El salto.
Justo saltó de su balcón un domingo a las tres del
mediodía. Mientras caía vio a una pareja de ancianos compartir un
flan de huevo. Observó durante un instante como en otro piso la
televisión mostraba a la Plataforma de afectados por la hipoteca
detener un desahucio. Vislumbró a una pareja de recién casados
besarse sin temor, como si su beso fuera la materialización más
pura de la ilusión. Seguía cayendo y su mirada cazó a una madre
mientras amamantaba a su bebé, destinatario de un futuro incierto,
pero que por derroche de esperanza no sería. Finalmente creyó
distinguir a una mujer sola, sin ilusión, sin esperanza, como había
estado él hasta el momento del salto. Fue entonces, en el instante
justo de estrellarse contra el suelo, cuando supo que aún no quería
abandonar este mundo.
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