Páginas

sábado, 11 de mayo de 2013

LA LLAMADA TELEFONICA



LA LLAMADA TELEFONICA

Si la vida de un hombre vale lo que valen sus afectos, Peter era un hombre afortunado. Aquellos vínculos, complicidades, encuentros, experiencias compartidas que nos permiten salir de la soledad más absoluta, de la isla permanente de la incomunicación y el solipsismo, de ese infierno de paredes de hielo y silencio, donde acaban encerrados aquellos que carecen de aquella persona amiga que le acoja y lo sostenga, manteniendo a flote la estructura vital, incluso aquellas veces en que la vida ha golpeado tan duro que más de uno sentiría que lo más fácil sería derrumbarse y ceder ante la angustia. Esos momentos en que el dolor se agolpa y se extiende como una carcoma ácida y desoladora, royendo los interiores de la mente y el espíritu, abriendo huecos y vacios insondables que la palabra no alcanza a tapar porque lo real se ha vuelto demasiado terrible, demasiado horroroso para enfrentarlo -aunque quizás siempre fue así-, abriendo un extenso páramo en el campo de lo inefable. Como he dicho si esto fuera realmente así, Peter debía ser un hombre afortunado, un gran hombre, a juzgar por como se relacionaba con los demás. Una forma afectuosa y honesta, amigable y leal, que le retornaba en forma de aprecio, cariño, sincera compañía y amor incondicional por parte de sus muchos amigos y sobre todo por parte de Julia, la mujer que había conocido en la universidad, aquella con quien compartía lo bueno y lo malo desde entonces, la que le salvaba de su lado más oscuro.



Se habían graduado en el año 2005, él de Filosofía y Letras, ella de ingeniería industrial. Como tantos otros jóvenes tuvieron serias dificultades para empezar a ejercer, él tuvo que aceptar varios trabajos precarios de manipulación o transporte, hasta que consiguió una beca completa para realizar un doctorado, aunque tuvo que seguir con trabajos temporales como camarero y profesor particular para poder ayudar con el alquiler. Ella había entrado a hacer practicas en una empresa farmaceútica y después de un año como becaria, convenció a sus jefes para que la contrataran como miembro del equipo de logística e innovación. Cuando los dos estaban asentados llegó el primer golpe duro con la muerte de Marta, la madre de Peter, en un accidente de coche cuando se dirigía a la fiesta de cumpleaños de su hijo. El padre de Peter había fallecido cuando éste aún era niño y su madre se había encargado de que no le faltara nada y de que llegara hasta donde pudiera soñarse. La policia llamó al piso de Peter y Julia para informar del accidente. Fue Julia quien respondió al teléfono, la cual no pudo contener las lágrimas. Fue el llanto de ella lo que le avisó a él de que algo terrible había sucedido. Durante los días siguientes tuvieron que hacer frente a todo el papeleo y burocracia pertinentes: la elección del féretro, las flores, las llamadas a seres queridos, la herencia y todo aquello que envuelve, para bien o para mal, el negocio de la muerte. Un auténtico proceso de desnaturalización de los padeceres donde no pudieron permitirse ningún momento de dolor íntimo, ya que estuvieron más ocupados enfrentando el dolor de todas aquellas personas que se quisieron despedir de la difunta, que de compartir el suyo propio. Una vez incinerado el cuerpo de Marta y esparcidas sus cenizas entre los rosales del jardín botánico, la pareja pudo abrazarse al fin y llorar unidos en el dolor del duelo.

La herencia que Marta le había legado permitió a Peter dejar sus trabajos eventuales y centrarse en su tesis doctoral. Un ensayo que pretendía reflexionar sobre las lógicas institucionales y las relaciones de poder. En su opinión las estructuras verticales que regían las instituciones, ya fueran políticas, sanitarias, educativas o familiares, cimentaban un tipo de relación perversa, que acababa vulnerando en no pocas ocasiones los derechos humanos del sujeto institucionalizado. La vejación, el maltrato, el abuso, siendo protocolizados se disfrazaban de medidas paliativas por el bien de la comunidad y del orden social. Con lo que se garantizaban que aquellos que poseían una cuota de poder, pudieran mantenerla pasara lo que pasase.



Esta forma más intelectual de rebelarse contra lo establecido había encontrado su contrapunto en lo real de la mano de movimientos como el 15 M que había sacado a las calles a cientos de miles de personas por todo el país, reclamando una democracia más participativa y promoviendo otra forma de relacionarse política y socialmente entre los ciudadanos. El respeto por la diversidad, los valores postmodernos, se habían convertido en ejes de un movimiento de masas, que desde el gobierno se intentaba criminalizar con las dos armas que tenía: acusando injustamente a sus miembros de terrorismo o diagnosticandolos de enfermos mentales.

Una noche, el viejo teléfono de Peter graznó los acordes de su melodia, a altas horas de la madrugada, despertándole asustado ante lo insólito, pensó que podría tratarse de Julia, la cual estaba de viajeen casa de sus padres y podía estar en apuros. Se levantó de un salto y fue hasta la cómoda donde dejaba siempre su celular, pero no reconoció el número. Pensó que quién fuera debía de haberse equivocado y volvió a enrocarse bajo las mantas. 




Soñó que la ciudad se convertía en un laberinto del que no había salida, un amasijo de calles y avenidas, donde nada era lo que parecía, donde las ventanas estaban cerradas porque escondían algún secreto. Soñó que andaba por ellas y que un peligro desconocido le acechaba en su deambular, por lo que comenzaba a correr huyendo de su fantasma. Al entrar en un parque arbolado la sensación de angustia se hizo más extensa, pero, por suerte -creyó en ese momento- después de acelerar su carrera encontró un edificio de paredes de cristal, al que pudo acceder porque la puerta estaba abierta. En su interior otro laberinto de pasillos blancos y angostos, como si fueran los intestinos de una enorme bestia, le condujeron hasta una enorme sala blanca donde sólo había una cama vacía. Si aquella cama era su final no lo supo jamás, quizás lo era y no lo era, porque la vida está llena de paradojas y en muchas ocasiones las cosas son como son y a la vez su contrario, como si las palabras, fuera de la literatura y de sus reglas, no sirvieran para fijar a aquello que las debiera representar, porque la realidad es innasible en esencia, y esta vida solo fuera un sueño del que no sabemos cuando vamos a despertar. 

Continuara... 

No hay comentarios: