Atrapado en la habitación,
atado a este segundo mundo,
mi identidad forjada de fantasías
reclama una felicidad que no sostenga
fragilmente la química.
No me llega la luz tras los visillos
y el silencio se espesa entre los muebles
de ayer, de mañana,
de siempre, de nunca.
Dentro de este anacronismo tan personal
prefiero callarme para no errar,
prefiero detener mis pasos
por si me pierdo.
Pero escruto las sombras
buscando la salida de este laberinto,
una certeza mas alla de toda duda,
tarea imposible, sólo ilusión,
puros espejismos.
De repente
desde otra estancia u otro mundo
llega imperiosa la orden
¡Apaga la luz! Mas no es posible
como relámpagos ciegos
sobre un firmamento quebradizo
en mi habitación
sólo habita lo oscuro.
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