Hojas secas
arremolinadas sobre la fuente
hojas de limonero
sin sal y sin tequila
volando sobre el arrecife
en el que encalló mi barca
aquella mañana infame
en que la tormenta iracunda
me arrastro como una botella
sobre su oleaje.
Hojas secas
llenan el jardín manchado
oxidan el aire
mecen los cuentos
se pierden con las arañas ocultas
entre el follaje.
Columnas caídas en mi interior
me indican el paso del tiempo
desmiembran las estatuas
camuflan las creencias
vapores de hielo.
La nieve arrecia
sobre mi cabeza cana
dentro de mi alma desnuda
al amparo de los muros
que me protegen de la locura.
Muros invisibles
palabras mudas
ojos que no ven pese a su esfuerzo
el horizonte cambiante
veleta que chilla
tras los edificios azules.
Orina para desayunar
en copas de plata
faro dormido al alba
en el arrabal de la inconsistencia
lodo sucio de los cerdos
blues que ronca la diva
mirada perdida y
rebozada de harina.
Hojas secas
renuncian cansadas
se filtran en el café de cada mañana
me desvelan esta noche
de luna llena
y alma vacía
de premoniciones inconclusas
y manos que mendigan
pidiendo una escoba que barra
con música huracanada
el silencio que me aturde
mientras escribo estas lineas
sellos de fuego que se precipitan
en el abismo de la semántica.
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