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jueves, 3 de octubre de 2013

JORNADAS SOBRE DIVERSIDAD FUNCIONAL





1) ¿Qué crees que pueden aportar las personas con diversidad funcional a esta sociedad?

Replantearía la pregunta hacia quá pueden aportar las personas a esta sociedad. Qué debe aportar un ciudadano para mejorar esta sociedad. Porque obviamente todos, absolutamente todos los habitantes de este planeta, somos personas con diversidad funcional, desde el momento en que tenemos ciertas dificultades para manejarnos en sociedad. Desgraciadamente se suele asociar esta terminología a aquellos cuya discapacidad es más visible, más evidente: los tarados, los tullidos, los locos, los monstruos sobre los que recaen los estigmas y los prejuicios con toda su carga desacreditadora simplemente por ser como somos: diferentes, -y por tanto- como todos los demás.

Por tanto repito: qué debería aportar un ciudadano para ganarse el respeto de sus vecinos? Porque hablar de deberes me parece más necesario que nunca, en un momento en el que nuestros derechos están siendo pisoteados constantemente por la clase política, generando peligrosas regresiones en las lógicas que rigen las políticas que deben asegurar el bienestar de la población en general y de las personas con más dificultades en particular.



Recuerdo que un compañero de la comisión de diversidad funcional durante el 15M me contó que el estaba allí para reivindicar sus deberes, porque sino resultaba perverso reclamar sus derechos. Y allí nos quedamos los dos, junto a muchos más compañeros y compañeras, reflexionando colectivamente sobre las necesidades sociales para hacer de este un mundo mejor, mas justo, más igualitario, más respetuoso con la diferencia, mas sensible, más horizontal, más democrático y más humano, en definitiva. Porque como decía la buena de Mafalda: debemos apresurarnos a cambiar el mundo, antes de que el mundo nos cambie a nosotros. Para eso ya se sabe: la revolución empieza en uno mismo, en su casa, en su calle, en su barrio y en su ciudad.

2) Qué barreras o dificultades encuentras en el entorno y en la sociedad en general?

En el caso de mi colectivo, que es el del ámbito en salud mental, nos encontramos un gran rechazo por parte de la sociedad. Se han reproducido una seria de estereotipos (violencia, vagancia, etc) que dificultan constantemente nuestros intentos por reclamar nuestros derechos como ciudadanos, incluso dentro de los servicios de Salud. El psiquiatra Manuel Desviat nos recuerda lo difícil que les resulta articular una ética a profesionales como él con estas palabras: <<Si es aún difícil la introducción de normas y protocolos que garanticen la eticidad de la practica médica en general, es fácil adivinar las resistencias, las trabas, las confusiones en la atención psiquiátrica, donde los pacientes más graves –los psicóticos- han sido considerados, cuando menos, unos menores más ó menos perversos precisados de tutela de por vida, y los menos graves –los neuróticos-, unos inmaduros inestables y de poco fiar>>.

Demasiado a menudo eres silenciado, deshistorizado, castrado física, psíquica y simbólicamente por aquellos que te han de ayudar. Pierdes tu trabajo por el simple hecho de estar en tratamiento psiquiátrico o psicológico. Pierdes amigos, vínculos y relaciones, e incluso algunas familias generan también estigma al convertir en un tema tabú tu sufrimiento, incluso cuando decides "salir del armario".

La gente tiene miedo a lo desconocido, porque lo incomprensible esta codificado para ser alarmante, y en lugar de acercarse lo que hace es rechazar a la persona, segregarla, desterrarla de los territorios comunes de la comunidad, olvidándose que, antes de cualquier etiqueta, es una persona. Parece obvio esto pero para mucha gente no lo es y desde Radio Nikosia llevamos ya una década luchando constantemente para defender nuestra singularidad como seres humanos.




3) Propuestas de mejora y alternativas.

Aunque se está avanzando un poco todavía hay mucho por hacer.... Desde la reforma psiquiátrica iniciada por Basaglia en los años 70 y el cierre de las antiguas instituciones totales los locos nos enfrentamos a un nuevo reto: nuestro reconocimiento como ciudadanos y nuestra integración en la comunidad. Más allá de la torpeza con la que se fueran realizando las distintas reformas psiquiátricas en Europa o la mayor sofisticación de los tratamientos neurolépticos, a los locos se nos inserta dentro de un sistema pseudocomunitario formado por plantas de agudos en hospitales generales, centros de día, residencias, pisos tutelados, etc. Estos dispositivos no solucionan el problema del tránsito constante, ni nuestra necesidad de evasión, sino que en muchos casos lo acrecenta. Las camisas de fuerza físicas han sido sustituidas por camisas de fuerza químicas, que levantan muros mentales, invisibles, que dificultan la comunicación entre otros motivos a causa del aplanamiento emocional que generan. Los locos nos encontramos nuevamente vagando por las calles o encerrados en nuestra habitación, en fuga constante de un mundo que nos agrede y que nos empuja a la evasión. Los síntomas positivos como las alucinaciones o los delirios pueden haber disminuido, pero la agresión de una comunidad que nos rechaza, que desconfía de nosotros y de nuestro deambular, que nos considera peligrosos o vagos, que nos mira a través de nuestra discapacidad, que nos infantiliza en el mejor de los casos y nos ningunea en el peor, hace del proyecto de integración comunitaria un fracaso casi absoluto.

Habría que modificar las lógicas heredadas de tiempos pretéritos y que todavía hoy rigen la mayoría de instituciones y condicionan la mirada social con la que se mira a las personas diagnosticadas, como, por ejemplo, la entronización en un doble rol en tanto pacientes y enfermos crónicos de la que es difícil salir y por tanto mirarse y ser mirado más allá de la identidad enferma. Reclamar el sentido propio de nuestra responsabilidad individual como ciudadanos y dueños de nuestras emociones, desincrustándonos de esa mirada paternalista que nos fosiliza. Tomar conciencia, en definitiva, de nuestra plena singularidad como seres humanos, de nuestras capacidades y nuestras limitaciones, así como las de nuestro entorno, para poder reclamar el respeto deseado y el cumplimiento de nuestros derechos. Sólo desde la promoción de la autogestión de nuestra vida, también de las angustias, es posible hablar de autocuidado, de autonomía, de empoderamiento y de cambio real de paradigma.



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