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lunes, 22 de noviembre de 2010

DE TARDES Y CAMINOS.

Este no es un blog sobre locura, aunque ésta lo atraviese de forma transversal. La intención de este blog, que comenzó siendo un refugio o un cobijo para Almudena y para mí, durante tantos momentos de aburrida apatía, ha acabado convirtiéndose en algo parecido a una plataforma desde la cual reconstruir mi discurso literario. Hoy al leer el blog de Etiquetada y su maravillosa auto-terapia contra la psicosis, he estado navegando por otros lugares, algunos muy cercanos en lo intelectual y otros en cambio en las antípodas más cercanas del mapa geográfico. Hablando claro, que me he empapado hasta que me quemaban los párpados con varios artículos del gran -y por eso no menos accesible Rendueles- y después he llegado a un blog, a una especie de revista virtual donde escriben o lo intentan chicos y chicas, que bien podríamos ser Almudena o yo, en otros tiempos. Así que movido por un sentimiento semejante a la rabia que siente uno ante las injusticias, voy a intentar reflexionar sobre la locura y desde la locura, pero antes un aviso para navegantes: no tengo ni puñetera idea de que me va a salir.

Ayer le comentaba a un buen amigo que por extraño que parezca me he curado de eso incurable que llaman esquizofrenia. Él me dijo, cuéntame algo que no sepa. A lo que contesté, si lo que quieres es un cuento mejor que entres en mi blog. Los dos nos reímos. Él, psicólogo político, y yo, esquizofrénico o persona diagnosticada de esquizofrenia o ex-esquizofrénico, vamos, que no tengo intención de contradecirme después de cinco líneas. Los dos eso sí más locos que una manada de cabras -en este caso cabrones- subiendo a saltos entre las peñas. Me resulta curiosa esa expresión: estar más loco que una cabra. Se utiliza porque las cabras, sobre todo las silvestres, además de ser impredecibles, son difíciles de domesticar. ¿Y de que hablamos cuando hablamos de domesticar? De todas las definiciones me quedo con la de ese entrañable zorro hablándole a un pequeño hombrecito, rubio y de mirada inocente. El zorro le explica al Principito que domesticar es algo tan simple como hacer lo que se espera de nosotros, no fallar a los que amas y que si les fallas, seas consciente que en ese momento esa persona o animal te está añorando.

Cuando he leído a Etiquetada hablar de la psicosis como una elección, por mucho que más tarde leyera a Rendueles hablar de psicosis endógena (creo que ese era el término utilizado, si no lo es, pido corrección inmediata y cuarenta azotes en la blogosfera pública) la palabra elección seguía flotando en mi cabeza, haciéndose la remolona. Para mí, de lecturas más psicoanalistas ( y de edición de bolsillo, que quede claro ) el concepto de elección abre más puertas que las que cierra. Porque precisamente hay ha estado la clave de mi curación, elegí estar bien, o lo que viene a ser lo mismo, elegí no dejarme influenciar por esos pensamientos, que la experiencia me decía que no eran reales, o al menos no tan reales como la cara de flipaos de mis amigos al verme hablar solo. Claro, este sería otro punto. Durante todos mis años de crisis no tuve a mi lado ni un solo amigo. ¿Quién iba a querer estar conmigo si me tenían más dopado que a los leones de un circo de provincias? La gente, pensaba yo, no le mola estar al lado de alguien que quizás no tenga delirios, pero parece que tenga parkinson, babea, tiene dificultades para hablar, le resulta difícil estar sentado más de diez minutos y además dicen en la tele que los que son como el son peligrosos. Cómo viene a decir JoonyBenitez en un post ejemplar y muy divertido, pa estar con esta peña hay que tener vocación e invocar ya de paso tu experiencia en un diván, sino... ¿Quién te dice a ti que no vas a acabar más quemado que el palo de un churrero? Pero ahí está la virtud del azar, la magia de lo impredecible, la obstinada facultad que tiene la vida para sorprendernos, si es que no somos tan orgullosos de decir: jumm, ya lo sabía, aunque seamos la primera persona en el mundo en ver pilotar a un burro un coche de carreras (los fans de Fernando Alonso, por favor controlen sus comentarios tendenciosos sobre Hamilton). Un día aparecieron esos amigos, aunque primero fueron personas con las que me unía un hilo en común, la ganas de hablar, de decir, de pertenecer a un grupo. En un espacio libre como Radio Nikosia puse los primeros andamios de mi actual personalidad, que no nos engañemos, no es más que la evolución (para algunas cosas mejor, para otras peor y pal resto exactamente igual) de aquel universitario que se precipitó al mundo de la locura.

Sí, no he dicho, que me empujaron, ni que me vi empujado, he dicho me precipité, como podía haber dicho me arrojé al mundo de la locura y sus perversiones. ¿Qué lleva a alguien como yo a lanzarse al vacío? Para empezar una enorme frustración, herencia de una infancia solitaria y desgraciada en la que fui espectador y en ocasiones víctima de capítulos de verdadera violencia. Las más de las veces crecí en un entorno donde el temor a la repetición de esos capítulos, convertían la vida en una especie de camino de espinas y a mí, en un nuevo mesias no de la religión, pero si de la literatura. Cada día era una prueba más en la que debía soportar los efectos de una violencia sutil, pasiva, donde se me reclamaba sumisión y silencio, desde el chantaje más flagrante: Hazlo por mí. No puedo. Por favor, te lo pido desde el fondo de mi alma. No debo. Al final todos saldremos ganando... Hacemos tantas cosas por amor. Cometemos tantas locuras por amor. Ya dicen que sufrir es una parte indivisible del acto de amar. Durante años creí que por haber sufrido tanto, la vida me debía algo. No sabía exactamente el qué era ese algo, pero tenía que ser algo muy bueno. Cuando descubrí el cannabis las lágrimas se convirtieron en risas, mi percepción de la realidad se abrió a universos hasta entonces desconocidos y sentí por primera vez que ese chico solitario, tremendamente inteligente, encontraba algo que lo unía al mundo. Cuando mi madre enfermó de cáncer no pude controlarme. En ese momento sentí que la vida no era más que una broma corta y de mal gusto. ¿Dónde estaba mi premio, dónde estaba la felicidad prometida, dónde estaba todo lo que la vida me había negado una y otra vez? Elegir la locura fue como lanzar mi mundo contra el suelo con todas mis fuerzas. Mi mundo era mi imaginario, mis creencias, mis opiniones, mis experiencias. En aquellos tiempos yo creía que la psiquiatría curaba, así que pedí un ingreso voluntario en López Ibor, donde esperaba encontrar un lugar para descansar, reponerme, restructurar mi discurso. Allí, al ver la fractura que existía en mi mente, decidieron inmovilizarla, como si me pusieran una escayola, una escayola de la cual a día de hoy no he podido deshacerme del todo. Siempre digo que la enfermedad fue como cruzar los siete anillos del infierno sin compañía del bueno de Virgilio. En mi Divina Comedia, por no haber, ya aviso, ni siquiera hay un paraíso ni una Beatrice infinitamente bella. Mi mujer y yo vivimos en un constante purgatorio, porque ese es para mí el lugar que define mejor lo que es la vida. Un lugar de tránsito hacia la nada, donde se sufre, sí, como todo el mundo, pero que también esta repleto de buenos momentos, algunos de ellos maravillosos.

Cuando llegó el momento preciso Almudena y yo creímos que eramos capaces de dar un salto en nuestra vida. Nos conocimos en Nikosia y casi nadie daba un duro por nuestra relación o al menos como se cree que debe ser una relación. Deberíamos vivir en un piso tutelado, porque no eramos capaces de hacerlo por nuestra cuenta. Y seguramente en aquellos tiempos duros esa opinión no iba del todo desencaminada. Reconstruimos juntos nuestras vidas con recetas tan sencillas como amor, comprensión y respeto. Recetas que tampoco curan, cuando la vida pega duro, pero sí que alivian y estimulan a seguir adelante. Porque si la vida es un camino que se abre al caminar, siempre es mejor no hacerlo solo. No estarlo, en muchos momentos, también se trata de una elección, o, mejor dicho, de una lección de humildad.

7 comentarios:

Paula dijo...

Raúl y Almu, os mando el abrazo más grande del mundo,los mejores deseos y las más sinceras gracias, llenas de emoción, por hacerme sentir tan acompañada en los extraños caminos que elegimos.Pronto me acercaré a conoceros, si andáis por Barcelona.
Besos gigantes!!

Jony Benitez dijo...

guau.
teneis que dejar esta mierda de ser unos fenómenos....
ufff.
mu bueno
bikos

Raúl Velasco Nikosia dijo...

Etiquetada otro abrazo gigante para tí. Seguimos en la lucha!!!!

MUA!!!

Raúl Velasco Nikosia dijo...

Bikos jony. Por cierto estamos buscando billete de avión para ir para allá el domingo. Hay tantas ganas de derbi y más si esta regado con albariño!!!

Jose Valdecasas dijo...

Mira que uno ha ido a conferencias y leído textos sobre terapia de la psicosis, y nunca había aprendido tanto como leyendo vuestro blog y algún otro. Y un ejemplo perfecto es una entrada como ésta.

Gracias por todo y un abrazo.

PD 1: tenemos el DVD pero todavía no hemos podido verlo, ya os contaremos.
PD 2: Aúpa Fernando Alonso, que es el más grande.

Raúl Velasco Nikosia dijo...

Jose lo que a mi me encata es que aquí estamos aprendiendo todos de todos. Malo cuando ya nada nos sorprenda, no hay nada peor para el conocimiento que este se estanque.

Blog salud mental dijo...

Raúl, tienes talento para esto de la escritura, además de muchas cosas por contar.
Emocionante tu texto.
Ya he visto el documental y qué quieres que te diga que no suene a más elogio y más admiración...
Una última cosa, la semana pasada tuve la suerte de compartir unos días con "etiquetada" y si todo va bien, espero que nuestro próximo encuentro sea en Barcelona y así os conocemos. Besos.
Esther.