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miércoles, 20 de febrero de 2013

Carta abierta al Servei Català de la Salut

RESIDENTE DE “CAN ZARIQUEY” A LA FUGA
Extracto del escrito dirigido al Servei Catala de Salut a propósito de un ingreso y fuga en CAN ZARIQUIEY
El motivo de este escrito es poner en conocimiento de la autoridad competente hechos que pueden requerir medidas correctoras. Tengo el convencimiento de que los comportamientos a los que me referiré en este escrito no son propios del Servei Català de la Salut ni de quienes lo representa. Hablo del trato recibido por parte del personal de la Comunidad Terapéutica “Can Zariquey” en Arenys de Munt, con ocasión del ingreso de mi hijo en dicho centro en febrero de 2013. El ingreso acabó con una fuga del centro al cabo de cuatro días, circunstancia que he puesto en conocimiento de los “mossos d’esquadra” a través de una denuncia.
A continuación describiré la cronología del ingreso de mi hijo y los hechos motivo de mi reclamación:
·         Primer día de ingreso: Después de hablar por teléfono con la psiquiatra que recibe a mi hijo, entiendo que seguirá la pauta de medicación instaurada en la unidad de Agudos desde la que le han derivado.
·         Segundo día de ingreso: Hago uso del horario de visita (de 4:30 a 8:00) para llevar ropa, neceser, tabaco, etc. Al inicio de la visita la señora a la que entrego la bolsa con las pertenencias, comenta que no podemos salir del recinto, pues es el protocolo para cualquier nuevo ingreso: los primeros 8 días no pueden salir.
De entrada me sorprende pues en el Hospital del que procede ya tenía permiso de sábados, domingos y tardes en los días laborables, y entendía que, viniendo de una unidad de agudos a otra de subagudos, los permisos serían más laxos, no al contrario.
Acepto, a pesar de todo, esa “norma” y pido salir al jardín de delante del edificio para permitir fumar a mi hijo durante la visita, pues la alternativa es que él vaya entrando y saliendo de las dependencias de los residentes cada vez que necesite fumar, mientras yo me quedo en el vestíbulo de entrada, obligando a algún cuidador a abrir la puerta cada vez que quiere acceder al vestíbulo. Cabe decir que esa petición la acompaño de una asunción de responsabilidad por mi parte de lo que pase fuera del recinto.
Antes de salir al jardín mi hijo saca un café en la máquina del vestíbulo y al ir a tomárselo la señora que me ha atendido hasta el momento le conmina a entregármelo porque dice que esa máquina es para uso exclusivo de las visitas y no de los internos.
Al salir al jardín, mi hijo me comenta que le están dando más medicación de la pautada pues le han añadido dos antipsicóticos más, pasando de 2 a 4 antipsicóticos. No quiero extenderme sobre lo que hablan las guías psiquiátricas respecto a la polifarmacia, solo resumir que no aporta mejoras sustanciales y sí más efectos secundarios, por la interacción medicamentosa y porque se incrementan las DDD’s (dosis diarias definidas).
Ante esta circunstancia me dirijo a la señora que me ha atendido al llegar (desconozco su cualificación) y hago demanda de hablar con un psiquiatra para saber el porqué de este cambio de pauta la primera noche en el centro. Me responde que no hay ningún psiquiatra y que espere hasta el lunes para hablar con la psiquiatra que llevará a mi hijo, o al martes para hablar con la que le atendió en el ingreso que es quien ha establecido la pauta. Insisto en hablar con un psiquiatra pues entiendo que si es un centro socio-sanitario donde los residentes están medicados es obligado tener un equipo médico de forma continuada.
Ante mi insistencia me refieren a la enfermera que al requerírselo me informa verbalmente de la pauta (con las dosis correspondientes) pero se niega a dármela por escrito. En este momento me hacen entrega de las normas “escritas” del centro y yo pido una hoja de reclamaciones para manifestar mi desacuerdo con la actuación.
A partir de este momento interviene el señor xxxx (del que tampoco conozco su cualificación) y sostenemos una conversación un tanto tensa y con cierto tono  autoritario hacia mí.
Durante mi estancia en el vestíbulo con mi hijo, una de las residentes, que está con su visita, intenta tomar un café de la máquina y ante mi comentario de que solo es para las visitas, como me habían indicado, el Sr. xxxx con tono autoritario dice que él decide quién puede utilizar la máquina y quién no y en este caso es que puede utilizarla. Cabe decir que en las normas “escritas” no se hace referencia al uso de la máquina del vestíbulo.
·         Tercer día de ingreso: vuelvo a hacer uso del derecho de visita en las horas convenidas.
Durante mi permanencia en el centro observo la llegada de dos familiares, en momentos diferentes, con el objetivo de visitar a dos residentes, y la persona que los recibe (yyyy) después de desaparecer del vestíbulo, regresa al mismo indicando la imposibilidad de que reciban visita en ese momento. Desconozco los motivos para eso, que por otra parte pueden ser perfectamente justificables, pero me sorprende que en ambos casos los desconociera la persona que recibe a los familiares en el momento de atenderla en el vestíbulo y que no se pudiera avisar a los familiares de esta circunstancia con tiempo suficiente para no presentarse en el centro y poder evitar esa desplazamiento. Cabe decir que según mi hijo ese día en el centro permanecían solo 5 ingresados.
A la vista de todas estas observaciones ya había decidido pedir el alta voluntaria el lunes, de manera formal y cumpliendo todos los protocolos (básicamente la presencia de un médico).
·         Cuarto día de ingreso: es el padre de mi hijo quien le visita. Su padre abandona el centro hacia las 18:45.
Hacia las 19:15 de la tarde yo realizo una llamada para hablar con mi hijo y me indican que le van a buscar. Después de una espera de aprox. 5 minutos me piden que llame más tarde porque debe estar en su habitación. Realizo dos llamadas más, una a las 19:45 y la última a las 19:55.
Es con ocasión de esta última llamada que me informan de que no le encuentran en el centro, pero no saben responderme desde que hora ha desaparecido ni quien ha sido la última persona que le ha visto (trabajador del centro o residente del mismo), ni si falta alguien más.
Pregunto que hay que hacer en estos casos y responden que lo van a hablar ellos y me llamarán en media hora.
A las 20:20 aproximadamente mi hijo aparece en casa. Al recibir la llamada del centro les informo de la situación de Adrián y les comento que se quedará en casa y yo pasaré al día siguiente a buscar sus pertenencias.
·         Primer día después de la fuga: Después de poner la denuncia correspondiente en mossos d’esquadra, llego al Centro hacia las 19:15 a buscar las pertenencias de mi hijo. Me recibe la enfermera que me atendió el viernes y me indica que me espere para hablar con el médico. Comenta también que la Dra. zzzz ha estado esperando, hasta las 19:00, mi llamada y que ya se había ido. Respondo que la llamada también la hubiera podido realizar ella y más dadas las circunstancias del domingo.
En ese momento aparece el médico, que para mi sorpresa es un señor al que había visto hablando con xxxx el viernes y que había presenciado nuestra tensa conversación.
Le recuerdo el hecho de que yo pidiera un psiquiatra el viernes y nadie me informó de que él lo fuera. Justifica que él no era el de referencia y le respondo que de hecho no lo era ninguno, puesto que la Dra. Pppp solo le trató en el ingreso y la Dra. zzzz no le iba a tratar hasta el lunes, e insisto en que precisamente porque era conocedora de estas circunstancias pedí “un psiquiatra”, no el “psiquiatra de referencia”.
Finalmente me entregaron las pertenencias pero no me hicieron entrega de ningún documento de alta voluntaria o que describiera las circunstancias de abandono del centro por parte de mi hijo.
·         Quinto día después de la fuga: el padre de mi hijo va a recoger el informe de alta, con la pertinente autorización de él, como me han pedido desde el Centro.
En el informe observo con sorpresa un diagnóstico en el Eje IV que nunca antes le habían hecho y que hace referencia a “problemas económicos” y “en el grupo primario de soporte”.
Busco el significado de esas leyendas en ese eje y encuentro:
o   Problemas relativos al grupo primario de apoyo: por ejemplo, fallecimiento de un miembro de la familia, problemas de salud en la familia, perturbación familiar por separación, divorcio o abandono, cambio de hogar, nuevo matrimonio de uno de los padres, abuso sexual o físico, sobreprotección de los padres, abandono del niño, disciplina inadecuada, conflictos con los hermanos; nacimiento de un hermano.
o   Problemas económicos: por ejemplo, pobreza extrema, economía insuficiente, ayudas socioeconómicas insuficientes.

Desconozco porque vía ha llegado la Dra. pppp a esa conclusión, pues es evidente que no se corresponden con la situación real de mi hijo, lo que me confirma una vez más la falta de rigor y profesionalidad del personal de “Can Zariquey”.
A la luz de los hechos referidos pueden concluir ustedes mismos que es lo que interpreto como trato insatisfactorio, al margen del hecho de la fuga, que no tiene consideración de queja sino de denuncia por negligencia, como así lo he cursado, pero resumiendo, respecto al trato:
·         Actuación prepotente por parte del personal del centro, sin considerar el derecho del paciente, y el de la familia, por delegación expresa de mi hijo, a conocer la medicación pautada y el porqué.
·         Salvo en el caso de la enfermera en  ningún momento el personal del Centro se presenta con la cualificación pertinente. De hecho desconozco hasta el primer día después de la fuga que una de las personas que estaba en el Centro cuando requería la presencia de un psiquiatra lo era.
·         Arbitrariedad en las “normas no escritas” (ejemplo: uso de la máquina del café del vestíbulo)
·         Atención poco respetuosa: El diálogo con el médico, el día que voy a recoger las pertenecías, es de pie y en el vestíbulo. En ningún momento hay una invitación a sentarse o conversar en un despacho.
·         Ninguna información sobre las actividades del Centro
·         Poco rigor en los profesionales médicos del Centro
Por otra parte, ha llegado a mis oídos que las fugas son habituales en el centro, por eso pretendo con mi exposición de los hechos que, como responsables de los recursos de salud mental en el Maresme, velen por la protección de nuestros seres queridos que por sus circunstancias ya presentan una vulnerabilidad superior a otro tipo de pacientes.
Desde este post quiero hacer un llamamiento a las personas que han tenido experiencias con este Centro y que las aporten a través de comentarios. 

Marisa Campos Gutiérrez. Esquizomadre nikosiana.

martes, 19 de febrero de 2013

Sobre suicidios y crisis.

Ayer, a raíz de compartir en mi facebook un artículo de El periodico firmado por Risto Mejide, inicié un debate con mi amigo Tomás de la Asociación Hierbabuena. Que sí, que sí, que está muy bien que se escriba sobre esto, me decía él, pero parece que sólo se hable porque las víctimas no tienen nada que ver con esto de la salud mental. Y tenía razón. 

Los datos son los que siguen: al menos en Catalunya se han doblado las víctimas de suicidios desde el año 2008, de éstos un 90 % se considera que tenían algún tipo de trastorno mental, y (manda huevos) según el Instituto de medicina legal de Catalunya no se considera que haya ningún rasgo causal directo con el marco de crisis económica actual. 

Los médicos, como siempre, a lo suyo. Según otras disciplinas académicas como pueden ser la Antropología médica, la sociología o incluso la psicología, estos aumento alarmante si que puede tener algo que ver de forma directísima con la crisis, la pobreza, la desnutrición, el desamparo, la soledad y la desesperación que se desprende de los desahucios, el paro, el no llegar ni a mitad de mes (llegar al fin parece una utopía), la falta de persperctivas, etc. 

Los periodistas, que hasta hace no tanto tiempo, obviaban todo esto del suicidio por evitar aquello llamado efecto llamada, como si el suicidio fuera contagioso, y en cambio no lo fueran otras lacras como la violencia de género de la cual hemos tenido información detalladísima durante la última década, parecen haberse puesto las pilas y empezar a hablar de este fenómeno tabú. El porqué esta claro, creo, ya que es una forma de visibilizar y concienciar sobre una realidad social cada vez más dura e injusta. En este país la injusticia está vestida con trajes pagados por la trama gurtel y perfumada barrocamente de impunidad por un lado y, por el otro, de una masa social cada vez más grande que no tiene con qué alimentar a su familia, ni donde pasar la noche. 







 Mientras tanto las víctimas son siempre las mismas. Como decía Mario Benedetti:

Todo sigue en su sitio
 lo de arriba allá arriba
 lo de abajo aquí abajo
ay qué monotonía. 

Volviendo al tema de los suicidios un día José Valdecasas o Amaia Vispe (que como no firman uno ya no sabé quien es quien) dijo más o menos que: no elegimos el día en que nacemos, por tanto no estaría mal poder elegir el día en que morimos. Desgraciadamente, para la medicina, suicidarse es cosa de neurotransmisores, seguramente de esa traviesa serotonina, y el hecho de que de la noche a la mañana te quedes sin  trabajo, sin casa (porque se la ha quedado el banco) y que aún le debas al banco la deuda de la misma, por lo que sigues hipotecado, por no decir condenado, tenga algo que ver. Porque hay que decir que de todos los mecanismos de exclusión que existen en esta sociedad, la pobreza quizás sea el más hiriente, el más naturalizado y el más extendido.

Hablo de nuestros vecinos, aquellos a los que en ocasiones esquivamos a la hora de subir en el ascensor o que rehuimos mirar en la calle, como si estuviesen gravemente enfermos y sólo con cruzar nuestra mirada con la suya nos pudieran contagiar su pobreza. Porque en este mundo nuestro el peor paciente o al menos el más grave es nuestra sociedad. Una sociedad que adolece de prepotencia, de falta de empatía, de soberbios prejuicios, de un individualismo exacerbado que nos prometieron como la mayor de las libertades y que ha acabado encerrándonos en nuestros pisos con doble aislamiento, inoculado de forma parasitaria el germen de la indiferencia, enganchados a la desinformación que nos transmiten desde la mayoría de medios de masas y destruyendo -de esta manera tan sutil- muchos de los vínculos sociales que nos ayudaban a las comunidades a sostenernos en situaciones de angustia, soledad y sufrimiento.  Hablo de una humanidad deshumanizada, erosionada por los problemas del día a día, en los que sobrevivir se ha convertido en un objetivo desesperadamente habitual para demasiadas personas.  

En el sustento de todo este tinglado los periodistas tienen una gran responsabilidad. Y hablar del suicidio, aunque lo hagan tarde, es una forma de intentar abrir los ojos a justos e injustos sobre todo esto. Obviamente, y ya para acabar, por si no ha quedado clara mi postura. No creo que suicidarse o intentarlo sea siempre o casi siempre síntoma de estar loco. Ni siquiera teniendo más diagnósticos en la mochila que el mismo DSM, aceptaría esa circunstancia. Porque asumirla, tal y como la presenta la medicina o la psiquiatría sería deshistorizar al sujeto en cuestión, reducir su vida al juicio de una decisión (acertada o equivocada, porque seguro que razonada si que lo es), patologizar en definitiva la vida y la muerte, sin pensar que pueden haber rasgos causales directos con unas circunstacias que obviamente la medicina desconoce, porque a la mayoría de médicos no les importa un pimiento el qué, el cómo, el cuándo, el dónde y el por qué.