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lunes, 30 de mayo de 2011

CUATRO IDEAS, QUIZÁ CINCO.




A veces, después de mucha actividad física y emocional, resulta difícil retomar el pulso a la rutina. Esa rutina que te satisface desde su categoría minúscula, pero que precisamente por eso has convertido en una forma de vida. Estar delante del ordenador y ordenar las ideas y las palabras en un relato puede no ser gran cosa -sobre todo si se compara con la actividad frenética de un enorme colectivo ilusionado- pero así es mi vida y creo que va siendo hora de que vuelva a ella.

¿Qué ha cambiado? Muchas cosas. Creo que demasiadas como para poder identificarlas así a bote pronto. Si me resulta difícil entender aquello que ha cambiado en mi interior en estas dos semanas, como no me lo va a resultar lo que se ha movido socialmente... Es lógico y no pretendo hacerlo. Como mucho, quizás, hacer una pequeña reflexión personal y en voz alta sobre lo que he vivido como ciudadano comprometido, una vez tomada la decisión de luchar.

A mi, ignorante en muchos temas relacionados con lo que llaman sociología, me resulta curioso y fascinante como se modifica la identidad de uno en el momento en que se implica en la labor social de la masa. No es una despersonalización, ni mucho menos, es más bien una sobredimensión (directamente proporcional al tamaño de la masa) de tu personalidad, porque te das cuenta de que aquello que pensabas o comentabas en la intimidad concuerda con el sentir de todo un colectivo. De esta forma lo hasta entonces pensado como particular o privado, se convierte en público, en popular. Como si de repente por el simple hecho de salir a la calle a curiosear (a ver que se cuece) uno comprenda que no está solo, que nunca lo ha estado del todo, que lo único que se precisaba era ese espacio donde compartir tus preocupaciones con el otro.

Durante estos días se ha hablado mucho de indignación. Nosotros eramos los indignados. Esta no es más que una etiqueta que han usado los medios de comunicación para definirnos a todos, quizás, pensando en el vínculo que según ellos nos unía. Si me paro a pensar allí se respiraba algo más que indignación, porque cuando se nos define así, es como si lo único que hiciéramos fuera quejarnos, así, en plan histeria colectiva. Y esto no es cierto. Allí a parte de escuchar quejas, se han escuchado propuestas (que aquí no explicaré), se ha demostrado que las personas -aunque no nos conozcamos- somos capaces de organizarnos simplemente con un poquito de voluntad y respeto. Vamos, lo que les falta precisamente a los políticos, que chupan del bote sin proponer una sola propuesta (a la victoria del PP en las últimas elecciones me remito) y que el respeto se lo guardan para los pasillos, porque en el hemiciclo, que es donde deberían representarnos se pasan los días compitiendo por haber quien es el que la tiene más grande, instalados en un absurdo, inquietante y demencial (J.B. Dixit) “Y tú más”. 
 



La vida no es fácil, pero puede simplificarse en ocasiones. El mayor de los problemas, si se comparte, puede tener la más inesperada de las soluciones. Porque cuando compartes, al menos a mi me pasa, aprendes de lo demás. A veces las personas somos tan cabezotas, o tenemos una personalidad tan hierática (rollo cariatide o esfinge) que no nos abrimos al campo de posibilidades que los demás nos ofrecen. Es el sempiterno más vale malo conocido que bueno por conocer. Y en ese rechazo a conocer todo aquello que la riquísima diversidad humana nos ofrece está la raíz de muchos de nuestros problemas. Si uno se niega a dar un espacio al otro, la sospecha, la paranoia, el delirio más solipsista se adueña de uno como una especie de opaca tela araña.

De esta forma la política actual se ha atrapado a sí misma. Por apartarse de aquellos que les legitiman realmente, aquellos a quien han de representar. Los grupos políticos sobre todo los dos mayoritarios se comportan igual que dos sectas enfrentadas por el poder. Falta mucha voluntad para solucionar los problemas reales de la gente. Por supuesto a ellos les resulta más fácil solucionar los suyos propios, con la ayuda de las arcas del estado como no. Pero en el momento en que la clase política se aparta de la voz popular se apartan de aquello que da verdadero sentido y legitimidad a su labor. De ellos depende el bajarse de ese trono de arrogante prepotencia. En mi opinión se ha acabado el tiempo de chuparse las pollas entre ellos. Sino tiempo al tiempo.



4 comentarios:

pere dijo...

Creo que has apuntado un punto clave: de pronto te das cuenta de que lo que a tí te pasa, tambien le ocurre a muchos otros.
Tengo algunos añitos y bastante tiros pegados, pero nunca antes había visto laborando juntos a comunistas convencidos y anarcos de toda la viva y los que buscan la revolución interior y los preocupados por su opción sexual y los amenazados con 40 años de paro y .. y ..
alguna cosa nueva está ocurriendo y uno puede optar por leer libros de historia o participar en ella,
un fuerte abrazo,
Pere

Raúl Velasco Nikosia dijo...

Totalmente de acuerdo Pere, totalmente de acuerdo!!!

Un fuerte abrazo!!

Jony Benitez dijo...

Por primera vez desde la transicion un movimiento politico español no se ha convertido en una calimochada, no se veia una igual desde las comunas anaruistas de cataluña, experimento social que todavia tare de cabeza a los historiadores de la izquierda.

Ademas es tan vistoso que ponen a locos a cargo de la cocina y de las entrevistas.

abzs compañero estoy con lo tuyo

Raúl Velasco Nikosia dijo...

JAJAJAJAJAJA, Jonny, compañero, eres un cabronazo, pero te quiero, jajajajajaja

Abrazoooo!!