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jueves, 12 de marzo de 2009

Despertar, dulce despertar.


Sutilmente desnudas tus penas
liberando de la sombra de la culpa  
todo lo que fuiste  
todo lo que eres.
Tras la coraza oxidada que levantas dormida
recuerdas lo hecho, lo que te queda por hacer.
Y despiertas, sí, despiertas
dejas atrás pesadillas y maldiciones,  
agravios y comparaciones, 
esas aspectos de la vida que más vale olvidar. 
Entonces me miras, o no me miras,  
porque tu mirada es transparente  
como una luz que traspasa muros de silencio 
clavas tus ojos en el abismo de mi alma y 
me preguntas: -¿Qué hora es?  
Y yo te respondo: -Ya es la hora, amor, ya es la hora.

1 comentario:

Raúl Velasco Nikosia dijo...

Y yo, sin apenas abrir los ojos, te insisto: "Cinco minutitos mas"