Páginas

miércoles, 4 de enero de 2012

Fatídico verano 2011



Empezó a dejar de preguntarse si aquello ocurrió, pero aún siendo pocas las veces en que se lo cuestionaba sentía un dolor inmenso. El ritmo del corazón se le acelera, el estómago se encoje, la mente no para de producir imágenes inconexas de diferentes lugares y momentos del pasado verano.

Existen dos épocas especialmente débiles en ellos: para ella, la Navidad; para él , el verano. Así era desde hacía ya algunos años atrás. Tenían que tomar precauciones en aquellos momentos, ya que los golpes de la vida se sentían más intensos.

El verano pasó entre caminata y caminata con dirección al Hospital, donde ella luchaba primero por vivir con menos química en el cuerpo, y luego luchaba simplemente por decir una palabra de su boca. Él iba y venía, enfrentándose a las altas temperaturas del mes de agosto; ella pasaba las horas sin poder hablar ni recordar lo que le había llevado hasta allí. El sitio le era familiar, y es que hacía menos de una semana que había pasado diez días allí. Pero esta vez todo era como nuevo, incluso la cara de sus allegados se desfiguraba al intentar recordarla.

No dejó de recibir muestras de carió durante toda su estancia en esa cama de hospital: de sus seres más cercanos, del personal, de amigas que se encontraban algo lejos pero estaban allí presentes, etc. La celebración de su 32 cumpleaños llegó a convertirse en algo especial, junto a gente especial rodeando una tarta de chocolate.

Pronunció sus primeras palabras, hecho que animó a los doctores a darle el alta hospitalaria. Ella seguía confundida, sin poder contextualizar lo que había ocurrido, pero la recuperación del habla era un buen síntoma de que todo empezaba a volver a su sitio.

Él no se separó de ella ni un solo instante. Hablaban, cómplices de un secreto, y jugaban a adivinar que es lo que la había bloqueado de aquella manera. El pasado volvía a hacerse presente cada vez con más insistencia y eso podía con ella. No se veía capaz de afrontar los recuerdos que azotaban su mente, cada uno de ellos se clavaba en el interior como la aguja más afilada. Los nervios se apoderaban de ella, de tal manera que era incapaz de controlar la ansiedad que sentía. El futuro se le presentaba como algo incierto, no podía hacer planes mientras se debatía entre su pasado y su

más doloroso presente. Su visión se nublaba, la habitación daba vueltas y caía desplomada al suelo, como un saco cualquiera, huyendo así de cada momento en el que sufría. Él la levantaba como podía y le daba calor, un calor humano que la hacía volver a la tierra.

No podía precisar lo que le había ocurrido pero se sentía vacía y sucia. Pensaba que le habían robado algo más que la identidad en aquel brutal acto. A veces, le parecía sentir un olor, su olor corporal, otras le parecía oír su voz,pero en ninguno de los casos era real. Sólo eran percepciones que la engañaban.

Los meses transcurrían sin más novedad que la supervivencia fijada como meta. Cada día era una lucha por vivir sin asco, sin miedo, sin dolor. Él la ayudaba mucho y con su ayuda y su empeño lo conseguía casi siempre.

La pareja se fortaleció, como si una prueba de su amor se tratara. Por separado se sentían débiles, como si les faltara la otra mitad para estar completos. Hacían el amor, hecho que ella tenía que hacer con un doble regusto, era agridulce: su pelo olía muy bien, el sudor la excitaba, pero el contacto más íntimo le revolvía el estómago. Cerraba los ojos deseando que acabara pronto el acto.

Pasaron los meses y cada vez la angustia iba a menos. Ella se preguntaba si podría pasar página y hacía todo lo que estaba en sus manos para que así fuera. Se había rendido, después de tanta lucha bajó los brazos.

Llegó la Navidad y ella, extrañamente contagiada por el espíritu navideño, adornó su hogar a la vez que adornaba su corazón de guirnaldas brillantes. Pero no todo su entorno disfrazó su desgracia de tiempos de amor y paz, así que siempre había algo o alguien que la transportaban al verano fatídico de 2011.

2 comentarios:

Raúl Velasco Sánchez dijo...

plas, plas, plas!! Bravooo!! Eres una capulla cariño, como vuelvas a decir que escribes mal, que lo que escribes es una mierda o alguna burrada semejante me voy a cabrear. Te quiero.

Ruli.

Anónimo dijo...

Joer....pues habría menos que editar...
Muy bien...
Abrazos.
Jesús.