¿Qué es la salud mental? ¿Cómo sabemos que estamos más o menos sanos? De todas las definiciones posibles me quedo con la que me explicó un día una psiquiatra amiga muy crack, Ángels Vives, que vino a decir: que la salud mental es la capacidad de lidiar con todas las emociones que vivimos en el transcurso del día a día, yo añadiría que es lidiar con sus vaivenes de carrusel, sus relaciones muchas veces contaminadas, con la presión del estrés, vamos, con el hastío, la sorpresa, la tristeza, la alegría, la angustia, la extrañeza, la confianza y la desconfianza, con las dudas y las certezas. Si conseguimos tirar pa'alante con todo este batiburrillo de emociones cargándose a cada nuevo paso en la mochila, se puede decir que estamos más o menos sanos. Esto me hace pensar que parecería que la salud depende únicamente de lo buen luchadores que seamos y hay algo de todo esto, pero no se reduce únicamente a nuestra habilidad a la hora de sesgar emociones como una Uma Thurman en Kill Bill de estar por casa. Solos ante las peligrosas amenazas de nuestras emociones y sin piedad. Quizás haya alguien así. Pero la mayoría de los que conozco carecen de las habilidades de la Mamba Negra y -como yo mismo hago- acudimos a nuestro entorno para desembarazarnos de tanta incomodidad.
Claro está esto sólo es posible cuando uno ha hecho un trabajo previo, se ha desprendido de rémoras pasadas, y disfruta de la ligereza que supone ser espontáneo, sin pensar en si repites o no repites patrones, aunque sabiéndolo cuando lo haces y dándole la importancia justa. Al final todas las conductas, todos los lenguajes son a-prendidos y lo nuevo si surge es la forma en que los utilizamos. Pongo un ejemplo: del 15-M han surgido muchas manifestaciones, incluso artísticas, ha sido un movimiento tan importante como para remover consciencias, y el arte ha estado a la altura de otras manifestaciones -digamos más callejeras. Lo que hace diferente al 15-M y sus manifestaciones, lo que lo hace un movimiento sumamente sano, en mi opinión, es la firme voluntad de no repetir errores pasados, de otros movimientos que acabaron por fracasar, y si para eso hay que retirarse del candelero y reflexionar, pues se hace. Esto lo convierte en un movimiento vivo, que se extiende, que palpita, como un rizoma que late en la red y en el corazón de cada ciudad. Con las conductas sanas pasaría un poco lo mismo. ¿Estamos dispuestos a abandonar sesgos que arrastramos sin querer y que nos lastran a la hora de encontrar nuestra propia voz?
Claro que para encontrar nuestra propia voz necesitaríamos que en un momento de crisis los llamados profesionales nos ayudaran a conseguirla y no se emparapeten tras sus batas blancas erigidos en su saber sacro-científico, para acabar negando nuestra voz, castrando nuestro imaginario, talando nuestro futuro, cuando aún no eramos del todo dueños de nuestro presente. La mayoría de los locos y locas que conozco están más necesitados de un guía que de un neuroléptico, como si lo sus delirios fueran similares a los que se vive al tomar LSD o peyote en soledad. Porque la soledad imposibilita la comunicación, y la comunicación es la herramienta perfecta para ir soltando lastre de nuestras mochilas repletas de emociones muchas veces contradictorias.
Vivir una vida buena ayuda. Tener valores, practicarlos, disfrutar de la vida en comunidad, porque esa comunidad, ese entorno del que hablaba antes, nos sostiene y nos alivia en muchísimos momentos. Sólo hay que dejar de intentar bloquear las emociones, let it be, vivelas, comprendelas, aprende de ellas también, que luego simplemente desaparecen.
Eso sí, no es fácil aprender de nosotros mismos cuando no tenemos un modelo del que partir, cuando la sociedad y sus valores se licuan, parece que caminemos constantemente sobre arenas movedizas. Por eso y sólo por eso, es necesario tener un ramillete de pequeñas certezas abiertas a una posible evolución, un ramillete de verdades propias que sirvan de raíz o cimientos sobre los que ha de crecer nuestra personalidad flexible. Ya lo decían los budistas:
Expuesto a la intemperie
el junco frágil
azotado por la lluvia y por el viento.
el junco frágil
azotado por la lluvia y por el viento.
Por que somos frágiles e insignificantes. Necesitamos poco: compañía, comida, un hogar... Pero lo necesitamos para poder hablar de salud sin que ésta no sea más que una entelequia abierta a los marasmos de la ideología.
2 comentarios:
,,,
Cuando el mundo pierda toda magia,
Cuando mi enemigo sea yo,
Cuando me apuñale la nostalgia,
Y no reconozca ni mi voz.
Cuando me amenace la locura,
Cuando en mi moneda salga cruz,
...
Y aunque los vientos de la vida soplen fuerte,
Soy como el junco que se dobla
Pero siempre sigue en pie
Resistiré para seguir viviendo,
Soportare los golpes
Y jamás me rendiré,
Y aunque los sueños se me rompan en pedazos
Resistiré, resistirééé
Y yo que prefiero la del final del verano.... jejejejej
abrazos crack
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