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lunes, 29 de julio de 2013

Verguenza. By my lovely friend Joan G.




La vergüenza es la sensación de ridículo que se experimenta al ser sorprendido en falta o embuste relevantes, en acción que conlleva deshonra o pone de manifiesto actitud hipócrita. El apuro que suscita la presencia de un yo psicológico y moral más profundo que ha sido finalmente desvelado y muestra, al desnudo, todos sus defectos e imperfecciones, antes cubiertos por el ropaje del disimulo. Es el sentimiento concomitante a lo que interpretamos como la pérdida del honor, aquello que nos hace acreedores del respeto del prójiimo, por tanto es también una forma de autohumillación que invita a huir o volver la mirada al suelo por lo insoportable que resulta el ser observado.

Síntoma de que el individuo, sea cual sea la falta o el delito cometidos, no se halla por completo exento de alguna sensibilidad moral, entonces no resultarán baldíos el esfuerzo y el tiempo empleados en corregirlo y recuperarlo, pues hay esperanza de no ser un caso perdido para el aprendizaje moral y el cambio de conducta.

Así asociada al sentimiento y a la conducta moral, sin la vergüenza sería imposible la sociedad humana. Es también actividad inteligente, la esencial capacidad empática de desdoblarnos a nosotros mismos hasta ser capaces de vernos y pensarnos con el pensamiento y con los ojos con los que suponemos que nos ven y nos piensan los demás en el preciso momento en que hemos sido sorprendidos en falta. Así ha terminado por desempeñar un importante papel en lo relativo a nuestras acciones, no sólo como indicio de sensibilidad moral, sino como aliado de la conduca honesta empujados por el temor a la humillación que la vergüenza impone al ser reprobado o ridiculizado por otros. No es el sentimiento de culpa, sino el pensamiento de que otros piensan o saben que somos culpables.

Pero si únicamente nos avergonzamos de nuestras acciones en tanto que éstas son vistas por otro, desaparecido el público desaparecera también nuestro recelo a obrar el mal, si es que ningún otro recelo y cortapisa condicionan nuestra conducta, perder por completo y ensuciar nuestro honor, siempre, claro está, que no se sepa y que en consecuencia, nuestra honrada reputación y buen nombre permanezcan a salvo.

Para el individuo autenticamente honrado aquello que es motivo de vergüenza ante otro, lo es también para sí mismo, y es capaz de sentir vergüenza no sólo de uno mismo, sino también ante uno mismo.

Honor, respeto, honradez, reputación, empatía, honestidad, lealtad, servicio, convivencia, dignidad, generosidad,...grandees palabras, valores que nos construye humanos, que orientan y organizan nuestras vidas en su dimensión personal con lo convivencial social o comunitariamente.

No queda tan lejos aquella sociedad donde la gente dormía con las puertas de sus hogares abiertas, que no se atrevía a quedarse con lo que no era suyo, con una fuerza ética asumida que le obligaba a devolver el dinero que se encontraba o que le daba de más el tendero, si se equivocaba en la vuelta, y hacia gala de aquel viejo dicho “pobre pero honrado”. Pero, ante nuestras narices, todo esto ha desaparecido, hasta en los pueblos reductos de viejas costumbres y valores.

Tras la segunda guerra mundial, ante cualquier estrategia de naturaleza revolucionaria peligrosa para los intereses de la élite capitalista, el auténtico poder, en occidente se impone un sistema de partidos adaptativo e integrador en el sistema. Emergidos en una etapa de prosperidad y estabilidad del capitalismo así como de rápido crecimiento del poder en los Estados sobre los pueblos y el individuo, en una fase de optimismo contrarracional, vaciamiento de las mentes, dominio del credo socialdemócrata y explosión de lo decadente, se ejecutó la integración de la muy destructiva sociedad de consumo con un Estado de bienestar reformista que negó a la revolución todo futuro.. Epifenómeno de una época de consumismo de masas, ya en retirada, ahora esta en reflujo y descomposición

Desde finales del siglo XX vivimos, con profundo desengaño, la mediocridad del mundo de la actual sociedad hiperurbanizada, tecnologizada, y deshumanizada. Todo obedece a un plan de ingenieria social fabricado científicamente en laboratorios, con una finalidad, hacer de este mundo lo que hoy es . Donde el sujeto es, año tras año, un siervo más perfecto, más integrado en el sistema, más dócil y sumiso, menos humano. Donde está más que asumido que la democracia es una tiranía que los ciudadanos tienen que soportar, aunque no confíen en las indecentes e inmorales clases dirigentes. Una ciudadanía, donde apenas existen ciudadanos, impotente ante una picadora de carne llamada sistema, de pensamiento único: “la realidad es que el mundo es desigual, injusto, violento, mentiroso y cruel con los débiles”. Se repite una vez tras otra: “aunque imperfecto vivimos en el mejor de los sistemas, es el modelo a seguir e imitar de manera obligatoria, hoy y siempre”. La única alternativa “posible” es que dócilmente desde dentro del sistema se retoque desde la imitación, el conformismo, el continuismo. y la no-creatividad. El pueblo, como tal no existe, es la sólo existe la masa sucia, pasiva y repetitiva, escasamente creativa, mas bien conservadora y bastante resignada, meramente preocupada por su supervivencia material, lo “practico” y lo cotidiano. Así se conforma la sociedad del narcisismo y el victimismo obligatorios, donde individualizados cada una y cada uno se cree El Bien mientras coloca la etiqueta de El Mal a sus semejantes, donde la banal retórica sobre unos derechos, impuestos, como fabulosos “logros” de unas pretendidas “luchas” que nunca han existido, es el todo y nadie habla de los deberes, la capacidad de sentirnos responsables y culpables . Forzados a ser siempre víctimas que las instituciones estatales y sus agentes sociales “liberan” graciosamente, nunca alcanzamos la plenitud de pensarnos y concebirnos culpables de algo, en lo que hacemos y en cómo vivimos.

No esperemos ningún mesias salvador, ninguna organización surgida de la nada actual que renuncia a crear un nuevo orden social, con un nuevo sistema de convicciones y valores, que recupere desde la propia soberania de hombres y mujeres libres lo único que somos: “homo sapiens sapiens”: personas con capacidad reflexiva autónoma y creadora, comprender el mundo y comprenderse a sí mismo . Que cada uno rememore la propia existencia, cada acontecimiento, lo relea, lo repiense, que ose contemplar con pesar y dolor la propia perfidia interior, extrayendo lecciones, juicios positivos y negativo como un autentico aprender de la vida vivida, no experiencias pasivas exógenas y adoctrinadoras, sino un autotransformarse desarrolllando la capacidad de sentirse responsable y cupable del mal pensado y realizado. Detenerse a reflexionar, cuando todo en el orden actuales activismo descerebrado, enfrentarse a la angustia de pensar, enfrentarse a la espantosa verdad hasta hacer chirriar dolorosamente lo más profundo del yo. Y autoconstituir intuitivamente desde uno, sin importar tanto la perfección como el hecho mismo, un sistema de valores con unas normas a a vez reflexivas, convivenciales y éticas. Sólo así es probable que consigamos empezar a sanarnos de nuestros enormes males como son la irreflexión, la iresponsablidad, la vida desordenada,la frivolidad, el delegacionismo, el victimismo, el odio al otro, el narcisismo, la insensibilidad moral, el zoologismo, la somnolencia mental y la falta de fortaleza interior....y con cuatro maderos empezar a montar esa guillotina, símbolo del auténtico poder popular, ante quien sentir vergüenza antes de ese último instante  mientras todo da vueltas, vueltas, y más vueltas, cuando la última visión sea un cuerpo sin cabeza, muy familiar a su dueño.

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