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jueves, 12 de abril de 2012

Desenfocado.


Llevo días borroso, nublado, como si andara por ahí desenfocado. Es una sensación extraña porque yo me veo bien, cuando me miro al espejo al menos sigo teniendo una oronda silueta el alta definición. El problema está cuando uno se mira en otro tipo de espejos... digamos... más oscuros.

Dicen los que saben de historia de la fotografía que las cámaras oscuras eran unas habitaciones cuya única fuente de luz era un minúsculo orificio en una de las paredes. La luz que penetraba en ellas por aquel orificio proyectaba una imagen del exterior en la pared opuesta. Aunque la imagen así formada resultaba invertida y borrosa, los artistas utilizaron esta técnica, mucho antes de que se inventase la película, para esbozar escenas proyectadas por la cámara. Con el transcurso de los siglos la cámara oscura evolucionó y se convirtió en una pequeña caja manejable y al orificio se le instaló una lente óptica para conseguir una imagen más clara y definida dentro de las antiguas cámaras de proyección. La sensibilidad a la luz de ciertos compuestos de plata, particularmente el nitrato y el cloruro de plata, era ya conocida antes de que los científicos británicos Thomas Wedgwood y Humphry Davy comenzaran sus experimentos a finales del siglo XVIII para obtener imágenes fotográficas. Consiguieron producir imágenes de cuadros, siluetas de hojas y perfiles humanos utilizando papel recubierto de cloruro de plata. Estas fotos no eran permanentes, ya que después de exponerlas a la luz, toda la superficie del papel se ennegrecía, con lo cual nunca pudieron llegar a conseguir el fijado de las imágenes.

Algo similar se me presenta en forma de angustia indefinida. La realidad que ven mis ojos son como la más moderna cámara réflex del mercado (pongamos una Nikon D-900). Pero la cámara encargada de reproducir mis interiores no parece haber evolucionado demasiado, ya que las imágenes al exponerlas a la luz de la razón se ennegrecen, dejándome una sensación de vacío e incomprensión.

Puede que el cambio de medicación o los problemas económicos o el clima de estos días o los vaivenes de una vida que me cansa o las luces llamativas de las máquinas tragaperras o el sopor que me produce el exceso de cerveza tengan algo que ver.

Ayer fui a mi tercera visita con mi nueva psicoanalista. Después de un conato de analisis con un tipo tan lacónico como lacaniano, he empezado un nuevo camino con la compañía una mujer a quien considero muy sabia. La cosa no pinta ni bien ni mal, sino todo lo contrario. Después de un año en el que me he enfrentado a todos los émbites que la vida y la muerte me ha puesto delante, me siento agotado y desenfocado. Es como si de repente todo me costara una barbaridad, simplemente porque de lo que tengo ganas es de reír, de disfrutar, de soñar, de ilusionarme, de apasionarme con algún proyecto que de sentido a una vida ennegrecida por una rutina desoladora.

¿Será cosa mía o de mi cerebro? Que más da!! Me siento como en medio de dos grandes energías que estiran de mi con fuerza a un lado y otro de mi ser, y construir un relato me resulta agotador porque hay pocas ideas que a dia de hoy me resulten ilusionantes como proyectos literarios y los que ya tengo empezados una novela que ya va por 170 páginas y una novela corta sobre el tarot y la psiquiatría me dan palo. No se si me estaré deprimiendo o si todo esto no es más que una mala racha. El típico bajón creativo que se traduce en una tremenda dispersión. A mi me gustaría levantarme por la mañana y tener esa ilusión por escribir que aún puedo rememorar sin esfuerzo, pero siempre ocurre algo que requiere de mi atención, de mi palabra, de mis manos, siempre ocurre algo que rompe la dinámica y luego retomarla rsulta tarea de chinos.

En fin... Como me decía hoy mi querido Joan hay angustias evitables y otras inevitables. Y sobre el papel o en la ventana el chat parece algo de perogrullo. La cosa está en que no tenemos (creo que ninguno) manual de instrucciones, y que al final dependemos mucho de lo que nos muestre nuestra réflex y nuestra cámara oscura. Porque no se trata de ver el vaso medio vacío o medio lleno, sino de entender que el vacío no existe, que siempre hay cosas que se tapan al no poder o no querer verbalizarlas, un vaso nunca estará vacío, como mucho no contendrá agua, sino aire o polvo o que se yo... Es aquí donde escribir se convierte una vez más en algo que me da una explicación o una descripción que me ayuda a sostenerme, sin vaciladas de ego maltrecho ni de superyo flipado, desde mi misma insignificancia y oscuridad. Quizás en estos momentos tristes las palabras que mejor me definan sean aquellas de Bergamín: Eres clara como el agua fresca, tan clara, tan clara, que oscureces todo lo que transparentas


Al menos espero no acabar asi...


Un abrazo cibernikosianos!! 

2 comentarios:

pere dijo...

Todos tenemos un instante en que
nos entra una tristeza pegajosa,
y la vida, muestra como algo sin sentido.

Frio de muerte llena las entrañas.
Pero, para vencerlo, golpeamos
sin fuerza apenas a las puertas de la memoria,
como quienn va a una hermana de la caridad.

A veces, sin embargo, hay dentro de nosotros
tanta noche y es tanta la ruina,
que ayudarnos no puede la memoria,
ni la del corazón, ni la de la razón.

Se nos apaga el brillo de los ojos
y la conversación, los movimientos...
todo se apaga. Pero existe aún
la tercera memoria: la del cuerpo.

Que recuerden los pies
el polvo y el calor de la carretera,
la hierba fresca
cuando descalzos caminaban.

Que recuerde la mejilla con ternura
cómo, tras una riña, la consolaba
la agradable aspereza de la lengua
el perro, que todo lo comprende.

Que recuerde la frente, avergonzada,
cómo, bendiciéndola,
un beso la rozaba, apenas la rozaba,
descubriéndole toda la ternura de madre.

Que los dedos recuerden los pinos, el trigo,
y la lluvia casi imperceptible,
y el temblor del gorrión,
y las crines nerviosas del caballo.

Que los labios recuerden otros labios.
Hay hielo y fuego en ellos. Hay tinieblas y hay luz
Todo el munto contienen, impregnado
de aroma de naranjas y de nieve.

Y entonces pedirás a la vida perdón,
y le dirás: << A ciegas te acusaba.>>
Absuelveme del grave
pecado de mi absurta irritación.

Y si la maravilla de este mundo
es preciso pagarla
con un precio cruel,
no importa, yo lo acepto.

Pero ¿acaso el capricho del destino,
los golpes y las pérdidas,
son un precio tan alto por gozar
las maravillas que la vida ofrece?

LA TERCERA MEMORIA.
Yevgeni Yevtushenko
("Entre la ciudad si y la ciudad no")

Paula dijo...

Raulito, qué fuerza, rediós, te empieza a salir la voz, bienvenida sea (también la diversión y la fiesta y todo lo que necesitas y tendrás tan pronto)
Un abrazo amigo, escribes de puta madre. (se te ve, se te ve)