Llamo a tu puerta
melancolía del silencio
cansado de recorrer siempre
los mismos caminos
las mismas calles
los mismos andenes.
La ciudad se me antoja una trampa
en la que estoy atrapado
un laberinto de sonidos,
voces, caras, esquinas, coches,
animales deformados por la prisa,
humo, en definitiva,
volátil e irrelevante,
humo,
tóxico y necesario,
humo sólo humo.
Por esto
llamo a tu puerta
deseo que reanimes mi apático semblante
insufles de ánimo mis pulmones
tan tristes, tan grises,
necesitados como están de sonrisas,
necesitados como están de comprensión.
Me ahogo en mi propia abulia.
Nada tiene sentido.
Quizás si abrieras la puerta
tu y yo podríamos salvarnos y escapar...
Pero la huida tampoco tiene sentido.
A donde iré si los lamentos no cruzan fronteras
si ya nadie derriba muros
si el plástico siempre fue indiferente.
A donde iré si las salidas están cortadas
sino hay más fuga que la muerte
a tanta desesperación.
Ábreme ahora
necesito sentir tus manos sobre mi piel,
abriendo canales donde trasportar
el vacío que me acecha,
la lastimosa nada que contengo
para que llenes de caricias mi tristeza.
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