Tras las rejas oxidadas: cristales
de espanto y un silencio mohoso
en las cortinas; manchas de sangre
en la pared, un charco sobre la alfombra inmóvil, donde dos cuerpos: sin historia,
nombres, rostro, ni futuro
se observan
con la mirada apagada y las manos buscándose en un final interrumpido.
En el televisor encendido anuncian,
con grandes palabras, la luz al final del túnel.
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