galope y estámpida,
corazón desbocado,
ráfagas de puñales herían su boca,
sangraba la melodía
cristales de azul cobalto.
Pobres respuestas en el aire
demasiadas preguntas
demasiadas
no volaron las burbujas
mas que un instante,
efímero, sin dirección,
bajo la cúpula ciega.
Preludio del silencio,
delirio de la palabra,
partida la cuerda
las vacas pastaron sangre,
cenizas de otros tiempos y otras vidas.
Devorado por su discurso
abiertas las compuertas
hablaron los fantasmas;
le dijeron: que sí, que sí;
le dijeron: que no, que no.
El laberinto del tiempo
parecía una sala vacía,
un armario que llenar de sucesos,
historias de un futuro por descubrir,
no había retorno, ni era posible la huída,
hacia delante el azar era una ruleta trucada,
hacia atrás era mejor no mirar.
Oráculo de lo incierto,
conquistador de la ciudad prohibida,
al atrapar el horizonte de un zarpazo
sólo le quedaba una última pirueta,
un último salto mortal
sobre el mar de su locura.
Y dijo la poli:
-¿Qué has dicho? ¡Contesta! ¿qué quieres decir?
-Ya lo has escuchado, haz lo que tengas que hacer...
-Más te vale que tengas cuidado conmigo.
Monólogo a dos voces
visiones en la noche del conocimiento
el hielo cubrió los mares
congeló el movimiento de los sueños.
¿Estaba dormido?¿estaba despierto?
No había diferencia
entre las caras de esta moneda,
a golpes de culata
mataron el vuelo de Icaro.
3 comentarios:
Muy bueno. Realmente sobrecogedor.
el vacio del timepo....espeluznante si señor. enhorabuena.
Ícaro acaba siendo víctima de sus fantasías, en su desesperado intento de huida. ¿Por qué esa ambición de volar más alto y de acercarse más a ese sol que lo derribará a culatazos? Esa necesidad de tensar la cuerda hasta partirla, ¿a qué sentimiento obedece?. Es como que si la cuerda no se parte, ya no se vive lo suficiente. A veces no basta con llegar al límite, hay que sobrepasarlo, pero hay que valorar qué cuerdas se pueden tensar y romper y cuales necesitamos para el regreso en condiciones de proseguir el camino con esa experiencia.
Las crisis,
son como repeticiones
de antiguos dolores y sufrimientos.
El delirio
nos engulle con su ansiedad devoradora.
El tiempo
se transforma en momentos
sin experiencias útiles
en las que apoyarse,
y por lo tanto
no hay vuelta atrás,
porque todo es vacío.
En esas circunstancias,
se hace inevitable
la pérdida de la razón.
Los recuerdos
se tornan vagos y distantes.
La medicación,
congela las fantasías
y la huida,
fracasa.
¿Huida, hacia dónde?.
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