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lunes, 13 de julio de 2015

Arde el verano
como una llama abrasadora.
Cualquiera diría que quema el presente
y consume el pasado, como cenizas
que nunca volveran...
 
En el pequeno jardín
el rosal se inquieta purpúreo;
es otra llama la que arde en sus flores,
otra pasión la que agita su savia.
Fijaos como se balancea elegante,
bailando con el viento orgulloso.
Es mucho lo vivido,
muchos los veranos y muchos los inviernos.
Es mucho lo que este rosal nos puede contar:
de sus raíces profundas,
del olor de la tierra,
de la frescura de la brisa y la alegría
que le recorre cuando se deja llevar.
Puede parecer poco lo que lo sostiene
que una tormenta fuera a fulminar su belleza
en un rayo,
como nos puede pasar a todos alguna vez.
Pero este rosal se debe a sus flores
que cuida con mimo y dedicación,
enfrentando los miedos y alimentando sus ilusiones.
Porque ante todo sabe
que este jardín sin ellas sería mucho más triste.
Yo
soy feliz floreciendo en las ramas
de este rosal que es mío y es tuyo,
si lo quieres;
por eso me parece el más bello
de todos los jardines del mundo;
porque sin él:
la tierra, la brisa, las flores y la vida
carecerían de sentido.

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