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martes, 9 de febrero de 2010

A veces tengo la impresión
de que escribir se parece
a escaparse de la carcel del cuerpo;
como si me elevara
de la cotidianeidad más mundana,
y, así, desde los cielos
uno mire la vida o el mundo
con la misma perspectiva
que un científico experimenta con células madre.

En mi caso, juego a ser poeta
con la ilusión pretérita de conocer
todo recodo, toda esquina,
del alma y sus misterios.
Quizás porque creo
que mis palabras no son tan diferentes
o al menos mis sentimientos
de aquellos que formaban los primeros libros.

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