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sábado, 31 de mayo de 2008

¿alguien pone en duda mi estupidez?


Sin lugar a dudas soy estúpido. Desde este rincón de soledad, con la sombra de mi amor escudando mi sufrimiento, me emborracho de palabras, de imágenes que sobrevuelan mi mente como bombarderos buscando un blanco. Mi inseguridad patológica, vulgarmente disfrazada de la prepotencia más soberbia. Pero ni aún, en ese papel me siento cómodo y me siento satisfecho. En este teatro de la vida me ha tocado el papel, ingrato, de babosa. Babeo por culpa de la medicación, me arrastro por los suelos, dejando un rastro brillante y asqueroso.


Como podeis comprobar hoy no es mi día. No es que me influya el clima, la astenia, el sofoco. Simple y llanamente me siento desvalido, pérdido, y quiero y no quiero estar solo. Siento un miedo atroz a las consecuencias de la soledad y a la vez me siento vulnerable a los ataques de la mal llamada solidaridad nikosiana. Pero esto tampoco es justo. No puedo ni debo ni quiero cargar contra un proyecto que me ha hecho tanto bien. Si lo hiciera sería un síntoma más de mi estupidez.


Durante la mayor parte de mi vida no he necesitado ni gurús, ni emblemas, ni guías. Muchas veces me los han impuesto, y yo con todo el humor del que era capaz de sacar de mi humillada individuación, los he respetado pero nunca como un precepto. Más bien eran como un soporte exótico a mi crecimiento personal. Os sonará el caso de Conceso que se hizo sacerdote y al que hace poco le dediqué una desvalida helegía (quien fuera miguel hernández) en honor a la amistad que me dedicó en vida, hasta que ya su corazón le dijo no más.


Hablaba de gurús, de guías, porqué no decirlo de chamanes emocionales. En los últimos dos años yo he vivido una cercanía con alguien que ahora está exhausto. Qué importa el nombre? LA cuestión es que esa gran persona ha estado por mí, por Nikosia en general, y ahora se siente fatigada. De ahí viene que me autoproclame estúpido, porque cuando sientes que te empiezan a fallar las fuerzas en una carrera, JODER, no es inteligente intentar que el último de la fila te de ánimos. Ésta persona no es la última de la fila en sentido peyorativo. Ha estado destacada en la cabeza durante más de 5 años y por motivos de confianza ha habido gente que se ha desmayado por ella, por no tener su fortaleza, y por ansiedad ante sus desmanes, a veces atrevidos, pero siempre por el bien del grupo.


Soy estupido eso esta claro, y me fastidia al más no poder esa invalidez que me coharta y se cierne sobre mí cual espada de Damocles. No saber elegir el momento, no saber elegir el lugar, no confiar en las personas seguras y esperar una respuesta tántrica, kármica, espiritual, de quien se siente pérdido ante sus compromisos de lealtad y su futuro ensombrecido por la desigualdad. Está claro que el ábito no hace al monje, del mismo modo que el dinero no brota como frutas de los árboles.

¡NO ENCUENTRO MI SITIO! PENSAMIENTOS "ALMUDENIANOS"



A veces, bastante a menudo incluso, siento que no encuentro mi lugar, que me cuesta encajar. Me siento como una niña pequeña, asustada porque se ha perdido y también como una mujer que ve un mundo que no le gusta pero que se consuela pensando que, en la medida de lo que posible, hace algo por cambiar lo que está a su alcance.
Siempre digo que hay días en los que odias tu trastorno, llegas a odiarte a ti misma, y no estás para defender ni reivindicar nada. ¿ Cómo pedir o esperar que el resto de gente te soporte cuando no puedes aguantarte a ti misma? Te esconderías debajo de las sábanas,aún sabiendo que nada cambiaría pero buscando una proteccion, algo de paz, un escondite...el peligro está en la huída como método para no afrontar la realidad. Hay que buscar otras válvulas de escape para superar esos momentos y aferrarse a ellas, sin mitificarlas tampoco.La vida corre muy deprisa y hay que vivir "esas pequeñas cosas" a las que canta Serrat. Si no fuera por algunos momentos nada tendría sentido, así que se que hay que hacer lo posible para vivir intensamente y disfrutar al 100% de esos instantes...pero a veces me cuesta tanto!! La cabeza no me deja ni un momento, está ahí jugando con mi mente y no siempre puedo controlarla.
Pienso que la culpa, la impotencia , la rabia (ira) y el vacío son los peores sentimientos que existen, aunque no puedo obviar el de la soledad no deseada.
Después de confesaros todo ésto os puedo decir que yo he encontrado un sitio en el que pienso que encajo , como es Radio Nikosia, pero a veces tengo miedo de aferrarme a eso y también sufro cuando suceden cosas que perjudican mi bienestar en ese espacio...mi rinconcito.Pero debo ser fuerte e ir a por lo que quiero, que no siempre se tiene claro...aunque os diré también que desde hace algún tiempo casi no me ilusiono con nada porque me puede más el sufrimiento que he pasado, las decepciones que esa ilusión...pero he de ser valiente y vencer ese miedo ( el miedo es muy bloqueador, paralizante)
A lo largo de mi vida ha habido una constante que con el paso del tiempo he sabido entender, justificar, racionalizar: la búsqueda del afecto que siempre me ha faltado. A veces lo he buscado en lugares o con personas erróneas, pero ahora puedo entender el porqué y eso consuela un poquitín...no sirve para borrar el pasado pero hay que asumir la consecuencia de nuestros actos y no ser nuestros peores enemigos castigándonos constantemente con cosas que ya no pueden ser cambiadas.
Supongo que es muy obvio todo lo que aquí expongo, pero mi única intención es compartirlo, quizás para sentirme menos sola, menos extraña y darme cuenta, ser más consciente de que tengo que defender lo mío, cuidarme más y ponerme las pilas para seguir sobreviviendo.
Un abrazo y...FUERZA

viernes, 23 de mayo de 2008

A Conceso, un gran hombre.


Amanecer de luto,

helegía tardía

por el pasado que encumbra

las horas contigo.

Horas de conversaciones,

flores rotas,

teñidas de un rojo ensangrentado,

sustancia de la nada,

recuerdo de todo lo que empieza

y tragicamente acaba

como tu corazón

bajo la tierra

rasgando sin uñas, moradas las manos

la madera noble que te cubre

lapidariamente, en silencio.

Ya no podré jamás escuchar tu voz

ni caminar a tu lado

separados por el abismo de la fe

pero unidos por el cariño

del respeto y la energía

que habitaba en tu mirada inocente,

tus manos ásperas,

las oraciones que me dedicabas

a mi

esta alma perdida

que llora sin dios al que acudir.

Desde la soledad ingrata

te llamo

a gritos quebrados como cristales

maraña de imágenes que me envuelven

atrapado en las redes del dolor,

del vacío que dejas en mi vida

cuando pienso que has desaparecido

mudo, anacrónico,

tragado por el anonimato de tu estrella,

perdidas ya tu sombra entre los cipreses

y tu figura en la historia.

Ya nada importa

ni rencores, ni diferencias,

ni confesiones al atardecer.

Mas dejo constancia

de la huella que dejaste en mi vida

en la roca desgastada de mi bohemia

como equilibrio funambulista.

Querido amigo,

perduraras en mi memoria,

y clamo sin esperar respuesta

que si estás en alguna parte,

sigas rezando por mí,

aunque yo no crea mas que en el hombre,

y quizas no lo merezca.

lunes, 19 de mayo de 2008

Para nuestra querida Luz: los medios de comunicación


En una fiesta de Sant Jordi, hace ya algunos años, a una joven estudiante de periodismo le firmaron un libro. El autor era Andreu Buenafuente, persona inteligente y con talento, que empezó a despuntar, ya de muy joven, en el medio radiofónico, por su manera de interpretar la realidad lúcida, ironica y con mucho humor. Sé que aunque quizas este sea un personaje ligado al mundo del show humorístico, y al de la producción, sigue manteniendo pese al éxito, quizás porque ese sea su secreto (mantenerse fiel a uno mismo) una lucidez y ojo casi clínico para provocar una sonrisa complice o una carcajada desaforada en el respetable. La frase que puso hace ya algunos años fue: no news, good news (sino hay noticias es que son buenas noticias).


Desgraciadamente los responsables de los medios de comunicación han encontrado un filón en el mundo de la salud mental, para cobrar audiencias a causa del morbo que rodea esta disciplina, llena de misterios, mas sombras que luces, y donde precisamente por esos motivos, se puede generalizar para evitar de este modo problemas sociales reales. Pensiones más altas en vez de subir el sueldo de los psiquiatras, mas medios de terapia y no cronificar o únicamente medicalizar, más confianza en la reinserción tanto laboral como socio cultural como medios para romper las barreras que impone el estigma, un no "enguettamiento" dentro de los centro especiales de trabajo, el cumplimiento de las leyes de reinserción inclumplidas por 8 de cada 10 empresas, más pisos tutelados para parejas sin recursos que no pueden permitirse un alquiler y que pertenecen a familias desestructuradas, y un etc infinito, pues estos son sólo problemas de un colectivo en particular.


Para mas inri la imagen que se da del loco se asocia directamente con la de una persona descontrolada, capaz de cualquier cosa, muchas veces y por culpa de los abogados que distorsionan la realidad (expertos en crear discursos psicóticos por su propio beneficio) la de un criminal. Los medios de comunicación se alimentan de esa lacra legal, de esa imposibilidad de saber la verdad y tachan, muchas veces incumpliendo la ley, de loco a una persona "sana" solo que malvada o perversa o como querais llamarlo. Es curioso como tienen más cuidado en hablar de presunto criminal y por contra tildan de patológico su comportamiento. Ya lo dice un refrán que me he inventado: hay tantos expertos en psiquiatría como seleccionadores nacionales de fútbol. Sinceramente, en mi caso, me importa un carajo si Raúl va a la selección, mientras no me llamen a mí como si ponen en la lista a Santiago Segura.


A lo que me refiero es que hay una desinformación que se nutre de la ignorancia de las fuentes y que se expande como la sequía en Cataluña. En mi opinión todo está estudiado, todo tiene un sentido en el que el daño que se pueda hacer a un colectivo estigmatizándolo, criminalizándolo, les importa menos que jugar a ser Luis Aragonés.


Luz es posible que a esas madres les hicieran entrevistas de 20 minutos, de los cuales cojieran sólo la frase que querían, según su criterio se necesitan más residencias, pero esa es una solución parcial, cerrados los manicomios (no todos), es la nueva forma de manicomianizar. La cuestión, querida Luz, es que mejor que te quedes con el reportaje de la revista Mia, que con esa noticia, quizás a una lectura diferente de la problemática mental como es la de radio nikosia en general y nosotros en particular, no se le de tanto bombo, pero piensa como era el problema hace unos años. Radio Nikosia ni siquiera existía. Un beso y FUERZA.

sábado, 17 de mayo de 2008

Reportero imaginario: realmente ¿quién soy yo?






Hacía dos semanas que estaba allí, por lo menos me habían quitado las correas. Podía levantarme de la cama, aunque con cuidado pues tenía una bolsa introduciendo líquido en mi mano por un catéter. Tenía mucho sueño, mi boca parecía forrada de esparto, necesitaba agua, ¿donde había agua?
¿Qué es lo que me pasaba, por qué me temblaba la mano? Derramé la mitad de la botella. Necesitaba hablar con alguien. Grité, rompiendo el silencio de aquella habitación, pero más que proferir un ansioso alarido, sentí vergüenza. Babeaba, babeaba como un recién nacido.
Por fin, escuché unos pasos tras la puerta. Ésta se abrió y entró mi madre; pensé: mamá, querida mamá, que pena que me tengas que ver así. La acompañaba un doctor con aspecto serio. Ambos se sentaron y hablaron sin mirarme. Bueno hablaron, en realidad habló él de no se que cadenas de proteínas, un tal hipocampo, al parecer tenía alterados los niveles de dopamina, debía ser una droga, pero yo no consumía, hacía años que no probaba ni un triste porro. Mi madre asentía apesadumbrada ante todo lo que decía el hombre, no creía que mi madre fuera tan culta, ¿como podía saber de qué hablaba? Yo no entendía nada. ¿Sería por eso que el médico hablaba con mi madre y no conmigo? ¿Al menos tendría que haberme tenido que preguntar que tal me encontraba? Bueno por lo que escuche no hacía falta, ese tipo ya sabía lo que me pasaba “Trastorno esquizofreniforme” con rasgos de catatonia y disociación y tendencia por antecedentes a desembocar en una esquizofrenia paranoide. Manda huevos que diría Trillo, me faltaba un tornillo.
Esta situación me recuerda a la Metamorfosis de Kafka, de la noche a la mañana, me había convertido en Gregor Samsa, estaba fuera de la sociedad, allí encerrado, como un hombre horrible con quien nadie habla y a quien le da vergüenza hablar por no manchar aun más si cabe el pijama con sus babas.
Buenas noticias. Ummm no tan buenas. Salía al día siguiente de la clínica, pero tendría que tomar unas gotas y unas pastillas de por vida. Ya podría tomar juanolas en vez de esa tal clozapina. Al menos me quitaría este mal gusto que tenía en la boca.
Luego pensé, que pasaría cuando saliera de allí: con mi trabajo, con mis amigos, con mi entorno; me dirían -Salva das miedo y asco-, me rechazarían, tendría que vivir encerrado en mi habitación como si fuera un oso en un invierno inacabable.
-Raúl, ¿has escuchado? – me dijo mi madre con una sonrisa que intentaba camuflar el llanto que seguramente se acumulaba en sus lagrimales. –Mañana volveremos a estar juntos en casa.
¿Raúl? Yo no me llamaba así, era nombre de protagonista de telenovela argentina, de todas formas no me apetecía discutir, asentí con la cabeza y esbocé una media sonrisa.
Al médico le sonó el busca, pidió disculpas a mi madre y salió de la habitación. Yo me acosté, me quedé dormido con la mano de mi madre estrechando la mía, como tantas veces durante mis primeros años de vida, cuando a causa de múltiples alergias y crisis asmáticas iba de hospital en hospital, durmiendo con la perenne compañía de mi madre.
Al día siguiente me desperté con la misma sed. Miré por la ventana, hacía un día estupendo, agradable, soleado, un día como para pasear por la playa; pero algo llamó mi atención, algo inverosímil en medio de una gran ciudad: una vaca pastando en el jardín de la clínica. Me froté la cara pensando que tenía que ser producto de mi imaginación, pero al volver a mirar, la vaca seguía ahí. Me quedé contemplándola unos momentos y es cuando sucedió algo si cabe más insólito; la vaca se subió a un autobús urbano, no pude fijarme de que línea era, sólo lo vi alejarse por la calle.

Pensé que era una señal divina, que era uno de esos signos que la providencia envía a los hombres para que sigan la senda de la fe. Pensé que quizás yo fuera un ángel enviado del cielo para salvar las almas de los perdidos. Es entonces cuando recordé a don José, un sacerdote de hierro colado y como, en mas de una ocasión, me pegó siendo un niño, porque a pesar de lo que adoctrinaban en mi colegio, yo ponía en tela de juicio la existencia de dios. ¿Dios existía, era esa vaca un mensaje suyo, como podía permitir que la gente se muriera de hambre, de sed, a causa de las guerras, de enfermedades? No, dios no podía existir, sino no me hubiera enviado esta maldición de nombre tan perverso.
Entonces vi la luz, ya lo entendía al fin. Esa vaca se iba al mercado a que la descuartizaran y sirviera de alimento para aquellos que pudieran permitirse un chuletón.
¿Respecto a mí? Quedaba la incógnita de mi identidad, quien era yo? ¿Salvador? ¿Raúl? ¿Un esquizonosequé con guarnición y tendencia a ser devorado por la sociedad?
Hacía menos de un día que me habían diagnosticado y ya sufría en mis carnes una despersonalización alarmante. Pensé en aquel cuadro de Francis Bacon “Cabeza rodeada de carne de vaca”. Tal vez yo era como esa vaca, camino del matadero, en esta clínica me habían etiquetado para después lanzarme al mundo, cruel, voraz, surrealista.
Entre imágenes de mi propia muerte pasando por mi cabeza fue pasando la mañana. Como el día anterior recibí la visita de mi madre y del doctor.
-Cariño- me dijo mi madre.- ¿aun estas así? Ya tengo el informe del médico podemos irnos a casa.
-Mama he visto una vaca ¿sabes?
-¿qué?
- que he visto una vaca en el jardín del hospital y me ha hecho pensar- dije babeando como una fuente de saliva.
-¿Qué te ha hecho pensar mi cielo?- me preguntó con preocupación.
-Me ha hecho pensar- contesté lentamente.- Que no hay salida, ni escape, no soy nadie ¡nadie¡ sólo la sombra del que un día fui, un globo que se eleva y se pierde en el firmamento, una copo de nieve en medio de un volcán en erupción, las cenizas de un alma hecha jirones que arde en el infierno sosteniendo el peso del mundo sobre sus hombros caídos. Soy un niño que se hizo mayor, soy un hombre que de un día para el otro se convirtió en dos. Soy una esfera incandescente y soy la punta del iceberg. ¿Por qué nadie, nadie, se preocupó por lo que se escondía en mi interior, por lo que había bajo mis pies?
Mi madre con los ojos vidriosos por las lagrimas me acarició la cabeza y me dijo.- No pienses en eso, siempre, siempre serás mi hijo.
Después preparó la bolsa con mi ropa y salimos de aquella habitación. Rumbo a la casa que nunca más me pertenecería, porque lo había perdido todo, incluso mi identidad.

viernes, 16 de mayo de 2008

VACIO...



VACIO ihriente, desgarrador, devastador...presente,te clavas como un puñal en el estómago haciendo que siempre vea el vaso medio vacío. Sí, en el estómago te aposentas tan plácidamente mientras que yo tengo que aprender a convivir contigo, puesto que parece que no tienes intención alguna de abandonarme. ¡ Cruel lealtad! ¿ Me dejarás algún día creer eso de " si no tienes lo que amas, ama lo que tienes" ? Dame una oportundad, aléjate y déjame vivir libre...libre de ideas que me torturan, que se repiten como un bucle, sin parar, que bombardean mi cabeza y no me dejan disfrutar del momento. ¿Qué debo hacer para desprenderme de tí? ¿ No es éste un precio muy caro el que tengo que pagar simplemente para sobrevivir? SOBREVIVIR en una jungla donde los débiles, los hipersensibles somos devorados. Déjame aprender a quererme, a creer en mí y quizás entonces nuestros caminos se separen. ¿Pactamos?

lunes, 12 de mayo de 2008


Fue en la arena de la playa

de aquel mar que se perdía

en el infinito horizonte

donde se fundían la noche y el día.

Yo te miré

borracho de palabras

que se perdían en mi mente

en cuanto llegaban.

Tu me dijiste "acércate,

no tengas miedo,

mirame a los ojos y observa

cuanto se puede decir con un silencio...

...Quiero navegar en tu mirada,

ver reflejadas las estrellas,

beber de tu boca nacarada

el agua que fluye cuando me besas,

no quiero que la urgencia

quiebre este dulce momento,

sólo deseo que el relog de arena

se detenga en este instante eterno."

Yo leía en tus ojos que ya eran los míos

versos esbozados con canela y nata

la suerte infinita de mi destino.

Yo te dije "ven,

entra en mi castillo,

armada con la claridad

de tu sincero cariño;

no pienses en el final,

queda lejos,

ahora estás aquí,

estamos juntos,

hablándonos con la mirada,

íntimos y ajenos al mundo."

Así llegó la noche

y perdida la vergüenza

unimos nuestros cuerpos

en una danza rebozada de arena,

arrullados por la música de las olas

que acariciaban nuestros pies.

Y solamente la luna

sólo la luna

fue testigo de la entrega mutua

de nuestras almas desnudas.

domingo, 11 de mayo de 2008

Para ti, que das calor a mi invierno, que iluminas mis noches con tu sonrisa

Deje el café y tráigame un chocolate



El poso del café reposaba en la taza de él, ella tomaba su chocolate muy lentamente, saboreando, dulce y goteante cada cucharada del jugoso cacao. La conversación había acabado hacia segundos. No tuvo buen final. Una relación de cinco años se había roto por el mismo motivo que se elige entre café o cacao, lo urgente al final se impuso contra el placer de paladear lo jugoso de la vida; las obligaciones, la falta de tiempo, el despertar obligado a una rutina llena de taras vitales, como son la falta de respeto, de reflexión, de saber escuchar, la ilusión perenne del espejo en la que mirarse el otro y verse proyectado, como en una luna de cuerpo entero, sin dejar espacio a las rémoras del pasado, a las visiones distorsionadas por el tiempo y la costumbre… Esa luna se vio eclipsada por la prisa, la disciplina de lo opaco, el manantial del que se nutre esta sociedad nuestra tan acostumbrada a cambiar de relaciones de pareja como de lavadora, televisor o nevera. Lo superficial venció al rito particular, personal e intransferible; la diferencia de autoestimas; él, la tenía demasiado alta, vivía al límite, ella, demasiado baja, sufría, pero en realidad era quien disfrutaba de cada cucharada de esa taza, todavía a medias, y que significaba para él, la esencia de lo perdurable, de la fortaleza en la debilidad, del porque se había enamorado de ella. Cuando nadie más veía algo de valor en su alma, mas que deterioro, él vio emoción, sensibilidad, valentía. Quizás se equivocó pero en su imagen interior la veía como a alguien más fuerte a los demás, diferente, inteligente, alguien que tenía precisamente lo que a él le faltaba, la voluntad de hierro de nadar contra corriente hasta llegar a la meta, para muchos, utópica; pero fue precisamente ese aferrarse a la imaginación, esa voluntad de sobrevivir antes que malvivir, esa emoción a flor de piel lo que les quiso unir y ahora les separaba.
Y yo, desde mi rincón, separado de esta escena a penas por dos mesas, admiraba inquieto el encuentro y desencuentro de esta pareja. Sin mis gafas –las habría dejado en casa sobre la nevera, creo- y con aquella bruma de tabaco que a estas horas de una tarde fría y lluviosa de Barcelona era una densa huella. Tal vez de otras parejas como aquella. La escena parecía algo irreal; una fantasmagoría que me asombraba quizás desde mis propios recuerdos, de mis propios encuentros y desencuentros, de luna llena y soledad.
Mientras en la mesa, a mi derecha, una señora engullía su medialuna junto a un café con leche y, el camarero, mallorquín, debatía a mi izquierda sobre el secreto de la elaboración de una buena ensaimada con Alfredo, un cliente habitual calvo, con sobrepeso, una nariz inglesa y su inseparable perra "Nica", encaramada a la pierna de su amo pidiendo un pedacito del churro, cuyo olor la impulsaba hasta un estado de suplica que la hacia temblar con ojos inquietos. Ellos continuaban allí. ¿Fantasmas reales? ¿Memorias mías o ajenas? Eso no era lo importante, sí lo era que sus cuerpos estaban allí, cabizbajos, sin mirarse. Callados como una tumba abierta. Sin palabras. Pero sus cuerpos, con pequeños gestos, charlaban. Conversación que yo escuchaba, o mejor dicho leía, subtitulada, como si estuviera en el cine.
Es verdad que la realidad es algo impalpable, inmutable, regida tal vez por un azar y una energía que se escapa de nuestras manos y nuestro entendimiento. Aquellos dos, tan reales, ya formaban parte de mí de forma indisoluble; aquella cafetería, pérdida en el casco antiguo de la ciudad Condal, a la que había entrado para tomar algo caliente, me había traído a la memoria el sentido de la vida, que no era otro que el vivir intensamente el presente con un amor profundo por la vida misma. ¿Y yo que podía hacer? ¿Levantarme y decirles: no caigan en mi mismo error, os lo dice la voz de la experiencia? Lo tomarían como una intrusión cercana a la locura, un atrevimiento que seguramente precipitaría los acontecimientos. No podía hacer nada para cambiar su realidad, que ya era mi realidad, al parecer hasta ellos mismos se veían maniatados. Habían llegado a un punto muerto, un callejón sin salida donde solo podían retroceder, mantener la ilusión por lo vivido, pero cuesta tanto cuando se ha acabado la esperanza.
A él le había sonado el móvil, se levantó unos instantes y negando con la cabeza dijo algo como que no podía hablar, que ahora no, que ya la llamaría cuando pudiera.
La gente hoy en día vive en la indiferencia y la mentira, son pocos los que luchan por algo que se escape de su micro-mundo, que aporte beneficios de forma altruista a alguien que no sea ellos mismos. Y ya lo dice el proverbio la mentira es un camino, pero un camino sin retorno. La sociedad contemporánea vive en una constante quimérica. Desde el egoísmo que supura el liberalismo, que nos empuja una y otra vez a consumir y consumir, para nuestro placer y disfrute, para ser más que el vecino, para tapar los abismos que se abren en la superflua y vacua realidad en la que yo también me incluía hasta hacía escasamente unos minutos.
Me pedí un suizo, quería ser como aquella chica, dejar atrás lo inherente en el individuo postmoderno, la urgencia. Paladear aquella escena hasta que llegara a su fin desde mi posición de guardián del romanticismo. Si yo fuera él me pediría un chocolate y le diría algo así como... La lluvia condena mis pasos perdidos entre las sombras furtivas que mi existencia proyecta. Solo, como un loco en la montaña, con el alma erosionada por el fugaz instante en que nuestras miradas se encontraron, atado a mi rutina gris busco jazmines entre el triste hormigón de la ciudad, una luz que ilumine tras el telón que pone fin de una vez a mis palabras que parpadean y finalmente se apagan en un mohín y un suspiro, tras el silencioso vacío que me llena al recordarte aquella mañana. Y mientras tanto, en mi búsqueda de luz, mi confianza fluctúa a veces no soy nadie otras seria capaz de mover montañas; y desde la fútil inocencia, pobre herencia de una infancia desgraciada, me desgarro y me reinvento. Racionalizando el invierno, el frío que congela mis palabras, que nutre de hielo las venas de mi cuerpo, una borrasca que amenaza ladina y traicionera la cosecha que con tanto mimo se ha cuidado durante años. Pero es que después de probar el paraíso de tu compañía y tu apoyo, de tu comprensión y tu respeto, de tu voz que es como la brisa suave y refrescante, de tu cuerpo dulce y cálido como una cena frente a un fuego, no me resigno a tu ausencia.
Pero claro, quizás, él tuviera otros planes.
Luego los dos, todavía callados, se levantan. De fantasmagorías se trasforman en un lamentable par de sombras en un lento desfile desdichado hasta la puerta de salida. Sombras pesadas, de ojos sin luz, mirando con tristeza un porvenir sin sueños a pasos inseguros. Mi suizo que acababa de llegar me parecía intragable. Mareado, no sabía que hacer al verlos pasar por mi mesa, llegar a la calle, despedirse con besos secos en las mejillas y partir cada uno por su lado, a su destino, con el mismo paso lento, cargando en las espaldas la desventura de la despedida, que hacía más amargo el mejor momento de sus cinco años juntos.
En ese instante, la señora gorda vocea un gemido. La miré esperando encontrar una espectadora cómplice a la escena que me tonteaba, pero ella apenas había derrumbado su café con leche en su rota chaqueta de terciopelo. Volví rápidamente mis ojos miopes a la calle. No había más señal de aquellas sombras hace poco tan cercanas. Se desdibujaron entre el frío, la lluvia y el viento. Tampoco su mesa vacía guardaba calor, allí solo servilletas sucias y ausencia. Con todo, algo detuvo mi atención en aquel rincón de soledad. Un pequeño detalle, una extraña mancha negra que se dejaba aparecer tras el cenicero: era el móvil de mi desdichado y desconocido amigo que ahí quedaba como icono del olvido.
Sin pensar, me levanté de golpe, lo que hizo a la gorda ensuciar aún más su ya asquerosa chaqueta, dejé sin contar las monedas que tenía en mi bolsillo junto a mi dulce proyecto de llevar la vida, recogí el móvil y me precipité corriendo a la calle en busca de su dueño.
Creo que había poca gente paseando, mirando escaparates, fuera de los hogares calientes. No puedo precisar. La verdad es que podría haber una muchedumbre que, del mismo modo, sólo hubiera visto al objeto de mi búsqueda. El chico, dos esquinas adelante, avanzando con la cabeza gacha, plasmando en su triste figura la inclemencia de aquella atmósfera. Y yo, en su persecución, me agarraba, me acaramelaba a su móvil como si protegiera un tesoro perdido. Las joyas de un pasado, cuando yo no supe decir que no me resignaba a la ausencia de mi amor. Como él, en mi turno, también había callado cobardemente.
Nos acercábamos a las Ramblas. Me faltaba el aire y respiraba con dificultad. En parte por la apresurada carrera, por años de tabaquismo y la fría humedad de la tarde, pero también, por intuir, por una insondable suerte, lo que pasaría a continuación. Hoy, cuando me acuerdo de estos momentos, pienso que el hecho de dejar la posición de espectador para entrar en la escena, de haber saltado hacia el interior de la pantalla, me hizo caer en un raro tipo de agujero del tiempo. Al menos es así como consigo explicar o entender todo aquello.
Estaba a unos cincuenta metros de alcanzarlo cuando el chico bajó al metro. Estación Liceo. Hacía cinco años que evitaba ese sitio. Por un instante me detuve en mitad de la calle. No podía moverme petrificado ante el escenario de la amarga despedida de mi amor, desgraciadamente, perdido. Creo que sólo pude despertarme de este catatónico estado donde me encarcelaba por la insistente y frenética bocina del coche que esperaba que cruzase para continuar su trayecto. Todavía un poco aturdido, bajo toda una retahíla de improperios, seguí mi búsqueda, pero la mitad de la escalera sonó el móvil. En ese momento sólo mi garganta se paralizó. Caminando apresurado, con la T10 en la derecha, mi mano izquierda automáticamente había aceptado la llamada y llevado al oído una voz absurdamente familiar que con dulzura decía mí nombre.
- ¿Pedro… me escuchas? Soy Magdalena. Por favor, Pedro, necesito hablarte ahora. Después de tantos años te encontré… Después de todo lo que pasamos, Pedro… ten coraje hombre…
Azar, destino, agujero del tiempo, qué sé yo… El mismo sitio, los mismos nombres, la misma cobardía que me ahogaba las palabras.
Magdalena continuaba suplicante, yo continuaba sin palabras, y cuando me di cuenta estaba frente al chico, que me miraba curioso, como si me conociera. Yo le ofrezco mi mano izquierda y su contenido y entretanto el metro hace su ruidosa llegada, le digo:
- Pedro, olvidaste tu móvil.
Después de un par de segundos el entra serenamente en el vagón, sonríe y me contesta:
- No… no lo he olvidado. Es que ya no me pertenece. Haga lo que quiera con esto…
Me quedé aturdido. Mis pensamientos giraban a la velocidad de la vida. Mi espejo ahora era el remolino de papeles en la zona de vías dejado por el metro que seguía su recto y seguro camino hacia la próxima estación.

sábado, 10 de mayo de 2008

Al faro



«Casi todo me atrae.
Sin embargo se alberga en mí algún buscador infatigable.
¿Por qué no hay un des-
cubrimiento de la vida?Algo para ponerle las manos encima y exclamar: "¿Es esto?"» Virginia Wolf.


Saludos a todos los que, perdidos, hayan atracado con la intención de detenerse unos instantes en estas playas de Nikosia a fin de conocernos mejor, antes de proseguir su viaje. A esas personas que lean ahora estas líneas les deseo que un faro les guíe a puerto, y que las tempestuosas olas que levanta el viento del sufrimiento, una vez reiniciado su viaje hacia la búsqueda de sí mismos, no les haga zozobrar en el intento.


"Conócete a ti mismo" Rezaba en el Oráculo de Delfos. 2500 años después ese sigue siendo el el enigma que esconde la piedra filosofal. Un misterio, oscuro, como la sombra que se proyecta en nuestra mente cuando frustada toda certeza, pusilánimes y sedientos de respuestas a las preguntas que en soledad nos desesperan, nos entregamos a los mal llamados profesionales de la mente. El resultado a esta ecuación simple es la desestructuración de la personalidad e, intentar rehacer este rompecabezas requiere de un ejercicio de humillación constante, de despersonificación, ya que no vale lo aprendido o tus creencias, te conviertes en objeto de los experimentos químicos que intentan provocar en ti un ajuste de las coordenadas en la ruta hacia el puerto de tus deseos, etiquetándote con términos dogmáticos, aunque en realidad sean, como un avión de papel; pueden elevarse, impulsados por la fuerza del lanzador, pero irremediablemente caerán al suelo o se arrugarán en un día de lluvia.


No es que la química sea una falacia, puede ayudar a camuflar los síntomas que rechaza nuestro entorno; esconder debajo de la alfombra nuestra identidad, para así entregarnos, como marionetas, a las manos de nuestros tutores. Está claro que es más fácil anular un espíritu crítico, que cambiar la sociedad; del mismo modo es más sencillo amordazar el sufrimiento de una persona, que reeducar a sus verdugos. De este modo la barca en la que navegamos se encalla en los arrecifes del poder vertical, del aislamiento, creando además un estigma muy difícil de superar.


En esos momentos en que te falta el aire, y te ahogas en un mar embravecido, puede ocurrir un milagro, más humano que divino y más divino que mundano. Puede aparecer en tu vida una persona como Martín Correa, antropólogo y periodista, y te enseñe que tu voz es valiosa, sólo porque es tuya. Martín es el creador de Radio Nikosia, el impulsor y encargado de motivarnos a los nikosianos a seguir en la lucha, a no bajar los brazos, a no quedarnos sentados al borde del camino y a retomar con fuerza el timón de nuestras vidas. Es un soñador, pero como diría Lennon "no es el único". Él nos hace cada miércoles participe de sus sueños, nos deja un huequito de su corazón para que sepamos que no estamos solos. La magia de la radio hace el resto. Desde el pintoresco estudio de Contrabanda (91.4 FM) los redactores, locutores, productores, abandonamos la senda de la locura (o visto de otro modo somos más locos que nunca, porque nos sentimos orgullosos de quienes somos) y guiados por la luz del faro de nuestras conciencias, decimos lo que pensamos, a veces sin pensar en lo que decimos, de-construyendo la imagen plastificada de lo anormal, para lograr así acercarnos a lo que somos en realidad, sin ataduras, sin pretextos, ni excusas.


De esta forma soñamos dentro del sueño de un soñador como Martín. ¿Pero es que acaso la vida no es un sueño?

Reencuentros


… Una vez más me hallo ante el infinito
Una vez más acudo a ti obstinado
Buscando un asidero, una balsa
Que me conduzca de la soledad del mar
A tus brazos de península etérea.
Tiempo hacia que no te reclamaba,
Tiempo de dudas y desconcierto
De humo, delirios, veneno…
Tiempo de silencio como dijo aquel
De vergüenza, huidas y pataleo.
Pero aquí estoy
Quien otrora fuera tu dueño
Es ahora tu servil caballero
Que espera indolente el veredicto de tu nobleza
Oh! Amargos versos
Agridulce reencuentro
Este poeta se rasga las vestiduras
Abandona el pasado
Muere y resucita
Por volver a verte a su lado