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jueves, 12 de junio de 2008

El revés sobre el tapiz de la locura


¿Qué es la locura? Se preguntan aún los pensadores. Poseen un abanico de respuestas tan extenso que sigue siendo un misterio. Dicen algunos que es: una suerte de obsesión, un estado de ofuscación, dicen también que es soñar despierto. Afirman con una rotundidad tan vacua como científica que es la consecuencia de las travesuras de un virus, o la desestabilización hipocámpica, con esos devaneos de proteínas y hormonas; polipétdidos con nombres tan terribles como dopamina, serotonina, etc. Inhibidores o reguladores del estado de ánimo que si suben o bajan acaban bajo la tutela de un fármaco. También se dice que los locos tenemos el cerebro más pequeño, y que por eso no se procesa la realidad correctamente. Es lógico por tanto que si la realidad se nos escapa de las manos tengamos que inventarnos otra. Una distorsión de la original infinita y limitada sólo por la muerte. Hablando de muerte, hay otros que opinan que sólo es un proceso de deterioro de la mente a causa de un miedo terrible al sufrimiento, la duda singular y humana, más antigua aún que la aparición del lenguaje, ¿cuándo se acabará nuestro tiempo?

Pero ya basta de hablar de locura, devolvámosles la pelota a lo Rafa Nadal, un revés liftado en la línea que nos separa de la gente mal llamada normal. En mi opinión, y no soy un experto, siempre que uno se comunique y de rienda suelta a sus sentimientos. Evitando los obstáculos construidos por prejuicios, estigmas, sin sabores, miedos, desconfianzas; camisas de fuerza, medicaciones que emboban, mordazas a los diferente, corazas de orgullo, neurosis y complejos… Siempre que uno diga lo que le pasa por la cabeza y devuelva la pelota amarilla, con más razón que fuerza. Está practicando la locura sana en estado puro. Es, aunque no lo sepa, un nikosiano.

Nosotros no somos genios, pero hemos dado como Rimbaud un paseo por el infierno. El de la soledad, el del aislamiento, el del delirio y las voces, el de las autolesiones o los intentos de suicidio. Como Rimbaud, cantamos desde la torre más alta, ilegibles nuestros pensamientos en ocasiones, que creímos encontrar razón y dicha. Separábamos el cielo, el azur, que forma parte de lo negro, y vivíamos, chispa de oro de la luz natural.

Ahora vivimos de las candilejas que nos da nuestra fatua fama, entre periodos donde todos nuestros pensamientos se anudan como los hilos del tapiz de la vida. Un tapiz muchas veces grotesco o surrealista. Una imagen esperpéntica que retrata la sombra de lo que decimos y que nos refleja, a modo de espejo etéreo, los sueños y esperanzas depositados en este proyecto.

Todos hacemos lo que podemos, y con eso a veces no basta. Son muchas las pelotas que tenemos que devolver, muchos los que quieren ganarnos el partido pillándonos a contrapié. Tenemos que multiplicarnos, como sustancia de un futuro que forjamos lentamente, paso a paso. Con la más absoluta humildad. Con las reglas cuánticas que rigen nuestra imaginación. Y creamos, desde nuestra breve locura o desde nuestra cordura de lo disperso, el discurso fantástico que, aunque no lo parezca, nos libra de la psicosis y abre las puertas de contrabanda al mundo entero.

La música de Charlie García nos da la introducción. En el estudio se hace el silencio. La voz de los nikosianos se eleva en esa pequeña habitación, llenándolo todo, como humo de un cigarro. Empieza el programa. Durante las próximas dos horas podemos ser nosotros mismos.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

des de muy lejos

tan cerca bonito texto

wuapetones

no fue tarea fácil leer nada de ese hombre..

es mas fácil estar aquí.

e intentarlo y de Rimbaud

pero te digo que yo para cagar utilizo el HOLA! si la cosa se pone dura :-)

Anónimo dijo...

oño quería decir Artaud!! je,je

un buen libro es
para reír si no puedes llorar
y el humor si es básico

es Sin noticias de Gurb...

alguien se acuerda de ese marciano perdido por Barcelona?