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viernes, 26 de febrero de 2010

Desnudo
no soy
gran cosa...

...Una botella
de gran barriga
y enorme culo

la sombra panzuda
y
alargada
de un pino
al mediodía

una magdalena
o un muffin
coronados
dulcemente
con una guinda

un relog
de pared
con diminuto
péndulo

un saco
en definitiva
al que muchos
sólo querrían
golpear...

En cambio
si miro al espejo
y no

no me acabo

es
porque
en mi mirada
se extienden horizontes
inabarcables y
ocultos

misterios
que invitan
a descubrirse.
¿Veo lo que veo?
...una taza vacía,
dos cubos de hielo,
tres líneas, quizás cuatro...
¿cómo estar seguro...
sino sé si estoy donde estoy?
una cafetería entre dos calles
un cruce de ideas
que conducen sin mapa
a otras encrucijadas: lugares
o caminos ya transitados con anterioridad.
¿o no? ¿cómo estar seguro?

Tanta expectación, esta
mi eterna y constante duda,
puede no ser una condena
sino miro hacia atrás.
Es posible que
el germen de la literatura
esté habitándome y,
con la paciencia de un hongo,
sus silencios le puedan al ruido,
y den sentido a mis palabras,
más allá de cualquier perspectiva.
Miro las calles azules,
quebradas y solas?
como tantos nombres,
descarnadas en su vientre negro
y olvidadas por
la prisa, la modernidad y
su indiferencia.

Miro las casa antiguas,
vacías y descorchadas,
donde las arañas tejen sus redes
y las ratas habitan
lechos de basuras y excrementos
entre jeringuillas, cartones de vino
y un sembrado de colillas.

Miro las cenizas de un tiempo
que, por pasado, no fue mejor;
un instante, quizás, un año,
aquel en que otra mirada furtiva
exploraba el vacío
a tientas
como el que busca una luz
en medio de la oscuridad.

martes, 9 de febrero de 2010

La miras, a tu lado
disparando ráfagas de promesas,
silencioso y radiante,
radiante y atento,
atento y desconfiado. No,
ya no tengo dudas,
la tuya es mirada de gato.
A veces tengo la impresión
de que escribir se parece
a escaparse de la carcel del cuerpo;
como si me elevara
de la cotidianeidad más mundana,
y, así, desde los cielos
uno mire la vida o el mundo
con la misma perspectiva
que un científico experimenta con células madre.

En mi caso, juego a ser poeta
con la ilusión pretérita de conocer
todo recodo, toda esquina,
del alma y sus misterios.
Quizás porque creo
que mis palabras no son tan diferentes
o al menos mis sentimientos
de aquellos que formaban los primeros libros.
Hay cosas que perduran
porque están ligadas a lo humano;
de esta forma, mientras seamos humanos
las reconoceremos como prueba inequívoca
de que no todo está perdido.
En las viejas fotografías de mi ciudad,
de cuando era un pueblo,
no hay personas, ni animales,
los edificios te hablan de ese pasado lejano,
que sólo ellos pueden transformar en presente.
Entre plumas
como el que está entre algodones
pareces tan frágil,
tan sumamente transparente,
que tu voz abre de par en par
la puerta sellada del misterio.