Son las once de la noche...
...se esconde el pensamiento
tímido y sin mas forma
que su etérea desenvoltura,
su paso silencioso,
junto a la cara oculta de la luna.
Decidido: en llegar hasta el extremo oscuro,
donde todo es posible
y las escaleras y los laberintos,
las puertas y las ventanas,
las estrellas y el azul del cielo,
los pozos y las torres,
los picos de mi alma inestable
ante la mirada indecente
de conocidos y desconocidos,
de amigos y familiares,
de gente que camina, vivamente,
pero indiferentes por las calles;
todo y nada y, de nuevo todo,
todo lo que sé y lo que ignoro,
todo lo irreal e imaginario,
las fantasmogorías que produzco
como sombras que se escapan
del control caótico de mis manos. En definitiva,
la vida y la muerte
cobran forma desde la extensión infinita
del universo tangencial de mi espíritu:
cansado, dormido, borracho de ronquidos,
y benzodiacepinas que ingiero
taciturno y perdido.
Con la cabeza abierta,
botella hecha pedazos contra el pavimento,
río que arrastra la marabunta social
que me rodea y me acosa con sus consejos,
protectores y voraces como lobas,
elevados por el cáliz del prejuicio,
sangre anónima que mancha flemática
el blanco de las paredes,
el amarillo del vuelo de mi estrella fugaz,
el verde, antes limpio, de la hierba que
piso descalzo de nombres y pasado,
de trajes, reseñas, retratos en color
que se mofan ridículos de su propia existencia
tan estática como efímera.
Y así se hacen las doce y me pierdo
en los arrabales insólitos del sueño
con petróleo en mis venas y la mirada obtusa.
Mientras sueño que estas a mi lado
únicamente porque te he llamado con
el grito de mi necesidad de ti.
Bésame esta noche aunque no me percate.
Así mañana te despertaré
con la lengua cortada a navaja
y la mirada vidriosa,
delicado cristal que busca,impaciente,
la figura que esbozas con tus silencios.
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