Páginas

martes, 20 de diciembre de 2011

A NUESTRO AMOR CLANDESTINO.

"La vida es aquello que pasa mientras hacemos planes"
John Lennon.

"Del almendro de nata te requiero,/ que 
tenemos que hablar de muchas cosas/
compañero del alma, compañero."
Miguel Hernández.

Nos pasamos la vida sin pararnos a pensar en que algún día ésta acabará. Hacemos planes, fichas, números, conocemos a personas, ciudades, calles, esquinas, rincones, palabras y papeles, nos enamoramos, discutimos, recordamos, olvidamos, volvemos a recordar y volvemos a olvidar. La vida hoy en día es un tránsito en el que poca gente se detiene para pensar, para ver el paisaje, para reflexionar sobre lo vivido. Detenerse en esta sociedad líquida -que fluye a borbotones en torrentes inanimados o se congela en frágiles remansos de paz- es arriesgarse a que te arrastre la corriente, es como pretender abrir los mares como un Moisés de estar por casa, porque pensar no es hacer y en una sociedad donde prima la producción sobre cualquier otra cosa tu pensamiento ha de servir como ejemplo, como ancla, como tótem, sino mejor que nos dediquemos a otra cosa con la que podamos ganarnos la vida.

Así nuestra vida se acaba nutriendo de excusas, que sostienen dios sabe que silencios, se acaba estructurando en exclusas, por donde canalizamos nuestras pasiones, como medida desesperada para no reconocer nuestra tremenda fragilidad. ¿Somos líquidos? Aquel que no tiene a quien aferrase puede parecerlo, pero más que líquidos a mi se me antoja que somos volátiles, etéreos, insustanciales. Esto se traduce en un número indeterminado de prejuicios, de mentiras, de engaños, de delirios, de auténticos atentados contra aquellas cosas que cualquiera diría que sólo los niños suelen identificar como realmente son, sin vestirlas de pretextos, citas, excusas o discursos recargados en busca más del aplauso de los nuestros que de un rigor delirante desde el momento en que te aleja de aquellos que no deliran como tu.

Al final a la gente se la conoce más por sus acciones que por lo que digan, porque en ese decir que siempre será conato de un algo a lo que el lenguaje no alcanza, un algo hacia donde sólo tienden las acciones y su intención ética o moral -que para el caso son el mismo perro con distinto collar- que ya lo decía Magritte en el pie de aquel dibujo: Cesi n'est pas une pipe.

 Llegados a este punto, con una mezcla de rabia e impotencia, de odio y sensación de injusticia, de perplejo espanto ante lo inefable, con ganas de morderme las manos y llorar sangre, ante una perdida absurda como todas las perdidas que le sobrevienen a uno desde la recámara, cuando convencido que a la muerte no le quedan balas, asiste aturdido a como ésta dispara un último proyectil directo al corazón.

Intentaré ser menos críptico.

Hoy, en un rayo salido de la nada, un compañero de luchas y un buen amigo ha teñido Nikosia de luto. ¡¡Qué poco me importan las luchas, los TAI's y las pollas en vinagre en días como hoy!! Sólo quiero llorar como llevo llorando toda la mañana, sólo quiero abrazarme a mi mujer y a mis compañeros, y gritar en coro desgarrado maldiciendo a la vida y a los nombres el no haber llevado a cabo los planes pendientes, cuando los retrasaba porque pensaba en mi insignificancia que habría tiempo en el futuro. Convencido de que la muerte ya no atacaba como caco en la noche, sino que la ciencia había creado suficientes medidas de seguridad como para disuadirla. Craso error por mi parte. Craso y absurdo error el dejar para mañana lo que se puede hacer hoy. Absurdo y estúpido error el discutir sobre nimiedades, sobre matices, sobre pinceladas distintas, como si sólo existiera mi realidad y mi pincel, y el resto... el resto no fuera más que jirones de nube desgajados por el soplo de los vientos que rigen nuestros azarosos destinos. Despojos de un alma ciega que se negaba a ver lo que yo veía. Cuando era yo quien obstinado y obnubilado por mi ambición me esforzaba por imponer un discurso único, rígido, piramidal.

Ayer discutía con una doctora en pedagogía. Ella afirmaba que Hitler no tuvo buenas ideas, yo creo que tuvo demasiadas, porque en busca de su idea de un mundo mejor, convirtió este mundo en un verdadero infierno. Y lo que me jode. Es que todos y cada uno llevamos a un pequeño Hitler dentro. Un pequeño conspirador fascista que emerge del sótano cuando nos vemos atacados y que hace patente aquello de que la violencia sólo engendra violencia, que el fin justifica los medios.

Mientras tanto añoro en el vacío instalado desde esta mañana en mi interior los abrazos titánicos de mi buen amigo, su voz profunda e impostada a la hora de leer sus poemas flamencos,  su risa atronadora, su corazón limpio y frágil como un cristal recién enfriado, su mirada solicita, mendigando en ocasiones esa mano que le acompañara y le sostuviera, cuando en el disfrute enérgico de su libertad, la vida -esa puta traicionera- le abofeteaba con demasiada fuerza. Era en esos momentos, precisamente en esos momentos, cuando un abrazo consumía las distancias y las diferencias, cuando las realidades se complementaban y el amor abría los mares, los océanos y los universos para que pudiéramos pasar y encontrarnos juntos en medio del túnel y el abismo. Son esos abrazos los que añoro con tanta fuerza, que no hay palabra ni discurso que me vayan a devolver su incalculable perdida. 


No hay comentarios: