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viernes, 27 de abril de 2012

Noche de tristeza

No entrare en los motivos, pero hoy más que nunca tengo presentes los versos del gran Mario Benedetti. Aquí os los dejo. 



A la izquierda del roble.

No sé si alguna vez les ha pasado a ustedes
pero el Jardín Botánico es un parque dormido
en el que uno puede sentirse árbol o prójimo
siempre y cuando se cumpla un requisito previo.
Que la ciudad exista tranquilamente lejos.

El secreto es apoyarse digamos en un tronco
y oír a través del aire que admite ruidos muertos
cómo en Millán y Reyes galopan los tranvías.

No sé si alguna vez les ha pasado a ustedes
pero el Jardín Botánico siempre ha tenido
una agradable propensión a los sueños
a que los insectos suban por las piernas
y la melancolía baje por los brazos
hasta que uno cierra los puños y la atrapa.

Después de todo el secreto es mirar hacia arriba
y ver cómo las nubes se disputan las copas
y ver cómo los nidos se disputan los pájaros.

No sé si alguna vez les ha pasado a ustedes
ah pero las parejas que huyen al Botánico
ya desciendan de un taxi o bajen de una nube
hablan por lo común de temas importantes
y se miran fan ticamente a los ojos
como si el amor fuera un brevísimo túnel
y ellos se contemplaran por dentro de ese amor.

Aquellos dos por ejemplo a la izquierda del roble
(también podría llamarlo almendro o araucaria
gracias a mis lagunas sobre Pan y Linneo)
hablan y por lo visto las palabras
se quedan conmovidas a mirarlos
ya que a mí no me llegan ni siquiera los ecos.

No sé si alguna vez les ha pasado a ustedes
pero es lindísimo imaginar qué dicen
sobre todo si él muerde una ramita
y ella deja un zapato sobre el césped
sobre todo si él tiene los huesos tristes
y ella quiere sonreír pero no puede.

Para mí que el muchacho está diciendo
lo que se dice a veces en el Jardín Botánico

ayer llegó el otoño
el sol de otoño
y me sentí feliz
como hace mucho
qué linda estás
te quiero
en mi sueño
de noche
se escuchan las bocinas
el viento sobre el mar
y sin embargo aquello
también es el silencio
mírame así
te quiero
yo trabajo con ganas
hago números
fichas
discuto con cretinos
me distraigo y blasfemo
dame tu mano
ahora
ya lo sabés
te quiero
pienso a veces en Dios
bueno no tantas veces
no me gusta robar
su tiempo
y además está lejos
vos estás a mi lado
ahora mismo estoy triste
estoy triste y te quiero
ya pasarán las horas
la calle como un río
los árboles que ayudan
el cielo
los amigos
y qué suerte
te quiero
hace mucho era niño
hace mucho y qué importa
el azar era simple
como entrar en tus ojos
dejame entrar
te quiero
menos mal que te quiero.

No sé si alguna vez les ha pasado a ustedes
pero puedo ocurrir que de pronto uno advierta
que en realidad se trata de algo más desolado
uno de esos amores de tántalo y azar
que Dios no admite porque tiene celos.

Fíjense que él acusa con ternura
y ella se apoya contra la corteza
fíjense que él va tildando recuerdos
y ella se consterna misteriosamente.

Para mí que el muchacho está diciendo
lo que se dice a veces en el Jardín Botánico

vos lo dijiste
nuestro amor
fue desde siempre un niño muerto
sólo de a ratos parecía
que iba a vivir
que iba a vencernos
pero los dos fuimos tan fuertes
que lo dejamos sin su sangre
sin su futuro
sin su cielo
un niño muerto
sólo eso
maravilloso y condenado
quizá tuviera una sonrisa
como la tuya
dulce y honda
quizá tuviera un alma triste
como mi alma
poca cosa
quizá aprendiera con el tiempo
a desplegarse
a usar el mundo
pero los niños que así vienen
muertos de amor
muertos de miedo
tienen tan grande el corazón
que se destruyen sin saberlo
vos lo dijiste
nuestro amor
fue desde siempre un niño muerto
y qué verdad dura y sin sombra
qué verdad fácil y qué pena
yo imaginaba que era un niño
y era tan sólo un niño muerto
ahora qué queda
sólo queda
medir la fe y que recordemos
lo que pudimos haber sido
para él
que no pudo ser nuestro
qué más
acaso cuando llegue
un veintitrés de abril y abismo
vos donde estés
llevale flores
que yo también iré contigo.

No sé si alguna vez les ha pasado a ustedes
pero el Jardín Botánico es un parque dormido
que sólo despierta con la lluvia.

Ahora la última nube a resuelto quedarse
y nos está mojando como alegres mendigos.

El secreto está en correr con precauciones
a fin de no matar ningún escarabajo
y no pisar los hongos que aprovechan
para nadar desesperadamente.

Sin prevenciones me doy vuelta y siguen
aquellos dos a la izquierda del roble
eternos y escondidos en la lluvia
diciéndose quién sabe qué silencios.

No sé si alguna vez les ha pasado a ustedes
pero cuando la lluvia cae sobre el Botánico
aquí se quedan sólo los fantasmas.

Ustedes pueden irse.
Yo me quedo.

jueves, 26 de abril de 2012

Dos tazas de ¿Esquizofrenia?


Llevo días muy triste. Parece ser que estoy medio deprimido. A todo esto se le suma el hecho de que con mi psicoanalista entre otras cosas estoy intentando conciliar ciertos sucesos pantanosos de mi pasado dentro de mi biografía. El problema es que la teoría que yo manejo sobre los hechos en cuestión choca con las creencias de mi entorno, como si hablar de ciertas cosas, por el fango que las envuelve, fuera como abrir la caja de Pándora o el preludio de una tormenta. En mi entorno hablar de estas situaciones es equivalente a delirar y para mi resulta un esfuerzo doblemente tremendo intentar armar ese capítulo de mi historia que tanto dolor me ha causado desde entonces.

Yo por supuesto tengo mi teoría. Una teoría alimentada de recuerdos que intento analizar como si fueran la clave de todo un enredo psicótico.

Vamos a la exposición de los hechos. Durante mi infancia, mi adolescencia y los primeros años de mi juventud, era un tipo extremadamente inteligente y creativo. Con muchísima facilidad para construir historias utilizando distintos lenguajes. Hablar conmigo resultaba en no pocas ocasiones un abanico de posibilidades, ya que conseguía resolver con inusitada facilidad los enredos narrativos con los que se encontraban algunas personas (alguno de ellos famosos) y que a bien de compartir me confesaban, ante la unica intencion, por mi parte, de echarles una mano. Yo quería ser escritor. Y hay que decir que escribir lo que se dice escribir, no escribía prácticamente nada, a pesar de que mi psicoanalista en aquellos tiempos insistía e insistía en que escribiera lo que fuera, pero escribiera. Me manejaba con muchísima más habilidad en el lenguaje hablado, directo y cara a cara. Mis años de universidad los estaba empleando precisamente en indagar sobre los procesos narrativos, desde la novela o el relato, al cine o documental. Leía y leía, veía cine como un animal. Todo aquel esfuerzo formativo esperaba que algún día diera sus frutos en forma de aquella obra publicada y soñada. Pero ese día no llegaba. El consumo de Cannabis se dobló, afectando a mis roles sociales. Algo se estaba gestando en mi mente que acabaría por partir mi vida, algo en forma de insatisfacción absoluta ante la enorme frustración que sentía como creador sin obra reconocida, sin obra materializada, sin obra por tanto de la que poder presumir. Me sentía como aquellas mujeres que ante la pobreza de su vida han de dar a sus hijos en adopción. En éstas la relación con la que en aquellos tiempos era mi novia se fue enturbiando de infidelidades y otras cornamentas, mi círculo de amistades no comprendían mi humor uraño que por momentos rozaba la misantropía. Cuando a mi madre la diagnosticaron de cáncer tome la peor decisión de mi vida, más por la forma en que se hizo que por la decisión en sí misma. Quise ingresar para poder desintoxicarme de mi adicción al cannabis.

Cuando en López Ibor, a casi 700 kilómetros de mi casa y de todos los problemas que allí me esperaban, avisé de que yo lo único que quería era desintoxicarme, no me hicieron mucho caso. Al parecer todo aquello que contaba con la ligereza de una conciencia limpia y el orgullo de quien ha aportado su granito de arena en algún proyecto importante, era en su opinión delirio puro y duro. Me medicaron con haloperidol y ziprexa. Y como no respondí a la medicación hablaron de clínica abigarrada y de delirio resistente. Desde la primera toma, eso si, vi que algo malo me estaba sucediendo aunque no podía negarme a tomarla si quería salir de allí. La medicación supuso un telón de acero en mi mente, un telón que me impedía pensar y reconocerme a través del lenguaje como siempre había hecho, desde bien pequeño, pues el lenguaje era y a día de hoy sigue siendo ese andamio que me ayuda a sostenerme. De alguna forma al ser incapaz de pensarme, al haberme robado mi propio lenguaje, como si me hubieran robado el significante del nombre del padre a base de pastillazos, me encontré ante el espejo a alguien que no conocía, mientras en mi pecho una sensación de insana injusticia se hacía fuerte. Estaba convencido de que si hubiera tenido la más mínima prueba con la que demostrar mi talento nada de todo aquello hubiera sucedido. Mi madre seguiría enferma, mi novia estaría poniéndome los cuernos con algún maromo polla-tiesa, pero yo seguiría siendo aquel que siempre había sido y que habían derrumbado a mitad de la construcción.

Cuando al cabo de un mes y medio volví a mi casa, el ambiente estaba enrarecido. Yo había pasado de ser el estudiante, bohemio y vividor, que ganaba para sus gastos trabajando 6 meses al año, a ser el enfermo, el esquizo, como me etiquetó un nuevo psiquiatra, ya que mi antiguo psiquiatra y analista se había convertido en aquel al que no se podía ni nombrar. Mi novia me dejó definitivamente, mis amigos desaparecieron y mi madre se curó. Pero mis días se centraron en aquel momento en infinitas y delirantes proyecciones de aquel deseo de ser reconocido que me pudo haber salvado. Durante el día repetía como una letanía lo que había hecho y lo que había dejado de hacer, como si estuviera atrapado en un bucle del que no podía o no quería salir. Era algo así como... ¿Raúl que tal estás? Bien, como propuse para tal película, porque colabore en tal película, y en aquella otra y en aquella otra. Raúl estás como atrapado en un círculo, me dijo un viejo amigo una vez. No me queda nada más, Dani, no me queda nada más. En esta situación si alguna vez uno la posilibidad de ser creído por mi entorno aunque fuera de forma remota se disipó para siempre y por completo.Todas estas experiencias se codificaron para siempre en forma de síntoma.

Por otro lado, cuando dormía que era la mayoría de las horas tenía sueños hiperreales, sueños que como le confesé “al panolí”, que era como llamaba a mi médico de entonces, un tipo inculto y biologicista que no me escuchaba más de cinco minutos seguidos por el montante de 90 euros, ya en aquellos momentos tenía la certeza de que pasados unos meses todos aquellos sueños, que vivía intensamente y en los que me había transformado en el mayor creador de la historia y en el mayor asesino también, no sería capaz de distinguirlos como tales en mi memoria. Así fue.

Lo que continúa es una vuelta de tuerca más a toda esta historia con universidades instalando circuitos en mi cerebro, cámaras de telecinco persiguiéndome, la policia vigilando mis pasos, vamos que si los medicos querían un poco de esquizofrenia tuvieron dos tazas.

Como ya sabeis esta historia ha tenido un buen final. Deje a los psiquiatras privados, deje el cannabis, me cambiaron de medicación encapsulé todo esto en una nube de duda y entré en Radio Nikosia donde conocí a Almudena y a mis compañeros.

A día de hoy, con mi segundo libro vendiéndose bastante bien, dadas las circunstancias, conviviendo con Almu en nuestro pisito, con una vida productiva e ilusionante no es que todo esto que os he contado me quite el sueño. Simplemente creo que si existe ese algo que llaman justicia universal a mi me debe al menos el derecho a poder contarlo. Así que ¿por qué no hacerlo en mi blog?


Un abrazo cibernikosianos.

miércoles, 25 de abril de 2012

Pesadilla antes del diván.

Freddy no era una criatura de este mundo. Él era el dueño de las pesadillas. En el mundo de los sueños, en ese terreno pantanoso donde nos movemos en ocasiones, a caballo entre la impotencia y el terror, Freddy manejaba los hilos de nuestro descanso.
Cuando le apetecía, era capaz de surgir entre las sombras que proyectaba nuestra in-conciencia y desgarrar la paz que debería reinar durante las horas de sueño, transformando, por ejemplo, un bucólico valle en un pasto de cenizas o la imagen de alguien que amamos en un rostro cadavérico y ensangrentado.
Pese a que él nunca había sentido nada parecido, se podía decir que dominaba con precisión relojera todos los registros del miedo, sabiendo dosificar las imágenes en nuestra mente dormida para provocarnos: ya una leve inquietud, ya un terror agitado, que nos hiciera despertar desencajados, presos del más puro pánico, en medio del silencioso y oscuro vacío de la noche.
Después de muchos siglos donde su reinado del terror nocturno no tuvo más trabas que su estado de ánimo, el ser humano consumió el siglo XX. Con el nuevo milenio Freddy se percató de que sus trucos no eran igual de efectivos. La gente, sin que él supiera porque, no se despertaba gritando, es más, seguía dormida, indiferente a sus artimañas. Freddy pensó que quizás estuviera perdiendo sus poderes y por primera vez en la historia de la humanidad sintió miedo. Se vio a si mismo como un ser caduco y viejo, alguien de otra época destinado únicamente a la desaparición.
Por suerte para esta historia, no se resignó a desaparecer. Redobló sus acometidas y sus horas de trabajo, dedicado como estaba a investigar porque de aquel súbito cambio. 


 
Sin éxito y desesperado pensó en visitar a un médico, a uno de esos especialistas de la mente, pues, a estas alturas, Freddy sufría muchos de los síntomas de una depresión mayor, es decir: frustración, apatía, desgana, anedonia, ataques de ansiedad y pánico, etc. Así las cosas, entró en el sueño de un viejo psicoanalista y se desahogó. El especialista, cómo no, le preguntó por su infancia, por sus traumas, por sus sueños. Pero las respuestas de Freddy eran imprecisas. Era tan difícil remontarse más de 3000 años atrás y extraer algo en claro, como bucear en el mundo de los sueños de un ser que manejaba los sueños de los demás. El psicoanalista le encomió a que lo visitara tres veces por semana con el fin de realizar una terapia de shock. Freddy se comprometió a hacerle caso.
A la mañana siguiente Max, que así se llamaba el psicoanalista, interpretó el sueño como un reto auto-curativo, por lo que si conseguía curar a Freddy, conseguiría curarse a sí mismo.
Durante los meses siguientes en los sueños de Max, Freddy fue desnudando lentamente su pena, sus dudas, su miedo, ante la paciente mirada del profesional.
Un día Max le dijo algo revelador, le contó que en la actualidad el estudio de la mente humana se había reducido a unos parámetros puramente biológicos, lo que había generado el descubrimiento de muchos tipos de fármacos que empujaban a un sueño que definió como hueco. Eran pastillas que garantizaban 8 horas de sueño reparador y, aquí residía la revelación, libre de sueños y por tanto de pesadillas. A Freddy esta información le impactó. La culpa no era suya, no estaba perdiendo su poder, el problema eran los fármacos. Max continuó explicándole los nefastos efectos secundarios que comportaban dichas medicaciones, y como, en muchos casos ,dificultaban el estudio de los problemas, pues no solucionaban nada, sólo escondían bajo la alfombra las verdaderas causas del sufrimiento humano, que residía en la sociedad y en la adaptación del hombre a un entorno cada vez más hostil.
Durante las siguientes noches Freddy estuvo planeando su regreso. Si la gente había dejado de soñar, tenía que ir a por las consciencias de aquellos que habían provocado su fracaso. Decidió introducirse en el cerebro de aquellos bioquímicos que estudiaban y se lucraban anulando los sueños de las personas. Era mucho trabajo, pero Roma no se hizo en dos días. Fue de mente en mente, de habitación en habitación, haciendo tragar a los presuntos científicos su propia medicina, obligándoles a contemplar en el espejo la degradación, la desestructuración física y mental que los fármacos les producían. Freddy comprobó triunfal como el miedo atenazaba a aquellos dogmáticos que habían defendido hasta la extenuación la bioquímica cerebral. Algunos tan engañados por su prepotencia empezaron a medicarse, convencidos como estaban de que todo era un problema cerebral, y era entonces cuando la degradación se vivía con más fuerza, pues no desaparecía con el alba.
Desgraciadamente para Freddy el uso de psico-fármacos se continuó extendiendo. Las empresas sustituyeron a unos bioquímicos por otros, y a éstos últimos, cuando caían en la red de las pesadillas, por otros más nuevos.
Una noche Freddy volvió a visitar la casa de Max, le dijo: “¿sabes Max? Durante siglos, durante milenios, me había gustado mi trabajo, pero hoy en día no le encuentro sentido. Mi trabajo era dar un contrapunto de temor a la despreocupada vida humana, hacerles saber que no son dioses, que todo tiene un fin. El miedo que les provocaba les hacía sentir vulnerables y no hay nada más real en la vida que la finitud, ese límite, que os exhorta a disfrutar del presente, a vivir con más intensidad el tiempo que os ha tocado vivir, que os impulsa a crear soluciones a vuestros problemas en pro de que vuestras obras os perduren, sabiendo, como sabéis, que vosotros no vais a hacerlo. Un hombre, una mujer, no son nada más que la potencialidad de sus ilusiones, más que la posibilidad de hacer realidad sus sueños. Hoy en día la gente ha dejado de soñar. Hasta que el ser humano no abra los ojos y consiga enfrentarse a sus miedos más profundos, será mejor que me tome unas vacaciones. En el fondo, después de más de 3000 años de duro trabajo nocturno, creo que me las he ganado. ¿no crees Max?¿Max?
Pero Max no le respondió. De el paciente psicoanalista sólo quedaba una urna llena de cenizas.

miércoles, 18 de abril de 2012

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Actualizar un blog no es poca cosa. Sobre todo cuando tienes a personas que te siguen con más o menos interés. Actualizar un blog es algo parecido a dejarte ver por un barrio virtual y mostrarte tal y como estás en ese momento. Saludar a los vecinos psiquiatras, saludar a los vecinos psicólogos, saludar también al resto de enfermos, incluido los locos/as con educación y cariño. Bien pensado esto más que un barrio parece un manicomio codificado en ceros y unos...

Este concretamente, y como es sabido por aquellos amigos que están leyendo en estos momentos, es algo más que un blog literario. En este rincón de la blogosfera Almu y yo, yo y Almu nos exponemos al juicio ajeno con la serenidad que conlleva tener la conciencia tranquila. Desde los poemas o los relatos, desde las reflexiones o las experiencias, acercamos el universo nikosiano en general y el nuestro particular a los que se acercan, con todo el muestrario repleto de alegrías y angustias, de cuitas y devaneos, de preguntas y más preguntas, de dudas como castillos y alguna pequeña certeza.

Actualizar un blog no es poca cosa, pero tampoco es como para dedicarle una vida. Pienso que esta experiencia, ha resultado muy enriquecedora porque nos ha permitido conocer in situ a personas extraordinarias, con las que ya estamos unidos en sincera amistad. Con estas personas, con las que residen fuera de este apacible lugar, como con uno mismo también hay que actualizarse. Si nos estancamos “malo será” que dirían los galegos.

Por este y por otros motivos llevo días barruntando en aquellas similitudes que nos asemejan a un sistema operativo. Todo desde que reproduje en una conversación la frase de un amigo.

-Pues sí, el sabado por fin me instalo. -Me comenta un colega.

-Bueno, pues luego ya sabes... a actualizarte todo el firmware. -Le espeto con ironía, queriendo recordarle que nos debe a Almu y a mi una cena en su nuevo piso. Él pilla la indirecta después de una breve explicación de qué es el firmware.

Ante su extrañeza, me vi asaltado por una serie de preguntas que tienen que ver con como los nuevos lenguajes se están adueñando de las parcelas humanas de forma sutil, de alguna forma deshumanizándonos, equiparándonos a máquinas o encorsetando nuestra perfecta imperfección a unos cánones medibles en pos de una soñada normalidad global y uniforme. El lenguaje informático, es un ejemplo, el psiquiátrico también. Ya nadie parece estar triste, ni lánguido, ni compungido, etcétera; ni alegre, ni feliz, ni estupendo, etc; ni aburrido, ni cansado, ni soñando en salir de clase, ahora todos estamos depres, eufóricos o con déficit de atención. En pocos años las emociones humanas se han visto patologizadas por vecinas que van de muy leídas y que no dudan en diagnosticar todo aquello que son incapaces de asumir ni respetar. Quizás por eso el mayor logro de la psiquiatría, desde su privilegiada posición de poder, sea haber patologizado la tremenda heterogeneidad que somos en tiempo record, y eso sólo se puede lograr modificando el lenguaje de la calle, en el barrio, el que se habla en las fruterías o con el panadero, el que se escucha en las mesas de las cafeterías, entre caña y caña y tiro por que me toca.

Actualizarse es equiparable a evolucionar, y desde Darwin se piensa que todo cambio, toda evolución -por definición- es para mejor, y va a ser que no. Que la realidad es otra cosa. Lo difícil supongo en estos tiempos que corren es encontrar en el pasado algo suficientemente firme, suficientemente sólido para armar un lenguaje sobre el ser humano capaz de enfrentarse a los embates de una evolución, que en ocasiones pienso nos lleva a la deriva.

jueves, 12 de abril de 2012

Desenfocado.


Llevo días borroso, nublado, como si andara por ahí desenfocado. Es una sensación extraña porque yo me veo bien, cuando me miro al espejo al menos sigo teniendo una oronda silueta el alta definición. El problema está cuando uno se mira en otro tipo de espejos... digamos... más oscuros.

Dicen los que saben de historia de la fotografía que las cámaras oscuras eran unas habitaciones cuya única fuente de luz era un minúsculo orificio en una de las paredes. La luz que penetraba en ellas por aquel orificio proyectaba una imagen del exterior en la pared opuesta. Aunque la imagen así formada resultaba invertida y borrosa, los artistas utilizaron esta técnica, mucho antes de que se inventase la película, para esbozar escenas proyectadas por la cámara. Con el transcurso de los siglos la cámara oscura evolucionó y se convirtió en una pequeña caja manejable y al orificio se le instaló una lente óptica para conseguir una imagen más clara y definida dentro de las antiguas cámaras de proyección. La sensibilidad a la luz de ciertos compuestos de plata, particularmente el nitrato y el cloruro de plata, era ya conocida antes de que los científicos británicos Thomas Wedgwood y Humphry Davy comenzaran sus experimentos a finales del siglo XVIII para obtener imágenes fotográficas. Consiguieron producir imágenes de cuadros, siluetas de hojas y perfiles humanos utilizando papel recubierto de cloruro de plata. Estas fotos no eran permanentes, ya que después de exponerlas a la luz, toda la superficie del papel se ennegrecía, con lo cual nunca pudieron llegar a conseguir el fijado de las imágenes.

Algo similar se me presenta en forma de angustia indefinida. La realidad que ven mis ojos son como la más moderna cámara réflex del mercado (pongamos una Nikon D-900). Pero la cámara encargada de reproducir mis interiores no parece haber evolucionado demasiado, ya que las imágenes al exponerlas a la luz de la razón se ennegrecen, dejándome una sensación de vacío e incomprensión.

Puede que el cambio de medicación o los problemas económicos o el clima de estos días o los vaivenes de una vida que me cansa o las luces llamativas de las máquinas tragaperras o el sopor que me produce el exceso de cerveza tengan algo que ver.

Ayer fui a mi tercera visita con mi nueva psicoanalista. Después de un conato de analisis con un tipo tan lacónico como lacaniano, he empezado un nuevo camino con la compañía una mujer a quien considero muy sabia. La cosa no pinta ni bien ni mal, sino todo lo contrario. Después de un año en el que me he enfrentado a todos los émbites que la vida y la muerte me ha puesto delante, me siento agotado y desenfocado. Es como si de repente todo me costara una barbaridad, simplemente porque de lo que tengo ganas es de reír, de disfrutar, de soñar, de ilusionarme, de apasionarme con algún proyecto que de sentido a una vida ennegrecida por una rutina desoladora.

¿Será cosa mía o de mi cerebro? Que más da!! Me siento como en medio de dos grandes energías que estiran de mi con fuerza a un lado y otro de mi ser, y construir un relato me resulta agotador porque hay pocas ideas que a dia de hoy me resulten ilusionantes como proyectos literarios y los que ya tengo empezados una novela que ya va por 170 páginas y una novela corta sobre el tarot y la psiquiatría me dan palo. No se si me estaré deprimiendo o si todo esto no es más que una mala racha. El típico bajón creativo que se traduce en una tremenda dispersión. A mi me gustaría levantarme por la mañana y tener esa ilusión por escribir que aún puedo rememorar sin esfuerzo, pero siempre ocurre algo que requiere de mi atención, de mi palabra, de mis manos, siempre ocurre algo que rompe la dinámica y luego retomarla rsulta tarea de chinos.

En fin... Como me decía hoy mi querido Joan hay angustias evitables y otras inevitables. Y sobre el papel o en la ventana el chat parece algo de perogrullo. La cosa está en que no tenemos (creo que ninguno) manual de instrucciones, y que al final dependemos mucho de lo que nos muestre nuestra réflex y nuestra cámara oscura. Porque no se trata de ver el vaso medio vacío o medio lleno, sino de entender que el vacío no existe, que siempre hay cosas que se tapan al no poder o no querer verbalizarlas, un vaso nunca estará vacío, como mucho no contendrá agua, sino aire o polvo o que se yo... Es aquí donde escribir se convierte una vez más en algo que me da una explicación o una descripción que me ayuda a sostenerme, sin vaciladas de ego maltrecho ni de superyo flipado, desde mi misma insignificancia y oscuridad. Quizás en estos momentos tristes las palabras que mejor me definan sean aquellas de Bergamín: Eres clara como el agua fresca, tan clara, tan clara, que oscureces todo lo que transparentas


Al menos espero no acabar asi...


Un abrazo cibernikosianos!! 

domingo, 8 de abril de 2012

BUSQUÉ...


Busqué entre la memoria, en los papeles perdidos de mi identidad, busqué su imagen a mi lado, aquella que ya nunca estará, busqué los secretos del tiempo, los recodos de los deseos, las aristas de mi personalidad; busqué el amor condensado en un verso y busqué una palabra que, con solo decirla, se hiciera realidad.

Escribí… dejándome llevar en torrente imaginario, sintiendo el latido que mostraba el mapa de los sentidos, buceando en el alma hasta encontrar la huella del pasado, enmascarada en imágenes que flotaban en el vacío de lo infinito... Escribí encerrándome entre letras para liberarse, para pasar y que pasaran el rato, para ser, para mostrarse, para comunicarse, para escapar, y aprender en el camino... 
 
Escribí sembrando futuro, intentando enseñar quien era, como es el mundo, como es un mundo, al niño que un día fui.

Así nació la huella dormida, se estiró el horizonte cristalino, el loco recobró la memoria por la fuerza del camino; el universo es inmenso, somos gotas de agua perdidas en su destino, contemplé los misterios que se alzan como losas de impenetrable reflejo y me pregunté una vez más, sin hallar respuesta: qué somos, a dónde vamos y de dónde venimos...

viernes, 6 de abril de 2012

Un artículo de Marino Pérez-Álvarez.




1

el propio estudio de la esquizofrenia es el mismo esquizofrénico, entre dos enfoques disociados y, ciertamente, difíciles de asociar. Uno es el enfoque neurobiológico y el otro el psicológico, según se conciba la esquizofrenia, respectivamente, como trastorno del cerebro o trastorno del yo. Ambos enfoques se tienen que conjugar, pero no es lo mismo cómo se haga, si dando prioridad al cerebro o al yo. No se trata de una polémica entre Psiquiatría y Psicología, toda vez que esos dos enfoques forman parte de la Historia de la Psiquiatría. La Psiquiatría misma es esquizofrénica (Luhrmann, 2001). Ambos enfoques cuentan con eminentes fundadores, representado el enfoque neurobiológico por el psiquiatra alemán emil Kraepelin, quien a partir de 1896 habló de demencia precoz, y el enfoque psicológico por el psiquiatra suizo eugene Bleuler, el introductor del término esquizofrenia en 1911, si bien ya lo había utilizado en 1908 (Moskowitz y Heim, 2011).
Ambos enfoques se han dado en paralelo y pendularmente en todo este tiempo. en los últimos treinta años el péndulo está del lado del enfoque neurobiológico. Sin embargo, no por ello se ha pensar incautamente que hay un conocimiento acumulativo de la Psiquiatría sobre la esquizofrenia. Antes bien, el progreso puede ser una ilusión plagada de mitos: el mito del diagnóstico psiquiátrico como si tuviera validez, el mito de que los trastornos son enfermedades genéticas y el mito de que las enfermedades mentales son enfermedades del cerebro (Bentall, 2009).

Del cerebro a la persona

¿Cuál es el estado del arte del enfoque neurobiológico sobre la esquizofrenia? Se cuenta con revisiones recientes acerca de lo que se conoce hoy (Harrison, Lewis y Kleinman, 2011; Keshavan, Nasrallah y Tandon, 2011; MacDonald y Schutz, 2009). Se conocen numerosos hechos, hasta 77 se han llegado a enumerar (Keshavan et al., 2011), pero no se sabe qué es la esquizofrenia, de manera que ni se sabe si los hechos son relevantes. Así, entre esos hechos figuran, por ejemplo, la alta heredabilidad y el volumen del cerebro reducido y los espacios del ventrículo tercero y lateral aumentados en los pacientes de esquizofrenia. Pero, ¿qué tendrá que ver, valga por caso, el volumen del cerebro con la creencia de que alguien te está espiando por Internet y qué genes puede haber para semejante delirio?
Como advierten Keshavan y colaboradores, aunque estos hechos son consistentes, «ninguno de ellos se puede considerar un aspecto necesario y suficiente de esta enfermedad. Similares síntomas, alteraciones estructurales del cerebro, características del comienzo y del curso, predisposiciones genéticas y respuestas a antipsicóticos que bloquean la dopamina se encuentran en una variedad de estados neuropsiquiátricos. esta soberana toma de conciencia —continúan Keshavan y colaboradores— suscita la cuestión clave: qué es exactamente la esquizofrenia y cuál puede ser el mejor modelo capaz de definir la esencia de la enfermedad dadas las limitaciones del conocimiento actual» (Keshavan et al., 2011, p. 4).
La cantidad de «hechos» que se conocen de la esquizofrenia puede suponer, en realidad, más incertidumbre y confusión que propiamente conocimiento. Así Maj señala el desencanto y escepticismo de hoy día entre los clínicos y la población general acerca de que un entendimiento sólido de la patofisiología de la esquizofrenia se alcance en un futuro cercano, a pesar de tantos «hechos» o tal vez precisamente por ello. «La enorme cantidad de «datos» o «evidencia» que se está acumulando en este campo —dice Maj— ya no se percibe como indicación de un creciente aumento de «conocimiento». Más bien, esta cantidad de datos, con sus inconsistencias y con la implicación postulada de tantas estructuras cerebrales diferentes, circuitos neuronales y neurotransmisores, es vista cada vez más como un signo de incertidumbre y confusión» (Maj, 2011, p. 20). Después de las tan celebradas Década del Cerebro y era del Genoma a la conquista de la enfermedad mental (Andreasen, 2001; Insel, 2010), ni siquiera se sabe si la cuestión básica es mejor formularla en términos de áreas cerebrales, tipos de células, componentes subcelulares o circuitos neuronales (Harrison, Lewis y Kleinman, 2011, p. 380), caso de tener que buscar en el cerebro.
el enfoque neurobiológico falla en saber qué es la esquizofrenia porque carece de un concepto a la altura del fenómeno, al reducirla a unos cuantos síntomas, típicamente alucinaciones, delirios y lenguaje desorganizado, de pretendido origen genético y supuesta base neuroquímica, como si fuera una enfermedad neurodegenerativa más (Pierre, 2008; Weinberger y Levitt, 2011). Y carece de un concepto de esquizofrenia adecuado porque deja fuera a la persona, es decir, por la marginación de los pacientes o, en palabras de uno de ellos, por el «silenciamiento del yo» (Kean, 2009), al desconsiderar el sentido personal, más biográfico que biológico, que sin duda tienen los síntomas. Nadie se vuelve loco sin alguna razón. La locura, decía Polonio acerca de los desvaríos de Hamlet, tiene método (Hamlet, Acto II, escena II, 210). Los síntomas no son brotes aleatorios del cerebro, ni una lotería genética, sino que tienen su razón de ser en el contexto biográfico.
en el fondo del fallo del enfoque neurobiológico está la cuestión fundamental acerca de si los síntomas de la esquizofrenia tienen sentido e intencionalidad. Como presuntos síntomas debidos a desequilibrios neuroquímicos y circuitos defectuosos (Andreasen, 2001; Insel, 2010), no parece que tuvieran sentido e intencionalidad, como acciones humanas que se hubieran de comprender por sí mismas, en un contexto personal y social. Sin embargo, los síntomas pueden tener método, aun sin dejar de ser insanos. Como señala Peter Chadwick, un ex paciente y actual investigador de la psicosis, uno «de los problemas terribles del modelo médico dominante en la investigación de la esquizofrenia es que los pacientes sienten que los clínicos no escuchan realmente sus experiencias en la medida en que los profesionales tienen una arquitectura conceptual esquemática que los lleva a ver las dificultades de sus pacientes de una manera orgánica, objetiva, materialista, no en términos sentidos, subjetivos, experienciales. esta alienación entre sanadores y sufridores resulta en la cantidad de pacientes que no ven a los psiquiatras —en comparación, sea por caso, con las enfermeras, los trabajadores sociales y otros pacientes— de gran ayuda en su recuperación» (Chadwick, 2007, p. 166).
Las alucinaciones pueden ser voces de razón y de locura, dependiendo del contexto histórico y de la experiencia vivida (Leudar y Thomas, 2000). Las voces que oían, por ejemplo, los héroes de la Íliada y Sócrates tenían un origen y sentido divino, proveniente de los dioses, según en la sociedad griega dioses y demones formaban parte de su concepción del mundo. el demon de Sócrates personificaba «voces de razón» y guías morales de acuerdo con las leyes de Atenas (Leudar y Thomas, 2000). Las voces de locura o insanas, que forman parte de los «síntomas de primer rango» por los que se diagnostica la esquizofrenia, sin dejar de ser experiencias «enajenadas», no carecen de sentido y función para el propio sujeto. Las voces son un problema («síntoma») y a la vez un intento de solución de un problema, como experiencias traumáticas, soledad, desorientación (Romme, escher, Dillon, Cortens y Morris, 2009).


Los delirios no son seguramente «actos de habla vacíos» como sostienen Berrios y Fuentenebro (1996, p. 195) en una perspectiva de base neurobiológica que da primacía a la «señal cerebral», sino acciones significativas, como sostiene Castilla del Pino (1998) en una perspectiva personológica que da primacía al sujeto y al yo.
en esta perspectiva, el delirio viene a ser un «error necesario» que el sujeto necesita para vivir, dadas las circunstancias. «el delirio mantiene al delirante, le hace vivir, es su razón de vida» (Castilla del Pino, 1998, p. 224). No se trata de un «error» cognitivo, sino de un modo de «estar (no estar) en la realidad» (p. 67). Se ha de reabrir la relación entre las dimensiones de personalidad y síntomas delirantes (Cortés Ruiz, Gutiérrez-zotes, valero Oyarzábal, Jariod Pàmies y Labad Alquézar, 2010), sin apostarlo todo al cerebro.
Cuando el pensamiento desorganizado se analiza, revela su lógica y organización. Así, buena parte del llamado pensamiento desorganizado responde al principio de von Domarus, según el cual el esquizofrénico invierte la lógica aristotélica que acepta la identidad solamente sobre la base de sujetos idénticos, típica de los silogismos, a favor de la identidad basada en los predicados. «Un paciente de von Domarus creía que Jesús, las cajas de cigarros y el sexo eran idénticos. Un estudio de los fundamentos de esta ilusión descubrió que el predicado común que inducía a la identificación era el estado de hallarse dentro de un círculo. Según el paciente, la cabeza de Jesús, como la de un santo, aparece con un halo o círculo; el paquete de cigarros, dentro de la banda de la tasa, y la mujer, por la mirada sexual del hombre» (Arieti, 1965, p. 157).
Como razonamiento, será lo que sea, pero no parece una mera degeneración neurológica.
Y es que, incluso los paranoicos pueden tener enemigos, como le dijo Golda Meir a Henri Kissinger, en 1973, cuando éste la acusó de paranoica, por su desconfianza sobre las intenciones de los árabes. Cuanto más se conoce de la persona y sus circunstancias más inteligibles resultan sus síntomas y paranoias. Y, por contra, cuanto menos se sabe de ella, más parace que brotaran de un supuesto cerebro averiado. en definitiva, el enfoque neurobiológico de la esquizofrenia, al considerarla como si fuera una enfermedad más del cerebro, falla porque deja fuera a la persona y sus circunstancias. Por lo que aquí respecta, se propone reenfocar la esquizofrenia desde el yo o la persona.

Razones sobre las que considerar la esquizofrenia antes un trastorno de la persona que del cerebro

La esquizofrenia como trastorno del yo

De acuerdo con la fenomenología, el hecho básico que subyace a los «síntomas» por los que se diagnostica la esquizofrenia es una particular alteración de la experiencia de sí mismo y del mundo. en esta perspectiva, la esquizofrenia se ofrece, ante todo, como un trastorno del yo, del sujeto o de la persona. La perspectiva del yo permite entender la heterogeneidad de la esquizofrenia, viendo cómo los distintos y dispares síntomas están enraizados en ciertas alteraciones de la experiencia de sí mismo. esta concepción sigue los desarrollos debidos, principalmente, al psicólogo estadounidense Louis Sass y al psiquiatra danés Joseph Parnas (Sass y Parnas, 2003; 2007), así como al psiquiatra Giovanni Stanghellini (Stanghellini, 2004a; 2010), entre otros. Se trata de desarrollos que combinan una nueva descripción fenomenológica de la experiencia, con la investigación empírica y la práctica clínica. Lo cierto es que la fenomenología está ofreciendo en los últimos años un renovado entendimiento de la esquizofrenia (Bürgy, 2008; Pérez-Álvarez, 2011a; Pérez-Álvarez, García Montes y Sass, 2010; Sass, 1992; Sass y Parnas, 2003; 2007; Stanghellini, 2004a; 2010).

Más específicamente, la esquizofrenia sería un trastorno de la ipseidad (Sass y Parnas, 2003; 2007), caracterizado por la hiperreflexividad, el sentido disminuido de sí mismo y la alteración de la experiencia del mundo. Mientras que los dos primeros aspectos suponen una alteración del normal sentido (prerreflexivo y tácito) del yo como centro de la experiencia y de la acción, el tercero supone la alteración del normal contacto vital con la realidad. Se entiende que la alteración de la conciencia de sí mismo es pareja de la alteración de la conciencia del mundo, según el yo y el mundo se constituyen mutuamente.
entre las experiencias de sí mismo más desconcertantes y desafiantes, tanto para la comprensión como para la explicación, destacan la alienación y la omnipotencia o cosificación y grandiosidad, a menudo dadas en el mismo paciente y hasta simultáneamente.
La alienación es una forma de despersonalización consistente en experimentar aspectos de uno como si fueran objetos ajenos, percibidos en tercera persona. Así, el paciente siente el cuerpo como si fuera un objeto mecánico, los pensamientos se hacen sonoros (convertidos en voces extrañas) y las acciones parecen influidas por agentes y poderes externos. Por el contrario, la omnipotencia supone sentirse uno creador y grandioso, todo poderoso, como si con su pensamiento pudiera cambiar el mundo. Así, James Tilly Matthews, el primer caso descrito de esquizofrenia en 1810 (Carpenter, 1989), se siente como un autómata influido por la acción magnética de rayos debidos a un telar manejado por espías y a la vez se siente como un emperador del mundo entero que arroja de sus tronos a quienes los usurpan (Haslam, 1810/1988, p. 2). Daniel Schreber, el caso más célebre de la historia de la psiquiatría, gracias a sus Memorias de un enfermo de los nervios, de 1903, se sentía influido por rayos cósmicos que transformaban su propio cuerpo en un cuerpo de mujer y, a la vez, creía que sus pensamientos movían las nubes y cambiaban el tiempo (Schreber, 2008).
Por su parte, la alteración de la experiencia del mundo se caracteriza por la desrealización. el mundo se ofrece falto de realidad y descontextualizado, de modo que las cosas pierden su sentido habitual. Un tal sentimiemto de irrealidad lo refiere Renée en su Diario de una esquizofrénica: «Durante la clase, oía ruidos en la calle: el paso de un tranvía, gente discutiendo, el claxon de un coche, me parecían separados de su objeto y sin ninguna significación. A mi alrededor las compañeras me parecían robots o maniquíes, accionados por un mecanismo invisible; sobre el estrado, el profesor que hablaba, gesticulaba, se levantaba para escribir en la pizarra, parecía también un títere grotesco» (Sechehaye, 2003, p. 124).
el mundo esquizofrénico es bien distinto del mundo del que que no ha experimentado semejante alteración. No es por tanto fácil de comprender, ni de explicar. Apenas existen experiencias comunes que pudieran aproximarse. Cuando estás expectante por si te llaman, terminas oyendo el teléfono o tu nombre, sin que nada suene, pero supóngase que esto ocurre a todas horas y en todos los sitios y lo que oyes son frases que te insultan, comentan sobre ti o te piden hacer algo impropio. Así son las alucinaciones. O, por ejemplo, cuando vas conduciendo y divisas por el retrovisor allá lejos un coche de la policía. Bueno, no pasa nada. Un poco después, está más cerca. Te mantienes en tu línea y ajustas la velocidad. Ya adelantarás. está más cerca; tú te mantienes. está detrás de ti. vigilas y controlas que todo esté en orden. Allí siguen. ¿Por qué no adelantan? ¿Qué quieren? ¿Qué hacen mirando el ordenador y con papeles? ¿Por qué se ríen? Por fin adelantan, pero por qué se mantienen ahí. Algo así debe ser el mundo paranoide, pero en todo momento y en todo lugar.
No se trata de meros errores de juicio o, como se dice, de procesamiento de la información. Se trata de una alteración del modo de ser y estar en el mundo. Cuando a John Forbes Nash, paciente de esquizofrenia, matemático y premio Nobel de economía, objeto de la película Una mente maravillosa (de 2001), le preguntaron:
¿cómo es posible que usted, un matemático, un hombre consagrado a la razón y a la demostración lógica... cómo es posible que haya creído que los extraterrestres le estaban enviando mensajes? ¿Cómo puede haber creído que los alienígenas lo habían reclutado para salvar el mundo?» «Porque las ideas que concebí —responde el propio Nash— sobre seres sobrenaturales acudieron a mí del mismo modo en que lo hicieron mis ideas matemáticas, y por esa razón las tomé en serio» (Nasar, 2001, p. 10).
explicar cómo se llega a semejante alteración, ese es el desafío para toda psiquiatría y psicología que se precien. Los casos de Matthews (Jay, 2003), Schreber (Schatzman, 1977), Renée (Seche-haye, 2003) y Nash (Nasar, 2001) resultan comprensibles y hasta explicables en la medida en que se conocen sus historias. es en la historia personal donde la esquizofrenia tiene su razón de ser, de acuerdo con el contexto cultural.

El origen moderno de la esquizofrenia

Los datos muestran su marcada incidencia a lo largo del siglo dentro de la escasez de pruebas de su existencia anterior (Torrey y Miller, 2007). ¿Por qué en esta época y no antes y no en cualquier otra cultura? Por la particular configuración del yo moderno (Sass, 1992; Pérez Álvarez, 2008; 2011a). Se trata de un yo que a partir del Renacimiento sigue la tendencia individualista e interiorizante que campea en nuestros días. Mientras que la tendencia individualista consiste básicamente en una separación creciente entre el individuo y la sociedad, la tendencia interiorizante consiste en la separación dentro del individuo entre el interior y el exterior. el yo de Descartes (Pienso, luego existo) dibuja el yo moderno, con su primacía del yo sobre el mundo y del yo pensante sobre el yo corporal, prefiguración del yo-dividido. el yo de Kant acabaría por rematar esta peculiar dualidad del yo moderno: entre un yo trascendental, fundamento de todo conocimiento, y un yo empírico, él mismo objeto de conocimiento. Por un lado, un yo omnipotente, grandioso, y, por otro, un yo-objeto, como una cosa más.
esta hipertrofiada dualidad del yo lleva pareja la desrealización del mundo, según después de Kant no podemos decir si lo que conocemos es el mundo real o es solo lo que nos parece. De acuerdo con este yo-moderno, el pensamiento puede llegar a tomarse por más real que la realidad y ésta, a su vez, por una ilusión. La esquizofrenia viene a ser la apoteosis de esta particular configuración del yo. esta duplicidad de la conciencia, dice Sass, es común tanto al pensamiento moderno como a la esquizofrenia: de una parte, el solipsismo que ensalza a la mente y desrealiza al mundo y, de otra, la cosificación del sujeto convertido en una cosa más del mundo (Sass, 1992, p. 328). Como dice en este caso Stanghellini, es legítimo pensar que este dualismo radical entre un sujeto que es pensamiento y un objeto que es concebido en su pura y simple externalidad extensa —pura conciencia y pura materialidad— es el eidos fundamental tanto de la modernidad como de la despersonalización esquizofrénica» (Stanghellini, 2004a, p. 155).

Este yo moderno refleja y a la vez se traduce en cambios culturales y nuevas formas de vida. Así, habría que destacar la gran transformación de la comunidad tradicional en la sociedad de los individuos, debida al proceso de urbanización e industrialización, enteramente coincidente con el surgimiento de la esquizofrenia (Cooper y Sartorius, 1977). De pronto, las ciudades se poblaron de «extraños», de individuos desvinculados de sus estructuras comunitarias, en buena medida emigrantes del campo, lo que seguramente no es ajeno a la definición en la misma época del siglo xix de la hebefrenia y la demencia precoz, identificaciones antecesoras de la esquizofrenia.
Asimismo, se habría de señalar la afinidad de la esquizofrenia con la tecnología moderna. La máquina moderna puede servir tanto a la apoteosis del yo como máquina (dios-máquina), como a su mayor enajenación debida a máquinas de influir manipuladas por otros, como ocurría en los casos de Matthews y Schreber. Cada nuevo desarrollo tecnológico se presta a una variante de delirio de control técnico (magnetismo, rayos, electricidad, teléfono, televisión, móviles, Internet). No se habría de pensar que se trata meramente de una cuestión patoplástica. La propia tecnología moderna puede contribuir a la patogenia de la enajenación (Hirjak y Fuchs, 2010). Los delirios y alucinaciones de control técnico suponen una alteración en las estructuras fundamentales de ser-en-el-mundo, no meramente un contenido, sino una forma de experiencia alterada, de ruptura y enajenación. La particular afinidad entre la esquizofrenia y la tecnología se puede percibir de acuerdo con cuatro características de la tecnología (Hirjak y Fuchs, 2010): 1) funcionamiento y efectos ocultos; 2) disolución mágica de los límites; 3) virtualización del mundo real; y 4) reificación de la experiencia subjetiva (sentirse como robot o máquina humana). en la experiencia esquizofrénica no solo el cuerpo toma el estatus de cosa, sino que la propia subjetividad se vuelve objeto cuasi-material.

El comienzo juvenil de la esquizofrenia

el pico de su incidencia se sitúa en torno a los veinte años, con comienzos subclínicos entre los quince y diecisiete años (Amminger, Harris, Conus, Lambert, elkins et al., 2006). La esquizofrenia está vinculada con la adolescencia y la juventud tanto por sus raíces psicopatológicas, como por su origen histórico (Stanghellini, 2004b).
empezando por su origen histórico, se habría de observar la contemporaneidad entre la esquizofrenia y la adolescencia. Adolescentes y jóvenes los ha habido siempre, pero como edad y condición de vida problemáticas no lo serían sino a partir sobre todo del siglo xix. Si la infancia fue un descubrimiento del siglo xviii como edad diferenciada (hasta entonces el niño era un adulto en miniatura), la adolescencia lo sería del siglo xix, como espacio que se abre entre la infancia y la vida adulta. Antes, entre la infancia y la vida adulta había un paso, habitualmente un rito de paso, y de pronto surgía el joven-adulto, que ya había vivido entre adultos desde pequeño. Pero ahora se abre un espacio nunca visto entre la infancia y la vida adulta. Surge así la adolescencia como una edad crítica. Sin los tradicionales ritos de paso, el adolescente en la sociedad moderna queda expuesto a una crisis, la crisis de identidad por antonomasia.
esta situación crítica de la adolescencia empezó a ser notable en el siglo xix, en relación con la disolución de la comunidad tradicional en favor de la sociedad de los individuos, con el citado proceso de industrialización y urbanización. No es una casualidad que la esquizofrenia a lo largo del siglo xix recibiera los nombres de hebefrenia, descrita por Hecker en 1871, y de heboidofrenia, descrita por Kahlbaum en 1885, de Hebe, la diosa de la juventud, amén de demencia precoz, introducida por Morel en 1860 y retomada por Kraepelin en 1896, igualmente indicativos de comienzo juvenil.
en cuanto a sus raíces psicopatológicas, es bien conocida la afinidad entre ciertas características de la adolescencia y la esqui zofrenia (Harrop y Trower, 2003). Se refieren a características normales del adolescente, como sentirse especial y único y su autoconciencia intensificada. Igualmente, son frecuentes experiencias cuasi-psicóticas en la adolescencia, similares a las que se dan en la esquizofrenia como, por ejemplo, creer que las cosas que salen en la Tv tiene un significado especial para uno, creer que la gente puede leer la mente de los demás, etc. (Fonseca-Pedrero, Paíno, Lemos-Giráldez, Sierra-Buigrie, Ordóñez-Camblor et al., 2011).
en este sentido, la esquizofrenia podría ser entendida como una forma exagerada, patológica, de experiencias adolescentes. Si bien la inmensa mayoría de los adolescentes no alcanza la esquizofrenia, lo cierto es también que la mayoría de los casos de esquizofrenia tiene su comienzo en la adolescencia.
De acuerdo con Harrop y Trower (2003), se entiende que quien desarrolla esquizofrenia ha quedado entrampado de alguna manera en este período. esto podría ocurrir cuando no se da la individuación respecto de los padres y cuando no se establecen vínculos con iguales. en ambos casos, el adolescente quedaría entrampado en medio de toda una variedad de turbaciones, entre ellas experiencias tipo-psicótico.
en esta perspectiva, el desarrollo de la esquizofrenia es coextensivo con las vicisitudes de la formación del yo en la adolescencia. Más allá de este entrampamiento y estancamiento en la adolescencia se han de considerar las pautas de crianza (vínculos afectivos, etc.), patrones comunicacionales y experiencias traumáticas. el trauma infantil está firmemente asociado con la esquizofrenia (Read, van Os, Morrison y Ross, 2005). Una creciente investigación muestra el papel mediador de la disociación entre el trauma y la esquizofrenia (Perona-Garcelán, Carrascoso-López, García-Montes, vallina-Fernández, Pérez-Álvarez et al., 2011).
Su afinidad con la adolescencia, junto con su posible origen en el trauma, sitúan la esquizofrenia más propiamente en una perspectiva psicoevolutiva o socioevolutiva que en la neuroevolutiva al uso. La perspectiva psicoevolutiva hace hincapié en la afinidad esencial entre la edad crítica de la adolescencia en la formación del yo y el trastorno del yo característico de la esquizofrenia, en el contexto del origen moderno de ambas.

El mejor pronóstico de la esquizofrenia en los países menos
desarrollados

De acuerdo con conocidos y reiterados estudios llevados por la Organización Mundial de la Salud (OMS), la esquizofrenia tiene mejor pronóstico en países menos desarrollados como, por ejemplo, India, Nigeria y Colombia, que en los más desarrollados como los europeos y estados Unidos (Hopper, Harrison, Janca y Sartorius, 2007).
Dentro de una variabilidad, el porcentaje de remisiones clínicas completas fue significativamente mayor en los países menos desarrollados (37%) que en los más desarrollados (15%). es decir, más del doble de los pacientes de esquizofrenia en los países menos desarrollados (en relación con los más desarrollados) presenta una remisión completa a largo plazo. Asimismo, los pacientes en los países menos desarrollados experimentaron significativamente períodos más largos de un funcionamiento sin problemas en la comunidad, aunque solamente el 16% de ellos estaba tomando medicación antipsicótica, en comparación con el 61% en los países desarrollados (Hopper et al., 2007).
esta aparente paradoja se entiende al considerar que la esquizofrenia en los países menos desarrollados no supone una pérdida de los papeles sociales y, en su lugar, la entrada en la «carrera psiquiátrica». esto ocurre más fácilmente en los países más desarrollados, donde el joven que debuta con una incipiente esquizofrenia tiene más probabilidades de abandonar sus papeles sociales (estudios, trabajo) y, en su lugar, de entrar en el papel de paciente crónico (ingreso hospitalario, medicación, etc.). Ciertas características de las sociedades tradicionales como el apoyo social, el medio familiar, la pertenencia al grupo, la normal aceptación y tolerancia de la persona enferma, así como su menor estigma, parecen ser factores preventivos y curativos, más eficaces que la propia medicación (Lin y Kleinman, 1988).
esta situación actual de los países en desarrollo es comparable con la situación de pérdida de estructuras sociales y familiares en la transformación de la sociedad pre-moderna en moderna (Cooper y Sartorius, 1977). Por consiguiente, la gran división no es seguramente entre países menos desarrollados o en desarrollo respecto de desarrollados, sino entre formas de vida. Para el caso, estas distintas formas de vida se pueden concretar en la distinción entre sociedad comunitaria y sociedad de individuos, ya introducida a propósito de la transformación de la sociedad comunitaria tradicional en la moderna sociedad de los individuos. Los países en vías de desarrollo pueden estar en la transición de la forma de vida tradicional consistente en sociedades comunitarias, hacia una forma de vida moderna, tendente a una sociedad de individuos, debido al proceso de globalización. La destrucción de estructuras comunitarias tradicionales, junto con la medicalización de las crisis psicóticas, van a contribuir probablemente y de una forma paradójica a una esquizofrenia más desarrollada y de peor pronóstico, como la nuestra (Waters, 2010). De momento, está el peor pronóstico de la esquizofrenia en los países más desarrollados.

La alta incidencia de esquizofrenia entre los emigrantes

Una alta tasa de esquizofrenia se ha encontrado repetidamente en los últimos veinte años entre inmigrantes en una variedad de ciudades europeas, procedentes de diversos países. el fenómeno resultó llamativo cuando se observó por primera vez entre los inmigrantes afrocaribeños en Londres, pero se ha reconocido también en otros países como Holanda y Dinamarca, con procedencias de las Antillas holandesas, Surinam, Marruecos y de otros lugares. el hallazgo es robusto y consistente y no depende de artefactos metodológicos, según los estudios han sido repetidos y mejorados y las revisiones son cada vez más exigentes (Coid, Kirkbride, Barker, Cowden, Stamps et al., 2008; Morgan y Hutchinson, 2010a).
Sin embargo, no todos los inmigrantes en europa tienen altas tasas de esquizofrenia. Así, por ejemplo, es más baja entre emigrantes asiáticos en Londres (Fearon, Kirkbride, Morgan, Dazzan, Morgan et al,. 2006).
Además de la tragedia de salud pública que implica, esta alta tasa de esquizofrenia implica todo un desafío para la psiquiatría, concerniente a la naturaleza de la esquizofrenia, su etiología, tratamiento y estatus científico. el fenómeno, que sin duda desborda las socorridas explicaciones genéticas y neurobiológicas, requiere
de una explicación en términos sociales. Así, se ha propuesto un modelo socioevolutivo que integra causas sociales, psicológicas y neurobiológicas, por este orden. el modelo socioevolutivo surge en relación con la abundante y robusta evidencia que muestra la vinculación ya no solo de la emigración, sino también la urbanidad, el trauma infantil y la adversidad social a lo largo de la vida con el comienzo de la psicosis (Morgan y Hutchinson, 2010b).
De acuerdo con el modelo socioevolutivo, las alteraciones cerebrales asociadas a la esquizofrenia se pueden entender al hilo de las experiencias personales, como consecuencia de ellas y no, necesariamente, como su presunta causa. A modo ilustrativo, permítase el conocido caso del hipocampo aumentado de los taxistas de Londres. Tal alteración del hipocampo no es, ciertamente, la causa, sino la consecuencia de ser taxista, conforme esta actividad profesional hace que se activen áreas cerebrales relacionadas con la memoria espacial, como es el caso del hipocampo. Algo similar puede estar ocurriendo en relación con los avatares de la vida que llevan a la esquizofrenia, tanto en emigrantes como en personas sometidas a otras condiciones. en esta perspectiva, las posibles alteraciones del cerebro están más bien para ser explicadas que para tomarlas como explicación (Pérez Álvarez, 2011b).
De ahí que no sea lo mismo empezar por el cerebro o por la persona para entender lo que le pasa a la gente. empezar por el cerebro suele terminar por dejar de lado las verdaderas condiciones de las que dependen las experiencias humanas, como la esquizofrenia, incluyendo las posibles alteraciones cerebrales. Al priorizar el cerebro se podría pensar erróneamente que el hipocampo aumentado es la causa de ser taxista. este error, que no se da en el caso de los taxistas, se puede estar cometiendo, sin embargo, en relación con la esquizofrenia.
¿Qué hay de la menor incidencia de esquizofrenia observada entre emigrantes asiáticos y turcos? Probablemente, tiene que ver con que su sistema de emigración incorpora la familia y costumbres allí donde van. Si se toma la cultura en serio, como es hora de hacer, este tipo de cosas (sistemas de emigración, instalación social, formas de vida, etc.) son las que hay que investigar antes de los genes, los alelos cromosomáticos o las migraciones neuronales.

La leyenda genética de la esquizofrenia

A pesar de la leyenda genética de la esquizofrenia, que habla de un 80% de heredabilidad, de una concordancia del 40-50% entre gemelos monocigóticos y de una prevalencia del 1% a lo largo del mundo (Keshavan et al., 2011; van Os y Kapur, 2009), lo cierto es que los estudios en que se basa (epidemiológicos, familiares, con gemelos y con adopciones) no aclaran nada en orden a identificar las pretendidas causas genéticas, conforme los genes y el ambiente parecen constituir una intrincada interacción (Leo, 2003; Pérez-Álvarez, 2011a). este empeño en buscar el gen de… es inapropiado para los trastornos psiquiátricos (Kendler, 2005) y, de hecho, está «dejando en blanco» hasta la investigación más ambiciosa de la genética de la esquizofrenia (Hamilton, 2008; Sanders, Duan, Levinson, Shi, He et al., 2008).
La búsqueda del gen de, para el caso de la esquizofrenia, está mal enfocada porque, aparte de que no es función de los genes tener codificados trastornos, ni nada parecido, supone una causa proximal entre gen y fenotipo, como si, por así decir, hubiera una única pieza de la que dependiera, sea por caso, el vuelo de un avión. «Un jumbo contiene tantas piezas como genes hay en el genoma humano. Si alguien fuera al fuselaje y quitara un trozo

MARINO PéRez-ÁLvARez

de cable que conecta la cabina con los «flaps» de las alas, el avión no podría despegar. ¿es esta pieza un cable de volar?» (Kendler, 2005, p. 1249). La citada investigación se propuso examinar si polimorfismos nucleótidos simples, en 14 genes candidatos, sobre una amplia muestra, estaban asociados a la esquizofrenia (Sanders et al., 2008). «Con estas fortalezas —genes candidatos apropiados, una amplia y rigurosa muestra fenotípica y un conjunto denso de polimorfismos— ¿qué encuentran los autores? encuentran que ninguno de los polimorfismos estaba asociado con el fenotipo esquizofrenia en un umbral razonable para la significación estadística» (Hamilton, 2008, p. 421; Sanders et al., 2008, p. 504).
este modelo genético lineal, en vista de su fracaso en encontrar los ansiados genes de la esquizofrenia, debe dejar paso no ya meramente al socorrido modelo interactivo gen-ambiente (G 3 A), sino a una decidida perspectiva epigenética, valga decir, más allá de la genética. el modelo interactivo no deja de ser lineal en la medida en que sigue partiendo de un origen genético de la esquizofrenia que es activada por factores sociales (vulnerabilidad-estrés). Este modelo asume un papel «causal» para el ambiente pero donde la posibilidad última del trastorno depende del genotipo (van Os y Poulton, 2009), con lo que estamos en las mismas. Por el contrario, la perspectiva epigenética puede arrojar nueva luz sobre los numerosos e incomprendidos hallazgos de los estudios ambientales de la esquizofrenia (Oh y Petronis, 2008), entre ellos los relativos a los emigrantes (Morgan y Hutchinson, 2010a). La epigenética estudia cambios en la expresión genética, potencialmente heredables sin, por ello, implicar cambios en la secuencia del ADN, que son debidos a factores pre-, peri- y post-natales, incluyendo experiencias sociales. Los cambios epigenéticos cuentan con mecanismos que ya se van conociendo como la metilación del ADN y la modificación de histonas, por los que experiencias psicológicas y factores sociales se podrían integrar en el genoma, con efectos en sucesivas respuestas hormonales, neuronales y conductuales (Duddley, Li, Kobor, Kippin y Bredy, 2010; Hochberg, Feil, Constancia, Fraga, Junien et al., 2011; Weaver, 2011).
La epigenética ofrece un nuevo paisaje para el entendimiento de la intrincada relación entre el genoma y el ambiente. Así, por ejemplo, se concibe ahora que la expresión genética y la función genómica puedan estar reguladas en respuesta a cambios en las condiciones de vida, experiencias y comportamientos, tales como interacciones tempranas, adversidades sociales, traumas, migración, derrota social, etc., de conocida asociación con la esquizofrenia (Morgan y Hutchinson, 2010b). Aunque la epigenética no deja de hacer atractiva la hipótesis molecular centrada en mecanismos (Roth, Lubin, Sodhi y Kleinman, 2009), su mejor consideración lleva, por así decir, a la hipótesis molar que abarca el desarrollo ontogenético en su conjunto (Robert, 2000), en la línea del modelo socioevolutivo introducido anteriormente (Morgan y Hutchinson, 2010b).
el giro epigenético tiene importantes implicaciones epistemológicas para las biociencias (Nicolosi y Ruivenkamp, 2011), empezando por resolver y disolver reductos del dualismo como son la propia distinción gen-ambiente, genotipo-fenotipo y patogenia-patoplastia, así como la sempiterna división naturaleza-cultura. Los genes como «programas» y el DNA como «información» representan una versión contemporánea de la idea tradicional del homúnculo y del preformismo, para el caso, la forma —«código», «programa», «instrucción»—que se materializa o sustancia en el cuerpo o fenotipo. el giro epigenético permite un doble paso: primero de la idea de genoma aislado a la idea de sus relaciones con todo el organismo (no tanto la idea de desarrollo —despliegue— de un pre-programa como la de co-transformación con-constructiva) y segundo del organismo autodesplegado a sus interdependencias con el ambiente consistentes en continuos reajustes epigenómicos al hilo de las circunstancias. De esta manera, el par gen-ambiente (forma-sustancia) mejor se reconsidera en términos de organismo ambiente. en la perspectiva epigenética, el organismo y para el caso humano la persona juegan un papel activo, con efectos en el ambiente y en el propio genoma, a través del sistema nervioso, hormonal, etc. Paradójica e irónicamente, la genética termina por revelar el papel decisivo de la conducta y del ambiente en la conformación del individuo, incluyendo el epigenoma y el cerebro. La plasticidad epigenómica se ha de poner a la par de la plasticidad cerebral.

La química interpersonal en la terapia de la esquizofrenia

Como dijo un paciente de esquizofrenia, se habla mucho de química, pero la química que más me ha ayudado a mí fue la que tuve con mi psicoterapeuta. Sin embargo, como es sabido, el tratamiento de elección para la esquizofrenia es la medicación llamada «antipsicótica». el tratamiento psicológico está plenamente reconocido, pero como adjunto a la medicación. Dentro de que difícilmente se puede prescindir de ella, la medicación antipsicótica presenta tres problemas para ser el tratamiento de elección:
1) es meramente sintomática, de manera que deja fuera las circunstancias que han llevado a la crisis, por lo común, de un adolescente. La experiencia que tienen los pacientes de la medicación es de indiferencia ante los síntomas, y ante todo lo demás, no precisamente una experiencia de recuperación del sentido del yo y del normal contacto con la realidad.
2) el comienzo por la medicación puede «marcar» el destino de enfermo crónico. La medicación se convierte en el tema de las siguientes visitas, para mantenerla, subirla, bajarla, cambiarla, etc., lo que se llama «escuchar al fármaco», en vez de propiamente a la persona. Acaso esto tenga que ver con el peor pronóstico en los países más desarrollados, donde la medicación no suele faltar.
3) La medicación impide llevar una auténtica terapia psicológica. el estado de indiferencia ante los síntomas impide terapias psicológicas que tratan de explorar, confrontar y entender las experiencias psicóticas. Asimismo, el objetivo de la psicoterapia no es necesariamente eliminar los síntomas, sino cambiar la relación con ellos y desarrollar una compresión de su sentido (Pérez-Álvarez, García-Montes, Perona-Garcelán y vallina-Fernández, 2008).
Mientras que en el contexto de la medicación, como tratamiento de elección, la terapia psicológica está prácticamente impedida, en el contexto de la terapia psicológica, empezando por ella, la medicación queda en lo que vale, como alivio de los síntomas, cuando sea necesario, puesto que no siempre lo llega a ser. Se pueden poner a este respecto, como ejemplos, el paradigma Soteria y el modelo finlandés. el paradigma Soteria «es al menos tan efectivo como el tratamiento tradicional con base en el hospital, todo ello sin el uso de medicación antipsicótica como primer tratamiento».
Así, en un seguimiento de dos años, mientras que el 97% de los pacientes que siguieron el tratamiento tradicional estaban tomando medicación a dosis estándar, el porcentaje de pacientes Soteria que la recibían era del 57% y a menos de mitad de dosis (Calton, Ferriter, Huband y Spandler, 2008, pp. 186-187). el modelo finlandés para el tratamiento precoz de la esquizofrenia muestra también que la medicación no es indispensable y aun en su ausencia los efectos pueden ser mejores (Alanen, Lehtinen, Lehtinen, Aaltonen y Räkköläinen, 2002/2009). en el grupo de psicoterapia sin-medicación, un 42% de los pacientes no recibieron neurolépticos en absoluto durante el período de seguimiento de dos años, incluida la fase inicial, mientras que la cifra de pacientes correspondiente al grupo con medicación estándar que lograron prescindir de ella era del 6%. el grupo de no medicación presenta menos hospitalizaciones en dos años, menos síntomas psicóticos y otras mejoras de salud general. Con todo, el hallazgo más sobresaliente fue la presencia triple de síntomas psicóticos en el grupo de medicación estándar en comparación con el grupo sin medicación (Alanen et al., 2002/2009, p. 451).
Sería de esperar una nueva vida para la psicoterapia de la esquizofrenia en la perspectiva fenomenológica y psicológica que se ha propuesto aquí. esta psicoterapia se centra en la persona, en la relación interpersonal, en el entendimiento de las experiencias en el contexto biográfico, en la recuperación del sentido del yo y en devolver a la persona al horizonte de la vida y, así, salir del entrampamiento de la esquizofrenia, sin prometer «un jardín de rosas» (Pérez-Álvarez, García-Montes, vallina-Fernández, Perona-Garcelán y Cuevas-Yust, 2011). Las posibilidades de la terapia psicológica de la esquizofrenia tienen su base en la simple pero profunda idea de que la gente que ha sido diagnosticada de esquizofrenia son personas y siguen siéndolo.

Las siete razones presentadas, más que meros hechos, permiten reclamar la perspectiva de la persona en el entendimiento de la esquizofrenia, conocida la incertidumbre y confusión a la que está llevando el rampante enfoque neurobiológico. La perspectiva propuesta incorpora en su justa medida la indudable implicación neurobiológica, por ejemplo, dentro de un modelo socioevolutivo de la esquizofrenia.

Agradecimiento

este trabajo se ha realizado en el marco del Proyecto financiado
por el Ministerio de educación (PSI2009-09453).

lunes, 2 de abril de 2012

DIARIO DE... DIATÚ.

Diatú es de Senegal, tiene 24 años. Antes de venir a España su vida en África era confortable. Sus mejores recuerdos son las reuniones de familia en la casa de su padre al rededor de una fuente de pescado marinado. Ella se podía considerar afortunada porque trabajaba como camarera y nunca les faltó nada ni a ella ni a los suyos. Pero algo cambio con la muerte de su padre. Aquella misma casa que había sido cuna de tantos dulces momentos pareció ensombrecerse y la familia comenzó a desmembrarse lentamente. Diatú y sus hermanas vendieron la casa familiar, como si quisieran deshacerse del dolor de la perdida, de la angustia ante lo inevitable y sus reuniones se fueron espaciando paulatinamente. De la madre de Diatú no sabemos nada, es alguien que no se nombra, que no se dice, que se borra de la conversación como si no hubiera existido. Entiendo que como en tantas ocasiones para la niña Diatú la figura paterna se erige como bastión de una seguridad y una inocencia perdida y a la vez anhelada, en una especie de salvoconducto hacia lo inefable, aquello que pervive y nos marca desde las raíces de nuestra memoria. Después de pensármelo dos veces, evito insistir en la cuestión materna. 



Estamos sentados bajo los toldos de la terraza de un bar. A poco más de medio metro llueve a borbotones. En medio de una de los inviernos más secos de las últimas décadas estas gotas son un regalo para la tierra.

Le pregunto por qué si alguien es feliz en un lugar acaba marchándose a un país lejano, donde lo incierto es el pan de cada día. Ella sonríe y me mira con ojos encendidos. Su respuesta es sólo una palabra: amor. Me explica que conoció a su marido en el Senegal, que él vivía ya en España y que se enamoró de él porque nadie la había mirado nunca de la forma en que la miraba. Su travesía fue tranquila, esperanzada, hasta aterrizar en Catalunya, en Rubí, donde inició una nueva vida sostenida por el sueldo de él, que en aquellos tiempos trabajaba en una metalurgia.

Los primeros años fueron felices, la nueva familia que Diatú había formado -pues pronto se quedaría embarazada de su primer hijo- no tenía lujos, pero tampoco los necesitaba. Tenían un techo, humilde y acogedor, tenían un plato de Yassa o Mafee en la mesa -platos que acercaban un poco de la vieja África a nuestra joven ciudad- y sobre todo, como tantas parejas jóvenes, iban sobrados de ilusión y esperanza. Cargados de sueños y planes de futuro, de respeto, diálogo y mutua comprensión.

El nacimiento de su primer hijo fue como un regalo. Nada parecía presagiar lo que ocurriría el mes de enero del 2010. Él, como tantas personas durante estos años de crisis económica y social, se quedó sin trabajo y a partir de ese momento empiezan un periplo donde Diatú, embarazada ya de su segundo hijo, ha de dejar la habitación donde reside con su incipiente familia. En un tris pasan a dormir en el viejo coche de un amigo de él. Tumbados los asientos, con el único calor de las mantas, la familia pasa las noches de aquel frío invierno en el que nevó con fuerza en nuestra ciudad. El poco dinero que tienen se lo gastan en comida, priorizando la alimentación de sus pequeños, que al fin y al cabo son depositarios de las pocas esperanzas que les quedan al matrimonio. La lucha de la pareja es la lucha por la supervivencia y la superación ante la adversidad. Sus hijos se lo merecen. Nunca les perdonarían y nunca se perdonarían bajar los brazos y dejar de luchar por ellos.

La idea de volver a Senegal se les pasa por la cabeza en varias ocasiones, Diatú se arrepiente de haber empezado esta aventura, pero... ¿Cómo volver? No tienen dinero para viajar y allí no les espera nada, ni nadie. No les queda otra que buscarse la vida en esta tierra, donde la pobreza y la precariedad se están extendiendo como una lacra social sobre la epidermis de los valores más elementales, sobre aquellos derechos que se consiguieron en tiempos pretéritos y que ahora parecen papel mojado frente al poder de Standar's & Poor.

Acuden a servicios sociales y de allí los derivan a una fundación: Entreveins Rubí. Poco después de que nazca su segundo hijo, Diatú acompañada y asesorada por las integradoras sociales de la fundación, busca trabajo de forma incansable. Antes le han encontrado una habitación tutelada. Me explica con ternura como una vecina, Carmen, ya anciana, les ofrece día si y día también un plato de arroz, de fideos o de lo que hubiera preparado, para que se los de a sus hijos. Diatú aún no lo sabe, pero su suerte está a punto de cambiar. Después de 5 meses de búsqueda la contratan como limpiadora a media jornada y su marido empieza a encontrar trabajos a tiempo parcial. Se mudan a otro piso tutelado un poco más grande, pero Diatú va a visitar a Carmen con la única intención de devolver de alguna manera lo recibido y aliviar un poco la soledad de la mujer.

Hoy en día Diatú y su marido trabajan, su hijo mayor está escolarizado, los dos pequeños crecen sanos y fuertes. Ella mira dormir a su tercer hijo tranquilo en su carrito mientras acaba su relato. Pienso que la serenidad con la que respira, ignorante al esfuerzo y sufrimiento de su madre, da sentido a la vida de Diatú. Al fin y al cabo sus únicos deseos para el futuro son que no les falte nunca la salud y el trabajo, porque ella ya se encargará de mantener a su familia unida.