1)
¿Qué crees que pueden aportar las personas con diversidad funcional
a esta sociedad?
Replantearía la pregunta hacia quá pueden aportar las personas a esta sociedad. Qué debe aportar un ciudadano para mejorar esta sociedad. Porque obviamente todos, absolutamente todos los habitantes de este planeta, somos personas con diversidad funcional, desde el momento en que tenemos ciertas dificultades para manejarnos en sociedad. Desgraciadamente se suele asociar esta terminología a aquellos cuya discapacidad es más visible, más evidente: los tarados, los tullidos, los locos, los monstruos sobre los que recaen los estigmas y los prejuicios con toda su carga desacreditadora simplemente por ser como somos: diferentes, -y por tanto- como todos los demás.
Por tanto
repito: qué debería aportar un ciudadano para ganarse el respeto de
sus vecinos? Porque hablar de deberes me parece más necesario que
nunca, en un momento en el que nuestros derechos están siendo
pisoteados constantemente por la clase política, generando
peligrosas regresiones en las lógicas que rigen las políticas que
deben asegurar el bienestar de la población en general y de las
personas con más dificultades en particular.
Recuerdo
que un compañero de la comisión de diversidad funcional durante el
15M me contó que el estaba allí para reivindicar sus deberes,
porque sino resultaba perverso reclamar sus derechos. Y allí nos
quedamos los dos, junto a muchos más compañeros y compañeras,
reflexionando colectivamente sobre las necesidades sociales para
hacer de este un mundo mejor, mas justo, más igualitario, más
respetuoso con la diferencia, mas sensible, más horizontal, más
democrático y más humano, en definitiva. Porque como decía la
buena de Mafalda: debemos apresurarnos a cambiar el mundo, antes de
que el mundo nos cambie a nosotros. Para eso ya se sabe: la
revolución empieza en uno mismo, en su casa, en su calle, en su
barrio y en su ciudad.
2) Qué barreras o dificultades encuentras en el entorno y en la sociedad en general?
En el caso de mi colectivo, que es el del ámbito en salud mental, nos encontramos un gran rechazo por parte de la sociedad. Se han reproducido una seria de estereotipos (violencia, vagancia, etc) que dificultan constantemente nuestros intentos por reclamar nuestros derechos como ciudadanos, incluso dentro de los servicios de Salud. El psiquiatra Manuel Desviat nos recuerda lo difícil que les resulta articular una ética a profesionales como él con estas palabras: <<Si es aún difícil la introducción de normas y protocolos que garanticen la eticidad de la practica médica en general, es fácil adivinar las resistencias, las trabas, las confusiones en la atención psiquiátrica, donde los pacientes más graves –los psicóticos- han sido considerados, cuando menos, unos menores más ó menos perversos precisados de tutela de por vida, y los menos graves –los neuróticos-, unos inmaduros inestables y de poco fiar>>.
2) Qué barreras o dificultades encuentras en el entorno y en la sociedad en general?
En el caso de mi colectivo, que es el del ámbito en salud mental, nos encontramos un gran rechazo por parte de la sociedad. Se han reproducido una seria de estereotipos (violencia, vagancia, etc) que dificultan constantemente nuestros intentos por reclamar nuestros derechos como ciudadanos, incluso dentro de los servicios de Salud. El psiquiatra Manuel Desviat nos recuerda lo difícil que les resulta articular una ética a profesionales como él con estas palabras: <<Si es aún difícil la introducción de normas y protocolos que garanticen la eticidad de la practica médica en general, es fácil adivinar las resistencias, las trabas, las confusiones en la atención psiquiátrica, donde los pacientes más graves –los psicóticos- han sido considerados, cuando menos, unos menores más ó menos perversos precisados de tutela de por vida, y los menos graves –los neuróticos-, unos inmaduros inestables y de poco fiar>>.
Demasiado a
menudo eres silenciado, deshistorizado, castrado física, psíquica y
simbólicamente por aquellos que te han de ayudar. Pierdes tu trabajo
por el simple hecho de estar en tratamiento psiquiátrico o
psicológico. Pierdes amigos, vínculos y relaciones, e incluso
algunas familias generan también estigma al convertir en un tema
tabú tu sufrimiento, incluso cuando decides "salir del
armario".
La gente
tiene miedo a lo desconocido, porque lo incomprensible esta
codificado para ser alarmante, y en lugar de acercarse lo que hace es
rechazar a la persona, segregarla, desterrarla de los territorios
comunes de la comunidad, olvidándose que, antes de cualquier
etiqueta, es una persona. Parece obvio esto pero para mucha gente no
lo es y desde Radio Nikosia llevamos ya una década luchando
constantemente para defender nuestra singularidad como seres
humanos.
3) Propuestas de mejora y alternativas.
3) Propuestas de mejora y alternativas.
Aunque se
está avanzando un poco todavía hay mucho por hacer.... Desde la
reforma psiquiátrica iniciada por Basaglia en los años 70 y el
cierre de las antiguas instituciones totales los locos nos
enfrentamos a un nuevo reto: nuestro reconocimiento como ciudadanos y
nuestra integración en la comunidad. Más allá de la torpeza con la
que se fueran realizando las distintas reformas psiquiátricas en
Europa o la mayor sofisticación de los tratamientos neurolépticos,
a los locos se nos inserta dentro de un sistema pseudocomunitario
formado por plantas de agudos en hospitales generales, centros de
día, residencias, pisos tutelados, etc. Estos dispositivos no
solucionan el problema del tránsito constante, ni nuestra necesidad
de evasión, sino que en muchos casos lo acrecenta. Las camisas de
fuerza físicas han sido sustituidas por camisas de fuerza químicas,
que levantan muros mentales, invisibles, que dificultan la
comunicación entre otros motivos a causa del aplanamiento emocional
que generan. Los locos nos encontramos nuevamente vagando por las
calles o encerrados en nuestra habitación, en fuga constante de un
mundo que nos agrede y que nos empuja a la evasión. Los síntomas
positivos como las alucinaciones o los delirios pueden haber
disminuido, pero la agresión de una comunidad que nos rechaza, que
desconfía de nosotros y de nuestro deambular, que nos considera
peligrosos o vagos, que nos mira a través de nuestra discapacidad,
que nos infantiliza en el mejor de los casos y nos ningunea en el
peor, hace del proyecto de integración comunitaria un fracaso casi
absoluto.
Habría que
modificar las lógicas heredadas de tiempos pretéritos y que todavía
hoy rigen la mayoría de instituciones y condicionan la mirada social
con la que se mira a las personas diagnosticadas, como, por ejemplo,
la entronización en un doble rol en tanto pacientes y enfermos
crónicos de la que es difícil salir y por tanto mirarse y ser
mirado más allá de la identidad enferma. Reclamar el sentido propio
de nuestra responsabilidad individual como ciudadanos y dueños de
nuestras emociones, desincrustándonos de esa mirada paternalista que
nos fosiliza. Tomar conciencia, en definitiva, de nuestra plena
singularidad como seres humanos, de nuestras capacidades y nuestras
limitaciones, así como las de nuestro entorno, para poder reclamar
el respeto deseado y el cumplimiento de nuestros derechos. Sólo
desde la promoción de la autogestión de nuestra vida, también de
las angustias, es posible hablar de autocuidado, de autonomía, de
empoderamiento y de cambio real de paradigma.
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