La conversación no había durado ni diez minutos. Inés salió destrozada. Demasiada angustia, demasiadas preguntas sin respuesta que atormentaban como nudos de una soga que la ataba a un misterioso amo que la azuzaba desde su inconsciente. Dolor, pulsiones, angustia, muerte, desesperanza. Dicen que aquello que nos ata al dolor es un vínculo tan fuerte como lo que nos ata al placer. Un vínculo que se conforma con cada experiencia que va estructurando nuestra vida. Cuando uno se encuentra con un buen terapeuta es posible que acabe soltando parte del lastre autodestructivo que lo atenaza como una garra negra. Todo depende, más que de una u otra escuela, o uno u otro saber, del compromiso mutuo que se genere en aquel espacio de terapia. Al final todo saber es delirante, no se diferencia de mis sueños, en tanto que son ilusiones al fin y al cabo, conceptos muchas veces aceptados por consenso, ya que la verdad, esa gran desconocida, no es más que una convención cultural. Nos pasamos la vida intentando encontrar esa narrativa, ese relato que ponga nombre y verbo a aquello que sentimos, y en busca de ese alivio que aporta el nombrar lo desconocido heredamos palabras y discursos, nos aferramos a ellos, los abrazamos y los padecemos con goce y desesperación. Sabemos que tenemos que elegir, desde bien pequeños nos invitan a nombrar, a decir, para poder ser entendidos, para poder ser reconocidos, para poder ser, en definitiva, en una suerte de juegos de espejos, donde nada es lo que parece. Porque ante la inexistencia de ese interlocutor ideal que nos defina tal y como estamos en cada momento acabamos buscando en las psicoterapias a una persona entrenada para escuchar lo decible e intuir lo indecible, aquello que callamos por miedo y que nos atora el ánimo talando de raíz aquello que nos une con nuestra voluntad. La libertad, o aquello que nos han vendido como libertad, tiene mucho que ver con todo esto que estoy diciendo. Porque no es más que otra quimera, al final todos somos siervos. La servidumbre sólo puede ser voluntaria cuando el tirano representa algo que colma el deseo. Este deseo no satisfecho, en busca de un objeto a magnificar, este desconocido e inquietante habitante que somos nosotros mismos, es en última instancia la parte del inconsciente de un individuo y de un conjunto de individuos reunidos en torno a una idea, a un saber, a una “VERDAD”.
4 comentarios:
¿En serio vas al psicólogo para eso? ¿No vas en busca de una técnica validada empíricamente, de un tratamiento contrastado para poner fin a un problema que causa dolor? ¿No vas para que te de una serie de alternativas concretas o unas pautas de acción que poner en marcha, unas sugerencias de marcada eficacia?
¿Me estás diciendo que vas al psicólogo para hablar?
No hay otra verdad que la nuestra, la de cada uno... bravo!!
A partir de tu gran insistencia, hace ya varios meses que estoy haciendo una terapia psicoanalitica. Si que he encontrado a un interlocutor ideal, aunque en mi vida, doy gracias por ello, no me faltan. Con la psico es difgerente. Ya voy predispuesta a hablar. aunque ella casi siempre acaba conduciendo la conversacion por otros derroteros que yo no habia contemplado.
Podria decirte que soy una experta en expertos, ya que voy a medicos desde los 7 años, asi que se un rato, pero eso no me da mas "poder" sinoo mas conocimiento para buscar esa verdad que tanto buscas tú.
Yo te ofrezco mi mas sincera escucha, desde la humildad y el cariño.
Un abrazo, salud y FUERZA!!
ALMU.
Inestimable valor 9o ines es timable?
Siempre depende de la honestidad de los contrayentes. Aunque sea la honestidad de saberse mentiroso.
Publicar un comentario