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martes, 23 de noviembre de 2010

LA CALLE DEL SILENCIO. cuento infantil.


Mi hermano mayor se llama Joel y un día salió de casa sin decirle a papá y a mamá donde iba. Cuando volvió a casa no era el mismo. Al parecer se había perdido en la ciudad, hasta llegar a la calle del silencio.





Desde ese día mi hermano no dice casi nada. Por no decir no dice que le gusta o que no le gusta. Anda siempre medio encogido, como si cargara con una mochila muy pesada.





Mis padres y yo nos hemos preocupado mucho por él, porque parecía que no estuviera, y nosotros le queríamos a nuestro lado tan alegre y tan cariñoso como siempre fue con todos.





Un día al salir del cole, mi hermano Joel estaba esperándome para ir a casa. La gente murmuraba a nuestro paso, sobre todo de él, porque iba despeinado y con cara de no haber dormido en varios días, y eso me fastidiaba porque mi hermano no se había metido con nadie.





Caminamos juntos, cogidos de la mano, como dos buenos hermanos. Yo estaba tan contenta de poder caminar con él que no quería que acabara aquel paseo. Entonces se me ocurrió y, mientras esperábamos la luz verde del semáforo, le pedí que me llevara a la calle del silencio.




Mi hermano me miró y me sonrió, me acarició la cabeza con ternura y me dijo algo que no olvidaré: la calle del silencio no existe más allá de nuestra mente, nunca la busques mi cielo, no hay nada más hermoso que hablar con la gente que quieres.




Yo tenía muchas preguntas que hacerle, pero algo me retuvo. Al llegar a casa temí que yo también me hubiera perdido y acabado en la imaginaria calle del silencio.





Como cada noche toda la familia cenamos juntos. La sopa estaba muy buena pero nadie parecía darse cuenta. Entonces para la sorpresa de todos mi hermano Joel, dijo: Mamá la sopa te ha quedado deliciosa. Mi madre no supo que contestar pero sonrió.




Desde ese día Joel parece que haya vuelto de su particular calle del silencio. Y diga lo que diga la gente, yo soy la niña más feliz del mundo cuando cada tarde, al salir del cole, está esperándome para llevarme a casa y podemos charlar sobre calles imaginarias. Como la del silencio, la de las palabras o la de la alegría, que es sin duda mi favorita.

3 comentarios:

Jose Valdecasas dijo...

Como decía Umberto Eco: hermoso y terrible.

Gracias por dejarnos la belleza de vuestras palabras.

Raúl Velasco Nikosia dijo...

Los problemas más graves pueden ser la mar de sencillos tras los ojos de un/a niñ@. Vuelvo a citar a Saint-Exupery cuando digo que lo peor de hacerse adulto es dejar de mirar el mundo con esa sencilla transparencia.

Abrazos mil!!

Paula dijo...

Qué chulo, y qué tierno! Me gusta muchísimo vuestro blog, un besazo!!!