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sábado, 22 de septiembre de 2012
jueves, 20 de septiembre de 2012
SIN NOMBRE.
Erich
era un apasionado de la literatura. Fuera donde fuera siempre iba en
compañía de algún buen libro que devorar ávido de aventuras o
misterios, ideas o reflexiones, amoríos o crueles desamores. Era lo
que se dice un animal literario, un depredador de palabras, una
bestia devora-historias. Esto nunca le supuso mayor problema, más que
algún choque fortuito, cuando caminaba por las calles con la mirada
fija en el libro que estuviera leyendo en ese momento, aunque incluso
se podría decir que con el tiempo y mucha práctica había
desarrollado una extraña capacidad que le permitía esquivar a los
demás transeúntes sin perder el hilo de las oraciones, por lo que apenas ya chocaba con nadie.
Una
de las pocas amistades reales que había tenido en su vida le dijo
una vez que su vida se resumía a aquel acto, esquivar a las personas
con las que se encontraba, pues solitario como era por su naturaleza
lectora, sus mejores amigos, aquellos que le sostenían con sus
palabras, que le acompañaban en los momentos de soledad, que le
entretenían con sus ocurrencias, pertenecían la inmensa mayoría al
mundo de la fantasía. No es que tuviera amigos imaginarios, el único que
tuvo murió siendo él aún muy niño. Aunque decir que murió no
sería describir exactamente lo que pasó. Éste retornó a su
planeta, del que hacía un tiempo había salido en busca de aventura y
conocimiento, porque tenía que cuidar a una rosa que había dejado
abandonada y que, por el hecho de ser su rosa, era lo que más quería
en este mundo.
Muchos
compañeros y compañeras del colegio, de la universidad o de su
trabajo en la biblioteca habían intentado entablar algún tipo de
relación con él, porque había que decir que Erich era realmente
guapo e inteligente. Pero ninguno parecía lo suficientemente
interesante como para entrar en un imaginario tan repleto de
maravillas como el de Erich. Donde estuvieran Julian Sorel, Gregorio
Samsa, Tom Sawyer, Frodo Bolsón, Alicia, etcétera, que se quitaran
los insulsos seres de carne y hueso y el aburrido relato de sus
vidas.
Un
día sin embargo algo cambió en la vida emparapetada de Erich.
Mientras releía por enésima vez Ana Karenina, de quien estaba
perdidamente enamorado, una joven que a Erich le pareció muy
hermosa, le preguntó si había algún otro ejemplar de la novela de
Tolstoi. Él le informó de que estaba en posesión del único
ejemplar de la biblioteca y entonces ella le rogó que se lo dejara.
Él pensó que sería por algún trabajo de la universidad, pero ella
le explicó que tal día como aquel desde hacía 15 años leía ese
libro. Él quedó fascinado. No conocía a nadie que hubiera leído
tantas veces como él aquella maravillosa obra. Ella le explicó que
era algo complicado explicar su admiración por Ana Karenina, pero
que sería capaz de pagarle de alguna manera para que él le cediera
su lectura.
Por
primera vez a sus 28 años Erich pensó que aquella mujer compartía
su misma pasión desenfrenada por la literatura y atravesado por el
deseo de conocerla mejor le entregó el libro con una condición:
aceptar una cita con él. Ella aceptó y se dieron la mano sellando
el pacto.
Desde
ese mismo momento Erich empezó a fantasear con ella, a soñarla, con
esa tremenda capacidad suya para recrear en su imaginación
realidades mucho más interesantes que la vida misma, construyendo
con palabras e imágenes tantas veces leídas a su mujer ideal.
Por
su parte, Carmen, que era el nombre de ella, devoró con pasión y
lágrimas la trágica historia de Ana Karenina sin pensar ni un solo
instante en la cita prometida. No le apetecía tener citas con nadie.
No quería acabar como la bella Aniuska: abandonada en su pasión,
desolada en su soledad, empujada por la desesperación, el desgarro y
la melancolía hasta el suicidio... Carmen era de las que preferían
estar solas, antes que mal acompañadas y huelga decir que al igual
que Erich, la única compañía que le parecía buena era una joya de
la literatura universal.
Mientras
Erich, que después de unas horas pensando en ella, ya la había
convertido en la mujer de sus sueños y en la única capaz de comprender
sus delirios y manías, Carmen planeaba cambiar de biblioteca para no
volver a verlo. Le pidió a una vecina -la única con la que tenía
relación- que devolviera el libro en su nombre y así nunca tendría
que cumplir su compromiso.
Erich
comprendió rápidamente las intenciones de ella al recoger el tomo
de Tolstoi prestado e intentó paliar su decepción leyendo El idiota
de Dostoievski. Cuando acabó su turno salió de la biblioteca
avanzando en la historia del príncipe Mishkin, mientras caminaba por
las calles de un Madrid transformado en San Petersburgo. Su camino
transcurría con facilidad hasta que chocó inesperadamente con
alguien. Esa otra persona resultó ser Carmen, que también andaba
leyendo una edición de El Idiota y que cayó, junto a la de Erich,
al suelo. Sorprendidos por igual y enojados por el choque, se
agacharon a la vez a recoger sus respectivos volúmenes, con la mala
suerte de que sus cabezas volvieran a topar a medio descenso. Ambos
se miraron con enfado y un instante después se reían de buena gana
ante lo absurdo y chocante de esta cita inesperada. Erich le ofreció
invitarla a tomar un café y ella por primera vez en mucho tiempo,
desde unos primeros flirteos de adolescente con trágico final, pensó
que no tenía nada que perder.
En
una cafetería cercana estuvieron hablando hasta que les pidieron que
salieran al echar el cierre. Resultó que ambos habían leído los
mismos libros y que amaban y odiaban a casi los mismos autores. Sólo
parecían diferir en que ella prefería a Ana María Matute y él a
Carmen Martín Gaite, pero esta diferencia quedo subsanada por el
odio que ambos proferían a Isabel Allende. Ambos amaban a
Pirandello, a Calvino, a Pessoa, a Böll, a Dickens, a Kafka, a
Camus, a Lessing, a Hemingway y un largo, larguísimo etcétera.
Aquella misma noche hicieron el amor, perdiendo ambos la virginidad,
cuando ella llegó al orgasmo pensó en Benedetti, él en cambio se
inclinó en fantasear con Roxanne, el amor platónico de Cyrano de
Berguerac.
Los
días posteriores ambos continuaron conociéndose y explorándo sus
fantasías. Fueron al cine, montaron en las barcas del estanque del
Parque del Retiro, fueron a cenar, visitaron el museo del Prado. Todo
parecía ir bien. Más allá de la fantasía, ellos se cruzaban y se
buscaban en este plano de la realidad. Se dedicaban encendidos
discursos amorosos, palabras prestadas como lo son todas en el fondo,
pero que en este caso habían sido donadas por los más grandes
escritores de la historia. Ninguno de los dos sabía a penas nada de
la vida del otro, de lo que sentía realmente, todo expresión estaba
filtrada por el tamiz de la literatura. Sus vidas anodinas estaban
pomposamente decoradas de aventuradas soñadas, de situaciones que
traspasaban las fronteras editoriales y acababan sustituyendo una
realidad que a ambos les resultaba absolutamente insustancial. Ambos
jugaban a este juego, ambos conseguían en constante ejercicio de
homenaje que la vida acabase imitando al arte.
Una
noche, cuando él le propuso hacer el amor, ella preferirió leer a
Murakami. Él insistió, le dijo que el libro no se iba a ir
corriendo. Ella le contestó que siendo de Murakami eso no estaba
asegurado. Él le pidió que al menos le diera un beso y ella le
pidió que no la molestase. Él se enfadó mucho, se levantó airado
y fue a la cocina a tomarse un vaso de leche. Cuando volvió a la
cama ella le dio una noticia que no esperaba: estaba embarazada.
Ambos se abrazaron emocionados.
Durante
los siguientes nueve meses ella leyó todos los libros de maternidad
publicados. Él leyó y releyó hasta aprenderse de memoria muchos
cuentos infantiles. La pareja esperaba feliz la nueva vida que estaba
en camino y cada vez más cerca de llegar. Cuando ella rompió aguas
un taxi les llevó al hospital a toda velocidad. El parto duró
apenas una hora. Había nacido una niña preciosa, con los ojos de él
y la boca de ella. Sólo había un problema, no se ponían de acuerdo
en como llamarla, ningún nombre era suficientemente bueno, ninguna
historia previamente leída alcanzaba a representar el torbellino de emociones
que ambos sentían cuando miraban a su hija. Se miraron con tristeza en el momento en que descubrieron que sin nombres con los que identificarse, sin
historias con las que cubrir el enorme vacío que existía en su
propia historia sin escribir, aquella niña estaría condenada a ser Anónima.
miércoles, 19 de septiembre de 2012
Philip K.
El doctor entró en la habitación de Philip, conocido autor de novelas de ciencia ficción, mientras éste escribía. ¿Cómo te encuentras hoy, Phil? Éste levantó la mirada de la libreta donde anotaba sin descanso, miró al galeno de soslayo y le dijo a media voz: Sabe... Creo que ustedes mezclan en mi comida alguna substancia que me vuelve paranoico... Acto seguido estalló en una carcajada que al psiquiatra le pareció del
todo insolente. El galeno se despidió de Philip con un escueto hasta mañana y se dirigió a la habitación de otro paciente convencido de que a Phil había que subirle la dosis.
martes, 4 de septiembre de 2012
HAY MUCHAS FORMAS DE MATAR (Juan Gervás)
De la mano de los compis Amaia Vispe y Jose Valdecasas me llega este texto de Juan Gervás al que se ruega máxima difusión.
HAY MUCHAS FORMAS DE MATAR
Te
pueden matar de muchas formas. Hay muchas formas de matar. Pueden
meterte un cuchillo en el vientre. Pueden pegarte un tiro en la nuca.
Pueden reventar el tren en el que vas a trabajar. Secuestrarte e "irse
de la mano". Quitarte el pan. Llevarte al suicidio. No curarte una
enfermedad.
Hay muchas formas de matar. Algunas están prohibidas en España.
El día 1 de septiembre de 2012 se añadirá una forma legal de matar en España. El
1 de septiembre de 2012 se negará la atención sanitaria ordinaria en
los establecimientos públicos a los extranjeros mayores de 18 años no
registrados ni autorizados como residentes en España (salvo en caso de
embarazo, parto y puerperio). Se autoriza su atención de urgencias por
enfermedad grave o accidente.
El
Gobierno de España sostiene que no puede pagar esa atención a enfermos
"no urgentes" y con ello condena a la muerte a los enfermos crónicos del
colectivo de extranjeros mayores de 18 años no registrados ni
autorizados como residentes en España. Muerte por SIDA, por ejemplo.
Muerte por cáncer. Muerte por falta de insulina. Muerte por falta de
diálisis renal. Muerte sin consuelo en el paciente terminal. Muerte por
tuberculosis. Suicidio por falta de medicación al esquizofrénico. Muerte
por enfermedades crónicas que requieren tratamiento vital. Sufrimiento y
muertes "legales" en España.
No
será el Gobierno ni ningún parlamentario, ni político alguno del PP el
que ejecute a los extranjeros no registrados ni autorizados como
residentes en España. El Gobierno espera que los profesionales
sanitarios cumplan la función de verdugos que les ha asignado, por Ley.
Los administrativos, enfermeras, médicos, farmacéuticos y otros que
ofrecen servicios sanitarios imprescindibles para vivir matarán por
negación de atención a los extranjeros mayores de 18 años no registrados
ni autorizados como residentes en España .
El
Gobierno de España dice que "hay que cumplir la Ley", pero no da
instrucciones concretas por escrito, pues se podría acusar ante la
Justicia al que las firmara de "denegación de auxilio", y puede llegar a
la "omisión del deber de socorro".
El
Gobierno de España dice que no se puede objetar la Ley que convierte en
verdugos a los profesionales sanitarios. Pero tolera la objeción contra
el aborto voluntario, legal en España. "Esa es otra cuestión" dicen;
"es vida" dicen. ¿Qué hilo se rompe al cumplir los 18 años para que cese
el derecho la vida?
El
Gobierno de España, mientras tanto, deja de cumplir con sus
obligaciones y hace dejación de sus funciones y no carga a los sistemas
sanitarios de la Unión Europea los servicios que se presta a sus
ciudadanos, en cifra que ronda los 500 millones de euros. Son también
extranjeros, pero "de los nuestros". No hay que matarlos, está prohibido
(y tienen quien les defienda).
El
Gobierno de España dice que "no puede atender a la población del mundo
entero", pero no permite matar dejando sin atención urgente por
enfermedad grave o accidente a los extranjeros no registrados ni
autorizados como residentes en España. Sería demasiado evidente, se
podrían hacer fotografías, entrevistas, relatos y habría un escándalo
mundial. Hay formas y formas de matar.
El
Gobierno de España lo forman políticos del PP y lo apoyan
parlamentarios del PP, con mayoría absoluta. Quienes votaron al PP nunca
pudieron imaginar que iban a ser "cooperadores necesarios" de muertes,
nunca nadie les anunció que serían "cómplices" de quienes matan con una
nueva legislación, negando tratamientos.
El
PP es un partido demócrata-cristiano que defiende una Europa de
valores, unida, abierta, más humana y que abraza la diversidad. Cuesta
creer que cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria pueda decir a los
parlamentarios y políticos del PP: "Venid, benditos de mi Padre,
recibid la herencia del Reino preparado para vosotros desde la creación
del mundo. Porque tuve hambre y me distéis de comer; tuve sed y me
disteis de beber; era forastero y me acogisteis; estaba desnudo y me
vestisteis; enfermo y me visitasteis; en la cárcel y vinisteis a verme".
Contribuyen a avivar las llamas del infierno en la Tierra, cuesta creer
que lo hagan en nombre del Hijo del Hombre.
No
hay ahorro, sino negación de atención. Los extranjeros mayores de 18
años no registrados ni autorizados como residentes en España pagan los
impuestos de todos los bienes y servicios que consumen (al llamar por
teléfono a su país, al comprar pan, al utilizar el transporte público,
etc). Esos impuestos cubren parte de su gasto sanitario, no se les
regalaría casi nada. Pues, además, consumen menos recursos que los
nacionales y muchos menos que los extranjeros de la Unión Europea.
Los
extranjeros mayores de 18 años no registrados ni autorizados como
residentes en España podrán ser donantes de órganos, pero no podrán
recibirlos. ¿Los queremos para eso, para que mueran y extraerles los
órganos?
Hay
muchas formas de matar. Pueden meterte un cuchillo en el vientre.
Pueden pegarte un tiro en la nuca. Pueden reventar el tren en el que vas
a trabajar. Secuestrarte e "irse de la mano". Quitarte el pan. Llevarte
al suicidio. No curarte una enfermedad.
¡Caiga
sobre las cabezas de los políticos del PP la sangre y el sufrimiento de
tantos que sufrirán y morirán por aplicación del Real Decreto Ley
16-2012!
Texto elaborado por Juan Gérvas, médico general, Equipo CESCA, Madrid (España), Doctor en Medicina. jgervasc@meditex.es www.equipocesca.org A partir de una poesía de Bertold Brecht. Se ruega su difusión. Se puede "colgar" en páginas y bitácoras (blog) sin pedir permiso ni notificar al autor.
lunes, 3 de septiembre de 2012
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