Hay rutinas que respiran vacío
dormidas, como rocas en los arrabales del tiempo
esperan el porvenir
resignadas al hueco donde, suspendidas,
reposa su esperanza de corcho,
su quimérica ilusión,
un ataud abierto a la melancolía.
Hay rutinas que así deshojan los días,
por hacer algo clavan las uñas
hasta que sangra la carne,
desoyen las palabras con premura ejecutiva,
lloran en soledad y ríen,
si es que alguna vez ríen,
en una soledad, si cabe, más sola.
En cambio,
hay rutinas que escapan del asedio,
ignoro si poseen una fuerza innata o
si la vida las moldeó con suavidad
mimando su tiempo con flores y vino.
Estas rutinas acompañan a otras
a todas aquellas que se paran a escuchar
¿a dónde se dirigen? poco importa,
en el fondo
todas las rutinas
acaban de la misma manera.
Quizás
lo importante
lo único que las diferencia
sea su predisposición a viajar.
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