Mudo, ahogado, como si me hubieran rajado la garganta y en mi último alarido haya pronunciado tu nombre una vez más; ese nombre que al menos para mí siempre estará ligado a la lucha incansable, a la colera razonable, a la valentía de decir, nombrar y renombrar las palabras mágicas que despertaron tantas conciencias, también la mía. Desolado, como los arrabales de una ciudad desierta que llora tu ausencia prematura, pero que llora aún más la perdida de tu alegría, tu loca cordura, la precisión cirujana con la que eras capaz de fijar aquello que el resto sólo soñabamos; una ciudad que se retuerce sobre sí misma, gimiendo ante el absurdo de pensar que hace mucho, más de lo que todos querríamos reconocer, que te habíamos perdido. Desalentado ante la derrota infinita que supone llorarte así, en soledad, intentando enjugar las lágrimas por lo injusto, aquello que siempre aborreciste, por lo inefable, tu gran enemigo, y por el miedo, aquel que hace mucho venciste y nunca volviste a mostrar.
Podría decir muchas cosas de ti, rememorar viajes, cenas, borracheras, discursos, lecciones, sonrisas, consejos, iras contenidas... Pero nada de eso vale la pena, porque sólo esbozaran una imagen incompleta, tamizada por la pena y el capricho de mi memoria, una imagen que no te representaría porque tu eras mucho más. Tú, querido amigo, eras tu espíritu indomable y orgulloso. Un espíritu que mis palabras no son capaces de abarcar, porque sería como intentar poner límites al oceano. Nunca te llevaste bien con los límites, ni con las normas, ni con aquello que fuera más allá del respeto hacia el otro. Tu guerra era una guerra perdida de antemano porque ellos tienen el poder, una guerra contra la agresión, contra el despropósito, contra los fascismos más naturalizados en esta perversa sociedad en general y en el aún más perverso mundo de la salud mental en particular.
A mi siempre me quedaran los recuerdos de lo compartido, la sensación de haber estado contigo en lo bueno y en lo malo, codo con codo, haciendo lo que buenamente podía. Recuerdo aún lo último que me dijiste: ahora que has despegado no dejes de volar. Nunca mejor dicho, querido amigo, intentaré estar a la altura de tus espectativas, más aún, con la esperanza viva, de que quizás en uno de estos vuelos por los cielos de lo literario, me reencuentre con ese espíritu tuyo, que aún puedo sentir muy cerca, aunque te hayas ido.
Un beso, cabronazo!! Descansa en paz!!
3 comentarios:
No esta muerto, nos espera de parranda en un bar inefable, poetico y arrabalero, de nombre LIBERTAD. Un abrazo Joan, un abrazo Raul, la lucha continua y nos encontraremos en cualquier viaje.
Paula
Cuando terminamos discutiendo sobre la psiquiatría con papel y boli, entonces yo enmudecí. Ha sido un honor conocer a este hombre.
un abrazo Raúl.
Cuando terminé discutiendo sobre psiquiatría y él me refutaba con papel y boli, yo enmudecí. Ha sido un honor conocer a este hombre.
Un abrazo Raúl
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