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viernes, 13 de febrero de 2009

feliz día de San Valentín




Porque eres,

porque siempre estás a mi lado,

desafías al tiempo y acoges

los pequeños ritos de nuestra rutina

fervorosa y radiante.

Hermosa como ninguna cuando ríes,

sinfonías de felicidad instantánea,

carcajadas de colores que pintan

nuestros días de esperanza.

Porque no importa el pasado,

porque no importan los pasos que me trajeron

al cobijo de tu corazón alado,

eres como eres

tierna como ninguna cuando brotan

lágrimas perladas de tu mirada

delicada flor que deshoja su pena

lloviendo dulzura sobre la almohada.

Déjame romper el silencio que en ocasiones

distancia nuestras soledades por un abismo,

palabras no dichas, rencores mudos,

fríos esbozos, reflejos azules,

suspiros que ahogan los susurros.

Porque eres única en mi firmamento

tus manos emergen en la noche

apartando cualquier vestigio de locura

sensata y prudente cantas al viento

cantas al sol y a la lluvia

segura y descalza de miedos

libre por fin de cualquier atadura.

Y nadas en las corrientes del misterio

descubriendo inquieta tu desnudez

construyes un castillo de algodones

donde encerramos nuestra timidez.

Porque eres así, te quiero tal cual

bella ninfa perdida en la espesura,

ardo en deseos de que encuentres en mis brazos

la ruta que guíen tus labios a los míos,

para suavemente acabar mi discurso

con tus besos cerrándome la boca.


martes, 10 de febrero de 2009

¿Vienes conmigo?




Cuando la lágrima ahogada en vapores de hielo riega los campos áridos de la duda exponencial, cuando crece el miedo y arrecia la nieve, y las sombras inexistentes se mofan burlonas apagando el brillo de la vela. Cuando se tuercen las líneas en arabescos infinitos, cuando vuelan las ideas a una altura inalcanzable y el absurdo de ser sin ser empantana los caminos y nubla la mirada, que busca en la oscuridad de mi interior una hilo de luz, una esperanza que refuerce los pasos inseguros, una energía que no brota, que se atora en las presas, paradójicamente arrogantes, de la insignificancia. Suelta lastre, dejate llevar en vuelo inanimado, cálzate las botas y haz camino entre las nubes, inúndate de su blancura y tíñelas con el azul del cielo, con el verde de los montes que aspiran senderos y suspiran los ecos de viejas historias. Sé muy bien que no es fácil. Sé muy bien que puedes caer desde lo alto cargado con el peso de tus frustraciones. Encontrar las palabras adecuadas es una tarea que exige dedicación y libertad, valor y humildad, paciencia y fe en uno mismo. Planear sobre las corrientes que rigen los espacios abismales de la blancura de tu existencia, excavando en el aire los escalones que conduzcan hasta la azotea del edificio que se erige sobre un mar de caminos, allí donde nadan las palabras. Supongo que de eso se trata.

Cada nombre, verbo, adjetivo, son granos de arena en una playa que se extiende en tus soledades. Soledades que tiritan de puro miedo en la celda fría donde se ubica el umbral de la comunicación. Comunicación climática, predecible hasta cierto punto, con un reducto de indeterminación que la hace fabulosa o desesperante para el interlocutor. Interlocutor generoso que tiende su mano para sacar de la sucia ciénaga e intentar culminar con su atención lo inacabado. !Ay! Lo inacabado... Imposible luchar contra ello en una vida con tantos giros inesperados. Uno solo, en sí mismo, no es nada más que una pequeña, caduca y limitada galaxia dentro de un universo inabarcable. Todo hombre, toda obra del hombre está inacabada. Ahí precisamente reside el mayor de sus misterios y la mayor de sus bellezas. Nadie inteligente se siente colmado, siempre se quiere más. Nos pasamos la vida luchando contra todo y contra todos, incluidos nosotros mismos, hasta que es demasiado tarde.

Pactemos una paz definitiva entre tu silencio cerrado a mi discurso y mi discurso abierto a las mareas. Pactemos un cese absoluto de toda actividad hostil. Quiero quebrar toda mordaza y renacer de mis cenizas. Deseo salir a la calle y ser, siendo lo que soy, o seré, para ser, realmente ser, sin maquillajes ni subterfugios, sin mascaras que camuflen ni el dolor ni la alegría, sin delirantes imágenes que distorsionen mi realidad. No tengo más que unas pocas certezas sobre mi pasado. Sé por ejemplo que siempre, o casi siempre has estado a mi lado, en mi pensamiento, como hoy. Ahora te llamo. ¿vienes conmigo?