Las tardes en mi pueblo saben a café solo.
Hay días, los menos, que pueden oler a cerveza
otras se desparraman encima de la cama
a tu lado
como zumo de naranja volcado sobre una mesa.
Pero la mayoría, la inmensa mayoría,
son oscuras, amargas, intensamente emocionales
emocionalmente nerviosas.
Las tardes en mi pueblo no tienden a la melancolía
uno rehuye el hastío de tu ausencia
navegando sin rumbo fijo delante de la pantalla
con la mano en el ratón, aburrido,
cordial y zalamero con personas que como yo
sienten que las tardes en su pueblo
sufren de un alarmante desencanto por la vida.
A veces pienso, en el último sorbo del ocaso,
cuando el cielo se nutre de cafeína y
cualquiera pediría auxilio a las estrellas si éstas,
suspendidas como frutos perpetuamente maduros,
se mostraran desnudas tras la cortina contaminada, que
con tanto café,
las noches en mi pueblo se han convertido en
adictas a las benzodiacepinas.
1 comentario:
bensodiacepinas...si todos los Benzos pudieran retarder y enlentecer nuestras pusaciones como nuestros recuerdos...mal maridaje con el cafe buena catarsis en un siglo tan contradictorio.
Amigos lamento no poder darles el nombre del autor de manos titeres...hermosa y sugerente imagen abrazo a ambos!
Horacio
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