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sábado, 13 de julio de 2013

Fabula del sol y de la lluvia.



Caen las hojas como pesares
acumulado humus 
del que brotaran las palabras.
Desnudos mis brazos
aleteo en pos del viento
vuelco el vaso vacío desparramando 
las nubes que emborronen 
el sentido intrinseco que anida tras la puerta.
Así que detened los relojes
congelad hasta el más mínimo movimiento
que calle hasta el viento 
y reduzca su latido 
ante los pasos del cangrejo.

Palpitan, las sofocadas golondrinas,
ausentes y oscuras, al detener su viaje. 

Y el sol le dice a la lluvia:

-No llores, enjuaga tu pena
tras los visillos y tras las calles
tras el bramido de la hojarasca
pues todo, absolutamente todo, 
renace bajo mi signo. 

La lluvia entonces le dice al sol:

-No creas que mi llanto es en vano. La
alegría ha de nacer 
necesariamente 
del dolor.

Mientras tanto
aquí, en el mar, 
en su vientre fecundo 
exploro la superficie de tu nombre 
tan real, 
como anónimo.

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