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viernes, 16 de marzo de 2012

LO QUE ESCONDEN LOS ARCANOS II.


Capítulo 1:
El mago.



Hacía horas que juan caminaba por aquella autopista, entre cientos de personas alegres y despreocupadas, y se diría que empezaba a acostumbrarse a aquel nuevo y extraño mundo, y que a pesar de lo nuevo y extraño que resultaba se sentía bastante a gusto. La gente parecía feliz y libre, como si no tuvieran mayor preocupaciones que dedicar su vida a hacer camino. Las personas hablaban entre sí, reían, compartían la comida y la bebida, como si estuviesen de romería, y aunque Juan no entendía ni una palabra de lo que decían, nadie lo miraba como si fuera un extraterrestre. La mayoría pensaban que se trataba de un chico tímido, que con suerte sonreía cuando le ofrecían un pedazo de pan o un trago de vino recién recogido. Porque en esta dimensión cada espiga de trigo, que crecían por doquier a los márgenes de la autopista, cuando estaba a la sazón, se coronaba con un gran pan de kilo, tierno y blanco, como si estuviera recién horneado, y en los cauces de los ríos no corría agua, sino un torrente espumoso de vino tinto crianza. Así las cosas, por mucha extrañeza que sintiera ante tanta maravilla, después de dos tragos de vino aquel mundo le parecía incluso divertido. Y se reía contagiado por la risa de los demás, como nunca le había pasado en su vida, y la extrañeza dejaba paso al asombro y éste a su vez hacía hueco a la alegría.

Cuando se sintió cansado tomó la salida de una área de servicio. En vez de la típica y mundana gasolinera lo que allí se levantaba era una estación de quiromasaje y una zapatería, con hileras de camillas donde te reparaban los pies cansados y te los dejaban a punto para re-emprender tu viaje. El precio del masaje tampoco era desdeñable, en un letrero se leía: “RIATOHIS NABUE NAU POR JESAMA MOSCEHA: TAFERO”. Que leído al revés se traducía por: “OFERTA: HACEMOS MASAJE POR UNA BUENA HISTORIA”. A Juan le costó unos minutos desentrañar el contenido de aquel misterioso cartel y lo consiguió al recordar un juego al que jugaba con su primo cuando era pequeños. Es un juego muy común entre los niños de todo el planeta, que suelen divertirse mucho al decir las palabras al revés, ante la mirada atónita de los adultos que no entienden nada de lo que dicen sus retoños, y claro, cuanto más se exasperan los adultos, más divertido resulta el juego.

El dilema que se planteaba Juan en aquellos momentos era la imposibilidad de contar su historia, porque pensó que no entenderían su lenguaje o que pensarían que les estaba tomando el pelo. Además, él era de ciencias, todo un ingeniero aero-naútico, que los únicos libros que había leído estaban llenos de extraños diagramas y fórmulas matemáticas. Así que aunque le apetecía mucho que le dieran un masaje en los pies, dedicó su tiempo a explorar aquella estación de servicio. Todo parecía lógico dentro de la ilógica que regía aquel mundo, nada extraordinario, porque a todo -incluso a la maravilla se acostumbra uno- hasta que vio a un grupo de personas jalear al rededor de algo o alguien. Curioso como se estaba volviendo desde que había acabado en esta tierra de sueños se acercó para ver que se cocía.

Con una rodilla clavada en el suelo, delante de una caja de cartón vuelta hacia abajo un trilero movía con destreza tres cartas ante los presentes, enseñándoles la reina, para después esconderla con la velocidad y destreza de un timador profesional. Lo extraño es que no se apostaba dinero, sino trozos de minerales muy diversos: cuarzos, amatistas, piritas, etc. Juan estuvo allí un buen rato observando el timo y tomando unas piedras del suelo quiso jugar. Lo que no se esperaba el bueno de Juan es que cuando, entusiasmado porque ya había ganado varias piedras muy vistosas, lo apostó todo a una tirada, volviera a quedarse sin nada. Con lo poco que le gustaba perder al rey del solitario no se reprimió y dijo: “no puedes ser, haces trampa, esto es un timo”. Las personas que rodeaban al trilero no entendían nada de lo que había dicho y se rieron ante lo que consideraron una ocurrencia extranjera. Pero el trilero se quedó mirando fijamente a Juan, como si hubiera entendido palabra por palabra aquel mensaje de frustración. Acto seguido dio por acabado el espectáculo. La gente se fue, incluido Juan, que fue a sentarse sobre una mullida zona de césped. Juan se sentía estafado, pero al fin y al cabo, se consolaba, lo único que había perdido eran unas simples piedras. Resignado ya a no conseguir un buen masaje, estaba a punto de dormirse al calor del sol de media tarde, cuando alguien se interpuso entre la luz del sol y su rostro. Al abrir los ojos Juan vio al trilero ante él. Antes de que Juan pudiera decir ni media palabra, éste se adelantó:

-Hola, soy Lari, El mago ¿Cuál es tu nombre? -Se presentó con solemnidad.

-!Hablas mi idioma!- Exclamó Juan con sorpresa.

-Aquí todo el mundo lo habla, sólo que nadie quiere hablarlo. La gente prefiere olvidar lo serio y lo triste de mundos pasados. -Le explicó dirigiendo su mirada hacia un punto inconcreto, como si mirara hacia el infinito.

-No entiendo nada.

-Lógico, eres un recién llegado. -Le replicó- La gente tarda en habituarse a como funcionan por aquí las cosas. Pero ya irás aprendiendo. Por cierto no me has dicho aún tu nombre.

-Ah, sí, perdona. Me llamo Juan. Y estoy aquí desde esta mañana.

-Bueno, entonces... Levanta Juan, tenemos mucho que hacer...

-¿Cómo que tenemos? ¿Tu y yo?

-Claro! Mira, en este mundo todos tenemos una misión. La mía por ejemplo es la de hacer de guía a los recién llegados.

-Pero si eres un trilero... ¿Que me quieres enseñar a hacer de gancho o qué?

-Prefiero que me llames mago, es menos despectivo.

-Ya... Pero sigues siendo un trilero... -Insistió Juan que todo aquello le sonaba a tocomocho adaptado.

-Si, pero te importaría llamarme mago o Lari, en su defecto... Tenemos mucho que hacer y más vale que nos llevemos bien. -Le dijo en tono amenazador, pues empezaba a estar cansado de que lo estigmatizaran por una pequeña e inocente afición.

-Pero es que eres un trilero...

-!Mira puto loco¡ -Estalló al fin el Mago- me necesitas para aprender lo que tienes que aprender de este mundo. No estás aquí por casualidad, ni yo tampoco. Mi deber es ayudarte, pero como me vuelvas a llamar trilero, agarro el bastón de tu hatillo y te hago un endoscopia anal en un periquete, te aviso que en otra vida fui medico.

-¿Qué clase de médico? -Preguntó Juan.

-Ejem... Era... Era psiquiatra. -Le contestó tapándose con la mano la boca, como si se avergonzara de su pasado.

-Pero eso no son auténticos médicos. Basan su ciencia en la estadística y en fundamentos filosóficos y morales, no en una verdadera etiología biológica...

-¡Ya sé que no somos auténticos médicos! Sabes, me estás tocando los huevos. Sino fuera porque me obliga el juramento hipocrático y el juramento de la orden de magos, te aseguro que...

-Dirás trileros... -Le dijo Juan, que se estaba divirtiendo observando como Lari se exhasperaba.

-¡¡Basta!! -Bramó- ¿Quieres que te ayude o no?

-No lo sé. ¿Como puedo estar seguro de que no me vas a tangar?

-No puedes. Tendrás que confiar en mi. -Le dijo intentando recobrar la compostura.

-No he confiado en nadie desde que era pequeño.

-Pues eso es lo primero que debes hacer. Mira te cuento, este mundo está muy bien y tal y todo parece jauja con esto de que en los ríos haya vino y en los campos panes, pero aquí también hay crisis y recortes y tal, las ONG's han rebajado nuestra nota de calificación y mucha gente se ve obligada a emigrar para poder estar ociosos así que sólo tengo cinco días para enseñarte todo lo que debes aprender. Te lo preguntaré una última vez: ¿Quieres que te ayude?

-¿Pero que gano yo si me dejo ayudar?

-Te mostraré todo el potencial mágico que reside en la punta de tus dedos. A medida que vayas tomando conciencia de tu entorno, centrarás tu atención en los auténticos poderes terrenales y espirituales.

-¿Cómo cuales?

-Como el infinito poder de un masaje en la planta de los pies. ¿Te vale?

-Ahora hablas mi idioma.

-¿Y antes en que hablaba? ¿En sanscrito? Dios... Esto va a ser más duro de lo que me habían dicho...

-Venga trato hecho. -Dijo Juan tendiéndole la mano. Cuando sus palmas se tocaron una luz azul las envolvió. Era el sello mágico que cerraba el contrato entre el Mago y su nuevo aprendiz.

2 comentarios:

pere dijo...

clap, clap, clap .. (aplausos)

Raúl Velasco Sánchez dijo...

Muy bien cariño, esta vez la historia me ha atrapado más que en el primer capítulo. Estoy deseosa de saber como irá la relación de Juan con el mago-trilero.