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jueves, 29 de diciembre de 2011

FIESTA DE ANIVERSARIO.


Domingo, 30 noviembre, 11:37 AM.

Como casi cada mañana, desde hacía siete años, Nino , que a pesar de haberse ido a dormir muy tarde por la celebración de su aniversario de bodas, había madrugado, intentaba despertar a Ella dulcemente.

-Cariño... cariño, buenos días, despierta. Venga que ya son casi las doce y tenemos mesa reservada para la una y media. Vamos amor, ¡arriba los corazones!

Ella abrió los ojos y le sonrió. Ahora me levanto amore, le dijo como respuesta a sus demandas.

-Venga cielete, arriba ese culete. ¿Quieres un café? Yo me voy a preparar otro.

-No, no quiero café. Me duele mucho la cabeza. No te imaginas como acabó la noche...

La noche pasada había habido fiesta en casa de Ella y Nino. Habían invitado a poca gente, unos pocos amigos, algunos desde hacía años -de aquellos que ya sabes por donde pueden ir o venir- y a otros nuevos, pero que parecían de confianza. En la fiesta no había faltado ni la comida, ni la bebida, ni la buena música y mejor compañía. Nino se fue a dormir derrotado por una última copa que literalmente lo tumbó en la lona de la cama sin posibilidad de ponerse siquiera el pijama. En aquel entonces no quedaba prácticamente nadie en la casa, era muy tarde y sólo uno de esos nuevos amigos se refugiaba del frío, para poderse tomar una última copa. Desiderio, que así se llamaba el tipo, tenía -según su mujer, la cual hacía rato que se había marchado- un grave problema con el alcohol. Vamos, que era alcohólico y a la postre paciente de Nino. Pero como hacía poco que lo conocían y era una fiesta de aniversario nadie le dijo nada cada vez que se rellenaba el vaso recién vaciado. Es más, Nino le instó en ocasiones, en medio de la euforia de la fiesta, a que se lo rellenara, con absoluta tranquilidad. Para Nino, al cual podríamos definir como un tipo de psicólogo en desuso, toda terapia debía partir de la inclusión del afectado en un rol social activo y en la absoluta comprensión del problema a través de sus raíces biográficas. Sin ser psicoanalista, Nino siempre acababa citando el goce lacaniano para definir las pulsiones autodestructivas que le llebavan a uno a joderse la vida en busca de un estado perdido en la historia del sujeto y su inconsciente. Pero aquella noche había acabado de golpe para Nino y el hecho de que hubiera podido suceder algo terrible, por la cara y el tono con el que había dicho Ella eso de: no te imaginas como acabó la noche... Le hizo saltar todas las alarmas. A pesar de todo, Nino le dijo a su mujer que se levantara y que se lo contara mientras desayunaban.

Ya en el comedor, donde no quedaba ni rastro de la fiesta de la noche anterior, la pareja fumaba en silencio.

-Bueno, me vas a contar lo que pasó, o qué?

-De verdad amor, no sé si debo.

-¿Cómo? ¡Así estamos! Claro que me lo vas a contar. No me puedes asustar de este modo y luego decirme que lo olvide. ¿Que pasó?

-Ufff. -Bufó Ella.- Mira... Cuando te fuiste a dormir, yo no tenía sueño. Estaba muy despierta y Desiderio estaba totalmente borracho. A duras penas podía mantenerse en pie. Así que pensé que en aquel estado no se podía marchar, que no podría llegar ni a la esquina. Le preparé el sofá cama, le ofrecí un pijama que el denegó, lo tumbé y me despedí, pero él me pidió que me quedara con él. Yo, que no tenía nada de sueño, pensé que podía hablar un rato, hasta que me quedara dormida. Lo que no me imaginaba fue que en el momento en que me tumbé a su lado, él me empezara a camelar, se desnudara y...

-¡¿Y?!

-Bueno se puso encima mío, pero yo lo aparté... Volví a llamar a Ana y ella vino a buscarlo -casi a las tres de la madrugada- y se lo llevó en un estado lamentable.

-¡Joder! Pero ¿cómo? ¡Hijo de la gran puta! Cómo ha podido tener los santos huevos de hacer esto. ¿Tú estás bien?

-Sí, algo chocada, pero no le des importancia de verdad. No pasó nada. Él estaba muy borracho.

-¿Cómo que no pasó nada? Claro que pasó. El muy hijo de puta ha cruzado todo límite de la decencia. La madre que lo parió.

-Que no le des importancia, cariño, que yo le dejé bien claro que te quería a ti.

-¿Mientras te sobaba las tetas? No me jodas.

-Oye, que yo no hice nada malo. Quizás debí frenarlo antes. Estuve en contacto telefónico con su mujer en casi todo momento. Cuando ella me preguntó si lo venía a buscar no lo dudé ni un instante.

-No si ya. Si no te culpo joder. No creo que seas tu la responsable. Tu no buscabas eso.

-Mira lo mejor es que olvidemos todo este incidente. Es un enfermo. Es un alcohólico. Y no sabía lo que hacía.

-Mira, por ahí no paso, ¿cuánta gente conocemos más enfermos que ese tipo y nunca harían algo así? Lo de Desiderio ha sido de los peores atentados que podrían hacer a mi confianza. No se puede consentir.

-Oye, ¡que tu dormías como un tronco! Si a ti cuando bebes te diera por otras cosas que no fuera dormir a saber lo que podrías haber hecho ya.

-Se trata de un dilema moral o ético. Jamás haría algo así, va en contra de mis principios, para mi las personas no son objetos que uno pueda utilizar a su antojo y disfrute. Y sinceramente no entiendo como lo puedes defender, joder...

-¡Bueno ya esta bien! ¿Dónde está tu empatía? Piensa en la pobre Ana, lo que debe estar pasando...


Domingo, 30 de noviembre, 5:09 PM.

En la terraza de una cafetería de una localidad costera, después de que Nino y Ella, dejaran aparcado todo el tema de Desiderio durante la comida, la angustia -sobre todo la de él- vuelve a aflorar.

-Mira cariño, está claro que te sientes culpable. Lo que no sé es si el problema es que hicieras algo por lo que sentirte culpable o que sin embargo la culpa en si misma sea la raíz del problema. Porque si te entendí bien tu manejaste la situación de una forma magistral, sin violencia y sin nervios. Solucionaste toda esta mierda mejor seguramente de lo que lo hubiera hecho yo mismo, que si me despiertas y lo veo allí desnudo quizás acabáramos saliendo en el telediario de Telecinco.

-Mira Nino, no sé como contarte esto, sin que te haga daño.

-Dispara al corazón, por favor. Suele ser menos doloroso.

-Si no le puse freno antes es porque me hacía gracia todo aquello. Era la primera vez que un hombre se me ofrecía de aquella forma en los siete años que llevamos de relación. Y me camelaba de una forma, me dijo unas cosas... Que vamos, tu hace tiempo que no me dices porque ya me tienes camelada. No sé explicarlo es como si sintiera...

-¿Deseo?

-Si, eso deseo. Pero me acordé de ti, de su mujer; y el estaba tan borracho... En ese momento vi que a aquello había que ponerle fin y llamé a Ana.

-Bueno sentir deseo está bien, es natural, vamos. Yo siento deseo por muchas mujeres a lo largo del día. Mira por ejemplo, aquella que va por la playa en bikini a pesar del frío. No sé como es capaz, por cierto. Otra cosa es pasar al acto. No sé si me explico... A lo que iba. Creo que la cosa está más bien en tu relación con la culpa, en como manejas ésta y en como te afecta.

-Puede ser. Pero no sé. No le demos más importancia. Por favor. A mi me gustaría olvidar este incidente de una vez. Tenemos que ayudar a esa pareja a que solucione sus problemas. Sabes que quiero mucho a Ana, es una gran amiga, y el tipo está tan enfermo.

-Sinceramente, para mi esto no es una enfermedad. En realidad no es más que un síntoma. De ahí a considerarlo enfermedad va un trecho.

-¿A ver señor psicólogo me quieres explicar como es posible que haya síntomas sin enfermedad?

-Porque lo que consideramos síntomas no son más que conductas construidas a lo largo de los años y que son difíciles de contextualizar en el momento preciso en que aparecieron, y así: descontextualizadas, desarraigadas de la biografía, sin explicación y narrativa posible, todo parece patológico, porque esta sociedad entiende lo incomprensible como patológico. Pero todo esto no es más que un constructo. Es cierto que existe una angustia mental, es cierto que existe un impulso que le empuja a beber desaforadamente y también es cierto que su cerebro o mejor dicho, los canales de información mental de su cerebro, hoy en día, le conducen hacia el consumo. Pero esto no es más que un síntoma repito. El problema debe estar en su inconsciente, y a éste sólo se puede acceder leyendo entre líneas. Entrando de lleno en el campo simbólico del individuo y después de comprender sus motivaciones reales, ayudarle a desenmarañar aquellos nudos que le atan al seno materno y su chupeteo repetitivo y sin control. El goce, eso que nos jode la vida, es la causa de estas conductas, y es a su vez la prueba de que aquello que se busca está perdido para siempre. Por otro lado lo que cada uno hace con sus síntomas es responsabilidad suya, el síntoma es beber y esto sólo le sirve para excusarse a la hora de joderle la vida a los demás, como nos la ha jodido a nosotros. Si eso es lo que quiere no tiene cabida en mi vida.

-¿Y le vas a ayudar?

-No. No creo que pueda ayudarle. No pienso que sea bueno ni para él ni para mi.

-¿Es que acaso no confías en mi? Cuando vas a dejar de magnificar el incidente de anoche y vas a hacer lo que te pido. Necesita ayuda y eres de los mejores Nino. Se sincero, te lo pido, ¿es que acaso no me crees?

-Quieres que sea sincero. Muy bien. Quiero confiar en ti.

-Es decir que no confías. ¡¿Crees que me follé a ese tipo?!

-La verdad... No lo sé.

-Gracias, en serio. Muchas gracias. No sé como, pero dices que tengo un problema con la culpa y haces lo posible para que me sienta culpable. No tendría que haberte contado nada. Me lo tendría que haber callado y haber seguido nuestra vida como si tal cosa. Sería como si nada de esto hubiera sucedido y todo estaría bien.

-Ella, por favor, nada estaba bien desde el momento en que Desiderio pasó los límites del respeto. Y por tu parte... Lo que me asusta, lo que me inquieta, es que después de siete años de relación el único motivo por el que no me pusieras los cuernos es porque el tipo estaba muy borracho y lo hubiera hecho con cualquiera. Te lo he dicho antes. Quiero confiar en ti. Quiero hacerlo porque te quiero. Quiero hacerlo como lo he hecho durante todos estos años, en los que he apartado a cualquier mujer que intentara seducirme. Se demasiado bien lo que puede pasar cuando una relación se anquilosa con el tiempo y surgen el deseo y sobre todo el disfrute en el flirteo. Ya lo decía Woody Allen: las relaciones son como un tiburón, deben nadar hacia delante o morir, y me parece que lo que tenemos entre manos es un tiburón muerto.

Ella, que había escuchado cada vez más angustiada las palabras de su marido, rompió a llorar con aquella cita terrible y quizás premonitoria...


Domingo, 30 de Noviembre, 10:58 PM.

-Entonces... ¿quieres que me vaya?

-¿Tu quieres irte?

-Dime, Nino. ¿Quieres que me vaya?

-Haz lo que realmente quieras. Piensa en sus consecuencias. No me preguntes a mi, yo por esta noche sólo quiero dormir, descansar, ha sido un día muy duro. No tengo ganas de seguir hablando de todo esto. Si crees que debes marcharte, marchate. Si crees que debes quedate, quedate. Escucha a tu corazón. Yo estoy demasiado desolado.

-Te quiero... Necesito que me digas que me confías en mi. Necesito que esto no nos separe. Después de todo lo que hemos pasado...

-Yo también te quiero Ella, pero estoy celoso. Estoy tremendamente celoso, tremendamente angustiado porque para mi esto que ha pasado también es un síntoma. Un síntoma de que quizás yo no sea aquel a quien necesitas en estos momentos. Sabes... Las relaciones se acaban, el amor se apaga y quizás de la hoguera de nuestro amor ya no queden más que unas brasas, las justas para calentar un poco de café, con el que despertarnos de esta pesadilla.

-Te sientes herido en tu hombría... Pero yo a eso no puedo acceder. No lo puedo entender porque soy mujer. Yo no siento esas cosas o no las siento así.

-Si me siento herido, y no sé que hacer. De momento voy a tomarme un par de somníferos. Es curioso... Pero es como si quisiera dormir para poder despertar. Mañana será otro día. Volverá a salir el sol.

-Nino...

-Ella.

-Buenas noches.

-Buenas noches.





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