quieres de mí!?
En sus ojos, los de Beto, brillaba un impulso irracional. Parecía una fiera acorralada a punto de saltar sobre su cazador. Aquellas preguntas, sin embargo, eran la prueba que no estaba todo perdido, que había algo que frenaba a Beto para no agarrar a Manuel y partirle la cara como si de un espejo se tratase.
Manuel tomó aire y unos segundos para contestar, intentado hacer acopio de toda su serenidad y auto-control. Posó sus manos en los hombros de Beto y, mirándole fijamente a los ojos, le dijo:
-Querido amigo... Si te digo la verdad, no sé que es lo que quiero. En todo caso poseo cierta idea de qué es lo que deseo. Hace tiempo que me gustaría verte bien. Y no hace falta que lo digas, sé perfectamente que no va a ser fácil. Incluso, es posible que ya no haya solución para tus problemas. Pero la falta de opciones, mi falta de respuestas, para todos los interrogantes que me asaltan cuando hablo contigo, no impiden que mi voluntad esté decidida a ayudarte; sea cuando sea, sea como sea, estaré a tu lado. -Manuel se tomó unos segundos antes de continuar su discurso. Escrutó la mirada enrojecida y vidriosa de Beto, el cual parecía estar a punto de llorar, y tuvo la impresión de que por fin había encontrado una grieta en la muralla de su locura. Tomó aire y prosiguió. -Mira B., me importan un pimiento la mayoría de escritores que conozco, y son muchos, casi todos tienen el ego tan subido que podrían suicidarse si se arrojaran desde esa altura. Creo que tu eres diferente, que siempre lo has sido. Ya conoces mi opinión sobre tu literatura y sabes que incluso en tus peores párrafos, para mí estás a la altura de los más grandes. Una sensibilidad como la tuya, tu forma de de reflexionar con sencillez y humildad, me parece que no ha sido superada por ninguno de tus sucesores. ¿Lo sabes, verdad? He visto muchos libros en tu apartamento, me consta, que a tu manera, continuas viviendo parasitariamente de las palabras. ¿No me equivoco, verdad?
Beto, que por fin había bajado las defensas y lloraba como un niño, después de una terrible pesadilla, en los brazos de su madre, balbuceó un “no”. Manuel continuó hablando, decidido, ahora sí, a derrumbar del todo la muralla que había aislado a su amigo en la locura.
-Venga Beto, dejame ayudarte, libera al gran hombre que fue amordazado por el dolor. Él sigue ahí dentro, en tu corazón, esperando pacientemente su oportunidad, que también es la tuya. Has pasado mucho tiempo solo... Demasiado. Eso tiene que cambiar. ¿sabes? Ahora que lo pienso ¿te apetecería mudarte a mi casa? Entre Marta y yo te ayudaríamos, no permitiremos que te hundas en otro pozo, porque si caes, te ayudaremos a salir. Ya conoces el dicho: “caerse está permitido, pero levantarse es una obligación". Déjame, déjanos ayudarte. -Finalizó el editor, tendiéndole su pañuelo a Beto. Éste se sonó estrepitosamente. No podía creerse, ni siquiera podía asimilar todo aquello que acababa de oír. Era como si un sueño se hiciera realidad. Desde que Virginia y los críticos le partieran el corazón se había abandonado a una soledad solipsista y psicótica. Por primera vez en quince años sentía que le importaba a alguien, tanto como para tirarse al pozo donde se ahogaba y, como por arte de magia, sacara su cuerpo exhausto de las frías, oscuras y profundas aguas, donde casi había perecido.
-¿Qué me dices B.? ¿aceptas el reto? No me falles amigo, dime que sí.
Beto, incapaz de hablar, afirmó con la cabeza. Manuel sonrió aliviado, como si en ese instante se hubiera deshecho de una carga muy pesada. Fue entonces cuando Beto musitó:
-¿Marta sabe algo de todo esto?
Manuel soltó una fuerte carcajada antes de responder.
-No, no sabe nada. En realidad, ni yo mismo sabía que te iba a proponer vivir con nosotros. Pero ¿sabes una cosa? "la vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida ¡ay, dios!
Beto sonrió al escuchar a su amigo canturrear la letra de Pedro Navaja e imaginarse a Marta alucinando con lo que su marido había organizado.
-Bueno, creo que hay muchas cosas que cambiar, sino tu mujer me va a echar a patadas de tu casa. Lo que si te soy sincero, no sé como tomarme todo esto. No se si representa un principio o un final.
-Quizás las dos cosas ¿no te parece? Se me ocurre una idea.
-¿Otra? ¿de que se trata esta vez?
-Escríbelo. Escríbelo y así sabrás si es un principio o un final.
-Es una buena idea Manuel, muy buena, espero no haberme oxidado.
-Seguro que no. Oye ¿que te parece si vamos desfilando? Se ha hecho muy tarde y Marta se va a preocupar.
-De acuerdo. Vámonos.
Mientras se dirigían a una avenida más transitada con el fin de subir a un taxi, Beto pasó el brazo por los hombros de su amigo. Parecían una pareja de otro tiempo. ¿Un tiempo pasado?, ¿un tiempo futuro? ¿Qué importaba? Lo que estaba claro, llegados a este punto Beto no tenía ninguna duda, era que aquello no era ni un principio ni un final. En realidad era una continuación.

lunes, 24 de enero de 2011

LA VIDA ES SUEÑO.


Es difícil explicar la amalgama de emociones que llevo sintiendo desde que comenzó este 2011. Nuestro año, ¿eh cariño? Esperemos amor, depende de nosotros. Ni Almu ni yo teníamos demasiadas espectativas cuando nos conjurábamos para que este año fuera un gran año. Simplemente las que ya se habían ido cociendo durante el pasado y de las que esperábamos disfrutar a lo largo de los meses que estaban por venir. En cambio, en apenas tres semanas, me encuentro sumido en un estupor del que no consigo extraerme. Es como si la vida de repente, en el mismo tiempo que se tarda en responder una llamada de teléfono, pasara de largo; o, lo que es lo mismo, el mensaje de aquella llamada me dejara helado. Ajeno a todo lo que me rodea, como interrumpido en mi cotidianidad y mi rutina, como si la muerte se hubiera parado ante mí y con su aliento frío me recordara que nada vale realmente la pena...

Los seguidores del blog y otros amigos ya imaginarán de que hablo. En apenas tres semanas Almu y yo hemos sufrido la perdida de dos amigos, dos compañeros, dos grandes personas, que por su juventud, su sensibilidad y su talento dificultan asumir algo de por sí tan indigerible como la muerte. Total, que me encuentro paralizado por una serie de emociones cruzadas: perplejidad, estupor, incredulidad, impotencia, rabia, culpa; que me niego por el momento a gestionar, como si esperara que de repente una mañana, tal y como aparecieron, dejen de enredar en mis entrañas, liberándome de sus ataduras.

Es complicado. Muy complicado. Creo que fue emejota quien afirmo en un comentario que nos pasamos la vida preocupados por quienes somos o por como somos, cuando la cuestión capital es que no somos, sino que estamos (de paso). Cualquiera diría que la vida o nuestra mente o nuestro cerebro, vamos, nosotros mismos, nos engañamos negando continuamente que algo como la muerte va a llegar de forma inexorable. Nace, crece, consume y no te preocupes de nada más. Pase lo que pase después no te vas a enterar de una mierda. ¡¡Así que disfruta el momento!! ¡¡Carpe diem!! ¿Pero cómo? dijo Cecilia Roth en Todo sobre mi madre. Volviendo a negar lo revelado por aquellas llamadas. Volviendo a tu vida, como si no hubiera pasado nada, como si realmente nada se pudiera aprender de esa vivencia lúgubre y misteriosa. Parece que uno tenga que olvidarse de la enorme injusticia que resulta de la marcha de personas maravillosas, cuando aquí se quedan algunos que no admitirían ni en el infierno más infernal. Que tengamos que obviar que nos pasamos la vida valorando ciertas cosas, que cuando llega la hora no valen la pena. Quizás como me dijo un amigo en el tanatorio la única salida es perderle el respeto a la muerte, que sería lo mismo que desprenderse de la tenaza de terror con la que nos ahoga y nos convierte en rebaño del poder.

No sé que sabio dijo que aquello que no das, es aquello que pierdes. Nuestros amigos derrocharon sonrisas, poemas, canciones, buenos ratos y muchas cosas más. Quizás sea esa su victoria, su ganancia más allá de toda pérdida. La imagen emborronada aún por el dolor que nos queda a casi todos en la memoria, cuando eramos o creíamos ser felices, sin pensar que sólo estaríamos juntos mientras durase el tránsito fugaz, efímero y sin sentido que nos había unido y luego nos iba a separar.

Me quiero convencer recordando los versos de Machado:

Caminante son tus huellas el camino
y nada más.
Caminante no hay camino
se hace camino al andar.
Al andar se hace camino
y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca más
se ha de volver a pisar.
Caminante no hay camino,
sino estelas en la mar.

Huellas cubiertas de sedimento caótico, caminos que se abren y se cierran entre una maleza que nos obliga en muchos casos a desandar lo andado. Estelas que se desvanecen en un océano infinito. Borradas por las olas del tiempo... Poesía barata (la mía), porque no hay palabras que justifiquen el enorme absurdo que me parece en estos momentos la vida y sus juegos de equilibrista.

Supongo que como le comenté a una amiga, es en estos momentos cuando sentimos que la muerte nos mira a la cara y con su aliento frío y su voz de ultratumba nos recuerda que nos volveremos a ver. Who wants to live forever? Preguntaba Freddy Mercury. Forever is our today. Hay una eternidad escondida en cada momento, hay un valor tremendo en cada instante si lo vivimos con pasión, si lo compartimos con los nuestros, si lo derrochamos sin ahorrar en afecto, cariño, comprensión, respeto. Creo que fue Popper quien dijo que la verdadera ignorancia no reside en no encontrar la respuesta correcta, sino en negarse a buscarla. No seré yo quien descubra los misterios que se esconden al caer definitivamente el telón. Prefiero preguntarme qué es la vida? Que chocar una y otra vez contra la muerte y su silencio marmóreo. Quizás como escribió Calderón de la Barca:

¿Qué es la vida? Un frenesí.
¿Qué es la vida? Una ilusión.
Una sombra, una ficción,
que todo el bien es pequeño
que toda la vida es sueño
y los sueños sueños son.

DESCANSAD EN PAZ AMIGOS.

domingo, 23 de enero de 2011

CEREMONIA LAICA Y MEDICACION

Hola a tod@s:

Aqui estoy, un domingo por la tarde , poniendo lavadoras y haciendo crema de verduras, mientras Raulillo eta jugando al futbolin. Yo no tenia ganas de ir al bar , asi que me he quedado y la cosa es que me he dormido 3 horas en el sofa, ay que mal me va a ir esto para dormir esta noche!!


Ayer asisti al funeral de nuestro colega BOb. NO pensaba ir, despues del tanatorio ya tuve bastante , pero montaban una ceremonia con poemas y todo y pense que debiamos estar. Era una ceremonia laica, nunca habia estado en una y me parecio precioso. Sonaron canciones que a el le gustaban, en unas pantallas de tv iban pasando fotografias suyas y el hombre que dirigia el cotarro no hablaba de cielo y esas cosas, sino de perdida. En un momento quien quisiera podia salir a ahablar o leer un poemA De Bob o propio. ASi lo hicimos, Radio Nikosia quedo bien representada.Pense y le dije a Raul que cuando yo muera quiero una ceremonia de ese estilo, porque aun recuerdo la muerte de mi padre y de una buena amiga y no soportaba las palabra del cura, y digo esto con todo el respeto hacia aquel que le consuele sus palabras.

El tema de la medicacion va muy bien, lento pero seguro. Estoy contenta. A ver, tardare como unos 8 meses en hacer la limpieza pero bueno, lo importante es conseguirlo y hacerlo bien.Estoy durmiendo bien, me levanto pronto y no tengo efectos secundarios omo me paso la otra vez. La semana que viene empieza la bajada del diazepan, a ver, porque me dijo la DRa. que seria entonces cuando a lomejor me costaria dormir porque el diazepan es muy adictivo y yo etsoy tomando 20 mg... Lo conseguire!!!


Gracias a todos los que me estais apoyando y sobretodo a Raul, que ha de soportar mi mala leche al despertar. Perdona cari.

Nos leemos compañer@s. Salud y FUERZA!! Un abrazo. ALMU.



viernes, 21 de enero de 2011

BOB

Hola a tod@s:

DEciros que en mi ultimo texto, las palabras escritas entre parentesis eran aportaciones de Raul...por si no ha quedado claro. Lo digo porque el texto cobra un sentido, sobretodo lo referido al humor, que no me caracteriza.

Bueno, hoy estamos de nuevo de despedida. Ayer murio Bob, un compañero de la radio y del teatro. El cancer, despues de dos años, ha podido con el, ha perdido la batalla que tanto habia luchado. En quince dias hemos perdido a dos nikosianos, como puede llevarse esto?

Bob, sirva de homenaje estas palabras. Esta tarde nos despediremos de ti en el tanatorio pero yo quiero dejar constancia en este blog, que tanto para Raul como para mi es de vital importancia, de lo que siento. No puedo evitar sentir rabia, porqwue lo vivo como una injusticia, no dejo de pensar que hay tanto, hablando claro, cabron suelto que se te han tenido que llevar a ti. Ya se que no gano nada con eso, y que seguro que tu te debiste preguntar mil veces : "¿Porque a mi?".

Por otro lado, mi espiritu vitalista me lleva a pensar que hay que vivir la vida al maximo. Que se mueran dos personas de tu edad da que pensar, porque os quedaba mucha vida por delante. Esta vida que queda la viviremos con tu recuerdo. Yo elijo quedarme con imagenes del tetaro. Siempre te admiraba porque te encontrabas mal, te habian hecho una transfusion, ya reunias valor para venir a la sesion de teatro. Te recordare sonriendo, haciendo el abrazo caracol. Recordare tambien tus poemas, muestra del arte que llevabas dentro, a parte de tus pinturas.

Hasta siempre BOb.

ALMU.

martes, 18 de enero de 2011

PEQUEÑO SUSTO.

Hola a tod@s!!

Escribimos Raúl y Almu. Es decir, Almu dicta y Raúl escribe (sin necesidad de ser absolutamente fiel a lo que oye). Esto es así porque me encuentro postrada en el sofá, sin poder acceder al ordenador. Y he sentido la necesidad de comunicarme.

Acabamos de llegar de Urgencias (y no, no estaba George Clonney). Estaba haciendo la compra con Raúl y al salir de la frutería se me ha nublado la visión y me he desmayado. Raúl se ha llevado un buen susto, porque la caída ha sido como las de la saga de Rocky. Ha habido un rato en la que ni siquiera podía mover la cabeza porque todo me daba vueltas ( y sin probar el whisky, que tiene más delito). Raúl se ha puesto farruco (y aunque no ha atropellado a nadie) me ha llevado a Urgencias. Yo seguía mareada. En Urgencias todo esta bien: tensión, azucar, respiración. La doctora (la cual parecía un personaje de Issac Asimov) ha dicho que podía ser un cambio de presión atmosférica, pero en cuanto le he dicho toda la medicación psiquiátrica que tomo, amén del hipotiroidismo, se le han abierto los ojos y ha hecho una mueca extraña (quizás las doctoras de los países del este hacen muecas en eslavo porque no la hemos entendido) y me ha recetado Ciclofalina 800. Una pastilla que según el prospecto es para aquellas personas a las que a causa de su avanzada edad les falta riego sanguineo en el perolo. No os negaré que lo primero que he pensado ha sido en mi proceso de desintoxicación, que podía ser algo psicosomático, y me he asustado. Pero después me he relajado y he pensado que una pastilla para la memoria es justo lo que me falta... Además de que es otra pastilla más pa la colección... El problema es que no recuerdo donde las he puesto...  No se que hacer, pero me fío de Raúl y de las consultas que está a punto de realizar a unos seminaristas muy duchos en el tema. Me acabo de tomar un poco de paracetamol porque cualquiera diría que me están ensartando las sienes con un pincho de cocina. Ya os informaré. 


Ayer por la tarde tuve la suerte de hacer un café con un buen amigo, de esos que te quieren y te conocen bien, y te siguen queriendo, si cabe aún más. Entre muchas otras cosas hablamos de mi autoestima que siempre ha sido muy baja. Dijo una frase que me define muy bien: "te pasas la mayor parte del tiempo pidiendo perdón o pidiendo permiso, ¡y te minimizas!". Son verdades como puños (Lennin dixit)  por mucho que me duelan. Sé que tengo que pelear por creer más en mí. Es por eso que he decidido no sentirme inferior a vuestros textos e ir contando mi experiencia. Es un comienzo.


Un abrazo. Ánimo y FUERZA!!!

Almu. (y Raúl).

DÍAS DE CINE.



Johnny y yo llevamos días peleándonos con el guión de un largometraje. La cosa creo que pinta bien. Si hay suerte lo acabaremos en breve y en tiempo récord. Mientras tanto ayer estuvo en casa un amigo que está en el último curso de una escuela de cine. César, que así se llama, es un tipo intuitivo, que pelea por un sueño y que se la metido en su extremeña cabeza lograr financiación para un docu-mental sobre el que suscribe.

Después de cenar y darle un par de vueltas a la idea, no sé si por el cansancio (llevo noches sin dormir demasiado bien) o por la compañía, acabé resumiendo mi vida y mi locura en este breve relato:

Quizás lo que me haga diferente de tanta gente que ha pasado por esto ha sido una obstinada capacidad por sostener la psicosis (aunque fuera en tanto síntoma) durante la mayor parte de mi vida. Tengo la suerte de recordar mi primera alucinación, la cual viví a los dos o tres años de edad, una de esas vivencias que te marcan de forma implacable y que sabes desde el mismo momento en que la vives que es de esas cosas que más vale no explicar (ya que fulminaba con mis superpoderes de niño cabreado a toda mi familia y a varios medicos del Hospital San Juan de Dios de Barcelona a base de rayos salidos de la nada). El resto de mi infancia y de mi juventud se podría reducir a un esfuerzo por sacar provecho a esa vivencia, que me marcó de forma inevitable; es decir un esfuerzo dirigido a sacar provecho de lo que yo identifiqué como mi portentosa imaginación. Tenía que ser escritor, eso lo sabía desde pequeño. Así que el aprendizaje literario y su juego fueron la muleta o el andamio que sostuvieron durante más de veinte años mi mente, evitando que la psicosis desmoronara mi imaginario. Ahora, estos días, al volver la vista atrás me doy cuenta de que muchos errores que cometí, no sólo fueron causados por la inexperiencia o la estupidez, sino que eran una especie de decisiones desesperadas dirigidas a salvaguardar aquello que sostenía y soportaba mi estructura mental. Eran síntomas que se generaban en un intento de sanar o al menos justificar mi trayectoria vital, truncada desde bien pequeño por el delirio y su misteriosa opacidad. La religión, las drogas, las malas compañías e incluso y ante todo la literatura fue una forma de darle salida a aquella comezón que me corroía desde pequeño. Fue como la búsqueda de un significante que me ubicara de una manera satisfactoria de estar en el mundo, o lo que es lo mismo, un rol que me aportara estabilidad, autocontrol y libertad.

Con la enfermedad de mi madre todo se vino abajo. No quería, no estaba dispuesto, a seguir esforzándome por sostener algo como mi vida que carecía en absoluto de sentido. Fue una pataleta, llena de rabia, llena de dolor, llena de frustración, llena de miedo y soledad, en la que aparté al Otro social de mi vida. ¿Dónde estaba mi premio por haber sufrido tanto? Fue un cerrarse en banda, una negación de todo aquello que me había ayudado, posiblemente porque perdí la ilusión, las ganas de seguir sosteniendo una carga vital que se me hacía demasiado pesada. Mi primer contacto con un psiquiátrico estaba planeado precisamente para descansar de todo aquello. Pretendía (en mi ignorancia) tomarme unas vacaciones para poder regresar más tarde con las pilas cargadas. Ahora sé que me hubiera ido mejor marchándome a un balneario. La medicación supuso una especie de telón de acero que no dejaba entrar ni salir nada. Esto se tradujo en una absoluta incapacidad para gestionar como había hecho durante dos décadas mi psicosis, y anulados los sustentos, el derrumbe fue total. Anulada mi capacidad de razonar y de sentir (aunque fuera en forma de síntoma), castrada de la forma más absoluta lo que Etiquetada llamaría la razón delirante, perdí el control de mi mente, que se fue a refugiar en el delirio más perverso. Significantes, que desde pequeño, desde aquella primera alucinación criminal, habían sido expulsados de mi imaginario, en búsqueda de una representación de mi mismo carente de todo rasgo perverso, regresaron a mi vida en forma alucinatoria, llenando mis días y mis noches de una auténtica batalla contra la culpa. Las pulsiones del eros y el tanathos, del amor y la muerte, de la creación y la destrucción se representaban en imágenes, en historias, en “recuerdos” donde a parte de ser el nuevo Rimbaud era peor que el mismísimo Bin Laden. Como dos caras de una misma moneda cada día y cada noche “creaba” nuevas historias y “mataba” a nuevas víctimas sin salir de mi habitación. Ante la imposibilidad de tocar con los pies en el suelo, ante la incapacidad de sentir y relacionarme con el entorno, que es lo mismo que la incapacidad de ser, caí en un abismo, donde nada era lo que parecía y todo lo que parecía no era en realidad. Las drogas (cocaína y cannabis) a las que volví, no ayudaban, pero eran mejores que la medicación extra seca y sin hielo, al menos me creaban la ilusión de que no todo estaba perdido. De que aún seguía existiendo en mi interior eso que llaman alma.

Fue una elección regresar de ese mundo. Pasada la época del pánico más inmovilizador, se puso ante mí un dilema: pasar el resto de mi vida encerrado en un hospicio privado o volver a sostener mi locura, volver a ser -como diría mi madre- el Raúl de antes. Así que elegí luchar, elegí tirar p'alante, elegí empezar a cuidarme que era lo mismo que dejar las drogas, elegí cambiar mi vida y situarla en el rol de enfermo mental. Decidí dejar de soñar con grandes obras pasadas y pensar en las pequeñas obras del día a día, decidí aprender o re-aprender ( en la maravillosa escuela nikosiana ) que no estaba solo, que sólo lo estaría si me encerraba en mi mismo. En Nikosia volvía a valorar al Otro social, en una suerte de de-construcción y con la incomiable ayuda de Almudena y Martín, fui desprendiéndome de casi todo rasgo de prepotencia. A caminar se aprende andando. Y cayendo. Y levantándose para volver a caminar.

Hoy en día sigo delirando ( a pesar de la medicación que tomo periódicamente ) pero al evolucionar mi forma de relacionarme con el mundo y con el Otro ha cambiado mi forma de relacionarme con mi locura. Almu ocupa en este apartado un papel importantísimo, como imagino ocupo yo en su vida, ya que es mi nuevo sustento, mi nueva muleta, es la ventana que me abre hacia los demás y que me recuerda a diario que la verdad está allí afuera. El amor, a pesar de mi locura, y sus rutinas, son las mejores medicinas. Junto a ella, la literatura vuelve a formar parte indisoluble de mi día a día, ayudándome a espantar los fantasmas, después de bucear en mi imaginario en busca del germen de una buena historia. Todo el trabajo, todo el esfuerzo realizado durante esos 22 primeros años de vida se han convertido en la base de mi corpus de escritor, una base firme, bien cimentada por años de lecturas, donde construyo cada día mi futuro desde la tranquilidad que supone que al acabar ese Otro amigo juzgará mi esfuerzo y mi inspiración. La fantasía de los relatos, no sólo huye de cualquier categoría diagnóstica, sino que desde el delirio que supone en sí misma me ayuda a comprender y a soportar nuevamente mi vida, dando respuestas a los enigmas que ella misma plantea en su estructura etérea.

viernes, 14 de enero de 2011

TRES DIAS...

Tres dias...son los que llevo con esta nueva vida, bajando la medicación y tomando decisiones respecto a proyecctos que aperecen y desaparecen.

Vereis, la psiquiatra me hizo prometer que cada mañana me levantaria a las 9, y eso que negocie, porque ella se empeñaba en pòner como hora de levantarse las 8 de la mañana. Pensad que al tomar tanta medicacion dormia un monton y la mayoria de dias me levanytaba a la 1. ESo tambien es perjudicial y agrava mis problemas para conciliar el sueño. Entonces ella me ha dicho eso para coger un nuevo habito y cuando lllegue la noche estar mas cansada y dormirme mas rapido. DEbo decir que esta resultando. aunque hoy me siento mal, muy cansada. Estaba acostumbrada a dormir mis horas y de pronto a las nueve en pie. Suerte de Raul que me arrastra de la cama y del sofa y me prepara el cafetito ( gracias cariño). Lo voy llevando bien pero hoy estoy mas floja y mas sensiblona, pero bueno, un dia asi lo tiene cualquiera.
Cuando estaba haciendo el programa de radio de hoy se me ha dormido la mano derecha y m,e dolia un monton al despertar, suerte que no estamos en la tv!! Espero que no empieze de nuevo con estos efectos que me entraron la pasada vez.

Gracias por leerme, se que vosotros escribis y leeis cosas mas intelectuales que mi "diario de a bordo" pero es todo lo que os puedo ofrecer.

Esta tarde , hablando con Raul de tetaro, el cual yo practico hace unos meses, me ha asustado porque me ha dicho que cuando baje la medicación volveré a sentir más a flor de piel, que la medicación insensibiliza mucho. ESo me da miedo porque he tenido que luchar mucho, sobretodo a nivelñ de terapia, para controlar mis emociones, peor bueno, esperemos que sienta para bien.

Buen fin de semana. Salud y FUERZA!! Un abrazo. ALMU.

SILENCIO, POR FAVOR.

Desperté. No sabía cuanto tiempo llevaba allí: una hora, una noche, dos semanas; una eternidad enterrado bajo las sábanas de aquella cama de hospital. Me levanté de la cama, aunque con cuidado, me dolían mucho las muñecas y los tobillos, como si los hubiera tenido esposados. Tenía mucho sueño, mi boca parecía forrada de esparto, necesitaba agua, ¿dónde había agua? No entendía nada, estaba aterrado. Al lado de la cama distinguí entre la bruma de mi mirada una botella. ¿Qué es lo que me pasaba, por qué no conseguía controlar el temblor de mis manos? Derramé la mitad del agua sobre la fina bata de algodón que cubría la parte delantera de mi cuerpo. Necesitaba respuestas, hablar con alguien. Quise gritar y romper el silencio de aquella habitación, pero más que proferir un ansioso alarido, me salió un chillido ahogado, como si algo me estrangulara. Eran los charcos de saliva. Babeaba como un recién nacido. Quise llorar en ese momento, pero no tenía lágrimas, sólo un enorme vacío ocupaba mi mente, mi corazón y mi alma.

Por fin, escuché unos pasos tras la puerta. Ésta se abrió y entró mi madre; pensé: mamá, querida mamá, que pena que me tengas que ver así. La acompañaba un doctor con aspecto serio. Ambos se sentaron y hablaron sin mirarme, como si fuera invisible. Él habló de no se que cadenas de proteínas, un tal hipocampo, al parecer tenía alterados los niveles de algo llamado dopamina, que pensé debía ser una droga, aunque yo no consumía. Hacía años que no probaba ni un triste porro. Mi madre asentía apesadumbrada ante todo lo que decía el hombre, no creía que mi madre fuera tan culta, ¿como podía saber de qué hablaba? Yo no entendía nada. ¿Sería por eso que el médico hablaba con mi madre y no conmigo? ¿Al menos tendría que haberme tenido que preguntar que tal me encontraba? Me hubiera cagado en su puta madre por haberme dejado así. Además por lo que escuché no hacía falta, ese tipo ya sabía lo que me pasaba “Trastorno esquizofreniforme” con rasgos de catatonia y disociación y tendencia por antecedentes a desembocar en una esquizofrenia paranoide.

La situación era aterradora, lo más parecido a la Metamorfosis de Kafka que se podía vivir. De la noche a la mañana, me había convertido en Gregor Samsa, estaba fuera de la sociedad, encerrado, como una sombra horrible con quien nadie habla y a quien le avergüenza hablar por no manchar aun más si cabe el pijama con sus babas.
¿Buenas noticias? No tan buenas. Salía al día siguiente de la clínica, pero tendría que tomar unas gotas y unas pastillas de por vida. Luego pensé, que pasaría cuando saliera de allí: con mi trabajo, con mis amigos, con mi entorno; seguro me dirían:

-Salva das miedo. Miedo y asco-, me rechazarían y tendría que vivir encerrado en mi habitación como si fuera un oso en un invierno inacabable.

-Raúl, ¿has escuchado? – me dijo mi madre con una sonrisa que intentaba camuflar el llanto que seguramente se acumulaba en sus lagrimales. –Mañana volveremos a estar juntos... en casa.

¿Raúl? Yo no me llamaba así, era nombre de protagonista de telenovela argentina, de todas formas no me apetecía discutir, asentí con la cabeza y esbocé una media sonrisa.
Al médico le sonó el busca, pidió disculpas a mi madre y salió de la habitación. Yo me acosté, me quedé dormido con la mano de mi madre estrechando la mía, como tantas veces durante mis primeros años de vida, cuando a causa de múltiples alergias y crisis asmáticas iba de hospital en hospital, durmiendo junto a la perenne compañía de mi madre.

Al día siguiente me desperté con la misma sed. Miré por la ventana, hacía un día estupendo, agradable, soleado, un día como para pasear por la playa; pero algo llamó mi atención, algo inverosímil en medio de una gran ciudad: una vaca pastando en el jardín de la clínica. Me froté la cara pensando que tenía que ser producto de mi imaginación, pero al volver a mirar, la vaca seguía ahí. Me quedé contemplándola unos momentos y es cuando sucedió algo si cabe más insólito; la vaca se subió a un autobús urbano, no pude fijarme de que línea era, sólo lo vi alejarse a lo lejos.

Pensé que era una señal divina, que era uno de esos signos que la providencia envía a los hombres para que sigan la senda de la fe. Pensé que quizás yo fuera un ángel enviado del cielo para salvar las almas de los perdidos. Es entonces cuando recordé a don José, un sacerdote de hierro colado y como, en mas de una ocasión, me pegó siendo un niño, porque a pesar de lo que adoctrinaban en mi colegio, yo ponía en tela de juicio la existencia de dios. ¿Dios existía?, ¿era esa vaca un mensaje suyo?, ¿como podía permitir que la gente se muriera de hambre, de sed, a causa de las guerras, de enfermedades? No, dios no podía existir, sino no me hubiera enviado esta maldición de nombre tan perverso. Entonces vi la luz, ya lo entendía al fin. Esa vaca se iba al mercado a que la descuartizaran y sirviera de alimento para aquellos que pudieran permitirse un chuletón.

¿Respecto a mí? Quedaba la incógnita de mi identidad, ¿quien era yo? ¿Salvador? ¿Raúl? ¿César? ¿Un esquizonosequé con guarnición y tendencia a ser devorado por la sociedad?

Hacía menos de un día que me habían diagnosticado y ya sufría en mis carnes una despersonalización alarmante. Pensé en aquel cuadro de Francis Bacon “Cabeza rodeada de carne de vaca”. Tal vez yo era como esa vaca, camino del matadero, en esta clínica me habían etiquetado para después lanzarme al mundo, cruel, voraz, surrealista.

Entre imágenes de mi propia muerte pasando por mi cabeza fue pasando la mañana. Como el día anterior recibí la visita de mi madre y del doctor.

-Cariño- me dijo mi madre.- ¿aun estas así? Ya tengo el informe del médico podemos irnos a casa.

-Mama he visto una vaca, como las que ordeñabas de niña ¿sabes?

-¿Qué dices?¿Estás bien?

-Que he visto una vaca en el jardín del hospital y me ha hecho pensar- dije babeando como un sapo.

-¿Qué te ha hecho pensar mi cielo?- me preguntó con preocupación.
-Me ha hecho pensar- contesté lentamente.- Que no hay salida, ni escape, que no soy nadie ¡nadie¡ sólo la sombra del que un día fui, un globo que se eleva y se pierde en el firmamento, un copo de nieve en medio de un volcán en erupción, las cenizas de un alma hecha jirones que arde en el infierno sosteniendo el peso del mundo sobre sus hombros caídos. Soy un niño que se hizo mayor y un hombre que de un día para el otro fue abandonado por los pronombres. ¿tú? ¿yo? Nunca más seremos nosotros. Porque soy una esfera incandescente y soy la punta del iceberg. ¿Por qué nadie, ¡nadie!, se preocupó por lo que se escondía en mi interior, por lo que había bajo mis pies?

Mi madre miró asustada al médico y éste, con el rostro circunspecto, decidió que lo mejor sería que me quedara con ellos y que no recibiera visitas hasta nuevo aviso. Para mí no fue ni una victoria ni una derrota, había sido como todo lo demás. Desde la muerte de mi padre, mi vida había acelerado su paso hacia el silencio...

miércoles, 12 de enero de 2011

EMPEZAMOS...

Esta noche empezamos la bajada de la medicacion, como ya os he dicho en el post anterior, esta vez supervisada y seguida por mi psiquiatra.Hoy media pastillita menos. Me he tenido que apuntar en el calendario la pauta que me ha hecho la doctora para que no se me pase ni una bajada. Me vera en dos meses e imagino que entonces bajaremos un poco mas. Soy impaciente, lo reconozco, quisiera que estuviera arreglado ya, pero aun me quedda mucho por andar...Bien, me voy a meter en la cama, espero que todo vaya bien. Ya os contare. Muchas gracias a los que me aguantan y animan.

Salud y FUERZA!! ALMU.

A JOTA

Empezamos el año con una muy mala noticia: nuestro compañero nikosiano "Jota" habia fallecido. Todos nos quedamos helados. Un chaval de 32 años, lo encontraron muerto en la cama, aun no sabemos que ha pasado. Hoy hemos hecho un programa de radio homenaje a el y, para mi, ha sido bonito, duro pero calido. Ha venido su padre y ha compartido con nosotros su dolor. Pienso que estaba satisfecho al ver como la gente lo admiraba y apreciaba.

Tragedias asi me hacen pensar en que me quejo de cosas nimias y que debo vivir con mas intensidad los momentos: CARPE DIEM!!

A ti, Jota, estes donde estes, se feliz y cuidanos mucho.

ALMU.

VISITA A LA DOCTORA.

Hola a tod@s:


Aquí me tenéis explicándos como va mi tema, es decir, la bajada de medicación. La última vez os dije que me había rendido o al menos replegado, volviendo a la medicación alta, ya que lo estaba pasando fatal y fui incapaz de soportarlo.

Ayer por fin visité a mi psiquiatra y le expuse la situación. Se mostró muy comprensiva y cercana, cosa que me ayudó a sentirme mejor. Llevaba muchos días "machacándome" con el tema, llegando a sentirme muy culpable al pensar y ser consciente de que se me había ido de las manos y de que había perdido el control de la situación. La doctora me ha puesto una pauta para ir disminuyendo la ingesta de pastillas. Ya me advirtió de que iba a ser algo muy muy lento y un poco difícil, pero no imposible. En la pauta en dos meses sólo se reduce una pastilla y media de las ocho que estoy tomando, así que tengo que armarme de paciencia y tirar p'alante. 

No os quiero aburrir más con este tema, así que os explico lo básico. Si me lo permitís os iré contando como me va, ya que en todo momento me habéis mostrado vuestro apoyo, la cual cosa agradezco infinitamente. 

Nos leemos!!! Salud y FUERZA!!!

Un abrazo, Almu.