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jueves, 13 de agosto de 2009

Un extraño caso IV




Lecciones por internet.




-Toc, toc.

-¿Quién es?

-Buena pregunta... ¿tiene respuesta?

-jejejeje Veo que lo has conseguido.

-Sí, Beto Castillo está en la red.

-Ya verás que cuando le cojas el tranquillo a esto del chat no podrás dejarlo.

-Uy, visto así da miedo.

-No te preocupes. Es adictivo pero no conlleva efectos secundarios.

-Bueno ya te iré contando. Una pregunta ¿tú también eres adictiva?

-Según se mire, después de dos matrimonios fallidos, he acabado pensando que los hombres prefieren desintoxicarse de mí.

-A mi no me pareces tóxica.

-Eso es porque no me conoces todavía.

-Puede ser, no te digo que no, pero lo cierto es que la otra noche me lo pase muy bien. Me sentí muy cómodo.

-Yo también estuve a gusto. Eres un tipo tan extraño, tan raro, que resultas interesante.

-Me lo tomaré como un cumplido. Es lo más bonito que me ha dicho una mujer en muchos años.

-jejejeje No me lo creo.

-Es verdad, te aseguro que la última mujer con la que tuve una cena romántica se enamoró de mi lacia melena.

-jejejeje Pero si estás más calvo que una una bombilla...

-Imagínate si hace tiempo de eso. Si me hubieras visto en aquella época, tenía tanto pelo que podía haberme hecho rico vendiéndolo a peso.

-¡¡Exagerado!!

-Bueno, rico, rico, no sé si tanto, pero para un café con leche seguro que me daban.

-Ya... eso me lo creo más.

-Mira te contaré una anécdota. Hace mucho tiempo, en una galaxia muy lejana... Mejor empiezo de nuevo. Hace mucho tiempo en medio de una ciudad cualquiera, un niño salía de la escuela, tal y como había entrado, leyendo. Era suficientemente como para conocer chicas, para hablar con ellas, para vivir algún tipo de relación con la inocencia del que está dando los primeros pasos en el apasionado mudo del amor. Pero nada de esto le interesaba. Su vida, a diferencia de la gente de su edad, giraba al rededor de la literatura. Los libros, que desde pequeño habían alimentado su imaginación, se habían convertido en sus mejores amigos, sus más leales consejeros. De esta forma, se podía decir sin faltar a la verdad, que conocía mejor a Julian Sorel o a Gregor Samsa que a sus compañeros y compañeras de curso.

-Este chico era bien parecido. La lozanía de su juventud y la inestimable aportación genética de sus padres, le habían dotado de un hermoso rostro, coronado por una cabellera, que hubiera hecho las delicias de los malvados indios Navajo o Apache; se sabe que la presunta malicia de estos indios, no era sino una consecuencia más de la cruel colonización europea en América del norte, pero las películas de John Ford o Robert Walsh, proyectadas en televisión, no mostraban otra realidad que la tremenda maldad indígena.

-Este chico tan guapo e inteligente, aunque lo mostrara más con sus silencios que con sus comentarios, era el amor secreto de una compañera de colegio. Mariona era un año menor que él, pero como se solía decir antiguamente, hacía poco que se había hecho mujer. Ella lo miraba en el recreo, sentado en el suelo, leyendo sin parar, si lo que se escondía en aquellas páginas era tan interesante como para mantenerle abstraído de los gritos, carcajadas y carreras que proliferaban a su al rededor, como si el chico fuera una estatua esquinada en el agitado patio de recreo.

-Las mujeres que son mucho más inteligentes que los hombres y, más aún a esas edades, admiran la diferencia, les atrae ese algo que hace especial a una persona, en el fondo, porque les despierta el deseo de que la persona en cuestión les haga sentirse especiales a ellas, únicas, como pasa en los cuentos de príncipes y príncesas.

-¡Que palique tienes!

-¿Te aburro?

-No, continúa por favor, como maestra quiero saber que pasa con el chico de la melena y su joven enamorada.

-Vale, continúo. Un día, después de terminarse su pan con chocolate, Mariona se acercó al chico decidida a hablarle y comprobar que no estaba equivocada, y que ese chico era alguien del que valía la pena enamorarse. Le dijo “hola”. El chico sorprendido levantó la mirada del libro y le respondió educadamente. “¿Es interesante el libro?” le preguntó ella. “Bueno he leído de mejores y peores, pero de momento va bien, se titula La educación sentimental”, fue la respuesta del chico. Mariona que sabía que no podía hablar con él de libros, porque había leído muy pocos, le dijo armándose de ternura: “tienes un pelo muy bonito”; el joven la miró, intuyendo que le gustaba a aquella chica. Le sonrió, se sonrieron, le dijo gracias, tú también tienes un pelo muy bonito, en realidad, dijo sonrojándose, eres preciosa.

-Mariona se ruborizó y le pidió si podía acercarse a él y acariciarle el pelo, ya que parecía muy suave. El chico no supo que contestar y quien calla asiente le habían enseñado a la joven, que se sentó y sintió, al acariciarle el pelo, algo parecido a la electricidad, cuando un escalofrío le recorrió el cuerpo y se le ponía la piel de gallina.

-Una profesora, superviviente de la antigua y represiva escuela, al verles, chilló escandalizada y las carreras, las carcajadas, los gritos infantiles se interrumpieron de repente, igual que si se hubiera detenido el tiempo. Aquella profesora se dirigió hacia ellos como un furioso rinoceronte, apartando a envestidas a todo aquel que se cruzaba en su camino. Sin mediar palabra dio una bofetada a Mariona y la mandó al despacho del director. Al chico lo agarró del pelo y lo tiró al suelo.

-A la salida de la escuela, éste con su libro, se encontró a Mariona. Ambos llevaban sendos castigos, pero tal y como se confesaron, no se arrepentían lo más mínimo de nada de lo que habían hecho. Es más, aunque no lo dijeran, aquel incidente los había unido más allá de sus diferencias.

-Fin.

-Ummm. No sé si entiendo la moraleja.

-No tiene porque tenerla, lo de las moralejas son cosas de lector.

-Ah mejor, así no quedo como una ignorante. Pero entiendo algo...

-¿Qué has entendido?

-Que siempre has sido un bicho raro... pero que... ahora eres un bicho calvo como un sapo.

-No esta mal. Es una lectura diferente del relato.

-¿A que sí? Yo quería hacer crítica literaria, pero al final decidí que los verdaderos artistas son los niños, por lo que me hice maestra de primaria.

-Mejor así. Si te dedicaras a la crítica te hubiera tenido que poner laxante en la bebida la otra noche, y la cena hubiera acabado siendo una mierda.

-Seguro que lo pusiste de todos modos.

-No, no, no fui yo. Sería cosa de la compota de ciruelas.

-¿Pero si yo no pedí compota?

-Ah es verdad, la pedí yo, como si no estuviera ya cagado de miedo.

-Si repetimos la cena me encargaré de llevar en el bolso un par de pañales para que no te ensucies.

-Sería todo un detalle.

-Yo soy así de espléndida.

-Ya veo, ya.

-Sí, esta profesora cree que tiene en sus manos el trabajo más difícil de su vida.

-¿Te refieres a re-educar a un niño cuarentón y sin un sólo pelo?

-Visto así suena demasiado duro. Tendría que pedir una subvención, y no podríamos vernos hasta que me la concedieran.

-¿tú como lo dirías?

-Pues... Explorar nuevos caminos en la educación, por medio de técnicas orales, que garanticen la asimilación de los mensajes por parte de mi único alumno, cuarentón y sin un pelo de tonto, buscando en él reacciones que garanticen la superación del curso.

-Resulta sugerente... Muy sugerente.

-¿Me quieres decir que te estoy inspirando un relato erótico?

-Algo así, sí.

-Genial. Veo que eres un niño muy aplicado e inteligente. Si sigues así te tendré que subir de curso.

-Estoy deseando licenciarme.

-Queda mucho para eso pequeñín. Pero con esfuerzo y mi ayuda, se llega hasta el fondo de la materia. Y hasta se disfruta aprendiendo. La educación en sí es un aprendizaje que sirve para explorar todo aquello que nos une.

-Yo quiero explorar.

-¿Llevas contigo una brujula?

-Sí, apunta al norte.

-¿y un chubasquero?

-También.

-Así me gusta

Cuando uno se adentra en zonas tan húmedas debe recordar siempre el chubasquero

No vaya a ser que en un descuido se ponga malito

Yo te espero donde estoy,

tumbada en la cama, medio desnuda

sudada con este calor infernal de finales de julio

Se que lo conseguirás

te estaré animando con el pensamiento

alentando tus pasos para que no te pierdas

¿sabes que puedes confiar en mi, Betito?

Soy de ese tipo de mujer que no se echa atrás

menos cuando aha tomado una decisión tan profunda

Vamos beto, juega conmigo, hazme recordar lo que se siente cuando se traspasan las sedosa fronteras del amor

Sí estoy enamorada de ti

Me encastaste con tu forma de ser

Me da igual como fueras antes

quiero que esta noche la pasemos juntos.

Que me abraces y me mimes

que llenes el hueco que se extiende en mi interior

que lo llenes con lo mejor y lo peor de ti

¿me lees betito? ¿me lees?

Yo sé que sí, que estás leyendo,

que exploras conmigo

que descubres esas zonas olvidadas en la geografía de tu cuerpo y tu alma

tu silencio me lo muestra pero quiero más

te necesito

quiero sentir como recorres con tus manos la superficie de mi piel

como acaricias con la punta de la lengua

desde mi boca hasta donde se que quieres llegar

Yo también usaré todas mis armas

soy una mujer experta por si no lo has notado

¿sientes mis labios y mi lengua acariciar tus deseos?

Te quiero todo para mi.

Hago esto por ti

Porque necesito que estés al cien por cien

como ahora

Yo estoy en las nubes

volando con las palbras

atravieso cielos de placer camino de la fantasía

Te siento a mi lado

tan cerca que noto tu respiración agitada

como la mía

Vamos campeón

estás a punto de llegar a la meta

Si escucharas mis gemidos de placer

estoy tan caliente, tan húmeda, tan carnal

Se que te gusta este juego

jugando se aprende mejor

yo juego por ti

porque te he conocido

juego para ti

para que me lo des todo

todo lo que quiero

ese todo que eres tu.


-¿Almudena?

-¿Sí?

-Joder... estoy llorando...

-¿Qué te pasa cielo? ¿Te he hecho sentir incómodo?

-No, tú no, Marta y Manuel han venido corriendo al escuchar como gritaba de emoción y me han pillado con la mano en el ciruelo...

-JAJAJAJAJAJAJA.

-Estoy a cien. A cien y llorando. Tengo que verte esta noche. Por favor, dejame ir a tu casa.

-De acuerdo. Te espero. La profesora te ayudará a aprobar las prácticas. Te espero.

-Ok ahora mismo voy. Sólo quería decirte una cosa, gracias por esta lección no la olvidaré en mi vida.

-Jejejeje. Si la olvidas te daré clases de repaso.

-Allá voy.

-Te espero.

Ahora que lo pienso.

Oye Betito...

Mi dirección

¿Beto?

¿BEEETOOOOO?

La madre que lo parió... Se ha ido y no sabe donde vivo.

jueves, 6 de agosto de 2009

un extraño caso 3ª parte

Una cita.

He pasado muchos años en los que deseaba acabar con mi vida, pero que, a la vez, algo que se podría definir como orgullo, me ataba a mi rutina, por mucho, que esta fuera vacía, insana y, me apuráis, psicótica. Cuando estás sumergido en tales circunstancias y te ves absorbido por un torrente incontrolable, es muy difícil luchar contra la corriente, porque hay algo más duro que enfrentarse a las desgracias de la vida y es enfrentarse contra tu propio sentimiento de culpa. Aunque se diga que la culpa es un sentimiento heredado de la tradición judeocristiana, una rémora del cristianismo, yo pienso que es algo natural en el ser humano e incluso en otros animales.

Una vez tuve un perro, al que llamé Joyce, y un día, quiero suponer que jugando, destrozó mis zapatillas nuevas. Cuando vi los restos esparcidos por la sala de estar le llamé, pero no acudió a mi llamada. Él sabía que había hecho algo malo y esperaba mi enfado y mi castigo, por lo que se escondió debajo de la cama. Me agaché y miré debajo del somier y su mirada traslucía terror y arrepentimiento, aunque no le había gritado y mucho menos pegado nunca. Siempre me han parecido lamentables aquellas personas que educan a sus mascotas como si fueran reclutas de las fuerzas especiales del ejército canino. Joyce no salió de su escondite en varias horas. Era, pensé, como si la culpa le hubiera hecho perder el hambre y la sed. Cuando por fin salió dimos un largo paseo y al volver a casa estuvimos hablando, yo con palabras y él con su mirada transparente. Le dije que aquello no podía volver a pasar, que tenía que controlar sus impulsos. Yo me comprometí a dar largos paseos con él si se portaba bien. Desde ese día no volvió a destrozarme nada. Esta vivencia me hizo pensar que sí, que la culpa era una idea construida por el cristianismo, pero que si había perdurado a lo largo de los siglos era porque se refería a una emoción vital, tan antigua y tan contemporánea como el resto de sentimientos.

Cuando sientes que todo va mal y que, además, no solamente no encuentras respuestas, sino que todas las soluciones que acometes se vuelven contra ti, consciente o inconscientemente, te sientes culpable, porque esta sociedad, en la que vivimos, ha sustituido la infalibilidad de dios por la del sistema y más allá la del individuo. Para un sistema presuntamente perfecto se necesitan ciudadanos más perfectos aún, por lo que si no te adaptas te conviertes casi en un fuera de la ley, en un loco, en un enfermo.

Con el paso del tiempo, el ser humano ha evolucionado tanto en los aspectos tecnológicos que, la humanidad tiende al pensamiento único. Buscamos robots que obedezcan, que no sufran, que no fallen, que no hablen, ni se quejen. Buscamos hombres que estén siempre a la altura de las expectativas mercantiles. Se rechaza lo diferente porque se considera peligroso y se considera peligroso porque se ignora su forma de pensar. El poder, los mecanismos de poder trabajan para institucionalizar el pensamiento. Articulan herramientas que promueven el control, disfrazándolo de seguridad, justifican la guerra, en nombre de la paz, y alimentan el odio, porque si hay un enemigo la masa se vuelve controlable. De esto ya avisó George Orwell hace ya mucho y lo bueno de los clásicos es que son atemporales.

Como a él se me puede acusar de depresivo, de loco, de influido por el trastorno subyacente a una grave enfermedad. Pero quien dijera esto se estaría auto-engañando. Yo no estoy viviendo un infierno, ya he salido de él.

Mis problemas empezaron una noche ya lejana en la que, una joven con una belleza sublime y destructiva (eso lo supe después) me propuso volar junto a ella, dejar atrás lo mundano, en un viaje sin escalas hacia lo prohibido. Esta joven, oscura y misteriosa, de la que me enamoré sólo verla aparecer y desaparecer, entre la gente, bajo la luz intermitente de los psicodélicos de una discoteca, fue mi pasaporte y billete hacia los abismos insondables de las adicciones.

Como si se tratase de un camello en la puerta de un colegio, ella me invitó a la primera dosis. Era cocaína, aunque hipnotizado como estaba, hubiera aceptado cianuro en vena. Después de probarla me sentí con suficiente energía como para hacer el amor con ella hasta el amanecer. La experiencia, ahora lo entiendo, de tan placentera, resultó irreal. Yo la viví, ella la vivió, pero lo que vivimos no fue más que una ilusión, como un sueño que acabas recordando toda tu vida. De este modo, no quise advertir en las señales que me intentaban avisar de lo resbaladizo del sendero en que avanzaba a toda velocidad. Engañado por la droga, engañado de amor y su necesidad, perdí mi pulso narrativo, empecé a convertirme en una persona anti-social, desconfiada y politoxicómana. Durante los siguientes dos años, tiempo en el que trabaje en El extraño caso de Oliveiro Oliva, abusé de todo tipo de substancias y este afán por experimentar, por darle una vuelta de tuerca imposible a mi vida, se ve reflejado en la novela.

En mi viaje literario, mi particular Odissea, no tripulaba más nave que la del sindrome de abstinencia. Los Lestrígones, las sirenas, los Cíclopes eran camellos a los que tenía que convencer para que me fiasen unos gramos, prometiéndoles que, cuando cobrara los derechos de autor, serían debidamente compensados por haberme ayudado a continuar mi viaje.

Con aquella joven, mi particular Calypso, todo fue de mal en peor, como cabía esperar. Durante un tiempo, poco, mis relaciones con ella continuaron siendo cosmorgásmicas. Pero llegado a un punto me vi arrastrado a orgías donde el amor se quedaba afuera, tras la puerta de la habitación. Llegados a otro punto, me volví impotente. Necesitaba algún tipo de droga para motivarme y poder realizar la más mínima acción, cuando la tomaba ya era tarde y estaba demasiado colocado como para poder realizarla. Cuando le dije a Calypso que se comprara su propia mierda me abandonó.

Pese a todo seguí consumiendo. Me sentía tan desdichado que sólo deseaba morir lentamente, aunque más rápido que los mortales no-adictos. Mi vida se había convertido en un viaje sin rumbo y sin retorno, un periplo sin fin por los arrabales del sufrimiento. Vendí el ático donde vivía y me mudé a un cuchitril de un barrio marginal. Cuando se me acabó el dinero obtenido con la venta, me vi obligado a dejar la mayoría de drogas. Me convertí en adicto del brandy de marca blanca y del tabaco de liar. Pero si las cosas van mal siempre pueden ir a peor. Abandonadas desde hacía mucho cualquier costumbre saludable, mi cerebro empezó a pasarme factura por mis excesos. Tenía alucinaciones en las que policías me perseguían e interrogaban, hablaba solo por las calles, ensarzándome en discusiones que eran observadas con hilaridad por los que se cruzaban conmigo. Esta etapa se alargó durante años en los que mi única medicina era tomar alcohol hasta caer inconsciente y mi único consuelo esperar que en uno de esos desmayos se acabaría para siempre mi sufrimiento. No fue así.

Los especialistas en adicciones basan sus teorías en dos pilares que son: uno, no se pueden dejar sólo con fuerza de voluntad, y dos, no se debe sustituir una adicción por otra. En la primera afirmación estoy totalmente de acuerdo. En la segunda también, pero con una excepción. Yo no pude dejar el alcohol hasta que mi amigo Manuel, en un acto temerario, me acogió en su casa y me brindó la posibilidad de volver a la única adicción que siempre, incluso en los peores momentos, me ha aportado un bienestar real, no imaginario, como es la literatura. Ahora vuelvo a estar enganchado a la palabra, me alimento de ella, vivo de ella, porque el poder de la palabra es tan grande que, después de miles de años, la humanidad sigue necesitándola para comprender y comprenderse, para ser y para superarse.

Dentro de unas horas me espera algo emocionante. Mi primera cita en más de 15 años. Marta invitó a una amiga suya a cenar hace unos días. Preparé una sopa de melón con jamón ibérico y un surtido de canapés con sucedáneo de caviar. Almudena, que así se llama la amiga de Marta, debió quedar encantada conmigo, porque me ha llamado hace un par de horas. Quiere invitarme a cenar.

Me siento como la primera vez que de niño entraba en un cine, expectante y temeroso por igual. La película que vi entonces fue Blancanieves y al acabar, cuando ésta despierta al caer el ataúd al suelo, me puse a aplaudir de pura alegría.

Yo también es como si hubiera despertado de un profundo sueño, una de esas pesadillas que dejan su marca a fuego en la piel de la memoria. Nunca dejaré de sentirme culpable por muchos de los errores que cometí; pero junto a la culpa, convive la esperanza, las certezas de que no estoy solo, que aunque el pasado no se pueda cambiar, puedo, ahora sí, moldear mi presente con perseverancia, para que el futuro me reserve lo mejor de mi mismo y de los que me rodean. Esta noche puede ser la primera noche del resto de mi vida; espero que sea así.

domingo, 2 de agosto de 2009

un extraño caso 2ª parte

Buenas noches Marta.
4 de julio del 2009 Continúo preocupada. Veo a Manuel distante y preocupado. Hoy, sin ir más lejos, son casi las dos de la madrugada y no se nada de él. No quiero pensarlo, pero es inevitable imaginar que esté teniendo una aventura, que esté buscando con alguna secretaria o una joven autora la emoción que le falta a nuestro matrimonio. ¿Pero no le va a faltar emoción después de 20 años? ¿Debería hablarlo con él? No lo sé. Si lo hablo y confirma mis sospechas me puede dar un vuelco el corazón. A veces es mejor hacerse la tonta. Además, no tengo ninguna prueba, no he visto ninguno de los indicadores típicos de que me esté pegando el salto. Ni rastro de carmín, ni perfume, ni gastos misteriosos. Nada. Sólo sé que algo le preocupa, que está tramando algo y es muy lógico que me preocupe yo también. Mejor que cambie de tercio. No todo son malas noticias. Por fin, repito, por fin tengo luz verde para viajar a Lisboa a entrevistarme con la fuente del caso “Almendo”. Es una gran oportunidad para mí. ME siento ilusionada, como si únicamente me faltara un último esfuerzo para llegar a la meta que tanto tiempo me ha costado vislumbrar. Aunque si soy sincera también tengo algo de miedo, aunque, en este caso, lo veo como una buena señal. Un signo de que estoy alerta. ¿De quién era aquella frase: el miedo nos sitúa en primera línea del frente contra lo desconocido? ¿Era de Gasset? Ni idea. Es curioso como la memoria juega al escondite con nosotros, seleccionando cierta información. En mi caso, pese a olvidar nombres y fechas, me quedan las palabras. Supongo que son demasiados nombres y fechas para recordarlos todos. Las palabras, en cambio, extraídas de su contexto inconscientemente, convertidas en aforismos involuntarios, me provocan una emoción, me hacen reflexionar, hasta que llega un momento en que se hacen mías. Como si después de abrir un huevo, no pudiera separar la clara de la yema. Creo que he escuchado la puerta del ascensor. ¿Qué hago? Mejor hacerme la dormida. No quiero que Manuel note mi nerviosismo. Mañana por la mañana ya hablaremos. O no. Que jodida es la duda. Es una patraña lo de ojos que no ven corazón que no siente. El refrán tendría que decir: ojos que no ven, sufren el doble. La duda nos hace sufrir más que las certezas. Si estoy segura de algo puedo idear una estrategia, una táctica para solucionar el problema o escapar de él. En mi situación actual solo puedo contemplar como la duda se apodera de mí. Oigo la puerta. Me voya descansar o, al menos, a que parezca que descanso. ¿Buenas noches Marta?



5 de Julio del 2009 ¡Lo sabía! Sabía que tramaba algo. Lo que de ninguna manera me esperaba era que me metiera a ese especimen de fracasado en casa. ¡En mi casa! Sé que Beto fue muy importante en su ascenso editorial. Gracias al éxito cosechado en sus primeras obras, Manuel, como su descubridor, subió de un salto varios escalafones en el mundillo literario. Pero hace 15 años que no publica nada. Aunque lo peor es que está enfermo, es un enfermo mental. El que está como una cafetera es mi marido por meterle en casa. Tengo muchísimas cosas que preparar, pasado mañana vuelo a Lisboa, y no he podido concentrarme. Ahora, que tengo que poner lo mejor de mi en el reportaje, la cabeza se escapa de la redacción y se venía para casa, pensando como me la encontraría al llegar. Aunque lo peor es el chantaje emocional al que me ha sometido durante el desayuno. Me intentaba convencer de que “hemos de ser comprensivos” Es que no entiende que no es un problema de incomprensión, se trata de independencia, ¡de supervivencia! ¿qué va a pasar con nuestra vida a partir de ahora? Hace años decidimos, de mutuo acuerdo, no traer hijos al mundo. A mi edad, en uno de los momentos más importantes de mi carrera profesional, no puedo concentrarme porque tengo que cuidar de un escritor majara. No me lo puedo creer. No me puedo creer que Manuel me haya hecho esto. No se si ponerme a llorar o romperle la cabeza con el teléfono. Cuando he llegado esta tarde me he encontrado a Beto en el despacho, delante de un folio en blanco. He intentado ser amable, dios lo sabe, y COMPRENSIVA. Con esfuerzo le he sonreído y le he preguntado ¿cómo había pasado la noche?, ¿qué había hecho durante el día?, ¿si se sentía cómodo? ME ha dicho que sí, que el piso era muy confortable y que llevaba todo el día escribiendo. Entonces, cuando le he pedido leer un poco de lo que había redactado, me ha sonreído de una forma estúpida y me ha enseñado el folio en blanco. El muy... el muy ... me faltan palabras para definirlo.Cuando se lo he explicado a Manuel se ha reído a gusto. Dice que es una buena señal. Sí. Señal de que es un vago fracasado, quevive, por suerte, porque sus primeras novelas se siguen vendiendo y traduciendo. No es justo. No es justo ¡joder! ¿Por qué me tiene que pasar esto a mí? ¿Por qué?



6 de Julio del 2009 En unas horas sale mi avión hacia Lisboa. Que se apañen el “zumbao” de mi marido y el otro loco. Voy a concentrarme en el reportaje. Además puedo hacer una visita a Joâo... Hace mucho que no nos vemos. Me puede hacer de guía en la ciudad. Estoy inquieta, pero es más bien emoción, siento un agradable cosquilleo en el estómago. Querida Marta, recibirás noticias mías.



(...)




11 de Julio de 2009 ¡Uff! Que días más estupendos. Ya había olvidado el encanto de Lisboa. No he tenido tiempo para casi nada, pero ha sido maravilloso. Ahora, mientras el tren me conduce a Sevilla, es el primer momento que tengo en varios días para, de alguna forma, hacer inventario de todo lo que me llevo de Portugal. El reportaje va a toda marcha, se escribe solo. Si tengo que ser franca no esperaba tanta información y tan importante. La trama se extiende por toda la península. Se trata de una red de empresas falsas que sirven de para blanquear dinero procedente del tráfico de drogas. Los sobornos salpican a altas esferas de la policía y la política, tanto portuguesa como española. Tengo copias de correos electrónicos, facturas de empresas fantasma, en concepto de pagos a ministros y comisarios, fotografías de dichas empresas, vacías, sin ni siquiera una oficina. Se me ponen los pelos de punta. Esto es muy importante, quizás esté en juego mi vida, es demasiado gordo para andarse sin precauciones. Para eso voy a Sevilla, es un rodeo para no levantar sospechas. De Manuel sólo sé que según él todo marcha de maravilla. Dice que Beto está trabajando en algo muy bueno, aunque no lo haya leído. No sé como puede saber si es algo bueno sin leerlo... Mi marido está perdiendo la cabeza, sino la ha perdido ya. Pero ya se apañará, no quiero pensar mucho en todo esto. Si el dice que “todo bien” pues mejor. Y sino es así que se prepare. Ver a Joao me ha abierto los ojos en muchas cosas. Pese a mis años me sigo conservando muy bien. Soy una cuarentona atractiva e inteligente, con un buen trabajo y mucho futuro por delante. ¡Como me miraba! Cuando me susurraba con ese acento tan musical que se estila en Lisboa. Como es la vida. Después de 20 años sin vernos parecía que nada hubiera cambiado entre nosotros. Que continuáramos siendo esos universitarios con ganas de desnudar el mundo de su envoltorio burgués y ya de paso nuestros cuerpos unidos. Si lo pienso si que hemos cambiado, al menos yo, puede que me haya aburguesado un poco. La estabilidad que me ha dado durante años mi matrimonio tiene mucho que ver. Por eso esta aventura me ha sentado tan bien, ha sido rejuvenecedora. Volveré a casa con las pilas cargadas. Si las cosas allí no marchan bien tendré que actuar. No pienso renunciar a mi vida por una quimera. Buenas noches Marta.



13 de Julio del 2009 De nuevo en casa. He pasado primero por la redacción y están sorprendidos con el borrador y el material que he recopilado. Voy a levantar la liebre, cueste lo que cueste la levantaré. Manuel ha estado encantador y Beto, más que me pese, también. Ha sido Beto quien ha preparado la cena y ésta era sorprendentemente imaginativa. Las croquetas de setas eran deliciosas y el carpaccio de ternera no se quedaba atrás. Nos ha servido la cena y se ha vuelto a su bunker en el despacho. Manuel me ha descrito el cambio que está viviendo Beto. Ha dejado de beber, va recuperando poco a poco el ritmo de su discurso, se lava concienzudamente. Todo esto le hace pensar que en poco tiempo volverá a ser el de antes. Ha sido entonces, mientras degustaba de la cena y la intimidad con mi marido cuando se me ha ocurrido que si es cierto que Beto vuelve a ser como antes, lo que mejor le puede ir es una mujer. Sería la forma definitiva de que cicatrizaran sus heridas. Tengo algunas amigas que estarían encantadas de conocer a fondo a un hombre como el Beto que ha preparado la cena. Es un escritor de éxito, no es feo y cocina como un chef. Podría montar una cena e invitar a Carmen o a Vanessa. Mejor que espere y así veo como se desarrollan los acontecimientos. Buenas noches Marta.




14 de Julio del 2009 Soy feliz. O casi. El reportaje está corregido y entregado. Pablo está entusiasmado. ME ha dicho que en toda su carrera como redactor jefe se había encontrado con pocas primicias tan suculentas y bien definidas. Después de meses de investigación he recogido los frutos. Mañana en primera página se leerá mi nombre. Me ha costado 18 años, pero al fin lo logré. Además en casa las cosas realmente van bien. Hoy hablé durante la cena con Beto. Manuel tiene una presentación y todavía no ha llegado. Después de hablar no puedo más que corregir algunos de los comentarios que hice... No está loco, no es un enfermo, simplemente tiene una forma distinta de gestionar sus emociones, una forma que en algunos aspectos es brillante. Si él está loco la humanidad también lo está. La locura no deja de ser una construcción social, un etiqueta que nos inventamos como rechazo de lo que nos da miedo, porque hace peligrar nuestro status. Si la locura, la psicosis se midiera en la veracidad de un discurso, no habría suficientes psiquiatras en el mundo para tantos enfermos. Vivimos en una sociedad donde hay mil formas de mentir y ninguna de decir la verdad. Porque la verdad, como dice Beto, no existe. Las personas nos vemos atadas a la duda, a su peso de incertidumbre. Todos tenemos rarezas, rasgos inconfesables que ocultamos, porque sabemos, la experiencia nos lo ha enseñado, que es más fácil pertenecer al rebaño que jugar a los robinsones. El silencio, la soledad, el aislamiento impuesto o auto-impuesto, la falta, en definitiva, de ese hilo de palabras del que estirar, nuestra abrumadora necesidad de sentirnos queridos pueden provocar una reacción en la que nuestras fantasías se superponen a la realidad. Hasta el punto que esas fantasías se hacen reales, porque los sueños, al ser soñados, se convierten en vivencias si conseguimos recordarlos. La sociedad empuja, aturde, atosiga con su necesidad de comprender, su necesidad de colocar cada cosa en su sitio, cerradas las puertas a un caos que aterroriza a los poderosos, pero que es algo inevitable en una sociedad masificada. Al final, somos tal y como nos ve nuestro entorno y nuestro entorno nos ve según la imagen que construimos en soledad. En mi opinión, pese a mis cuarenta y tantos, estoy en la flor de la vida. Me siento segura en mis relaciones, conozco mis capacidades e intento retar día a día mis presuntas limitaciones. Y, ante las sorpresas de la vida, intento adaptarme lo mejor que puedo. Hace mucho que aprendí aquello de que “no podemos aplazar la vida hasta estar preparados, pues está nos es disparada a bocajarro”. De esta manera, el truco consiste en ir caminando por la cuerda floja, a veces más rápida, a veces más lenta, adaptándome a los baches y obstáculos y sin mirar abajo. ¿ Y si me intentan joder? Que vayan preparándose, porque tarde o temprano llega mi venganza. Hoy seguro que descanso. Buenas noches Marta.




15 de Julio del 2009 ¡Agotadas las dos tiradas! No esperaba este éxito. ¡Que coño! Sí lo esperaba. Y lo mejor es que he recopilado material para casi una semana. Estoy eufórica. Manuel ha notado que necesitaba un premio y no ha hecho falta decirle nada. ¡Por dios! Parecía que tuviera 20 años, que manera de hacer el amor. Después se ha quedado dormido, por supuesto, aquí lo tengo, en su lado de la cama, roncando como un hipopótamo después de la cópula. Que descanse, se lo ha ganado. No ha escatimado en esfuerzos. Yo no tengo sueño. Voy a tomar una copa y luego seguimos hablando. Son las 3 de la madrugada. Ahora sí que estoy desvelada. He ido al despacho con la intención de leer alguna cosa y he visto un montoncito de folios escritos a mano por Beto con buena caligrafía. En la primera página rezaba este título “Un extraño caso”. No me he querido resistir y ahora me arrepiento. Después de una narración libre (si la cotejo con lo que me relató Manuel) de su encuentro con mi marido y como decide éste invitarlo a vivir a casa, le sigue un capítulo a modo de diario y en el que YO soy la narradora. No me lo puedo creer. Si no fuera porque siempre lo llevo encima diría que ha estado leyendo mis anotaciones. Me parece increíble como ha captado todo aquello que pensaba y que al parecer él leía en mis silencios. Me pone los pelos de punta. Voy a tomarme un ansiolítico. Después de media botella de escocés sólo se me ocurren unas pocas preguntas: ¿cómo se lo ha montado Beto?, ¿qué se supone que debo hacer?, ¿cómo acabara todo esto? Buenas noches Marta.