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jueves, 20 de septiembre de 2012

SIN NOMBRE.




Erich era un apasionado de la literatura. Fuera donde fuera siempre iba en compañía de algún buen libro que devorar ávido de aventuras o misterios, ideas o reflexiones, amoríos o crueles desamores. Era lo que se dice un animal literario, un depredador de palabras, una bestia devora-historias. Esto nunca le supuso mayor problema, más que algún choque fortuito, cuando caminaba por las calles con la mirada fija en el libro que estuviera leyendo en ese momento, aunque incluso se podría decir que con el tiempo y mucha práctica había desarrollado una extraña capacidad que le permitía esquivar a los demás transeúntes sin perder el hilo de las oraciones, por lo que apenas ya chocaba con nadie.



Una de las pocas amistades reales que había tenido en su vida le dijo una vez que su vida se resumía a aquel acto, esquivar a las personas con las que se encontraba, pues solitario como era por su naturaleza lectora, sus mejores amigos, aquellos que le sostenían con sus palabras, que le acompañaban en los momentos de soledad, que le entretenían con sus ocurrencias, pertenecían la inmensa mayoría al mundo de la fantasía. No es que tuviera amigos imaginarios, el único que tuvo murió siendo él aún muy niño. Aunque decir que murió no sería describir exactamente lo que pasó. Éste retornó a su planeta, del que hacía un tiempo había salido en busca de aventura y conocimiento, porque tenía que cuidar a una rosa que había dejado abandonada y que, por el hecho de ser su rosa, era lo que más quería en este mundo.

Muchos compañeros y compañeras del colegio, de la universidad o de su trabajo en la biblioteca habían intentado entablar algún tipo de relación con él, porque había que decir que Erich era realmente guapo e inteligente. Pero ninguno parecía lo suficientemente interesante como para entrar en un imaginario tan repleto de maravillas como el de Erich. Donde estuvieran Julian Sorel, Gregorio Samsa, Tom Sawyer, Frodo Bolsón, Alicia, etcétera, que se quitaran los insulsos seres de carne y hueso y el aburrido relato de sus vidas.

Un día sin embargo algo cambió en la vida emparapetada de Erich. Mientras releía por enésima vez Ana Karenina, de quien estaba perdidamente enamorado, una joven que a Erich le pareció muy hermosa, le preguntó si había algún otro ejemplar de la novela de Tolstoi. Él le informó de que estaba en posesión del único ejemplar de la biblioteca y entonces ella le rogó que se lo dejara. Él pensó que sería por algún trabajo de la universidad, pero ella le explicó que tal día como aquel desde hacía 15 años leía ese libro. Él quedó fascinado. No conocía a nadie que hubiera leído tantas veces como él aquella maravillosa obra. Ella le explicó que era algo complicado explicar su admiración por Ana Karenina, pero que sería capaz de pagarle de alguna manera para que él le cediera su lectura.

Por primera vez a sus 28 años Erich pensó que aquella mujer compartía su misma pasión desenfrenada por la literatura y atravesado por el deseo de conocerla mejor le entregó el libro con una condición: aceptar una cita con él. Ella aceptó y se dieron la mano sellando el pacto.



Desde ese mismo momento Erich empezó a fantasear con ella, a soñarla, con esa tremenda capacidad suya para recrear en su imaginación realidades mucho más interesantes que la vida misma, construyendo con palabras e imágenes tantas veces leídas a su mujer ideal.

Por su parte, Carmen, que era el nombre de ella, devoró con pasión y lágrimas la trágica historia de Ana Karenina sin pensar ni un solo instante en la cita prometida. No le apetecía tener citas con nadie. No quería acabar como la bella Aniuska: abandonada en su pasión, desolada en su soledad, empujada por la desesperación, el desgarro y la melancolía hasta el suicidio... Carmen era de las que preferían estar solas, antes que mal acompañadas y huelga decir que al igual que Erich, la única compañía que le parecía buena era una joya de la literatura universal.

Mientras Erich, que después de unas horas pensando en ella, ya la había convertido en la mujer de sus sueños y en  la única capaz de comprender sus delirios y manías, Carmen planeaba cambiar de biblioteca para no volver a verlo. Le pidió a una vecina -la única con la que tenía relación- que devolviera el libro en su nombre y así nunca tendría que cumplir su compromiso.

Erich comprendió rápidamente las intenciones de ella al recoger el tomo de Tolstoi prestado e intentó paliar su decepción leyendo El idiota de Dostoievski. Cuando acabó su turno salió de la biblioteca avanzando en la historia del príncipe Mishkin, mientras caminaba por las calles de un Madrid transformado en San Petersburgo. Su camino transcurría con facilidad hasta que chocó inesperadamente con alguien. Esa otra persona resultó ser Carmen, que también andaba leyendo una edición de El Idiota y que cayó, junto a la de Erich, al suelo. Sorprendidos por igual y enojados por el choque, se agacharon a la vez a recoger sus respectivos volúmenes, con la mala suerte de que sus cabezas volvieran a topar a medio descenso. Ambos se miraron con enfado y un instante después se reían de buena gana ante lo absurdo y chocante de esta cita inesperada. Erich le ofreció invitarla a tomar un café y ella por primera vez en mucho tiempo, desde unos primeros flirteos de adolescente con trágico final, pensó que no tenía nada que perder. 

 

En una cafetería cercana estuvieron hablando hasta que les pidieron que salieran al echar el cierre. Resultó que ambos habían leído los mismos libros y que amaban y odiaban a casi los mismos autores. Sólo parecían diferir en que ella prefería a Ana María Matute y él a Carmen Martín Gaite, pero esta diferencia quedo subsanada por el odio que ambos proferían a Isabel Allende. Ambos amaban a Pirandello, a Calvino, a Pessoa, a Böll, a Dickens, a Kafka, a Camus, a Lessing, a Hemingway y un largo, larguísimo etcétera. Aquella misma noche hicieron el amor, perdiendo ambos la virginidad, cuando ella llegó al orgasmo pensó en Benedetti, él en cambio se inclinó en fantasear con Roxanne, el amor platónico de Cyrano de Berguerac.

Los días posteriores ambos continuaron conociéndose y explorándo sus fantasías. Fueron al cine, montaron en las barcas del estanque del Parque del Retiro, fueron a cenar, visitaron el museo del Prado. Todo parecía ir bien. Más allá de la fantasía, ellos se cruzaban y se buscaban en este plano de la realidad. Se dedicaban encendidos discursos amorosos, palabras prestadas como lo son todas en el fondo, pero que en este caso habían sido donadas por los más grandes escritores de la historia. Ninguno de los dos sabía a penas nada de la vida del otro, de lo que sentía realmente, todo expresión estaba filtrada por el tamiz de la literatura. Sus vidas anodinas estaban pomposamente decoradas de aventuradas soñadas, de situaciones que traspasaban las fronteras editoriales y acababan sustituyendo una realidad que a ambos les resultaba absolutamente insustancial. Ambos jugaban a este juego, ambos conseguían en constante ejercicio de homenaje que la vida acabase imitando al arte.

Una noche, cuando él le propuso hacer el amor, ella preferirió leer a Murakami. Él insistió, le dijo que el libro no se iba a ir corriendo. Ella le contestó que siendo de Murakami eso no estaba asegurado. Él le pidió que al menos le diera un beso y ella le pidió que no la molestase. Él se enfadó mucho, se levantó airado y fue a la cocina a tomarse un vaso de leche. Cuando volvió a la cama ella le dio una noticia que no esperaba: estaba embarazada. Ambos se abrazaron emocionados.



Durante los siguientes nueve meses ella leyó todos los libros de maternidad publicados. Él leyó y releyó hasta aprenderse de memoria muchos cuentos infantiles. La pareja esperaba feliz la nueva vida que estaba en camino y cada vez más cerca de llegar. Cuando ella rompió aguas un taxi les llevó al hospital a toda velocidad. El parto duró apenas una hora. Había nacido una niña preciosa, con los ojos de él y la boca de ella. Sólo había un problema, no se ponían de acuerdo en como llamarla, ningún nombre era suficientemente bueno, ninguna historia previamente leída alcanzaba a representar el torbellino de emociones que ambos sentían cuando miraban a su hija. Se miraron con tristeza en el momento en que descubrieron que sin nombres con los que identificarse, sin historias con las que cubrir el enorme vacío que existía en su propia historia sin escribir, aquella niña estaría condenada a ser Anónima.

miércoles, 19 de septiembre de 2012

Philip K.


El doctor entró en la habitación de Philip, conocido autor de novelas de ciencia ficción, mientras éste escribía. ¿Cómo te encuentras hoy, Phil? Éste levantó la mirada de la libreta donde anotaba sin descanso, miró al galeno de soslayo y le dijo a media voz: Sabe... Creo que ustedes mezclan en mi comida alguna substancia que me vuelve paranoico... Acto seguido estalló en una carcajada que al psiquiatra le pareció del
todo insolente. El galeno se despidió de Philip con un escueto hasta mañana y se dirigió a la habitación de otro paciente convencido de que a Phil había que subirle la dosis.

martes, 4 de septiembre de 2012

HAY MUCHAS FORMAS DE MATAR (Juan Gervás)

De la mano de los compis Amaia Vispe y Jose Valdecasas me llega este texto de Juan Gervás al que se ruega máxima difusión.  


HAY MUCHAS FORMAS DE MATAR

Te pueden matar de muchas formas. Hay muchas formas de matar. Pueden meterte un cuchillo en el vientre. Pueden pegarte un tiro en la nuca. Pueden reventar el tren en el que vas a trabajar. Secuestrarte e "irse de la mano". Quitarte el pan. Llevarte al suicidio. No curarte una enfermedad.

Hay muchas formas de matar. Algunas están prohibidas en España.

El día 1 de septiembre de 2012 se añadirá una forma legal de matar en España. El 1 de septiembre de 2012 se negará la atención sanitaria ordinaria en los establecimientos públicos a los extranjeros mayores de 18 años no registrados ni autorizados como residentes en España (salvo en caso de embarazo, parto y puerperio). Se autoriza su atención de urgencias por enfermedad grave o accidente.

El Gobierno de España sostiene que no puede pagar esa atención a enfermos "no urgentes" y con ello condena a la muerte a los enfermos crónicos del colectivo de extranjeros mayores de 18 años no registrados ni autorizados como residentes en España. Muerte por SIDA, por ejemplo. Muerte por cáncer. Muerte por falta de insulina. Muerte por falta de diálisis renal. Muerte sin consuelo en el paciente terminal. Muerte por tuberculosis. Suicidio por falta de medicación al esquizofrénico. Muerte por enfermedades crónicas que requieren tratamiento vital. Sufrimiento y muertes "legales" en España.

No será el Gobierno ni ningún parlamentario, ni político alguno del PP el que ejecute a los extranjeros no registrados ni autorizados como residentes en España. El Gobierno espera que los profesionales sanitarios cumplan la función de verdugos que les ha asignado, por Ley. Los administrativos, enfermeras, médicos, farmacéuticos y otros que ofrecen servicios sanitarios imprescindibles para vivir matarán por negación de atención a los extranjeros mayores de 18 años no registrados ni autorizados como residentes en España .

El Gobierno de España dice que "hay que cumplir la Ley", pero no da instrucciones concretas por escrito, pues se podría acusar ante la Justicia al que las firmara de "denegación de auxilio", y puede llegar a la "omisión del deber de socorro".

El Gobierno de España dice que no se puede objetar la Ley que convierte en verdugos a los profesionales sanitarios. Pero tolera la objeción contra el aborto voluntario, legal en España. "Esa es otra cuestión" dicen; "es vida" dicen. ¿Qué hilo se rompe al cumplir los 18 años para que cese el derecho la vida?

El Gobierno de España, mientras tanto, deja de cumplir con sus obligaciones y hace dejación de sus funciones y no carga a los sistemas sanitarios de la Unión Europea los servicios que se presta a sus ciudadanos, en cifra que ronda los 500 millones de euros. Son también extranjeros, pero "de los nuestros". No hay que matarlos, está prohibido (y tienen quien les defienda).

El Gobierno de España dice que "no puede atender a la población del mundo entero", pero no permite matar dejando sin atención urgente por enfermedad grave o accidente a los extranjeros no registrados ni autorizados como residentes en España. Sería demasiado evidente, se podrían hacer fotografías, entrevistas, relatos y habría un escándalo mundial. Hay formas y formas de matar.

El Gobierno de España lo forman políticos del PP y lo apoyan parlamentarios del PP, con mayoría absoluta. Quienes votaron al PP nunca pudieron imaginar que iban a ser "cooperadores necesarios" de muertes, nunca nadie les anunció que serían "cómplices" de quienes matan con una nueva legislación, negando tratamientos.

El PP es un partido demócrata-cristiano que defiende una Europa de valores, unida, abierta, más humana y que abraza la diversidad. Cuesta creer que cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria pueda decir a los parlamentarios y políticos del PP: "Venid, benditos de mi Padre, recibid la herencia del Reino preparado para vosotros desde la creación del mundo. Porque tuve hambre y me distéis de comer; tuve sed y me disteis de beber; era forastero y me acogisteis; estaba desnudo y me vestisteis; enfermo y me visitasteis; en la cárcel y vinisteis a verme". Contribuyen a avivar las llamas del infierno en la Tierra, cuesta creer que lo hagan en nombre del Hijo del Hombre.

No hay ahorro, sino negación de atención. Los extranjeros mayores de 18 años no registrados ni autorizados como residentes en España pagan los impuestos de todos los bienes y servicios que consumen (al llamar por teléfono a su país, al comprar pan, al utilizar el transporte público, etc). Esos impuestos cubren parte de su gasto sanitario, no se les regalaría casi nada. Pues, además, consumen menos recursos que los nacionales y muchos menos que los extranjeros de la Unión Europea.

Los extranjeros mayores de 18 años no registrados ni autorizados como residentes en España podrán ser donantes de órganos, pero no podrán recibirlos. ¿Los queremos para eso, para que mueran y extraerles los órganos?

Hay muchas formas de matar. Pueden meterte un cuchillo en el vientre. Pueden pegarte un tiro en la nuca. Pueden reventar el tren en el que vas a trabajar. Secuestrarte e "irse de la mano". Quitarte el pan. Llevarte al suicidio. No curarte una enfermedad.

¡Caiga sobre las cabezas de los políticos del PP la sangre y el sufrimiento de tantos que sufrirán y morirán por aplicación del Real Decreto Ley 16-2012!





Texto elaborado por Juan Gérvas, médico general, Equipo CESCA, Madrid (España), Doctor en Medicina. jgervasc@meditex.es  www.equipocesca.org  A partir de una poesía de Bertold Brecht. Se ruega su difusión. Se  puede "colgar" en páginas y bitácoras (blog) sin pedir permiso ni notificar al autor.